Desde hace un par de años estoy suscrito a una revista llamada Daylight Origins Science for Catholics. La asociación Daylight es un grupúsculo católico con sede en Irlanda, hermanado con otros grupos similares como el Kolbe Center en EEUU, que trabaja con total desinterés económico a favor de la Verdad sobre la Creación. Pretende combatir el evolucionismo por un lado desde la óptica de la fe católica y por otro lado desde la evidencia científica y racional. Para los católicos es absolutamente necesario saber que el evolucionismo es totalmente incompatible con la fe de la Iglesia. Si decimos que somos católicos tradicionales, porque creemos lo que la Iglesia siempre ha enseñado, no hay vuelta de hoja. Hasta bien entrado el siglo XX la Iglesia NUNCA ha enseñado nada parecido a la teoría de la evolución. Siempre ha afirmado que el relato del Génesis es históricamente correcto y que Dios creó el mundo en seis días. Esto ni siquiera era un tema polémico hace un siglo, y se daba por hecho que eso es lo que creían todos los católicos. Hoy en día se ha dado la vuelta a la tortilla, y los que seguimos creyendo en la infalibilidad de las Escrituras y el Magisterio de la Iglesia somos una pequeñísima minoría, no ya entre la población general, sino incluso dentro de la Iglesia. Fundamentándose en las Sagradas Escrituras, los escritos de los Padres de la Iglesia, y todo el Magisterio de la Iglesia, Daylight insiste una y otra vez: no se puede ser católico y creer en la teoría de la evolución.
Desde la ciencia (la verdadera, no la que está de rodillas ante los poderes del mundo) es fácil demostrar que la teoría de la evolución es falsa. Basta con quitarse el prejuicio materialista que afecta al 99% de los científicos profesionales de nuestro tiempo y analizar los datos con sentido común (que es, por supuesto, el menos común de los sentidos). Por poner algunos ejemplos, no hace falta tener un doctorado en física para saber que el azar no crea orden del caos; que la información, como la que se aprecia en el código genético del ADN, es siempre fruto de una inteligencia; o que las supuestas “pruebas” de nuestra descendencia de los monos son en el mejor de los casos especulaciones fantasiosas, y en el peor de los casos cínicas manipulaciones.
Para el benficio de mis lectores he traducido un artículo de Peter Wilder de la última edición de la revista Daylight, titulado La Promesa. Estoy harto de que en el mundo hispanohablante los únicos que defienden la doctrina católica de la Creación sean herejes protestantes. La ironía es que ellos nos robaron la Biblia de donde sacan esa doctrina, y ahora los católicos renegamos de nuestra herencia. Espero que este artículo sirva de estímulo para que los católicos se atrevan a defender con mayor ahínco la Verdad sobre Dios Creador y luchen contra el veneno de las mentiras evolucionistas.
LA PROMESA
PETER WILDER
Es posible que por fin el mundo se esté despertando. Entre los medios católicos hasta los más diplomáticos son incapaces de hacer oídos sordos. Las cosas se han torcido, se han torcido drásticamente. La sociedad ha votado a líderes que abiertamente se oponen a la ley de Dios, quienes no pierden el tiempo en fabricar su legislación atea. La Iglesia ha sido desoída. El mensaje es claro: “adaptaos o sufrid las macabras consecuencias”, igual que tienen que han tenido que hacer los que han vivido bajo regímenes comunistas del pasado y del presente.
Tras superar las defensas de la Iglesia Católica, antaño inexpugnables, los promotores del materialismo contemplan con gran satisfacción como cae el último obstáculo en su camino hacía la hegemonía global. ¿Cómo ha ocurrido todo esto?
La gente aún va a la Santa Misa los domingos, ya sea en números más reducidos que antes. Incluso hay Adoración Perpetua en algunas iglesias. Los Días Mundiales de la Juventud atraen a cientos de miles de peregrinos. ¿Cómo puede ser que los enemigos de la Iglesia hayan alcanzado tanto poder, que parece que el colapso está a la vuelta de la esquina? Tristemente, los hechos hablan por sí solos. ¿No podríamos comparar las JMJ a mítines políticos? Ahí se ve el mismo fervor y las mismas medidas de seguridad. La pregunta es naturalmente, ¿quiénes son los participantes? ¿Son jóvenes buscando marcha y aventuras, o son católicos ortodoxos dispuestos a morir por su fe?
Hay una pregunta de mayor calado: ¿cómo pudo esta mega-religión católica, en plena expansión, quedar reducida a la sombra de lo que era, en menos de un siglo? Oficialmente aún tiene 1.200 millones de miembros. No hay estadísticas disponibles sobre los católicos practicantes, pero la caída en la franja que va desde los niños de primera comunión hasta la adolescencia ha sido estrepitosa. En Francia, por ejemplo, los números han caído un 96%. ¿Qué está pasando?
Múltiples causas han sido propuestas para explicar esta calamidad, pero todas parecen frutos de un árbol podrido, no sus raíces. Entre las causas aducidas por comentaristas católicos están las ambigüedades en los textos del Concilio Vaticano II y cambios no autorizados en la liturgia. Sin embargo, pocos comentaristas remontan a la causa fundamental de todos estos cambios; la aceptación de lo que San Pío X llamaba el dogma central del modernismo, la evolución. La Historia nos revela que la aceptación de la evolución tuvo lugar mucho antes del CVII; fue cuando los seminaristas fueron privados de la teología fundamental que necesitaban para poder refutar la teoría de la evolución. Creo que no hay otra explicación. Esta privación fue una estrategia deliberada de los soviéticos, quienes escalaron hasta puestos claves dentro de las instituciones católicas.
El Cardenal Ratzinger, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dio la alerta en 1989. En una reunión para debatir la “crisis de fe” con los presidentes de la Comisiones Doctrinales en Viena, el Cardenal Ratzinger denunció que la raíz de la crisis era que la teología y la metafísica tradicionales habían sido suprimidas de los libros de texto de los seminaristas. [1] En ese momento pocos se dieron cuenta del alcance de esta afirmación increíble. A lo mejor fue porque los afectados eran los mismos estudiantes de la época y de la generación anterior, ¡incluyendo prácticamente todos los teólogos presentes en dicha reunión! La verdad salía a la luz: los seminaristas no han estudiado esta teología fundamental durante décadas. [2] Esto queda patente con una declaración de San Pío X en su Encíclica Sobre la Doctrina de los Modernistas de 1907:
Aplíquense con determinación al estudio de las ciencias naturales… Si buscan con detenimiento las causas de estos errores [la evolución y el modernismo] las encontrarán en el hecho de que hoy en día las ciencias naturales absorben tanto estudio, con el resultado de que las ciencias más elevadas [la teología y la metafísica] han sido relegadas a un segundo plano; algunas han pasado prácticamente al olvido.Una explicación para esta calamidad es que allá en los años 30 del siglo XX hubo un intento por parte de la URSS de infiltrar la Iglesia Católica, con vistas a reducir su influencia. Confesiones públicas de ex agentes soviéticos atestiguan a favor de esta realidad. Más de mil jóvenes estudiantes soviéticos devotos al comunismo fueron insertados en los seminarios católicos, con el objetivo de alcanzar los puestos más altos. Una vez que dichos estudiantes estaban plenamente infiltrados en las instituciones católicas, con el paso del tiempo convirtieron a otros a su causa. El caos provocado por el clero disidente se mantuvo oculto durante muchos años, pero inevitablemente ha salido ahora a la luz. El poder de la Iglesia Católica antes y inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial era inmensa. La Iglesia era como un faro, mostrando el camino. Su ética de anteponer al prójimo a uno mismo, de fidelidad a la palabra dada, de decencia, había calado hondo en la sociedad; eran los valores sobre los que se construyó el Modo Americano de Vida. Para que pudiera triunfar el comunismo, estos valores engendrados y nutridos por el catolicismo se tenían que anatemizar y apartar completamente.
Los topos soviéticos aprenderían los métodos de desestabilización social durante su entrenamiento. Su misión era derrocar la Iglesia Católica, y la doctrina más vulnerable era el dogma de la Creación. Si podían demostrar que el mundo no había sido creado sino formado de manera natural por fuerzas materiales conforme a leyes científicas, su trabajo estaría hecho. Como buenos comunistas, esto es precisamente lo que ellos creían, así que fue simplemente una cuestión de transmitir sus propias convicciones a los demás. El Museo de la Evolución en Moscú que abrió sus puertas en 1907 se convirtió en el museo de ciencias naturales más grande de Rusia. Los soviéticos creían firmemente que los valores católicos eran impedimentos al progreso mundial. Para fortuna de estos doble agentes, el darwinismo ganaba aceptación internacional y encontró adeptos entre algunos académicos católicos.
Mientras tanto, el paleontólogo y teólogo jesuita, Teillard de Chardin, usaba sus dotes literarios para argumentar que en las ciencias naturales nada tenía sentido excepto a la luz de la evolución. En aquel momento sus superiores consideraban que esto era un postulado extremadamente peligroso. Sus escritos fueron vetados por un monitum oficial del Santo Oficio. No obstante, gracias a los amigos sus obras se mantuvieron en circulación en ambientes académicos, donde causaron una notable impresión. Los teólogos al parecer no eran conscientes de que la noción de la Creación por algún medio que no fuera ex nihilo [de la nada] contradecía el Magisterio tradicional de la Iglesia. Esta doctrina ya casi había desaparecido por completo de los lugares de enseñanza de la Iglesia. Los topos habían hecho un buen trabajo; Teillard no lo hubiera hecho mejor si hubiera sido uno de ellos. Con el paso del tiempo, ese gusto sui generis por mezclar evolucionismo científico con la teología encontraba cada vez menos oposición. De hecho era este modo de pisotear ambas disciplinas a su capricho que hacía el deleite de sus admiradores.
El alcance del éxito de los enemigos de la Iglesia se puede medir por el hecho de que al término del siglo XX entre los admiradores de Teillard se contaban algunos de los hombres más influyentes en la Curia. Antes de la declaración del Cardenal Ratzinger en Viena de 1989 respecto al derrumbe de la teología tradicional sobre la Creación, el Cardenal Casaroli, el Secretario de Estado del Vaticano, había ensalzado póstumamente las ideas de Teillard. Dijo de Teillard:
Las estadísticas atestiguan a favor de lo que estaba ocurriendo. Durante los 19 años que transcurrieron entre el monitum del Cardenal Ottaviani (30 de junio, 1962) hasta el panegírico del Cardenal Casarioli, la asistencia a Misa cayó en picado, decenas de miles de sacerdotes y religiosos colgaron la sotana, y millones de jóvenes abandonaron la fe.[su] intento audaz de alcanzar una síntetis es el testimonio de la vida coherente de un hombre poseído por Cristo hasta lo profundo de su alma. Siempre quiso honrar tanto la razón como la fe. (10 de Junio, 1981)
Las noticias están dominadas por temas de naturaleza inmoral. Las películas y la televisión sin censura usan su libertad para entretener al público con todo lo que prohíbe el sexto mandamiento. El pudor en el lenguaje, en el vestir y el arte ha perdido su significado. Ya nadie se fía de sus vecinos, sino que sospechamos y desconfiamos de todo el mundo. La inseguridad es la primera preocupación ciudadana, tanto en el campo como en las ciudades. Para viajar de noche en el transporte público hay que armarse de valor, y no se puede contar con la ayuda de otros pasajeros.
¿Realmente está la cosa tan mal? Por desgracia, todos los indicadores apuntan a que sí. A no ser que se alce el remanente católico, que tome conciencia de la situación, y que cambie radicalmente de dirección. La Providencia siempre está ahí para ayudar, pero mientras el rebaño se empeñe en adorar el falso dios de la evolución, no habrá salida. Muchos ven un paralelismo entre nuestra situación y la de los israelitas que adoraban a Baal y Astarte, según nos cuenta el libro de Jueces. Entonces la cosa no estaba mucho peor de lo que está hoy en día. A todas luces Dios había retirado Su mano y el Pueblo Elegido estaba siendo devastado. Pero a pesar de todo la promesa permanece: las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia. Para los que queremos una solución, no solamente un informe de los daños, el momento para actuar es ya. El fraude de la evolución en las ciencias naturales y la teología ha sido desenmascarado: en las ciencias naturales por el descubrimiento de que las rocas forman rápidamente; en la teología por la constatación de que los principios de la evolución fueron condenados por el Magisterio en 1215, y otra vez en el Concilio Vaticano Primero de 1869/70.
La larga pendiente resbaladiza de la evolución empezó cuando las ciencias naturales quisieron apropiarse del papel de Dios. Por supuesto, esta revolución remonta hasta el siglo XVII con el caso Galileo, aunque en aquel tiempo la Iglesia aún tenía fuerzas para defender su postura, y todo quedó en una mera escaramuza, insuficiente para que los teólogos católicos cuestionaran el Magisterio. Fueron precisas las ideas de Charles Darwin dos siglos más tarde para que eso cambiara. Tras la publicación de su Origen de las Especies, el eje central del conocimiento para los intelectuales católicos dejó de ser el Magisterio de Roma para ser sustituido por el dogma evolucionista de Darwin.
La clave para entender la evolución, tanto para el paleontólogo diletante,
el P. Teillard de Chardin, como para el gentleman naturalista, Charles
Darwin, ambos efectivamente amateurs, era la enorme edad que atribuyeron
a las rocas sedimentarias. En términos simplistas, razonaron de la
siguiente manera: si el estrato de roca donde se ha encontrado un fósil
es viejo, debe tener la misma edad que el fósil. Sin embargo, hay dos
hipótesis en juego aquí: primero, que la roca es realmente vieja, y
segundo, que el fósil tiene la misma edad que la roca. Experimentos
recientes han invalidado ambas hipótesis. [3] Demuestran que las rocas
forman rápidamente, en un periodo máximo de meses, no en millones de
años, y que los organismos que se han convertido en fósiles fueron
depositados en sedimentos y transportados dondequiera la corriente los
llevara.
Las cosas han
cambiado desde entonces, no por mutación evolucionaria sino por un
aumento en el conocimiento. La teoría de Darwin fue lanzada en 1859 y a
los niños se les enseñan los mismos principios 150 años más tarde. Sí,
los datos que se usan para ilustrar esos principios han sido
actualizados, pero los principios son los mismos. Quien se atreve a
protestar verá como la casta entera de pedagogos, incluida la sección
católica, empleará el desprecio y la sorna para defender el dogma
darwiniano. Lucifer está encantado; ha disfrutado de tantos años de
monopolio en la enseñanza y ahora no está dispuesto a permitir que los
creacionistas impidan la destrucción total del imperio de su enemigo.
La hipótesis
evolucionista, que ha hecho tanto daño a la Iglesia y a la ciencia,
perdura. Pocos intelectuales católicos parecen interesados ni siquiera
en evaluar el daño, mucho menos en examinar la evidencia en contra. El
antiguo arcángel Lucifer y sus cohortes han atado todos los cabos, hasta
el punto que el lobby evolucionista parece intocable. La Academia
Pontificia para las Ciencias, creada en 1936 con el fin de mantener al
Papa al corriente de los avances en las ciencias naturales, se ha
convertido en un peón más del darwinismo.Ya no hay cuestión de que un
miembro rechace la evolución. La deferencia hacía Darwin es una
condición irrenunciable para ser admitido en la Academia Pontificia. No
debería sorprendernos. Los premios Nobel aceptan la especulación
evolucionista como un hecho probado. ¿Cómo podía ser de otra manera,
cuando el paradigma reinante en la comunidad científica de hoy es la
evolución?
Si alguien
entrara en el debate a estas alturas le sorprendería constatar que las
pruebas empíricas del laboratorio que refutan los principios de Darwin
no pongan fin a la discusión. Para nuestra desgracia hay demasiado en
juego para que ocurra lo que es de sentido común. Imaginémos todo el
ejército de maestros del evolucionismo en paro, sin olvidar la miríade
de agencias e instituciones gubernamentales cuyas ideologías dependen de
una explicación naturalista de la vida.
La cuestión de la supresión en los seminarios de
la teología tradicional de la Creación y de la metafísica que va unida a
ella aún es fundamental. A las generaciones de estudiantes que se han
preparado para el sacerdocio desde los años 1930 se les ha privado de
los argumentos necesarios para refutar las hipótesis evolucionistas.
Dichos argumentos se enraizan con la enseñanza sobre la Creación del
Cuarto Concilio Lateranense de 1215, que curiosamente apenas se menciona
hoy en día en debates teológicas. Sin embargo, una pequeña minoría de
teólogos se está dando cuenta de que si se entiende correctamente, esta
enseñanza no permite de ningún modo la evolución teísta. ¿No es curioso
que esta situación prevalezca?
Con tal sólo
un argumento metafísico se puede demostrar la imposibilidad de la teoría
evolucionista involucrada en el origen de las especies. La primera
causa de todo es Dios. Ninguna otra causa es suficiente. Ninguna otra
operó ni existió durante el periodo de la Creación. Las causas
secundarias o las leyes físicas como la gravedad, las ondas
electromagnéticas, la entropia y la aerodinámica se introdujeron para
gobernar las criaturas una vez terminado el periodo de la Creación, no
como medio de creación. Durante la Creación fue únicamente el
poder infinito de Dios que dio existencia a Sus criaturas. Esto se
confirma con una lectura detenida del dogma contenido en el Lateranense
IV sobre la Creación. Ahí dice que Dios es:
Creador de todo lo visible e invisible, de lo espiritual y lo corporal; quien por Su poder infinito de una vez desde el principio de los tiempos creó cada criatura de la nada; lo espiritual, lo corporal, lo angélico y lo mundano.
No hay
ambigüedad. Dios es la primera causa. Las causas secundarias, que
incluiría la evolución si existiera, son automáticamente excluidas por
estas palabras. Fuera del Creador no existió ningún poder. Está
clarísimo; dice que Dios creó todas las cosas de la nada por Su poder infinito.
Los datos
arriba mencionados nos ayudan a centrar el debate. Primero, se ha
impuesto ilegítimamente la evolución a la teología y la ciencia. La
primera causa teológica y la evolución son irrecomciliables. No existe
puente, digan lo que digan los profesores de teología. Respecto a la
ciencia, el descubrimiento de que los estratos de roca forman
rápidamente invalida la escala de tiempo geológico que postula la
formación gradual de las rocas a lo largo de millones de años. Por ende,
los restos fosilizados de vida que se encuentran en los estratos tienen
una edad equivocada, que a su vez distorciona todo. Un paseo por un
museo de historia natural es un como viaje al País de las Maravillas; a
pesar de ser fuertemente subvencionado por el contribuyente, es un mundo
irreal.
La creencia de que la evolución tiene algo que ver con la fe católica engendra una filosofía que al final pone en duda el Reinado de Dios en el mundo. La primera fase es la aceptación de la dicotomía, creer que la evolución y la Creación son compatibles. De hecho, los católicos han aprendido esta falsedad durante muchos años. Se ha convertido en enseñanza normativa entre la Curia, los seminarios y las escuelas. Una vez aceptada esta mentira, el trabajo de los saboteadores es mucho más fácil. Se evaporan todos los tabúes, el Magisterio ya no es un obstáculo y reina la confusión. En las mentes de los fieles el darwinismo ha logrado un lugar oficial entre las instituciones católicas, a la par con la enseñanza de Cristo. Visto así surge la pregunta: “¿Hasta qué punto son la misma religión la que se practica en las iglesias católicas de hoy y la que entregó Jesucristo a Sus apóstoles el día de la Ascensión?”
La siguiente lista, mencionada en las actas del Congreso de los EEUU del 10 enero de 1963, enumera los objetivos de los comunistas para desestabilizar la sociedad [4]:
- Modificar leyes que gobiernan la obscenidad, tildándolas de “censura”, de una violación de la libertad de expresión y de prensa.
- Errosionar las normas sociales de moralidad mediante la promoción de la pornografía, el erotismo y la obscenidad en libros, revistas, películas, radio y televisión.
- Presentar la homosexualidad, la depravación y la promiscuidad como “normales, naturales y sanas”.
- Infiltrar las iglesias y escuelas y reemplazar la religión revelada por una religión “social”.
- Desacreditar la familia como institución. Facilitar la promiscuidad y el divorcio.
Dado que la casta evolucionista es esencialmente atea, los argumentos desde el Magisterio de la Iglesia carecen totalmente de peso. Los intereses particulares de políticos y organismos seculares garantizan el apoyo incondicional al dogma evolucionista. Pero nos quedan dos estrategias, dos formas de utilizar los datos a nuestra disposición. La primera, de la geología, es retar a la comunidad científica a que presente un experimento controlado que valide su afirmación de que las rocas sedimentarias dentro del agua en movimiento formen según el principio de superposición. Bastaría tan sólo un experimento para salvar el paradigma evolucionista. La segunda, de la teología, es pedirles que demuestren que la enseñanza de los Padres y Doctores de la Iglesia, los pronunciamientos dogmáticos de los Papas y los Concilios, dice que las cosas (res) en su esencia (Vaticano I, cánon V) evolucionaron durante el periodo de la Creación. Tales pruebas derribarían la noción de infalibilidad de la Iglesia y justificarían una rendición incondicional de los líderes de la Iglesia a la revolución modernista. Pero como estas pruebas son imposibles, nada impide que la Iglesia siga afirmando la Verdad; que siga expulsando a los amotinadores y traidores de su seno, y que recupere el timón de la barca que desde hace tiempo flota a la deriva.
NOTAS
[1] “Las Dificultades para la Fe en Europa Hoy”, L´Osservatorio Romano, 24 julio, 1989.
[2] En mi opinión el autor es demasiado
benévolo con el Cardenal Ratzinger, dado que éste ha caído en los mismos
errores que supuestamente denunció en 1989. En este tema no se puede
presentar como paladín de la ortodoxia católica a un hombre que jamás ha
denunciado la falsedad del evolucionismo (a pesar de tener múltiples
ocasiones de hacerlo), y se ha manifestado claramente como adepto del
evolucionismo teísta. Por ejemplo, en la Comisión Teológica
Internacional de 2004, supervisada por el Cardenal Ratzinger, se habló
del “Big Bang”, de la evolución estelar y de los 5 mil millones de años
de la edad terrestre como hechos probados. Más preocupante aún, dicha
Comisión dijo esto:
Dado que ha sido demostrado que todos los organismos vivos sobre la Tierra son genéticamente relacionados, no hay prácticamente ninguna duda de que todos estos organismos descienden de un organismo original.
Esto es una estupidez como una catedral. Es
como decir: “dado que todos los vehículos mecanizados están
relacionados entre sí, no hay duda de que todos descienden de un
triciclo primitivo.” Aparte de ser una estupidez, tal y como lo ha
explicado el Sr. Wilders en su artículo, es sencilla y llanamente una herejía.
Es más, en julio de 2007 el Cardenal
Ratzinger se quejó del “absurdo” conflicto entre creacionismo y
evolucionismo, afirmando heréticamente que son totalmente compatibles.
Es la misma historia de siempre: ¡la Verdad y el error nunca son
compatibles!
En una conferencia de 2008 en Castel Gandolfo, poco antes de ser elegido Papa, el Cardenal Ratzinger dijo:
La teoría de la evolución no invalida la fe ni la corrobora, sino que nos desafía a profundizar en el auto-conocimiento de la fe [¿alguien sabe lo que significa esto?] y así ayudar al hombre a conocerse a sí mismo.
Sabiendo esto, me parece que es sumamente desacertado presentar a Joseph Ratzinger como caudillo anti-evolucionista.
[3] www.sedimentology.fr
[4] www.uhuh.com
por otro lado la invalidez del evolucionismo no significa la existencia de un creador
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