Cristo de la Luz

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martes, 21 de octubre de 2014

El Ecumenismo según San Luís, rey de Francia

Publicado el 18 de diciembre de 2013


El libro La Vida de San Luís, escrito por Jean de Joinville (1224-1317), es una joya entre las crónicas medievales. Aparte de describirnos muchos aspectos de la vida en aquella época, tiene el mérito de contarnos en gran detalle la obra y el pensamiento de un gran santo. Jean de Joinville, un hombre de profunda piedad católica, fue miembro de la aristocracia francesa y recibió una esmerada educación, no sólo en cultura clásica y lenguas, sino también en el arte de las armas. Quiso ser caballero, así que partió a la corte del rey de Francia, Luís IX. En 1244, a los veinte años de edad, siguiendo una ilustre tradición familiar, dejó sus posesiones en la Champaña para ir de cruzada con el rey, concretamente la Séptima de Tierra Santa.

De Joinville llegó a ser uno de los amigos y consejeros más íntimos del rey, por lo que su testimonio es de un valor incontestable. El libro lo escribió hacía el final de su larguísima vida, casi 50 años después de la muerte de su amado amigo, cuando éste ya había sido canonizado por el Papa Bonifacio VIII. De Joinville gozó de un altísima estima en su vejez, durante el reinado de Felipe IV, “el Hermoso”, nieto de San Luís. Es fácil de imaginar que un compañero de armas y amigo del rey santo, al que todos veneraban, sería considerado como una reliquia en vida, el último vestigio de una era en vías de desaparición. Con Felipe IV y su secuestro del Papado en Avignon llegó a su fin la edad de oro de la Cristiandad y nació la Revolución contra la Iglesia de Cristo. El auge de un nuevo espíritu en Europa, un espíritu mundano y humanista, marcó el declive del noble espíritu cristiano caballeresco de la Alta Edad Media, que tan bellamente ejemplificó San Luís. El libro de de Joinville representó incluso en su día un pasado esplendoroso, cuando los reyes cristianos lo arriesgaban todo por la gloria de Nuestro Señor.


Jean de Joinville, amigo y consejero de San Luís de Francia y autor de su biografía.
Especialmente interesante para un católico de hoy día es una anécdota de dicho libro que nos revela la visión que tenía San Luís del diálogo inter-religioso. Por este relato sabemos que ya en el siglo XIII hubieron ciertos intentos de “entenderse” con los infieles y herejes, atisbos de querer “dialogar” con las falsas religiones. Sin embargo, a diferencia de nuestros tiempos de apostasía, aquellos conatos ecuménicos fueron rápidamente sofocados por hombres de una fe recia y absolutamente intolerante con el error. Cuenta de Joinville en su Vida de San Luís:
Él [San Luís] me contó que hubo una vez una gran reunión entre el clero y los judíos en el monasterio de Cluny. Y hubo ahí un pobre caballero al cual el abad, por amor a Dios, daba pan en ese lugar. Este caballero pidió al abad permiso para decir las primeras palabras, y se le fue concedido, no sin ciertas reservas. Así que se levantó, apoyándose en su muleta, y preguntó por… el más docto de entre los judíos. Luego le hizo a este judío la siguiente pregunta: “Maestro”, dijo el caballero, “le pregunto si cree usted que la Virgen María, quien llevó a Dios en su vientre y en sus brazos, fue madre y virgen, y si es la Madre de Dios”.
El judío respondió que él no creía nada de eso. A continuación el caballero le replicó que el judío había actuado como un necio; sin creer en la Virgen, sin amarla, había osado entrar en su monasterio y su casa. “Y de verdad”, dijo el caballero, “¡lo pagará!” Acto seguido le propinó al judío un tremendo muletazo en la cabeza, haciéndolo caer al suelo. Los judíos se dieron a la fuga, llevando en brazos a su maestro, malamente herido. Así acabó la reunión.
El abad se acercó al caballero y le dijo que había cometido un acto de gran locura. Pero el caballero respondió que abad había cometido un acto de mayor locura al reunir al pueblo para tal debate, ya que ahí se encontraban gran número de buenos cristianos que, antes de que acabara el debate, se hubieran marchado sin fe, por no entender plenamente a los judíos.

El Rey San Luís IX de Francia.
El razonamiento de este noble caballero es plenamente compartido por San Luís, como ilustra lo que de Joinville escribe a continuación:
“Y le digo”, dijo el rey, “que nadie, excepto que sea un doctor muy entendido, debe debatir con ellos. El laico, cuando oiga que se contradice la ley cristiana, no debe defenderla si no es con la espada, hincándosela en el vientre hasta donde pueda.”
Por lo que nos cuenta de Joinville, podemos aventurar que San Luís no estaría muy conforme con la actual estrategia de diálogo interreligioso de la Iglesia (por decirlo suavemente). Quede claro que yo no estoy a favor de matar a nadie por contradecir la religión católica. Vivimos en una sociedad liberal y muy descristianizada, donde el error campa a sus anchas. Castigar al hereje y al infiel por difundir sus errores en principio es bueno, pero sólo se puede hacer desde una situación de fuerza; situación que sí existía en la época de San Luís, pero por culpa de los  cristianos tibios, y muchos siglos de luchar en retirada, ya no es el caso en Europa.

Mi propósito al publicar esto ha sido simplemente ayudar a los cristianos ecuménicos, seguidores incondicionales de Francisco, a reflexionar sobre el cambio de 180 grados que ha dado la Iglesia. O quizá es demasiado pedir…

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