Algo va mal en la Iglesia, o como diría Shakespeare, algo huele a podrido en Dinamarca. Seguro que el calor sofocante del verano no ayuda a mantener la cordura, pero no se puede atribuir el desmadre eclesial sólo a factores externos y transitorios. Este fin de semana de julio he sido testigo involuntario del colapso de la fe católica, no sólo entre los “fieles” (ahora tristemente hay que usar esta palabra entre comillas), sino además en las instituciones llamadas “católicas” (aquí también son muy necesarias las comillas).
Empecemos por el sábado pasado, cuando iba en el coche, camino a una iglesia donde tenía que tocar en una boda. Puse la radio y logré sintonizar Radio María, una cadena de radio que se precia de ser verdaderamente “católica”. (Presiento que la tecla de las comillas en mi ordenador se va a desgastar mucho con este artículo). De la COPE casi no merece la pena ni hablar, porque, aunque siga siendo propiedad de la Conferencia Episcopal Española, ya ni finge ser una emisora católica; hay una presencia testimonial al mediodía, con el rezo del Angelus (muy abreviado, porque no hay que malgastar el tiempo en beaterías), pero nada más. En Radio María, sin embargo, están todo el día con el Santo Rosario, el Catecismo, la Santa Misa, etc.
Lo primero que escuché fue la noticia de una asamblea internacional de la Renovación Carismática que había tenido lugar en Madrid. Anunciaban que si quería los CD´s de las conferencias de un tal señor, sólo tenía que escribir a tal dirección postal. Pusieron extractos de dichas conferencias, y prometo que por un momento pensaba que la radio había saltado de frecuencia y estaba escuchando una radio protestante. El predicador, que naturalmente no era sacerdote, hablaba de manera idéntica a los predicadores protestantes evangélicos que desde hace unos años se han apoderado de las ondas; apelaba exclusivamente a los sentimientos, fingía una emoción desbordante, pero evitaba razonamientos teológicos, todo de una superficialidad y banalidad insoportables.
A las 16:00 tocaba el Compendio del Catecismo, con el Padre Íñigo Ugalde. Iban por el artículo 52, sobre la Creación:
52. ¿Quién ha creado el mundo?El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e indivisible del mundo, aunque la obra de la Creación se atribuye especialmente a Dios Padre.
Dado mi particular interés por este tema escuché con
mucha atención. Empezó bien este sacerdote, diciendo que lo fundamental
es que los católicos tengamos una visión bíblica de la Creación. Estoy
absolutamente de acuerdo. El problema es que el P. Ugalde, a juzgar por
sus palabras, tiene una visión que es todo menos bíblica, porque a
renglón seguido empezó a hablar de “miles de millones de años”. Si
tuviera la oportunidad de hablar con este sacerdote, que no conozco de
nada, le haría la siguiente pregunta: Si, según usted, debemos tener
una visión bíblica de la Creación, ¿de qué capítulo de la Biblia saca
usted esos miles de millones de años? Evidentemente no los saca de
ahí, porque no hay la más mínima referencia a periodos de tiempo tan
abultados en las Sagradas Escrituras; más bien los días y los años están
escrupulosamente contados, desde la Creación del Cielo y la Tierra,
hasta el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, por lo que si nos
ceñimos a lo que dice la Biblia, como nos aconseja el P. Ugalde, es
imposible concluir que el mundo tenga a lo sumo más de 10.000 años.
Tampoco saca esos miles de millones de años del Magisterio perenne de la
Iglesia, ni de los escritos de los Padres o Doctores de la Iglesia. En
flagrante contradicción con su anterior afirmación, los saca del
evolucionismo, una falsa ciencia, una gran mentira del Demonio.
Al llegar a la iglesia donde era la boda, sentía un gran pesar por el estado
lamentable de la principal radio “católica” en España. Pero ahí no
acabaron mis sufrimientos. En el precioso templo, completamente restaurado y dotado ahora con aire acondicionado,
gracias a los fondos casi inagotables de cierta fundación neo-católica,
inmediatamente me llamaron la atención las sillas en la nave, donde en
todas las iglesias de España hay bancos con reclinatorios. Estas sillas
parecían muy cómodas, y no dudo que costaron un buen dinero. El problema
es que al sustituir los bancos con reclinatorio tradicionales por
sillas de lujo, el que asiste a Misa y quiere arrodillarse tiene la
impresión de estar haciendo algo fuera de lugar. Esto no supone ningún problema para los kikos que frecuentan el templo, ya que es conocida la adversión de este movimiento a doblar la rodilla ante Dios, pero para los demás católicos puede ser como mínimo un incordio.
Para colmo de males, no había tabernáculo en el templo,
al menos yo no lo encontré; creo que en algún rincón escondido había una
“capilla del Santísimo”. Esto debe ser muy útil para la fundación neo-católica a la que ya me he referido. Ahora pueden
organizar todo tipo de eventos en el templo,- conciertos, conferencias,
entregas de diplomas, etc.,- sin temor a cometer un
sacrilegio. Han convertido una iglesia católica en una especie de salón multiusos.
¡Es realmente maravilloso darse cuenta de lo
que se puede lograr cuando uno quita a Dios de en medio! ¡Cuánta visión
empresarial! ¡Cuánto pragmatismo! Al estar cómodamente sentados en sus
sillas de lujo, con el frescor del aire acondicionado, estoy seguro de
que todos los asistentes a la boda disfrutaron del espectáculo (sí, he
escrito espectáculo); los chistes del cura eran bastante
graciosos; las chicas que desfilaron por el altar haciendo las lecturas,
vestidas de Nochevieja, estaban de muy buen ver, aunque sus trajes
dejaban poco a la imaginación; todos aplaudieron con entusiasmo el beso
de los novios; y la música con la que amenizamos la ceremonia era bonita
(aunque no esté muy bien que lo diga yo). Me pagaron por mi trabajo y me
largué de ahí con un cabreo monumental.
El día siguiente, domingo, acudí a la iglesia donde se
ofrece habitualmente la Misa Tradicional, con tiempo para
confesarme. Cuando llegué ví que con el cambio al horario veraniego,
justo antes de la Misa Tradicional había una Misa “normal”. Otra vez uso
las comillas, porque lo que para la mayoría de católicos se ha
convertido en normal, a mí me resulta absolutamente insoportable. Para
confesarme no valían los susurros a los que estoy acostumbrado. Casi
tuve que gritar para hacerme oír por encima del jaleo de los católicos
“normales”, en su Misa “normal”, haciendo lo que “normalmente” se suele
hacer en la Casa de Dios: saludarse ruidosamente, gritar, cotillear,
mientras los niños juegan al pillao. Se podía hacer de todo, menos lo
que estaba intentando hacer: rezar. ¡Menuda ocurrencia! dirían los católicos “normales”. ¡Rezar en una iglesia antes de la Misa! No es ni el lugar ni el momento apropiado. A
punto estuve de levantarme y echar a patadas a los católicos
“normales”, y creo que si no lo hice fue por respeto al sacerdote que
tenía que decir la Misa, al cual le hubiera puesto en un aprieto.
Esa misma tarde me enteré de unas palabras
del Papa Francisco que producirían zozobra, si no fuera porque ya
estamos curados de espanto. Un amigo me mandó a un artículo de un “pastor” evangélico, hablando sobre un almuerzo que
compartió con Francisco. Según este señor, entre otras lindezas,
Francisco le comentó lo siguiente:
No estoy interesado en convertir a los Evangélicos al Catolicismo. Quiero que la gente encuentre a Jesús en su propia comunidad. Hay tantas doctrinas en las cuales nunca estaremos de acuerdo. No gastemos nuestro tiempo en ellas. Más bien, tratemos de mostrar el amor de Jesús.
Sería difícil de imaginar una traición más directa del divino mandato de Mateo 28:19, en que el Señor dijo a sus apóstoles: id y haced discípulos de todas las naciones.
Antes de que los neo-católicos salten y aleguen que todo puede ser una
fabricación malintencionada, debo aclarar que no tengo razón alguna para
sospechar que los protestantes que estuvieron en ese almuerzo fatídico
en el Vaticano estén mintiendo. Todo lo contrario; estas palabras
cobardes e indignas de cualquier católico, no digamos ya de un Vicario
de Cristo, son plenamente coherentes con otras muchas que ha pronunciado
Francisco durante su pontificado. Por ejemplo, me viene a la mente la
entrevista con el ateo, Eugenio Scalfari, a quien comentó que el proselitismo era una “solemne bobada”.
Realmente uno no debe sorprenderse de que la radio “católica”, una fundación “católica”, y los templos “católicos” hayan dejado de ser auténticamente católicos, si pensamos que, como advirtió la Virgen en Fátima, la apostasía viene de arriba. Leyendo las palabras de Francisco, sin vendas en los ojos, sin buscar excusas rocambolescas de porqué dijo lo que dijo, se entiende porqué la Iglesia está en plena descomposición. Desde hace más de 50 años, el que está al timón está desorientado y toda la barca va a la deriva.
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