Después de la terrible matanza en Newtown, Connecticut hemos tenido que soportar estos días un bombardeo mediático contra la tenencia de armas en EEUU. Los cadáveres de las 27 víctimas estaban aún calientes cuando el presidente Obama habló de revisar las leyes de control de armas. Como si todos obedecieran órdenes de su amo, los medios socialistas de EEUU, con el New York Times a la cabeza, la prensa internacional y los medios españoles (que son casi todos socialistas, unos más que otros) empezaron a entonar el mantra: “para salvar vidas hay que restringir el acceso a las armas.” Preferiría no tener que escribir sobre este tema, y dejarlo para otro más especializado que yo; sobre todo porque se sale de la fe y moral católicas, y se adentra en cuestiones sociológicas y el dominio farragoso de la política. Pero hay veces que si uno calla siente que va a reventar. Procuraré ser prudente, y distinguir entre lo que es de fe y lo que es meramente una opinión mía. Sé que muchos me malinterpretarán; otros me dirán que soy un loco radical. Cuando se aborda el tema de las armas la gente suele reaccionar de forma muy emocional, por lo que es difícil sostener un diálogo inteligente. Aquí en España es especialmente difícil tratar este tema por la mentalidad socialista que impera. Por todas estas razones no querría hablar de esto, pero puesto que en España no he oído a NADIE decir lo que hay que decir, me veo en la obligación de decirlo yo.
Antes de entrar en cuestiones políticas e históricas y de analizar lo que dicen las estadísticas, veamos lo que dice el Magisterio de la Iglesia sobre la legítima autodefensa. El Catecismo de San Pío X de 1912 dice, en su artículo 415: Es lícito quitar la vida al prójimo cuando se combate en guerra justa, cuando se ejecuta por orden de la autoridad suprema la condenación a muerte en pena de un delito y, finalmente, en caso de necesaria y legítima defensa de la vida contra un injusto agresor. El Nuevo Catecismo de 1992 en este punto recoge la enseñanza tradicional, y en su artículo 2264 dice:
El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la moralidad. Es, por tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida. El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor un golpe mortal.A continuación este mismo artículo cita a Santo Tomás de Aquino, en su Summa. Dice así el Doctor Evangélico:
Si para defenderse se ejerce una violencia mayor que la necesaria, se trataría de una acción ilícita. Pero si se rechaza la violencia en forma mesurada, la acción sería lícita [...] y no es necesario para la salvación que se omita este acto de protección mesurada a fin de evitar matar al otro, pues es mayor la obligación que se tiene de velar por la propia vida que por la de otro.El artículo siguiente, el 2265, dice:
La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro.En resumen, la Iglesia enseña que todo hombre tiene derecho a defenderse, incluso si por ello causa la muerte del agresor, y además tiene el deber grave de proteger la vida de los que están bajo su cargo; su esposa e hijos.
Cabe decir que ninguna arma de fuego es responsable de la muerte de una sola persona en toda la historia humana. Siempre hace falta que alguien apunte y apriete el gatillo. Esto, que parece evidente, hace falta decirlo, porque a juzgar por los medios de la izquierda, pensaríamos que el problema son las armas, no las personas que las usan. Lo curioso es que a la vez que se conoció la noticia sobre la matanza en Newtown, salió la noticia de otro ataque en un colegio, esta vez en China, perpetrado por un hombre armado de un arma blanca. ¿Vamos a querer imponer restricciones legales también a la venta de cuchillos? En Murcia (España) hace unos años un joven menor de edad asesinó a sus padres y a su hermana mientras dormían, con una catana. ¿El problema es la pertenencia de estas armas, o como están las cabezas? He oído a muchos comentaristas subrayar la diferencia en el saldo de muertos entre el ataque en China y el de Newtown, porque un cuchillo es mucho menos mortífero que un rifle semiautomático. Pero no he oído a ninguno decir algo igualmente obvio; que si la directora del colegio hubiera tenido un arma, en lugar de 27 víctimas quizás estaríamos hablando de tres o cuatro, y ella seguramente estaría viva. Las armas en manos de personas equivocadas pueden costar vidas inocentes; en manos apropiadas las pueden salvar. Esto me parece una perogrullada, pero debe ser una perogrullada demasiado políticamente incorrecta para los medios españoles, porque nadie lo dice.
Si analizamos el fenómeno de estas matanzas en EEUU con armas de fuego, vemos claramente que van en aumento, y no se percibe correlación con las restricciones legales para conseguir armas. La matanza de Newtown ocurrió en uno de los estados donde las leyes son más restrictivas, y como TODOS los tiroteos con múltiples víctimas, ocurrió en una zona “libre de armas”. Estas zonas, que pueden ser colegios, campus universitarios, o centros comerciales, actúan como un imán para los asesinos en potencia. Es lógico; si sabes que en un determinado lugar nadie va a tener un arma para defenderse, allí es donde más personas podrás matar antes de que llegue la policía. Chicago y Washington D.C son de las pocas ciudades de EEUU donde está totalmente prohibido portar armas, y son precisamente las dos ciudades con mayor índice de crimen violento. Hay que decir alto y claro que desarmar a los ciudadanos responsables NO es la solución a la violencia. El control de armas no evita que un perturbado, que planifica su masacre al dedillo durante meses, se haga con las armas que desee, y tampoco reduce el crimen violento en general.
Un caso interesante, y sobre el que se han dicho muchas mentiras, es lo que pasó en Australia. En 1996 el gobierno australiano obligó a todos los ciudadanos a entregar sus armas para su destrucción, excepto las que se usan para la caza y el tiro deportivo, pagando a sus dueños por ellas su valor de mercado. 16 años después de esta prohibición, que costó unos 500 millones de dólares a los contribuyentes, sabemos que lo único para lo que sirvió es que ahora los australianos que se suicidan suelen ahorcarse en vez de pegarse un tiro. ¡Vaya logro! Lo que ocurrió era lo previsible; los ciudadanos responsables entregaron sus armas al gobierno, y los delincuentes no. [1] Si un criminal es alguien que por definición no obedece la ley, no entiendo cómo se puede pensar que por promulgar una ley éstos iban a entregar tranquilamente sus armas. En realidad, a pesar de la propaganda, no hay un solo ejemplo en todo el mundo de cuando una restricción o prohibición de armas de fuego ha resultado en un descenso del índice de criminalidad en general y de asesinatos en particular. [2]
Sabiendo esto, lo que hay que explicar es porqué ciertos sectores luchan incansablemente por restringir e incluso prohibir la tenencia de armas. Creo que hay dos razones principales; la primera es por ignorancia o ceguera moral y la otra es mucho más siniestra – la subyugación del pueblo mediante su desarme. Si hablamos de la primera razón, lo que choca cada vez que ocurre una matanza como la de Newtown, es que casi todo el mundo habla de soluciones legales y cuestiones técnicas de las armas que utilizan los asesinos, pero muy pocos van a la raíz del problema. Es curioso que uno de los pocos periódicos que acertó en diagnosticar un problema serio con la sociedad estadounidense más allá de la posesión de armas, fue marxist.com donde se pudo leer el siguiente titular: “La masacre de Connecticut revela una enfermedad muy profunda en la sociedad americana.” Evidentemente, las causas de esta enfermedad que adujeron los marxistas no fueron las que veo yo. Ellos atribuyeron la masacre al capitalismo, a la falta de un seguro médico universal, a la no existencia de un partido de izquierdas, y al fracaso de los “movimientos obreros” en mejorar las condiciones laborales. Su análisis cae por su propio peso si consideramos que hace 80 años, durante la Gran Depresión, con tasas de paro estratosféricas y una pobreza muchísimo peor que hoy en día, estas horribles matanzas no ocurrían. Es lógico que los marxistas atribuyan todo a causas materialistas, pero ya que los católicos no padecemos esa ceguera, podemos buscar las causas en una dimensión moral y espiritual.
Pat Buchanan escribe lo siguiente:
Los americanos siempre hemos tenido armas. Sin embargo, durante la Prohibición, cuando gangsters como John Dillinger, “Machine Gun” Nelly y “Baby Face” Nelson eran famosos, la atrocidad que más se recuerda fue la masacre de San Valentín. La banda de Al Capone ejecutó a siete miembros de la banda de Bugs Moran en un garage de Chicago. Mientras que hace dos años, cuando un tiroteo en Washington D.C. acabó con cuatro muertos en una acera y cinco heridos, solo fue noticia local.Buchanan, como buen católico, atribuye la matanza de Newtown a la pérdida del temor de Dios. Esto es una conclusión que no oirás en los medios españoles, pero creo que es la única capaz de explicar los hechos.
Christopher Gawley, en este artículo de The Remnant escribe:
La culpa de lo ocurrido en Newtown tiene que ver con las armas de fuego, en la misma medida en que la culpa de lo ocurrido con Julio César tiene que ver con los cuchillos.Lanza una pregunta retórica a The New York Times:
¿Qué resultados esperaba de su contra-magisterio, de su adhesion al secularismo, al ateísmo, al nihilismo? La generación de gente joven que ahora llega a la edad adulta ha sido alimentada con una dieta estable de imágenes obscenas y gratuitamente violentas – en el cine, la música, la televisión, internet, los videojuegos, etc. Las “artes” se han convertido en un nido de depravación. Los jóvenes han crecido en una cultura que rechaza la verdad absoluta, el bien y el mal objetivos. Se les ha enseñado que la vida, incluida la suya, carece de valor intrínsico, hasta el punto que matar bebés en el útero se debe celebrar como un acto liberador de la voluntad. Durante toda su vida los jóvenes han oído que la ciencia ha demostrado que sólo somos animales desarrollados – sin conciencia moral y por lo tanto sin culpabilidad. En este “mundo feliz” el ateísmo es un derecho, la muerte es una elección, y Dios no existe. Así que, otra vez pregunto: ¿qué esperaban que pasara?Creo que el Sr. Gawley da en el clavo cuando dice que las imágenes violentas a las que están expuestos los jóvenes hoy en día, poco a poco van destruyendo su alma. Mientras se consienta que adolescentes vean películas que glorifican la violencia gratuita, pasen horas al día conectados a videojuegos que incitan a cometer las peores atrocidades imaginables, y escuchen música de inspiración satánica, no deberíamos extrañarnos de que algunos de ellos se comporten como bestias desalmadas. Lo raro sería que el consumo de esa porquería no tuviera ningún efecto palpable en su comportamiento. El problema es que hoy en día los padres se preocupan mucho por la salud física de sus hijos, pero pocos se preocupan por algo muchísimo más importante: la salud de su alma. Antes que prohibir las armas de fuego, que en sí no tienen nada de inmoral, – todo depende de cómo se usen, – habría que prohibir la basura que se echa en la televisión y el cine, los videojuegos violentos, y la música obscena y diabólica. Eso sí es intrínsicamente inmoral y perverso. Eso sí habría que prohibirlo. Y si eso se hiciera, luego hablaríamos de las armas.
Seguramente muchos de los que luchan por la prohibición de las armas son personas bienintencionadas, con un sincero deseo de evitar muertes de inocentes. Sin embargo, son cegados por errores como el pacifismo, el buenismo, y el legalismo, – la absurda creencia de que con leyes perfectas las personas serían perfectas. No quieren ver la realidad porque no encaja con su ideología. Insisten en tratar a los criminales como si fueran ciudadanos normales, y en tratar a los ciudadanos normales como si fueran criminales. He dicho “muchos” serán bienintencionados, porque desde luego no lo son todos. El lobby IANSA, que hace campañas en todo el mundo para limitar el acceso a las armas de fuego, está financiado por George Soros y otros globalistas, y recibe cantidades millonarias de fondos para ayuda al desarrollo, que salen de nuestros impuestos. Esta organización internacional, que no tiene que rendir cuentas a nadie, trata de imponer tratados internacionales sobre control de armas a países como EEUU, a pesar de su Constitución. De momento los americanos resisten, gracias a Dios y a los esfuerzos de la National Rifle Association (NRA). [Ver en la foto abajo a Charlton Heston, presidente de la NRA entre 1998 y 2003] A diferencia de IANSA, la NRA se financia exclusivamente con las cuotas que pagan voluntariamente cuatro millones de ciudadanos estadounidenses. Es posiblemente la organización más odiada por el establecimiento liberal a nivel mundial, lo cual, a nivel particular, me granjea una simpatía considerable. Mientras que la NRA representa a millones de americanos de bien, que aman su libertad y su independencia, IANSA tiene más peligro que un millón de fusiles automáticos. AINSA es una pieza más en el movimiento a favor de un Gobierno Mundial, cuya estrategia es siempre convencer las naciones del planeta de que todos ganan si renuncian a su soberanía, a favor de un gobierno internacional más “eficaz”, capaz de aportar soluciones globales a los problemas del mundo.
Charlton Heston, presidente de la NRA |
Siendo una milicia bien preparada necesaria para la seguridad de un estado libre, el derecho del Pueblo a tener y portar armas no será vulnerado.Esto enlaza con la segunda razón por la que algunos se empeñan en restringir el derecho de portar armas; tiene que ver con la voluntad de los gobernantes de impedir que el pueblo se pueda sublevar, y de esta manera perpetuarse en el poder. Debo decir que es difícil para un español entender el derecho a portar armas, como lo entienden la mayoría de estadounidenses, ya que desde hace decenios España es un país socialista. Como en todo país socialista, el estado hace de papá protector de los ciudadanos, concediéndoles los derechos que cree conveniente, en base a la conveniencia política y su particular ideología, no en base a una moral objetiva. El estado se erige en máxima autoridad moral, y trata a los ciudadanos como niños, incapaces de tomar decisiones importantes, a los que de ningún modo hay que dar responsabilidades individuales, como la protección de su propiedad personal y sus familias, y mucho menos involucrarlos en la seguridad de la nación. Tras tantos años de tratarlos como niños, los españoles se han acostumbrado a la pasividad política, y ven natural que el estado tenga que protegerlos. La simbiosis perversa entre la casta política que compra votos a cambio de repartir diversas ayudas y subvenciones, y la consecuente dependencia de millones de ciudadanos, que se benefician de esta “generosidad”, ha mermado considerablemente el espíritu de los españoles. Han acabado creyendo las mentiras del sistema, una de las cuales es que para combatir el crimen hay que desarmar a los ciudadanos de bien. Todo lo contrario de lo que ocurre en Israel, donde los ministros animan a sus ciudadanos a portar armas, porque se ha comprobado que es la manera más eficaz de luchar contra el terrorismo islámico. Si algo aprendiéramos de la Historia, sabríamos que lo primero que hace todo tirano para evitar una sublevación del pueblo es desarmar a sus ciudadanos. Hitler, Mao, Stalin, Pol Pot; todos los peores asesinos de la Historia han confiscado las armas de su pueblo como antesala del genocidio. Y lo curioso que es que todos estos gobernantes han anunciado que la confiscación de las armas era para luchar contra el crimen.
Muchos quizás no captan el significado de la palabra “milicia”, un ejército formado en una situación de necesidad, compuesto de civiles. Se contrapone a lo que en la época llamaban “standing army”, que en español se traduciría como ejército permanente, o ejército profesional, y que para los redactores de la Constitución constituía un grave peligro para la libertad. James Madison, Padre de la Nación y cuarto presidente de EEUU entre 1809 y 1817, dijo: “un ejército permanente [a standing army] es una de las peores maldades que puede ocurrir.” Obviamente esta advertencia se ha desoído por completo, y hoy en día EEUU tiene la mayor maquinaria bélica conocida en la Historia a las órdenes del Presidente. Noah Webster (1758-1843), conocido por su American Dictionary of the English Language, era muy consciente del peligro que suponía un ejército profesional, y para contrarrestar esa amenaza abogó por armar al pueblo:
Antes de que un ejército permanente [a standing army] pueda conquistar, hay que desarmar al pueblo, como lo han hecho en casi cada país de Europa. El poder supremo en América no puede imponer por la fuerza leyes injustas, porque todo el pueblo está armado, y constituye una fuerza superior a cualquier ejército de tropas regulares.También es importante saber que la segunda enmienda, cuando dice que “una milicia [es] necesaria para la seguridad de un estado libre”, no hace referencia tanto a una posible invasión por una fuerza extranjera, sino a la posible tiranía del propio gobierno. Los Padres de la Nación acababan de librarse del yugo del rey Jorge III de Inglaterra, y querían a toda costa incorporar garantías legales a la Constitución que evitarían que el gobierno de su país naciente cayese en el despotismo. Sabían que con un pueblo armado los gobernantes nunca se atreverían a cruzar ciertas líneas rojas en relación a las libertades individuales. En este sentido hay que entender la frase memorable de Thomas Jefferson: “Cuando un gobierno teme al pueblo, hay libertad; cuando el pueblo teme al gobierno, hay tiranía.”
Con esto en mente se entiende la obsesión de Obama y sus secuaces por privar a los americanos de su derecho a portar armas. Y se entiende la respuesta furibunda de gran parte de los ciudadanos estadounidenses ante esta ofensiva contra sus derechos constitucionales. No se trata sólo del derecho del ciudadano a la defensa propia, que en sí ya es importante, sino de salvaguardar el equilibrio de poder entre el pueblo y el gobierno. La obsesión de los políticos neocon con el terrorismo islámico, y de los políticos liberales con los tiroteos, es un intento de crear un estado de psicosis propicio para convencer a los ciudadanos de que la única solución es ceder más libertades individuales y otorgar más poderes al gobierno. Sin embargo, si miramos los datos con frialdad, vemos que nunca ha existido una organización terrorista tan mortífera como el gobierno. Tan solo en el siglo XX, el total de ciudadanos asesinados por su propio gobierno, lo que se viene llamando “democidio”, llega a la cifra mareante de 200 millones de personas. A lo que realmente deberíamos tener más miedo, no es a locos sueltos como el asesino de Newtown, ni a terroristas de Al Quaeda en Afganistán, sino a nuestro propio gobierno. Sin duda la mayor amenaza a nuestra libertad está allí. Y esto tiene TODO que ver con el derecho a portar armas.
En la mayoría de países europeos, si el gobierno se convierte en tiranía, estamos vendidos, ya que nada más que las fuerzas al servicio del estado y los delincuentes portan armas. La Historia nos enseña que en una democracia el paso a la tiranía se da en un suspiro, y precisamente en España hay antecedentes no muy lejanos. Para la inmensa mayoría de la gente en este país, la hipótesis de un gobierno totalitario es inconcebible. Piensan que son cosas que sólo suceden en otros países, en otros tiempos. Se engañan. Las élites que mueven el mundo están colocando estratégicamente sus piezas sobre el tablero, y cuando llegue el momento, conseguirán el jaque-mate casi sin que nos demos cuenta. Cuando los globalistas decidan acabar con los disidentes, la resistencia católica, actuarán sin piedad. Los cristeros de México fueron capaces de formar una milicia y combatieron con enorme éxito el ejército nacional, dirigido por el presidente masónico. ¿Nosotros con qué lucharemos? ¿Saldremos a la calle armados con cuchillos jamoneros? Para el poder, acabar con nosotros sería tan fácil como aplastar una hormiga. Si Dios quiere que veamos es día, moriremos como mártires y ganaremos el Cielo, pero personalmente me hubiera gustado vivir en un país donde el pueblo tiene el poder de sacudirse de encima un gobierno opresor. ¿Qué pasa si, como en el ´36, llega el día de sublevarse contra un gobierno tiránico, y nos damos cuenta de que todas las armas las tienen ellos? Y luego decimos que los americanos están locos, que están obsesionados con las armas.
NOTAS
[1] En el año 2005 Don Weatherburn,
director del Instituto de Investigación y Estadísticas de Criminología
de New South Wales, Australia, dijo literalmente que la prohibición de
1996 había tenido poco o ningún efecto sobre el índice de crimen violento. Siendo un defensor del control del acceso a las armas de fuego, declaró: El
hecho es que la introducción de esas leyes no resultó en una
aceleración de la tendencia descendente en los homicidios con armas.
Pueden haber reducido el riesgo de tiroteos con múltiples víctimas, pero
no podemos tener certeza, porque nadie ha hecho el trabajo estadístico
riguroso para verificar esta posibilidad. Es siempre desagradable
reconocer hechos que son inconsistentes con tus propios puntos de vista.
Sin embargo, pensaba que eso era lo que distinguía la ciencia del
prejuicio popular.
[2] Ver el libro de John Lott, “More Guns, less Crime”. Ed. Studies in Law and Economics, US.
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