Cristo de la Luz

Cristo de la Luz

viernes, 18 de septiembre de 2015

La devaluación del matrimonio

La batalla que se está librando desde hace más de un año y que llegará a su desenlace final con la segunda sesión del Sínodo Extraordinario sobre la Familia, afecta a todo el mundo sin excepciones. Si la Iglesia Católica renuncia a la indisolubilidad del matrimonio, afecta primero a las personas casadas. Yo estoy felizmente casado, gracias a Dios (bueno, con los roces normales para una pareja que lleva bastantes años de vida matrimonial). Me afecta, a pesar de no tener ninguna intención de "anular" mi matrimonio, porque, de manera similar a la devaluación de una moneda, si la Iglesia devalúa el matrimonio sacramental con rebajas de todo tipo, equiparándolo con relaciones adúlteras y hasta con uniones contra natura, también devalúan lo mío. Si yo invierto en dólares y de pronto el dolar vale la mitad que antes, salgo perdiendo. Si yo he "hipotecado" mi vida para unirme en matrimonio con una mujer hasta la muerte, y luego el Papa Francisco viene y dice que da igual ser fiel a tu esposa que irte con otra más joven, porque "Dios es misericordioso", ¿qué cara de tonto se me va a quedar? Si ahora a todo se le va a llamar "matrimonio", yo quiero que lo mío se llame otra cosa, porque tengo claro que no es lo mismo.

Afecta a los niños, porque ellos serán las principales víctimas de la devaluación del matrimonio. Lo estamos viendo desde hace varias décadas, desde que la gente dejó de creer que el matrimonio era para siempre; niños con síndrome de alienación parental, viajando como paquetes de un sitio a otro, que crecen sin la estabilidad emocional que aporta un matrimonio duradero; niños con dos papás, dos mamás, varias casas pero ningún hogar; niños desprotegidos y abusados por los novios de su madre, etc. ¿Cómo van a querer casarse el día de mañana los niños que han vivido este sufrimiento desde pequeños, que no han experimentado la alegría de una familia unida? Los niños de familias rotas en general no se casan, sino que forman a su vez más familias rotas, perpetuando un espiral de miseria. ¿Exagero? Las estadísticas están allí  para quien quiera informarse. Como ejemplo podría mencionar este estudio de hace 7 años del Reino Unido, donde el divorcio y las familias monoparentales son una auténtica pandemia. Dice el estudio que los niños que han crecido en familias desestructuradas tienen casi cinco veces más probabilidades de desarrollar problemas mentales.

Afecta hasta a las personas solteras que nunca se casarán y a las personas que no creen en el matrimonio, porque el matrimonio es el núcleo de la familia y la familia es la base de la sociedad. Al tambalear el matrimonio, toda la sociedad se verá afectada. Una sociedad donde ya no se valora el matrimonio será menos generosa, menos feliz, ya que la gente no verá ejemplos de fidelidad y amor verdadero. El amor se reducirá a un objeto de consumo, que se compra y se vende. ¡Ay de aquel que enferma! ¡Ay del débil, del desvalido, del pobre! En una sociedad que no cree en el matrimonio, cada uno tendrá que valerse por sí mismo, porque el sacrificio y la entrega de por vida será un ideal pasado de moda. Yo no quiero vivir en una sociedad así, pero es hacía donde vamos.

Pienso que no ocurrirá ningún cisma tras el Sínodo, como auguran algunos. Puedo equivocarme, pero no creo que los obispos alemanes quieran separarse de Roma por este asunto, cuando en el fondo ya han conseguido lo que querían. No se tocará la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio, de eso estoy prácticamente seguro. Se hablará en términos difusos de la "pastoral" familiar y los retos a los que se enfrentan las familias de hoy, bla, bla, bla. Los obispos progresistas de Europa del norte ya han encontrado la solución a su problema en los dos motu proprios de Francisco de la semana pasada sobre el proceso de nulidad matrimonial. Con la reforma de dicho proceso, la cuestión tan polémica de dar la comunión a los católicos divorciados que viven en una relación adúltera, que tanta tinta ha derramado en los últimos meses, ha quedado obsoleta. A partir de ahora los católicos modernistas de Alemania podrán conseguir su certificado de nulidad matrimonial en menos tiempo que se requiere para darse de baja con una compañía telefónica. Ahora que los obispos alemanes serán los árbitros finales del proceso (muy aligerado), ¿quién no obtendrá, si quiere, su nulidad matrimonial? Las situaciones como la que describía el Cardenal Kasper,- la mujer abandonada por su marido, rejuntada con otro hombre, que prepara devotamente a su hija para su Primera Comunión, en la que ella no puede comulgar,- ya no se darán, porque a partir de ahora todo quisque conseguirá la nulidad de su matrimonio, nada más solicitarla. Este es precisamente el objetivo de la reforma de Francisco; contentar a los obispos alemanes y evitar el cisma al no tener que tocar la indisolubilidad del matrimonio.

Intentaré ilustrar la situación con una comparación. Yo que soy profesor, con unos cuantos años de experiencia, veo que el nivel académico de los alumnos es cada vez más bajo. (En el instituto tenía un profesor de matemáticas que decía exactamente esto, que un día se cansó de que nadie le creyera y decidió llevar a cabo un experimento. Nos repartió en clase exámenes reales de hacía 20 años, correspondientes a nuestro curso, para que los hiciéramos como deberes. Nadie fue capaz de hacerlos y no hizo falta darnos más argumentos ni explicaciones.) Ante el evidente declive en la enseñanza hay dos posturas posibles: se puede reaccionar vigorosamente para intentar ponerle remedio, o se puede pastelear y maquillar las cifras para hacer creer que la cosa no es tan grave. No hace falta que yo les diga a mis lectores la opción que se ha escogido en la mayoría de países de Occidente. La primera opción, la única realmente sensata, es muy costosa, porque requiere un enorme y prolongado esfuerzo. La segunda opción es muy sencilla; basta con que cada año los exámenes sean más fáciles, que los alumnos puedan pasar de curso con más suspensos y que haya cada vez menos materia exigida en las programaciones didácticas. Así, aunque los alumnos sean cada año más zopencos que el anterior, los políticos pueden sacar pecho y hablar de lo bien que va la enseñanza.

Algo parecido ocurre con el matrimonio. Es una evidencia que el matrimonio cristiano está en crisis. Los católicos se divorcian a un ritmo alarmante, se rejuntan en relaciones ilícitas, y el ideal de comprometerse de por vida parece que se ha olvidado. Ante esta situación los obispos podrían llevar a cabo una campaña de catequesis y predicar sobre los derechos y deberes del matrimonio, sobre la necesidad de la castidad y el pudor en todos los estados de vida, sobre el peligro que representa la hiper-erotización de nuestra cultura. Esto, unido a una preparación pre-matrimonial seria y exigente, daría como fruto una mayor valoración del matrimonio dentro de la Iglesia. Caería en picado el número de divorcios entre católicos, y la familia se vería reforzada a la larga. Claro, esta opción es dura. Requiere valentía y una firme resolución de combatir los males que amenazan la familia hoy en día. Sobre todo requiere fe en Dios.

Tristemente, la opción que han escogido los obispos que llevan la voz cantante en el Sínodo sobre la Familia no es esta. En vez de luchar por el matrimonio, quieren aún mayor laxitud para los católicos cuyos matrimonios fracasan. Es como si un ministro de educación, ante un porcentaje alto de suspensos en bachiller dijera: "Si suspenden muchos, vamos a cambiar el sistema de calificación. Si antes con un 4 sobre 10 suspendías, ahora con  un 4 apruebas. ¡Problema solucionado!" Han decidido que si levantan la mano en el proceso de nulidades, contentarán a los católicos que se encuentran en uniones ilícitas. Su solución a la crisis es la permisividad total, barra libre. El resultado previsible de esta decisión nefasta será similar a lo que lleva décadas ocurriendo en la enseñanza con la democracia. De la misma manera que un título de bachiller ya no vale lo que valía hace años, por efecto inflacionista, con una abundancia de matrimonios "anulados" el compromiso público de amarse hasta la muerte valdrá cada vez menos.

La gente no es tonta, y si resulta que más de la mitad de los que juran fidelidad eterna ante el altar a los pocos años ya están divorciados y rejuntados, con la bendición de la Santa Madre Iglesia, los votos matrimoniales quedarán finalmente en agua de borrajas. Será el divorcio católico en todo menos en nombre, y ya lo dijo Shakespeare: una rosa, llamada con otro nombre, tendría el mismo aroma. Será el golpe de gracia para el matrimonio católico, que ya agoniza desde hace bastante tiempo. ¡Ojalá esté equivocado! ¡Ojalá los obispos heretizantes de Alemania y otros países organicen un cisma, y se larguen para formar su secta modernista! Pero mucho me temo se queden dentro, como un cáncer que corroe el Cuerpo Místico.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Teorías de la Conspiración


Creo que hoy, cuando se cumplen 14 años de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, es un buen día para hablar de conspiraciones. Como católicos tenemos que saber que las conspiraciones son muy reales, y que desgraciadamente forman parte de nuestra vida. El gran Conspirador, el que conspira contra Dios y Su Iglesia, es por supuesto Satanás. Desde su rebelión en el Cielo y su inmediata expulsión de la presencia de Dios, Satanás conspira para llevar al Infierno con él a todas las almas que pueda. Es el Enemigo que nunca duerme, que a todas horas trabaja para nuestra perdición y la del mundo entero. Esto no es una fantasía, un cuento para meterle miedo a la gente. Es la realidad. El que se cree que básicamente todo el mundo es bueno, que el Demonio es una especie de metáfora para el mal, y que el Infierno, si es que existe, está vacío, no solamente es un hereje sino un ingenuo.

Los ingenuos no quieren saber nada de conspiraciones, no vaya a ser que se pinche la burbuja en la que viven. La etiqueta despectiva, "teoría de la conspiración", que ponen a cualquier idea que no es la que nos presentan los medios de comunicación de masas, es en sí un absurdo. ¿Es tan difícil de creer que a menudo los hombres malvados se juntan para planear acciones malvadas? Si las conspiraciones no existieran, porque todos los crímenes se cometían de manera espontánea, sin planificación anterior alguna, deberíamos tachar hoy mismo el delito de conspiración de nuestro código penal, pero cualquier abogado penal sabe que la conspiración para cometer un delito es lo más normal del mundo.

En el mundo de los ingenuos, donde no existen las conspiraciones y todo es exactamente como parece a primera vista, los gobernantes son esencialmente buena gente que se preocupa por el bien de su pueblo. Claro, los ingenuos admiten que los habitantes de otros países lejanos no tienen esa misma suerte, pero como todos sabemos, es difícil que alguien pierda el sueño por algo que ocurre al otro lado del planeta. Los ingenuos se creen todo lo que los medios de comunicación de masas les cuentan (todos cuentan básicamente lo mismo). Si Televisión Española anuncia que el hielo polar se están derritiendo, los españoles se lo creen. Si la BBC emite, en plena Semana Santa, un documental sobre el "descubrimiento" de la tumba de Jesucristo, los británicos se los creen. Con tanta credulidad, sin embargo, es curioso como ya casi nadie se cree lo que dice la Biblia. Incluso podría establecerse una relación inversamente proporcional entre la fe de una persona en los medios de comunicación y su fe en la Palabra de Dios.

Los ingenuos también se tragan todo el teatro alrededor de las noticias políticas. Que si fulanito de tal partido ha criticado a menganito del otro partido, que si el partido X nunca pactaría con el partido Y, que si mítines, que si ruedas de prensa, que si debates, etc., etc., etc.. Todo es una farsa. Cada cuantos años la democracia nos ofrece elegir entre distintas siglas, que en el fondo no representan más que el mismo producto con diferentes envoltorios. Todos los partidos ya han asumido la misma ideología subyacente: el liberalismo, y poco importa que un partido sea más conservador o más progresista. En Europa, por ejemplo, casi todos los grandes partidos con opciones de gobernar son abortistas. Los parlamentarios pasan interminables horas hablando de los derechos de unos y de otros, mientras ellos vulneran el derecho más fundamental: el derecho a vivir. En EEUU tanto los demócratas como los republicanos están de acuerdo en las líneas básicas de la política exterior: actuar como la policía del mundo, instalar y derrocar regímenes de otros países a su antojo, librar guerras moralmente injustificables y para ello endeudarse sin límites. Estas cosas ni se debaten, son parte del sistema democrático, que se ha convertido en una elección entre morir apuñalado o envenenado; al final lo mismo da elegir una cosa que otra. La elección es puramente ilusoria, porque todos los partidos políticos obedecen al mismo amo. Es como el espectáculo del titiritero; desde lejos parece que los títeres se mueven solos, pero en realidad hay un hombre escondido que los maneja a todos.

Los que se han dado cuenta de que la democracia moderna es un teatro se suelen preguntar por lo que hay detrás: ¿quién mueve los hilos? Aquí nos adentramos en lo que se suele denominar peyorativamente como "teorías de la conspiración". Hay teorías de todo tipo, y no pienso alargarme en este artículo sobre los distintos grupos que desde la sombra controlan el mundo. Pero lo que está claro, porque a la vista está, es que debe existir un grupo o una élite, que decide cosas fuera del escrutinio público y luego las impone a los gobiernos, porque de otra manera no se explican ciertos fenómenos. Por poner tan sólo un ejemplo, la campaña mundial a favor del homosexualismo no puede ser fruto de la casualidad. No es verosímil creer que tantos gobiernos hayan decidido legalizar la unión entre personas del mismo sexo en tan poco tiempo, sin un acuerdo entre los líderes. Todo ha sido tan orquestado, con un plan que ha sido aplicado a la perfección. Los cristianos que creen que este desastre ha ocurrido sin más, por mala suerte, están ciegos. En mi opinión está claro que lo que se llama el Nuevo Orden Mundial (NOM) ha impuesto a los gobiernos el homosexualismo, con la finalidad primera de debilitar aún más la unidad familiar. Ya se sabe; cuánto más débil esté la familia, más moldeables serán los ciudadanos a las pretensiones del Poder. La segunda finalidad es desatar una persecución contra los pocos cristianos que se opongan a las nuevas leyes que atentan contra la Ley de Dios.

Cuando yo llegué a España hace 18 años, por lo general la gente aún creía que la homosexualidad era un desorden, y prácticamente nadie hubiera querido que el gobierno equiparara la unión entre dos personas del mismo sexo con el matrimonio. Al poco de llegar, la propaganda homosexualista proveniente de EEUU empezó a infiltrar todos los medios españoles. Recuerdo la desagradable impresión que me produjo Philadelphia, una película de 1993 protagonizada por Tom Hanks que cuenta el sufrimiento de un enfermo de sida (como si hubiera contraído la enfermedad al azar), con el español Antonio Banderas en el papel de su amante. Esta película, un intento descarado de modificar la valoración moral del público sobre la sodomía, mediante la lástima y la falsa misericordia, fue premiado con dos Óscars (¡qué casualidad!) En España Pedro Almodóvar fue la pieza clave de esta revolución moral, el que más hizo para "reeducar" a los españoles, para enseñarles mediantes sus películas que lo que antes estaba mal ahora estaba bien. Para apreciar el éxito que ha obtenido en este respecto, no hay más que ver como al inicio de su carrera era considerado un radical que hacía películas de dudoso gusto para una minoría, y ahora es una figura respetadísima entre los poderosos, que goza de un apoyo total de las instituciones. ¡Y sus películas son igual de inmorales que al principio!

El siguiente paso en esta campaña fue trasladar la porquería a la pequeña pantalla, la "caja tonta", (cada vez más tonta). Fue un paso importante, porque el cine, aunque es capaz de modelar poderosamente las mentes, queda más lejano, mientras que la televisión es algo cotidiano, en el corazón del hogar. Las series españolas introducían temas y personajes que "normalizaban" situaciones que antes eran consideradas escandalosas, y se hizo de manera tan gradual que pocos se percataron de lo que estaba ocurriendo. Cuando los españoles ya se habían tragado miles de horas de este tipo de series en la tele, y estaban acostumbrados a que el pecado se presentara como algo loable y que la rectitud moral fuera objeto de risa, el terreno estaba abonado para los cambios legislativos. La legalización del sodomonio en España (y me imagino que será una historia parecida en todos los demás países donde se ha logrado) debe tanto o más al adoctrinamiento cultural previo que al ex-presidente Rodríguez Zapatero. A todos los efectos, la televisión hoy en día es un auténtico portal del Infierno, y la única forma de no padecer su influencia nefasta es apagarla definitivamente.

Me parece evidente que para diseñar y llevar a cabo toda esta campaña de adoctrinamiento a favor del homosexualismo tiene que haber una mente pensante. Algún grupo, con muchísimos recursos, ha tenido que tomar la decisión de implementar y financiar esta campaña. En su día, nadie salió en las noticias para anunciar el lanzamiento de dicha campaña, y tampoco hoy los políticos hablan de ella, por lo que necesariamente estamos hablando de organizaciones secretas que actúan en la sombra. Si hablamos de teorías de la conspiración, podría mencionar el Club Bilderberg, los Illuminati, la Masonería, el sionismo, etc. Pero lo más importante, lo que nunca debemos perder de vista los católicos, es que detrás de estos grupos y del NOM está el Demonio. Es el titiritero por excelencia, el Príncipe de este mundo, que tiene a los ricos y poderosos en sus manos y los maneja a placer.
Nuestro Señor nos advirtió que Satanás era un mentiroso, por lo que no es difícil imaginar de donde vienen tantas mentiras que hoy en día abundan. También Nuestro Señor nos dijo que la verdad nos hacía libres, lo cual quiere decir que la mentira nos esclaviza. ¡Cuántos esclavos de la mentira hoy!

Hay mentiras de todo tipo: mentiras políticas, económicas, culturales, espirituales. Siempre me ha llamado la atención que Jesús empieza su discurso sobre los últimos tiempos (Mateo 24:4) con las palabras: "No os dejéis engañar." Evidentemente la mentira siempre ha estado en el mundo, pero creo que es una señal de que estamos ya en los últimos tiempos que haya tantas mentiras tan gordas que son creídas por tanta gente. ¿Por dónde empezar? El evolucionismo, la filosofía subjetivista y relativista moderna, tantas falsas religiones, el feminismo, el marxismo cultural, etc... Estas son las gordas, las que te llevan directamente al Infierno, porque se oponen frontalmente a la Revelación Divina y son incompatibles con la fe católica, pero las "pequeñas", las que no tienen relación directa con la fe, también tienen su papel. Citaré unas cuantas recientes: las armas de destrucción masiva en Iraq, el uso de armas químicas por las tropas de al-Assad en Siria, la burbuja inmobiliaria, el calentamiento global, los atentados del 11 de marzo en Madrid, y por supuesto los ataques del 11 de septiembre. Estas mentiras son utilizadas por la élite para manipular a su gente, enriquecerse a su costa y salirse siempre con la suya.

En consideración a la fecha de hoy, en homenaje a las víctimas de los ataques del 11 de septiembre de 2001, ruego a mis lectores que, si no lo han hecho ya, se informen sobre lo que realmente pasó ese día. ¿Por qué es importante conocer la verdad de los hechos? Porque si nos creemos acríticamente la versión oficial, si nos tragamos de manera borreguil todas las mentiras que nos suministra el Poder, no somos más que "tontos útiles", en palabras de Lenin. La ignorancia voluntaria es pecado, por lo que hay que hacer un esfuerzo y educarse en la verdad. Gracias a Dios tenemos internet (no sabemos por cuánto tiempo), que aún no está censurado. Lo bueno de internet es que cualquiera, hasta un servidor, puede tener un blog por cero euros al mes y escribir allí lo que le viene en gana, y personas de todos los países tendrán acceso a ello. Naturalmente hay una cantidad enorme de tonterías en la red, por no hablar de cosas peores, como el asqueroso negocio de la pornografía. Sin embargo, si uno saber navegar en el océano de la red, encontrará información que no está disponible en ningún otro sitio, por la sencilla razón de que los medios de masas,- television, prensa escrita y radio,- están en manos del NOM. Los grupos mediáticos son muy costosos de mantener, y tienen que depender de grandes corporaciones para su financiación. Esto a su vez les limita en cuanto a las cosas que pueden decir. Hay una línea roja que no pueden traspasar; de hacerlo perderían inmediatamente el apoyo económico de sus dueños. Comprando todos los medios de comunicación es como la élite controla a la población, o mejor dicho, como controlaba a la población, porque con el advenimiento de internet la cosa se les ha ido de las manos.

Digo que es importante conocer la verdad de los hechos acerca del 11 de septiembre, y animo a mis lectores a investigar por sí mismos (no en fuentes controladas por el Dinero, sino en organizaciones independientes). Recomiendo especialmente Architects & Engineers for 9/11 Truth. El que cuestione alguno de los dogmas de la corrección política previsiblemente obtendrá reacciones que irán desde la incomprensión hasta el escarnio. Pero si mis lectores son todos católicos, eso no debería ser nuevo para ellos; estarán más que acostumbrados. Y si tienen un rato, rezarán un Ave María por las víctimas que hoy recordamos, a las que este artículo va dedicado.

lunes, 7 de septiembre de 2015

El león Cecil. ¿Qué tal el humano Jivan?

[Nota del traductor: El autor hace referencia a una “noticia” que acaparó portadas en los telediarios de EEUU, pero que en otros países ha tenido relativamente poca difusión: la muerte de un león llamado Cecil, que por lo visto era una especie de celebridad animal.]

¿Saben una cosa? Lo entiendo. Entiendo muy bien la indignación suscitada por el abatimiento del león Cecil por un dentista de Minnesota, previo pago de 50.000 dólares. Tomando medidas extremadas para protegerse, el dentista acabó con el león de un tiro de escopeta, tras herirlo torpemente con un arco para que se desangrara durante días, mientras el intrépido cazador y sus guías profesionales le seguían la pista. Luego, le cortó la cabeza para llevársela a casa y colgarla en su despacho.
¡No me dirán que no fue un combate en igualdad de condiciones! Un hombre se juega la vida luchando contra una fiera. Es un duelo a muerte según la ley de la selva. Así es como imaginamos la caza mayor: un deporte extremo para los que ansían matar una fiera que tiene muchas posibilidades de matarles a ellos (dejando de lado la consideración de pecado mortal que tiene un deporte tan arriesgado). O, más noblemente, sería  defender a nuestros semejantes de una fiera suelta. No es así este modo de caza; un subidón al estilo de Disney World con la ilusión del peligro pero perfectamente protegido, y al final el mejor trofeo para un hombre vulgar y adinerado. Cecil, un león famoso y acostumbrado al contacto amistoso con humanos, que vivía en una reserva de Zimbabwe, fue atraído con un cebo apetitoso y cooperó confiadamente con quien lo mató.

Este tipo de “caza” para turistas es muy común. Es un negocio lucrativo, y generalmente a nadie le molesta. Sin embargo, si pagas 50.000 dólares para matar un animal famoso de una manera tan cobarde y llevarte la cabeza como trofeo, en nuestra era sensiblera no puedes esperar otra cosa que un escándalo tremendo cuando la noticia del acto se difunda por la red. Una cosa es la indignación por lo ocurrido y otra el odio feroz hacía el cazador, que lleva a pedir su encarcelamiento, por no hablar de las amenazas salpicadas de palabrotas de matarle del mismo modo en que mató al león.

El mundo ruge pidiendo la sangre de un dentista descocido de Minnesota, hasta el punto que ya no puede extraer dientes para ganarse el pan, porque se ha visto obligado a cerrar su clínica por miedo a represalias. Eso sí, los abortistas siguen extrayendo niños del vientre de su madre, seccionando cabezas humanas y no de leones. A esos carniceros sólo les preocupa un puñado de testarudos manifestantes pro-vida que se enfrentan a la cárcel si osan restringir el acceso a estos mataderos. La propuesta de ley presentada al Senado para retirar los fondos públicos destinados Planned Parenthood, debido al tráfico que realiza dicha entidad con órganos de bebés abortados, ha fracasado (por supuesto), mientras que una resolución para condenar la muerte del león Cecil habría triunfado por un amplio margen.

Entonces, ¿a qué viene todo esto? No se trata de una sobrevaloración de la vida animal, como cabría pensar en un análisis superficial. ¿Cuánta gente que se ha rasgado las vestiduras por la suerte que ha corrido el león Cecil habría donado 100 dólares para salvarlo? Si tuvieran que elegir entre ver el partido de fútbol del domingo y salvar a Cecil, ¿cuántos de los que llamaron indigandos a tertulias de TV se habrían perdido el partido para salvar al león? ¿Y quién exigiría la cabeza del dentista si éste hubiera abatido un hipopótamo gordinflón, un rinoceronte con malas pulgas o un jabalí verrugoso?
De lo que se trata no es de la sobrevaloración de la vida animal, sino de la devaluación radical de la vida humana. La sensibilidad colectiva todavía es capaz de indignarse por la crueldad hacía los animales, aunque sólo sea el destino de los más atractivos el que suscita las iras por un tiempo. Sin embargo, esa misma indignación no se extiende a los animales racionales. El aborto, como el fútbol, ya forma parte del tejido social estadounidense, y hasta los que lo critican en principio lo aceptan pasivamente en la práctica.

Ni siquiera los obispos estadounidenses pro-vida animan a los católicos a manifestarse en las calles para pedir el fin del aborto poniéndose ellos en primera fila. Nos viene a la memoria uno que hizo precisamente eso, el difunto monseñor Austin B. Vaughan, detenido y encarcelado en múltiples ocasiones, que le dijo al gobernador de Nueva York, Mario Cuomo, que estaba en serio peligro de irse al Infierno. La desaparición del movimiento Rescate fue el último suspiro de la conciencia social de que el aborto es la matanza a sangre fría de seres humanos inocentes, que debería prohibirse al igual que está prohibido matar a los que el juez Antonio Scalia llama “personas que andan”, en contraposición grotesca con los fetos, que a su juicio no merecen ninguna protección legal.

El aborto se mantiene porque la mayoría de la gente no le ve un coste perceptible social o psicológico. Los abortorios sigue formando parte del paisaje de fondo de la vida diaria en los EE.UU. La indignación provocada por el tráfico de órganos humanos por parte de la organización abortera Planned Parenthood confirma claramente que el actual asesinato en masa de los no nacidos fue aceptado hace tiempo como parte del statu quo sociopolítico. Tan sólo el tráfico de los órganos de sus víctimas reavivó el sentimiento colectivo de crueldad hacía los seres humanos. Pero en fin, la votación en el Senado fracasó. Es hora de pasar página. Y la carnicería de los inocentes continuará igual que antes.

De lo que se trata es de que la gente siente hastío de su propia especie. Claro que aún aman a sus seres queridos como casos particulares, pero la especie en sí no goza de mucha estimación. Por ello, el sacrificio humano de Jivan Kohar, niño de diez años, en un templo hinduista, tal y como contó la CNN hace pocos días, no duró mucho en las cabeceras de los noticiarios. El asesinato ocurrió en Nepal, donde el padre de un niño enfermo puso en práctica el consejo de un sacerdote hindú de sacrificar al hijo de otro para curar al suyo. Aquí tienen una foto de la víctima:


El hecho es que el sacrificio humano todavía forma parte de los rituales hinduistas en ciertos lugares del mundo. Por ejemplo, en el año 2006 la prensa de la India informó del sacrificio de un niño de tres años, “uno entre docenas” realizados por una secta local. “Dos hombres usaron un cuchillo para cortarle la nariz, luego las orejas y las manos, y dejarlo postrado desangrándose ante la imagen de Kali.”

En EEUU el mismo tipo de ritual ocurre en los abortorios, donde los niños son sacrificados sin hacer referencia siquiera a alguna deidad imaginaria, sino por pura conveniencia. Y nuestra nación permite que ocurra, año tras año, década tras década. Me reitero: la gente quiere a los suyos, pero piensa poco en la especie a la que pertenece. Aristóteles observa en La Política:
Cuando el hombre es desprovisto de la virtud, es el animal más perverso y salvaje, el más lujurioso y glotón. (La Política 1253a) 

El hombre se ha cansado de sí mismo porque se ha cansado de como es ahora. En nuestra época es natural que las personas sientan tanto cariño por sus mascotas, que nunca les han traicionado como sus congéneres humanos. Era de esperar que el público manifestara infinitamente más indignación ante el destino del león Cecil que el del humano Jivan.

El mismo hecho de desposeer la humanidad de sus privilegios sustenta el culto mundial del ecologismo, lo cual explica su relación con los “derechos reproductivos”. Esto se observa de manera sutil hasta en Laudato sí (LS), la primera encíclica ecológica. Desde el inicio LS lamenta con gran elocuencia la desaparición de “miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver”, y que ya “no podrán dar gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje”.

LS no dice absolutamente nada sobre los anticonceptivos, y aplaza hasta párrafos lejanos una mención del brutal desmembramiento y asesinato de millones de niños inocentes mediante el aborto, donde ya no se menciona la gloria de Dios y se habla tan sólo del embrión humano como parte de la realidad que no debemos obviar en nuestra preocupación por cuidar de la naturaleza y en nuestra lucha por salvaguardar el medio ambiente. (LS 33, 91, 117, 120)

Hasta la apelación de la encíclica al cariño, la compasión y la preocupación por otros seres humanos se expresa en términos de “una comunión universal” con el resto de la naturaleza, mientras que las referencias a la dignidad humana y al valor inalienable de cada ser humano aparecen en el contexto del “ensañamiento con cualquier criatura” o “hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas”. (LS 92, 130) La noción de que la dignidad del ser humano es radicalmente diferente de la dignidad de las criaturas irracionales, que el hombre con su alma racional está en una categoría por encima de toda la naturaleza, es socavada por una aseveración tan débil como ésta: “El pensamiento cristiano reclama un valor peculiar para el ser humano por encima de las demás criaturas…” LS 119. Poco importa lo que Dios ha dispuesto con la ley divina y natural, que ata a todos los hombres.

El hastío del hombre para con su propia naturaleza ha penetrado el elemento humano de la Iglesia, junto con el resto del espíritu nihilista de nuestra época postcristiana, y ha dado lugar a una Iglesia que es ahora prácticamente postcatólica en su postura frente al mundo. Por esta razón nos dan una encíclica de 192 páginas sobre el medio ambiente, dirigida a “todas las personas que viven en este planeta”, mientras que Francisco y el Vaticano guardan silencio sobre asuntos como el escándalo de Planned Parenthood, la contínua masacre de cristianos en diversos países, y el sacrificio humano de Jivan Kohar (¡y quién sabe cuántos más!) en un templo hindú hace pocos días. Por esta razón LS achaca millones de sacrificios humanos mediante el aborto a “que no se protege al embrión humano”. (LS 120)

El año pasado el Cardenal Tauran, prefecto del supremamente ridículo Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, dirigió un mensaje a los hindúes con motivo de la fiesta de Deepavali. Ninguna religión en la Tierra tiene menos respeto a la especie humana que esa. Sin embargo, haciendo caso omiso de las supersticiones diabólicas de esa secta y de su tradicional opresión de las castas inferiores, el Cardenal declaró:

Como personas enraizadas en nuestras respectivas tradiciones religiosas y con convicciones comunes, hinduistas y cristianos podemos unirnos a los seguidores de otras religiones y a la gente de buena voluntad para promover una cultura de inclusión con miras a una sociedad justa y pacífica.
¡Les deseamos una feliz Deepavali!
Parece que este hastío de la naturaleza humana alcanza por fin el hastío de Dios mismo, cuyos decretos divinos en la persona de Jesucristo, incluido el importante mandato que dio a su Iglesia de evangelizar, ya no despiertan ni una chispa de entusiasmo en la mayoría de los eclesiásticos católicos. En ningún sitio se evoca mejor este hastío del hombre y de Dios en nuestro tiempo que en el poema Los hombres huecos de Eliot:

Tuyo es el poder y la gloria
Tuyo es
La vida es
Tuyo es el
Así es como se acaba el mundo,
así es como se acaba el mundo,
así es como se acaba el mundo

No con un estruendo, sino con un suspiro.
El mundo no se acaba aún. La Iglesia será restablecida antes de que los hombres vean que “los Cielos se abren como un libro”. (Apocalipsis 6,14) Pero es menester ver nuestra situación tal como realmente es, para que podamos orientar nuestra esperanza hacia como debe ser, para poder orar y obrar en consecuencia.

Christopher Ferrara

[Traducido por Christopher Fleming y J. E. F.]