Cristo de la Luz

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jueves, 28 de julio de 2016

¿Por qué ya no se casa la gente?

Hace pocos años leí una estadística que me sorprendió. En el Reino Unido, por primera vez en décadas, el número de divorcios anuales está cayendo, y de manera bastante significativa. Pero cuidado, no es oro todo lo que reluce. Resulta que caen los divorcios porque ya casi nadie se casa. Los nacimientos de niños ilegítimos (fuera del matrimonio) han aumentado de forma espectacular, desde un 18 % en el año 1980 hasta un 50% en el 2016. Es decir, desde este año la mayoría de niños nacerán fuera del matrimonio. ¿Pero alguien se extraña? Hoy en día, con los divorcios express, es literalmente más fácil romper tu matrimonio que cambiarte de compañía de teléfono. Ahora hay bufetes de abogados que se anuncian en internet, que te solucionan el trámite EN UN MES por 350€. Si te cambias de compañía antes de finalizar el periodo de permanencia establecido en tu contrato de teléfono, tienes que pagar una penalización económica; mientras que si uno de los dos esposos comete adulterio, tras jurarse públicamente fidelidad mutua, no hay ninguna repercusión legal. Es el llamado "divorcio sin culpa". A un juez le da lo mismo que tu mujer te haya puesto los cuernos. Puede perfectamente otorgarle la custodia de tus hijos, que es lo más común. Conozco personalmente el caso de una mujer que se divorció simplemente porque se cansó de su marido, y que ahora recibe la pensión alimenticia para los hijos, y hasta vive EN LA CASA DE SU MARIDO con su nuevo novio. El marido se ha tenido que buscar un piso de alquiler, y ahora malvive con medio sueldo, sin mujer y viendo a sus hijos los fines de semana alternos.

Es cierto que las mujeres están menos orientadas hacía la familia que antaño. El feminismo les ha inculcado la idea de que tienen que competir con los hombres en el mercado de trabajo, que quedarse en casa para cuidar de su familia es sinónimo de ser una fracasada, y que casarse es sólo una opción más. No obstante creo que el gran escollo al matrimonio ahora es el comportamiento de los hombres. Pienso que muchísimas mujeres se casarían si encontraran hombres dispuestos a llevarlas al altar. Tras la anécdota que acabo contar no es difícil averiguar porqué los hombres han optado por no casarse. Es muy sencillo. ¿Qué le ofrece hoy el matrimonio a un hombre? Los hombres hemos constatado que ahora, en el plano económico y social, el matrimonio exige muchas renuncias a cambio de muy pocos beneficios. Si a esto añadimos el alto riesgo de que todo acabe en divorcio, con su altísimo coste emocional y económico para el varón, hay que concluir que el comportamiento de los hombres es muy lógico. No somos masoquistas. Vemos lo que hay, como viven los solteros y como viven los casados, y elegimos en consecuencia.


Yo me casé con 22 años, porque tenía convicciones religiosas. De no haber tenido fe estoy seguro que nunca me hubiera casado. Hubiera hecho lo que hicieron la mayoría de mi generación: disfrutar de la vida de soltero (fornicación, fiestas, con pocas o nulas responsabilidades), y vivir a costa de mis padres. Tenía claro que la fornicación y el concubinato eran pecados muy graves, y para mí nunca fueron una opción. Sin embargo, para el típico joven europeo de hoy, tras 50 años de catequesis descafeinada y la moral de situación emanada del Vaticano, pocos son los que se privan del disfrute carnal, a pesar de no tener intenciones de "formalizar su relación". Volviendo a la estadística que di al principio, si los británicos somos en general irreligiosos (hablo de los autóctonos, no de los indios, pakistaníes, africanos, caribeños y demás inmigrantes que legalmente son británicos también), es inevitable que hoy en día el matrimonio esté en caída libre. Si nos olvidamos por un momento de la dimensión religiosa, el matrimonio se ha convertido en una propuesta muy poco atractiva para el hombre británico (y europeo diría) de hoy.

Veamos, ¿cómo representa nuestra cultura al hombre casado hoy en día? Los medios de comunicación de masas suelen pintar al hombre casado como un objeto de burla. El casado es un pobre "pringao", mientras que el soltero es atractivo, inteligente, guay. No hay más que ver las series televisivas, que tanto influyen en las mentes de las generaciones jóvenes. En Family Guy (Padre de Familia), Los Simpson, y otros de su estilo, el marido es el más tonto de la familia, el miembro con menos cualidades morales, del que todo el mundo se ríe. Hace unos 50 años esto no era así. No hay más que ver como las películas de entonces enaltecían al padre de familia. Por supuesto que ya había empezado Hollywood a minar los valores cristianos, y no podemos decir que todo lo que hubo en los años ´50 fue trigo limpio. Sin embargo, en esa época, a diferencia de nuestro tiempo, lo bueno aún abundaba en la industria cinematográfica. Podría poner como ejemplos positivos las siguientes películas, que en su día obtuvieron gran éxito: It´s a Wonderful Life Swiss Family Robinson,

Hasta hace no mucho, la cultura occidental otorgaba la posición de máximo respeto al marido y padre de familia. Un hombre soltero y sin hijos apenas se tenía en cuenta para ciertas cosas de la vida social, porque casarse y tener hijos era considerado como un rito de paso hacía el mundo de los adultos, un signo de prestigio. Dentro y fuera de la familia se respetaba al hombre casado. Prueba de ello es que no se concebía a un representante político que no estuviera casado. El lector podrá repasar las listas de ministros, gobernadores, senadores y presidentes en el mundo occidental antes de la "revolución sexual" de los años ´60; verá que un hombre soltero no podía aspirar a un puesto de poder en la política, porque socialmente se confiaba más en los hombres de familia que en los solteros.

Tras varias décadas de feminismo, se les ha inculcado a los hombres un deprimente complejo de inferioridad, la idea de que para ser mejores personas tienen que ser menos masculinos. Los hombres modernos se han "estrogenizado". Todos los valores femeninos son ensalzados: la sensibilidad, la empatía, la dulzura, etc.; mientras los valores masculinos, como el valor, la fuerza, el honor y el sacrificio, son olvidados, cuando no ridiculizados. Una consecuencia evidente de esta estrogenización de los hombres es la epidemia de homosexualidad que padece Occidente. Otra consecuencia, menos evidente pero igualmente dañina, es la vulnerabilidad actual de las mujeres europeas. Los hombres han aprendido a comportarse como si fueran mujeres. Han sido adoctrinados en el pacifismo,- desde el parvulario se les ha dicho que la violencia es el último recurso de los incompetentes. Ahora saben hablar de sus sentimientos, pero no tienen ni idea de cómo dar un puñetazo.

El problema de este pacifismo buenista es que los invasores musulmanes no están estrogenizados como los occidentales. Ellos no entienden de teorías feministas, ni les interesan lo más mínimo. Ante los bárbaros sólo funciona la fuerza. Un buen ejemplo de ello fue lo que ocurrió el 31 de diciembre de 2015 en Colonia, Alemania. Ante el acoso de mujeres alemanas por parte de miles de hombres musulmanes, ¿qué hicieron los hombres alemanes? En el mejor de los casos, grabar los incidentes con su móvil. En un país normal, los hombres hubieran reaccionado de forma contundente, y no estoy hablando de diálogo o enriquecimiento multicultural con los acosadores. En un país normal, estos musulmanes hubieran vuelto a casa cojeando, con la cara hinchada.

Se puede pensar que esto tiene poco que ver con las razones por las que la gente ya no se casa. Sin embargo, yo creo que tiene todo que ver. La naturaleza tiene un orden, y cuando ese orden se trastoca todo empieza a fallar. Los hombres ya no se comportan como hombres, y las mujeres ya no se comportan como mujeres. ¿Cómo no va a repercutir esto sobre la institución del matrimonio? En mi opinión, el valor masculino por antonomasia es el sacrificio. No hay motivación tan poderosa para un hombre como sacrificarse por los suyos. A lo largo de la Historia se ha visto como los hombres han dejado su familia y su tierra para ir a luchar por la preservación de su patria. Para destruir el patriarcado, el ataque del feminismo se ha centrado en la disposición natural del hombre de sacrificarse por los suyos, sobre todo en las fuerzas armadas, que han sido casi desmanteladas donde el feminismo ha arraigado. Hasta las fuerzas del orden han sido feminizadas; ahora tienen que dialogar con los criminales. Me han dicho varios policías españoles que llevan la pistola de adorno, porque en la práctica tienen prohibido su uso; tienen que esperar a que les disparen antes de abrir fuego, y lo normal es que ya estén muertos cuando llegue el momento de poder responder. Todo esto va en detrimento de la seguridad ciudadana y la justicia, y en pro de los delincuentes, pero a las feministas no les parece importar, mientras consiguen "amariconear" a la mayoría de hombres.

El sacrificio es además el núcleo de nuestra religión católica: Dios Mismo se hizo hombre para sacrificarse por nosotros en la Cruz. La vida de Jesucristo, el hombre perfecto, se puede resumir en una palabra: sacrificio. En cada Santa Misa se actualiza el Santo Sacrificio que el sacerdote ofrece por el perdón de los pecados. Esto se ha intentado ocultar con la Misa nueva, el Novus Ordo Missae, porque ni siquiera nuestra religión está a salvo del feminismo. En lugar de hablar de sacrificio, se habla de un banquete o una celebración de los fieles. Se ha oscurecido deliberadamente los elementos sacrificiales en la liturgia, para poner el acento sobre la unión de los asistentes o la alegría de la Resurrección. Esto es lo que el Cardenal Heenan llamó la feminización de la liturgia. Dijo esto el cardenal inglés al colegio cardenalicio en el Vaticano tras la primera Misa experimental del Novus Ordo de 1967:
En casa ... asisten con regularidad a la Misa padres de familia y hombres jóvenes. En caso de ofrecerles el tipo de ceremonia que presenciamos ayer, nos encontraríamos con una congregación de mujeres y niños.
¿Quién se atrevería a negar que su advertencia se ha cumplido? La nueva Misa en general no atrae a los hombres, y el resultado de la deserción de sus deberes religiosos de la gran mayoría de los hombres es nada menos que la muerte de Occidente.

Si queremos salvar el matrimonio para Occidente, necesariamente debemos recuperar el valor del sacrificio. Los hombres tienen que educarse en el sacrificio, vivir diariamente el sacrificio, porque el matrimonio es esencialmente un sacrificio. Es renunciar a muchas cosas que nos apetecen por un bien mayor. Es estar dispuesto a entregar nuestra vida por la mujer y los hijos. Según las estadísticas, muy bien explicadas en este vídeo, los hombres que no se casan nunca ganan menos dinero y consiguen menos puestos de responsabilidad. Se toman más vacaciones y se ponen enfermos con más frecuencia. Los hombres casados dejan de pensar exclusivamente en su propio interés para pensar en el bien de su familia. Se vuelven más responsables y más trabajadores. Si a los dirigentes políticos realmente les interesara el futuro de sus países, incentivarían a los hombres a casarse. Podrían empezar por derrogar las leyes que permiten el divorcio, que casi siempre discrimina contra los hombres. Luego podrían reformar el sistema de impuestos, para que los solteros pagasen mucho más que los casados. Es justo que los que se sacrifican sean recompensados. No obstante, eso no sería más que la punta del iceberg.