Publicado el 26 de octubre de 2013
Estos días le estoy dando vueltas a un pasaje del
Evangelio según San Mateo. Los que tenemos esa curiosa costumbre de leer
y meditar las Escrituras sabemos que de vez en cuando un pasaje se nos
queda atragantado, como cuando comiendo se nos atraganta una raspa.
Resulta difícil disfrutar de la lectura (o a veces hasta de la vida
cotidiana) mientras el pasaje molesto sigue allí. Algunos suelen
compartir sus inquietudes sobre el pasaje con amigos más doctos en
materia escriturística, y otros escriben artículos en páginas católicas.
¡Cualquier cosa con tal de quitarse la raspa!
El pasaje en cuestión es éste:
“Os entregarán para torturaros y mataros; os odiarán
por mi nombre todos los pueblos. Entonces muchos fallarán, se
traicionarán y se odiarán mutuamente. Surgirán muchos falsos profetas
que engañarán a muchos. Y, al crecer la iniquidad, se enfriará el amor
de muchos. Pero el que aguante hasta el final se salvará. La buena
noticia del Reino se proclamará a todas las naciones, y entonces llegará
el final.” (Mateo 24:9-14).
Al leer esto me viene a la cabeza la idea de que estamos
inmersos en lo que Nuestro Señor profetizó hace casi 2000 años, la
anunciada apostasía y persecución que precede a la Segunda Venida. Aquí
en España actualmente no nos entregan para torturarnos y matarnos por el
mero hecho de ser católicos, aunque en la memoria está una época no muy
lejana en que sí. Hoy en día sufrimos una persecución más sutil, una
persecución democrática e ilustrada. Ya no nos pasan por el cuchillo, ni
nos mandan hacer el paseíllo; nos marginan de la vida pública, los
medios de comunicación de masas no nos invitan a sus programas, nos
ignoran o nos ridiculizan para hacer creer que Jesucristo es irrelevante
para el hombre moderno. A la vista están los resultados de esta
persecución “light”; Satanás nunca ha tenido un éxito similar en toda la
historia de la Iglesia. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy ha
conseguido que Europa cristiana reniegue de su fe y vomite a Cristo. Lo
que no logró con Nerón, las hordas bárbaras, Mahoma y sus huestes,
Napoleón, Stalin o Hitler, lo ha logrado con la Unión Europea, los
derechos humanos y la democracia liberal.
Por supuesto que la apostasía de Europa no deja
indiferente a Dios, y su respuesta no tardará en llegar. Esta situación
de declive espiritual, moral y ahora económico no puede prolongarse
indefinidamente. La historia nos enseña que los imperios decadentes no
se extinguen pacíficamente, apagándose poco a poco, sino que son
diezmados de golpe por invasores extranjeros. Por esto creo que la
situación puede cambiar rápidamente. No hay más que mirar lo que ha
pasado y lo que está pasando en los países árabes. Un día los cristianos
están en relativa paz y al siguiente su país está inmerso en una guerra
civil, y los que salen peor parados son siempre las minorías
cristianas. Aquí los masones y los liberales aplauden esa “Primavera Árabe”,
sin darse cuenta de que ellos también serán barridos por el Islam, que
no distingue entre católicos fieles y apóstatas. Imagino una ola gigante
e imparable que se acerca a nuestras costas; nos alcanzará dentro de
menos de lo que nos esperamos. Toda Europa, la antigua Cristiandad,
sucumbirá bajo el Islam por haber renegado de Dios. El Señor usará a los
musulmanes contra Europa como usó a los asirios contra Israel.
Convendría meditar estas palabras del profeta Isaías: “¡Ay, Asiria,
bastón de mi ira, vara que mi furor maneja! Voy a guiarla contra gente
impía, contra el pueblo objeto de mi cólera, para que lo saqueen y lo
pillen a placer, y lo pateen como el lodo de las calles.” (Isaías 10:5,6).
Y la parte, os odiarán por mi nombre todos los pueblos, se está cumpliendo ahora, con la consolidación del Nuevo Orden Mundial,
verdadera “Sinagoga de Satanás”. Los mundialistas disculpan cualquier
brutalidad al Islam, diciendo que los terroristas islámicos son una
pequeña minoría de fanáticos que han pervertido el mensaje de paz y amor
de Mahoma. [1] Para ellos el estado de Israel es intocable y cualquier crítica al lobby judío se califica rápidamente de antisemitismo, uno de los pocos pecados imperdonables hoy en día. [2] El budismo, el hinduismo, la brujería, el animismo y demás religiones
paganas les son simpáticos, en parte porque saben que son inofensivos,
que no suponen una verdadera amenaza a sus planes. Sólo con el
cristianismo se deja de lado la cacareada tolerancia. Los ataques a la
Iglesia Católica se salen de cualquier línea de dialogo y respeto que
tanto predican, y a veces se llega a extremos en que apenas se disimula
un odio diabólico hacía Jesucristo [3].
“Muchos fallarán, se traicionarán y se odiarán mutuamente”, según San Juan Crisóstomo, se
refiere a los falsos hermanos, los que aparentemente son de los
nuestros, pero en el momento de la verdad nos apuñalan por la espalda [4]. Hemos sido testigos de esto a raíz de la nueva orientación de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, el aggiornamento del Papa Juan XXIII.
Nuestros obispos, los que tienen el mandato divino de preservar la fe y
las tradiciones católicas, permitieron (y a menudo contribuyeron
activamente) que las instituciones de la Iglesia se infectaran
completamente de herejías, y luego intentaron silenciar las pocas voces
que denunciaban el caos resultante. Prohibieron durante 40 años la Santa
Misa de San Pío V, (un periodo de tiempo de gran
simbolismo bíblico) y siguen poniendo todas las trabas imaginables, para
que se celebre lo menos posible. Los dos obispos de la turbulenta época
del posconcilio que fueron perfectamente fieles a su vocación, Mons. Lefebvre y Mons. Castro-Mayer, fueron excomulgados [5]. Los llamados “tradicionalistas” (como si un católico pudiera no ser
tradicional) hemos sido marginados y ridiculizados durante mucho tiempo.
Pero ya hemos pasado nuestra travesía por el desierto. La Revolución en
la Iglesia que provocó el Concilio pilló por sorpresa a millones de
católicos, que ante la confusión y el ímpetu de las fuerzas destructoras
de la “reforma”, terminaron perdiendo la fe; una generación entera
perdida para Cristo. Queda un remanente [6], los pocos católicos que han permanecido fieles a la Tradición, con sus
hijos y nietos, y un puñado de conversos, las ovejas perdidas, que por
algún milagro del Señor, han encontrado el camino de regreso a casa. Ese
remanente no será fácilmente engañado en el futuro. Las crisis tienen
su lado positivo; hemos “espabilado”, conocemos al enemigo y sus
estratagemas, y, gracias a esta dura prueba que el Señor ha permitido,
estamos curtidos en mil batallas, acostumbrados a sufrir por la Iglesia.
Monseñor Lefebvre, defensor de la Tradición Católica. |
Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. ¡Cuántos
católicos bautizados conocemos que se han dejado engañar por falsos
profetas! Hay tantos “ismos” hoy en día que la lista sería inagotable;
socialismo, marxismo, consumismo, hedonismo, ecologismo, agnosticismo,
modernismo, existencialismo… Al Demonio le da igual el que escojamos,
con tal de llevarnos al Infierno. En esta época de crisis (no la
económica, sino la espiritual), ¿cuántos católicos se han mantenido
fieles a la fe que recibieron de sus mayores, sin alterar una sola coma,
sin añadir ni quitar una iota? La triste verdad es que hoy en día
poquísimos creen lo que ha enseñado siempre la Iglesia, en exactamente el mismo sentido y siempre en la misma explicación, según rezaba el Juramento Antimodernista [7]. Muchos que se llaman católicos hablan de la fe en términos generales,
pero cuando se entra en los detalles uno se percata de que no es la
misma fe que profesaban los católicos de antaño. Y si su fe ha cambiado
es porque se ha adulterado. La VERDADERA fe no puede cambiar, porque su
objeto es Dios, y Él es inmutable. Ahora se habla mucho de la “nueva
evangelización”, pero nadie nos ha explicado qué es lo que fallaba con
la “antigua” evangelización, la de siempre, la evangelización
tradicional que conquistó para Jesucristo Europa entera, la mitad del
continente americano y grandes porciones de África y Asia.
No hace falta que me explaye demasiado sobre cómo crece
la iniquidad en nuestros días, porque creo que los lectores de este blog serán plenamente conscientes de ello. Sin embargo, los
dirigentes políticos no cesan de proclamar las bondades del régimen
constitucional actual. Afirman que nunca hemos vivido una época de tanta
prosperidad y bienestar como en estos últimos 34 años. Si tu dios es el
dinero, esto puede ser un buen argumento, pero si valoras el bien, la
justicia y la verdad, se queda algo corto. Y cabe preguntarse si, ahora
que se están acabando la prosperidad y el bienestar, ¿sigue siendo tan
fenomenal la Constitución Española? También nos aleccionan sobre los
derechos individuales de los que ahora gozamos, gracias a la
Constitución del ´78. Pienso que dependerá de tu punto de vista. Si tu
vida ha sido un infierno porque de niño sufriste el síndrome de
alienación parental, gracias al “derecho” al divorcio que otorga nuestro
ordenamiento jurídico liberal, igual no te parecerán tan geniales esos
supuestos derechos individuales. Por desgracia no podemos preguntar su
opinión al millón y pico de niños legalmente asesinados antes de nacer
en España desde 1985.
¿Entonces cómo es posible que se sustente este sistema
tan inicuo? La respuesta está en los zombis. El sistema actual crea
zombis, criaturas incapaces de razonar coherentemente, de vivir con
rectitud y mucho menos de amar a Dios. Se les alimenta con bazofia a
través de los medios de comunicación y con subvenciones públicas para
asegurar que nunca despiertan de su estado semi-consciente. En las
escuelas se les llena la cabeza de mentiras y medias verdades. Luego,
durante su adolescencia y vida de joven adulto, un cóctel de drogas,
alcohol, fornicación (¡con protección, por supuesto!), fútbol, música de
inspiración satánica, y la idolatría de ciertos “famosos”, completa la
metamorfosis en zombis, defensores a ultranza del régimen liberal
constitucional. Los que se libran de convertirse en zombis son una
minoría tan pequeña (podríamos decir un remanente) que son incapaces de
hacer frente al poderoso Matrix. Con mucha sencillez describe esta
situación San Remigio: “Se aumentará la malicia,
porque aumentará el número de los malos, y se enfriará la caridad,
porque disminuirá el número de los buenos.” [4]
Pero el que aguante hasta el final se salvará. La
buena noticia del Reino se proclamará a todas las naciones, y entonces
llegará el final. San Agustín dice [4]
que algunos han querido interpretar este versículo como una profecía
acerca de la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, él razona que si el
versículo anterior afirma que os odiarán por mi nombre todos los pueblos, es necesario que primero se proclame la Buena Nueva a todas
las naciones, puesto que no es posible odiar lo que no se conoce. Dice
que en su tiempo (siglo V) aún había numerosos pueblos bárbaros de
África que no conocían el Evangelio, y eso es teniendo en cuenta lo poco
que se conocía del mundo en aquellos tiempos. Orígenes comenta [4]: “Muchas gentes, no sólo de los bárbaros, sino también de los nuestros, no han oído todavía la palabra cristiana.” Esto
es precisamente una de las razones por la que los misioneros de antaño
(no los “cooperadores” modernistas que van a “compartir experiencias con
los pobres”) viajaban a los rincones más remotos del planeta para
difundir la Buena Nueva de Jesucristo; para que Él volviera pronto en
gloria, una vez que todos los pueblos habían oído la noticia. Esto es lo
que comenta San Jerónimo [4]: “Será
también una señal de la venida del Señor, la predicación del Evangelio
en todo el mundo, de modo que ninguno tendrá excusa.”
Pienso que hoy en día, a pesar de la crisis misionera,
ya no hay país en el mundo en que no esté presente la Iglesia Católica.
En algunos países comunistas como Corea del Norte y países islámicos
como Arabia Saudita, estará de manera clandestina, pero seguro que está.
Además internet ha puesto al alcance de muchos millones de paganos la
Verdadera Religión. Si no quieren saber la verdad es una cosa, pero está
a la distancia de un clic del ratón. Esto me da grandes esperanzas,
porque significa que esto se puede acabar dentro de no mucho tiempo. Así
que paciencia, y a seguir por el “camino estrecho”, en el amor a
Jesucristo. No sabemos cuando será, porque vendrá “como un ladrón en la
noche”, pero yo intuyo que no tardará otros 2000 años.
Ya me siento mejor, me he quitado la raspa.
NOTAS
[1] Sirva de ejemplo lo que dijo el Presidente Obama durante un acto celebrado este año 2012 en la Casa Blanca coincidiendo con el mes de ramadán. Dijo textualmente que el Islam era “una gran religión, comprometida con la paz y el progreso.”
[2] Un buen ejemplo de este victimismo judío es lo que pasó con la película de Mel Gibson,
“La Pasión de Cristo”. La Liga Anti Difamación (ADL en inglés), un
lobby muy poderoso que procura censurar a cualquiera que se sale de la
línea políticamente correcta marcada por el documento sobre relaciones
interreligiosas del Concilio Vaticano II, Nostra Aetate, acusó
la película en cuestión de fomentar el antisemitismo. La razón dada fue
que representaba a los líderes judíos como los culpables de la muerte
del Señor. ¡Pero si esto es exactamente lo que dicen las Escrituras!
[3] Como ejemplo sirva la obra de teatro blasfema de Romeo Castellucci, “Sobre el concepto del rostro en el Hijo de Dios”,
estrenada en París en octubre del año 2011. En esta obra se lanzan
excrementos contra una imagen gigante de Cristo, todo en nombre del
“arte”.
[4] Ver los comentarios de estos versos en la “Catena Aurea” de Santo Tomás de Aquino,
una colección de los comentarios de los Padres de la Iglesia sobre los
cuatro Evangelios. Existe una edición bellísima de Baronius Press, de la
primera traducción al inglés por el beato Cardenal Newman en 1841. También la versión española está disponible gratis en internet gracias a la página mercaba.org.
[5] El concepto de remanente (a menudo se traduce como “resto”) viene del
Antiguo Testamento, y es desarrollado también en el Nuevo. San Pablo
escribe: Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. (Romanos 11:5). San Juan escribe: Enfurecido
el dragón con la mujer, se marchó a pelear con el resto de sus
descendientes, los que cumplen los preceptos de Dios y conservan el
testimonio de Jesús. (Apocalipsis 12:17)
[6] Para un exhaustivo resumen del “problema” de la Fraternidad San Pio X y
de cómo surgió el conflicto entre su fundador, Mons. Lefebvre, y Roma,
recomiendo “Apología Pro Marcel Lefebvre” de Michael Davies,
Angelus Press. Se puede leer gratis entero (en inglés) en la página de
la SSPX Asia. Este libro es una auténtica joya, pero su única desventaja
es que se acaba antes de la consagración episcopal del ´88. El autor
tenía dudas sobre la legitimidad de este acto de desobediencia de los
dos obispos, pero nunca vaciló en su admiración por Mons. Lefebvre,
quien, en 2004, poco antes de su muerte, dijo que era “un santo”.
[7] El Papa San Pío X estableció el juramento antimodernista en 1910. Desde ese año, hasta 1967, cuando el Papa Pablo VI
lo suprimió, debían prestarlo todos los hombres que tomaban el hábito,
recibían órdenes sagradas y enseñaban filosofía o teología en los
seminarios. Su cuarto artículo no podía ser más relevante para el caos
doctrinal en la Iglesia actualmente. Dice así: “Recibo sinceramente
la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los
Apóstoles, siempre con el mismo sentido y la misma interpretación. Por
esto rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los
dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir
uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio.
Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito
divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una
ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual,
formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en
el futuro de un progreso indefinido.”
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