Cristo de la Luz

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martes, 21 de octubre de 2014

La función de Navidad

Publicado el 20 de diciembre de 2013


Esta mañana, 20 de diciembre, ha sido la función de Navidad de mis hijos. Estaban todos (y todas) vestidos (y vestidas) de pastores (y pastoras), han cantado sus villancicos (y villancicas), los papás (y las mamás) hemos grabado sus actuaciones, hemos tomado los monos (y las monas) con chocolate, y al despedirnos nos hemos deseado una feliz Navidad (o felices fiestas, como dicen los más modernos). Ha sido una función muy políticamente correcta, y temo que se me haya pegado el lenguaje “inclusivo” del director. Yo no sé si era el único que estaba atento cuando habló, porque había un jaleo tremendo en el pabellón, con cientos de padres (y madres) y no menos niños (y niñas), y la gente estaba más pendiente de coger un buen sitio y de su cámara de vídeo que del discurso del director. Algunos me tacharán de aguafiestas, dirán que sólo era un discurso de protocolo, que se supone que no se tiene que tomar muy en serio. No obstante, sus palabras se me quedaron grabadas, no precisamente porque me gustaron.

El director nos deseó para el 2014 salud y trabajo, porque según él “es lo más importante en esta vida”. No quiero despreciar ni la salud, ni el trabajo. Al revés; doy gracias a Dios porque de momento tengo ambas cosas, y entiendo el sufrimiento de los que carecen de estos bienes. Sin embargo, “lo más importante en esta vida” no puede ser ni la salud ni el trabajo. Sólo desde una visión materialista de la vida, cerrada a la trascendencia, se puede decir algo semejante. Un católico debe saber que el estado del alma es mucho más importante que la salud física o el trabajo mundano. Si mañana caigo enfermo o me echan a la calle, si realmente tengo fe, no por ello perderé la alegría, ni amaré un ápice menos a Dios. Si ante una causa de sufrimiento mi fe se tambalea, el problema no es el sufrimiento en sí, sino que tengo una fe inmadura. Recordemos lo que que dice San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales sobre la “santa indiferencia”:
Es necesario hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a nuestra libertad y no le está prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás.
Si el director nos hubiera deseado a todos santidad, porque eso es lo más importante en la vida, lo hubiera visto bien, porque la santidad, al margen de las vicisitudes y las circunstancias materiales, siempre nos acerca a nuestro fin último. Si recurrimos otra vez a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, leemos que el fin último de cada uno en esta vida es:
Alabar a Dios, hacer reverencia, servir a Dios y mediante esto, salvar su alma.
A todos mis lectores para estas Navidades les deseo ante todo santidad. Les deseo que se acerquen más a Dios y que lo amen cada vez más. Haciendo esto, pase lo que pase, con salud o sin salud, con trabajo o sin trabajo, el 2014 será realmente un buen año.

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