Cristo de la Luz

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viernes, 17 de octubre de 2014

Lo que nos Espera

Publicado el 12 de abril de 2013


El otro día leí un artículo impactante llamado The Shape of Things to Come, que se podría traducir como “Lo que nos Espera”, de un tal Charles Hugh Smith. El artículo en cuestión fue escrito en julio de 2011, y habla de la situación de EEUU, y lo que el futuro le depara. Huelga decir que casi dos años más tarde no hay motivos para pensar que ha cambiado algo, si no es porque ahora el panorama se ve más negro aún si cabe. El artículo se puede aplicar perfectamente a España, ya que los males de los que adolecen los EEUU son comunes al mundo desarrollado, y el destino trágico del dólar será compartido seguramente por las demás monedas. La crisis es mundial, y sus efectos serán mundiales.

Alguien ha colgado este vídeo en youtube que dramatiza el texto de Charles Hugh Smith, que por lo visto se ha convertido en una referencia para muchos internautas. Aviso que el tema no es para los que sufren de nervios o insomnio. Habla de cosas muy serias cuyas consecuencias serán catastróficas. Para los que no quieren saber de cosas “negativas”, recomiendo la siguiente página web: www.avestruces.com . Pienso que en general el artículo da en el blanco, por lo que quiero ofrecer a mis lectores una traducción de parte del texto (en color morado), con mis comentarios intercalados.
1. La desunión política fue un factor clave en el proceso de colapso del Imperio Romano. Los valores compartidos y el consenso que habían unido el núcleo del Imperio se disolvieron, dejando una multitud de pequeños reinos que luchaban entre sí por el poco botín y poder que quedaban.

Difícilmente se podría describir mejor el panorama actual de España. El lema de la España de Franco,  “Una, Grande, Libre”, ha dejado paso a “Varias, Pequeñas, Esclavas”. En el régimen constitucional actual los 17 reinos de taifas llamados comunidades autónomas se pelean entre sí para conseguir un mayor trozo del pastel, – un pastel que mengua con cada día que pasa. Casi nadie se acuerda ya del interés general de España. Además, España es esclava porque ya no se gobierna a sí misma. Está totalmente sometida a la élite mundialista desde Bruselas, desde el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional, la OTAN, etc.
Hoy en día vemos varios tipos de desunión política. Superficialmente las dos alas de los “demopublicanos” libran una guerra partidista acerca de su visión para los EEUU…. Sin embargo, todo esto es puro teatro y artificio. Ningún ala tiene una visión o valores de sustancia; cada una sirve a su amo, los carteles corporativos y la oligarquía financiera, a la vez que alimentan a sus partisanos con ingentes cantidades de dinero prestado para mantener la “Plutocracia, pero con ayudas”.
En España desde la democracia se han alternado en el gobierno los dos partidos, PSOE y PP. El teatro consiste en hacer creer a los electores que hay una verdadera oposición entre los dos. Los de un partido critican e insultan a los del otro, pero en el fondo todos comparten los mismos principios liberales, y obedecen a los mismos amos. Hay que imaginar a un titiritero, con dos marionetas, una en cada mano. La de la izquierda pega a la de la derecha y viceversa, pero hasta los niños de tres años saben que ambas son controladas por la misma persona. El PPSOE ha conseguido con este teatro hacer creer a la mayoría de españoles que con las elecciones democráticas ellos eligen el rumbo que toma su país, cuando lo único que eligen es qué marioneta ganará la pelea, para que todo siga igual.

La verdadera desunión es entre los que defienden un Status Quo destinado al fracaso y los que quieren enfrentarse a la realidad. Ahora mismo éstos son pocos, pero tienen la nada desdeñable ventaja del realismo, mientras que los del Status Quo tienen sólo propaganda, artificio, teatro político fraudulento y promesas vacías.
Se sabe perfectamente que la situación actual de España es insostenible. Sus autonomías siguen despilfarrando dinero a espuertas sin que el gobierno central se atreva a meterles en vereda. La nómina de los 6 millones de funcionarios públicos es una losa cada vez más insoportable para un estado cercano a la bancarrota, con funciones administrativas duplicadas y hasta triplicadas. Los nacionalistas siguen tensando la cuerda con sus amenazas secesionistas, sin que el gobierno de la nación mueva un dedo para poner orden. La corrupción política ha llegado a unos extremos insospechados. Los impuestos y el paro suben, mientras que los jóvenes cualificados emigran en busca de un trabajo digno. Esta es la situación de España. Ninguna elección la cambiará, porque nunca se les preguntará a los ciudadanos lo que realmente importa: si quieren seguir con el sistema actual, o prefieren cambiar de modelo. Mientras el sistema partitocrático liberal siga en pie, no habrá remedio posible.
La desunión surge del deseo innato del pueblo de creer en las promesas vacías y agarrarse a la esperanza que ofrece el Status Quo, a pesar de que toda la evidencia apunta a que jamás se podrán cumplir sus promesas. Cada intento de hacer ver a la gente que el presente es insostenible es aplastado por un ataque furioso de caciques y personajes que temen perder poder y beneficios cuando el Status Quo se hunda bajo su propio peso. Las promesas siempre sonarán mejor que la realidad, hasta que una crisis pinche la burbuja de las promesas. Pero la ira que generará el pinchazo de las promesas irreales se percibe como una amenaza a la estabilidad.
Ante el panorama desolador de España tenemos a un presidente del gobierno convertido en adivino, diciendo a los españoles que “el año que viene se creará empleo”. Aunque fuera cierto, él no tiene ninguna manera de saberlo con certeza. No es más que un vendedor de humo. Lo realmente triste es que muchos se lo compren.


2. La falta de liderazgo. La debilidad que hoy en día percibimos en nuestros “líderes” no es simplemente fruto de la mala suerte. Se debe a la corrupción de la política, hasta el punto que sólo atrae a individuos rastreros y moralmente atrofiados. Es tentador culpar a los que han entrado en este juego, pero la verdadera causa es el pueblo americano, que rechaza la honradez a favor del engaño. El público americano es infantil, egocéntrico, miope, desinformado, y en última instancia le da igual todo lo que no sea el reparto del botín.
 Por esta razón cualquiera que promete que no tocará el botín gana, y si alguno sugiere que el botín no es sostenible, es rechazado por “fariseo” o demasiado “negativo”. En la medida que una nación tiene el liderazgo que quiere, los EEUU tienen un serio problema. Ahora somos una nación de adolescentes mimados que tienen derecho a elegir a sus padres. No debería causar sorpresa quiénes ganan cada vez; los papis que nunca hacen cumplir las normas, que nunca desafían a sus jefes (los cleptócratas) y que reparten la mayor paga.
Poco que decir respecto a la situación en España, excepto que esta descripción le va como un guante. Si cabe, aquí en España es aún peor, ya que los políticos ni siquiera tienen que fingir que se deben a sus votantes. Todos están en las listas electorales gracias a sus partidos; no porque han pasado alguna criba previa, o porque el público los quiere ahí. Hacer la pelota a sus líderes y saber maniobrar en las turbias aguas de la partitocracia es mucho más rentable en términos electorales para un político español que ser competente y honrado.
Así es como tenemos líderes que se niegan a desafiar a las élites financieras y otras mafias, porque el Status Quo dedicaría todos sus fabulosos medios e influencia para derrotar a un candidato insurgente. Tenemos líderes que se niegan a ser honrados con el pueblo americano porque esa honradez no es bienvenida. Lo ideal es que un líder persuada al pueblo para que se espabile, en lugar de gratificar sus deseos más viles. Pero un líder de ese calibre sólo duraría una legislatura.
Sólo decir que en España toda una legislatura con un líder de verdad es algo que descarto por completo, al menos en el futuro previsible.

3. El dilema de ser gobernado por la Plutocracia financiera. Ocurre algo curioso cuando una nación permite ser gobernada por unos cleptócratas. Dicho gobierno es inherentemente desestabilizador, porque ya no hay un centro para unir la nación. La gente ve que el sistema de valores de los de arriba es “Yo, Yo Mismo y Mío”, la avaricia unida a la complicidad y la corrupción. Así que lo imitan. Cometen todo el fraude posible; evaden impuestos, hacen trampas en sus exámenes, fingen minusvalías para recibir ayudas, mienten para contratar una hipoteca, en las entrevistas de trabajo, y así sucesivamente.
Esto lleva a estar comprometido con un barco que se hunde. Los desequilibrios creados por una élite financiera y el sistema de planificación central que los consiente, sellan su destino. Pero como todo el mundo dentro del Status Quo depende de él para su trozo del pastel, nadie se atreve a dar la voz de alarma. La complicidad triunfa, pero la complicidad no evitará que el barco se hunda.
La complicidad y la dependencia erosionan el alma. No valen los pequeños ajustes políticos o financieros para curar esta podredumbre. En una sociedad fundamentalmente corrupta, las reglas y las leyes son sistemáticamente quebrantadas, socavadas, o simplemente ignoradas. Crear más reglas no servirá de nada si las reglas son papel mojado.

Recuerdo una escena de la película Titanic, en la que Thomas Andrews, el ingeniero que diseñó el barco, explica al Capitán Smith que tras el choque con el iceberg el Titanic se hundirá irremediablemente. El diálogo es el siguiente:
  • (Andrews, el ingeniero) Son cinco compartimentos. Puede mantenerse a flote con cuatro compartimentos anegados, ¡pero no con cinco! No con cinco. Según se incline por la proa, el agua se derramará por encima de los muros de contención en la cubierta E de uno en uno, hacía atrás. No hay forma de pararlo.
  • (Smith, el capitán) Las bombas… si abrimos las compuertas…
  • (Andrews) Con las bombas ganas tiempo, pero tan sólo unos minutos. A partir de este momento, hagamos lo que hagamos, el Titanic se hundirá.
  • (Ismay, un ricachón) ¡Pero este barco no se puede hundir!
  • (Andrews) Está hecho de hierro, señor. Le aseguro que puede hundirse… y que se hundirá. Es una certeza matemática.
El que conozca unos pocos datos sobre la economía americana, sabe interpretarlos, y no tiene miedo de extraer las conclusiones pertinentes, sabrá que el dólar se hundirá inevitablemente. Como el Titanic, no es una cuestión de si se hundirá, sino de cuando se hundirá. EEUU está en una situación aún más peligrosa que nosotros, en cuanto a su economía, ya que tiene una deuda pública de unos 17 billones de dólares (esta cifra mareante se escribe así: 17.000.000.000.000 $), un 250% de su producto interior bruto anual. ¡Y pensar que en España ya hay muchos expertos que dicen que la deuda española es impagable porque alcanza el 90% del PIB!

Como el hundimiento del Titanic tras chocar contra el iceberg, hoy en día el colapso del dólar es una certeza matemática. Ahora la recaudación de impuestos del gobierno sólo basta para pagar los gastos de Defensa y los intereses acumulados. Todo lo demás lo tienen que pedir prestado. La Reserva Federal, un banco privado, está encantado de seguir imprimiendo billetes a mansalva, fabricando dinero de la nada, que es lo único que puede mantener esta burbuja. Pero en algún momento la inflación alcanzará niveles de dos cifras, que ocurre siempre que hay dinero sobreabundante. El problema es que no lo podrán contrarrestar subiendo la tasa de interés, porque con un interés alto no podrán pagar su deuda astronómica. Por tanto la inflación se descontrolará, y la economía entrará en una espiral destructiva, la hiperinflación. Los billetes de cien dólares sólo servirán para papel higiénico, los países exportadores de petróleo se negarán a comerciar en dólares, y será el colapso de la primera economía mundial.


La resolución de estas inestabilidades que se están gestando podría ser ordenada o desordenada… La característica destacada de la inestabilidad es su imprevisibilidad. Cuanto más espere la nación antes de plantear estas realidades incómodas, mayor será la eventual desestabilización. Lo que ocurra como consecuencia de la desestabilización inevitable depende de nosotros.
Por último, sólo me queda decir que más vale prepararse para lo peor, aunque luego no pase nada, que verse sorprendido por una catástrofe de proporciones inimaginables. Deberíamos prepararnos, nos va la vida en ello.

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