miércoles, 15 de octubre de 2014

… Y entonces llegará el final

Publicado el 26 de octubre de 2013



Estos días le estoy dando vueltas a un pasaje del Evangelio según San Mateo. Los que tenemos esa curiosa costumbre de leer y meditar las Escrituras sabemos que de vez en cuando un pasaje se nos queda atragantado, como cuando comiendo se nos atraganta una raspa. Resulta difícil disfrutar de la lectura (o a veces hasta de la vida cotidiana) mientras el pasaje molesto sigue allí. Algunos suelen compartir sus inquietudes sobre el pasaje con amigos más doctos en materia escriturística, y otros escriben artículos en páginas católicas. ¡Cualquier cosa con tal de quitarse la raspa!

El pasaje en cuestión es éste:
Os entregarán para torturaros y mataros; os odiarán por mi nombre todos los pueblos. Entonces muchos fallarán, se traicionarán y se odiarán mutuamente. Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. Y, al crecer la iniquidad, se enfriará el amor de muchos. Pero el que aguante hasta el final se salvará. La buena noticia del Reino se proclamará a todas las naciones, y entonces llegará el final.” (Mateo 24:9-14).

Al leer esto me viene a la cabeza la idea de que estamos inmersos en lo que Nuestro Señor profetizó hace casi 2000 años, la anunciada apostasía y persecución que precede a la Segunda Venida. Aquí en España actualmente no nos entregan para torturarnos y matarnos por el mero hecho de ser católicos, aunque en la memoria está una época no muy lejana en que sí. Hoy en día sufrimos una persecución más sutil, una persecución democrática e ilustrada. Ya no nos pasan por el cuchillo, ni nos mandan hacer el paseíllo; nos marginan de la vida pública, los medios de comunicación de masas no nos invitan a sus programas, nos ignoran o nos ridiculizan para hacer creer que Jesucristo es irrelevante para el hombre moderno. A la vista están los resultados de esta persecución “light”; Satanás nunca ha tenido un éxito similar en toda la historia de la Iglesia. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy ha conseguido que Europa cristiana reniegue de su fe y vomite a Cristo. Lo que no logró con Nerón, las hordas bárbaras, Mahoma y sus huestes, Napoleón, Stalin o Hitler, lo ha logrado con la Unión Europea, los derechos humanos y la democracia liberal.

Por supuesto que la apostasía de Europa no deja indiferente a Dios, y su respuesta no tardará en llegar. Esta situación de declive espiritual, moral y ahora económico no puede prolongarse indefinidamente. La historia nos enseña que los imperios decadentes no se extinguen pacíficamente, apagándose poco a poco, sino que son diezmados de golpe por invasores extranjeros. Por esto creo que la situación puede cambiar rápidamente. No hay más que mirar lo que ha pasado y lo que está pasando en los países árabes. Un día los cristianos están en relativa paz y al siguiente su país está inmerso en una guerra civil, y los que salen peor parados son siempre las minorías cristianas. Aquí los masones y los liberales aplauden esa “Primavera Árabe”, sin darse cuenta de que ellos también serán barridos por el Islam, que no distingue entre católicos fieles y apóstatas. Imagino una ola gigante e imparable que se acerca a nuestras costas; nos alcanzará dentro de menos de lo que nos esperamos. Toda Europa, la antigua Cristiandad, sucumbirá bajo el Islam por haber renegado de Dios. El Señor usará a los musulmanes contra Europa como usó a los asirios contra Israel. Convendría meditar estas palabras del profeta Isaías: “¡Ay, Asiria, bastón de mi ira, vara que mi furor maneja! Voy a guiarla contra gente impía, contra el pueblo objeto de mi cólera, para que lo saqueen y lo pillen a placer, y lo pateen como el lodo de las calles.” (Isaías 10:5,6).


Y la parte, os odiarán por mi nombre todos los pueblos, se está cumpliendo ahora, con la consolidación del Nuevo Orden Mundial, verdadera “Sinagoga de Satanás”. Los mundialistas disculpan cualquier brutalidad al Islam, diciendo que los terroristas islámicos son una pequeña minoría de fanáticos que han pervertido el mensaje de paz y amor de Mahoma. [1] Para ellos el estado de Israel es intocable y cualquier crítica al lobby judío se califica rápidamente de antisemitismo, uno de los pocos pecados imperdonables hoy en día. [2] El budismo, el hinduismo, la brujería, el animismo y demás religiones paganas les son simpáticos, en parte porque saben que son inofensivos, que no suponen una verdadera amenaza a sus planes. Sólo con el cristianismo se deja de lado la cacareada tolerancia. Los ataques a la Iglesia Católica se salen de cualquier línea de dialogo y respeto que tanto predican, y a veces se llega a extremos en que apenas se disimula un odio diabólico hacía Jesucristo [3].

Muchos fallarán, se traicionarán y se odiarán mutuamente”, según San Juan Crisóstomo, se refiere a los falsos hermanos, los que aparentemente son de los nuestros, pero en el momento de la verdad nos apuñalan por la espalda [4]. Hemos sido testigos de esto a raíz de la nueva orientación de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, el aggiornamento del Papa Juan XXIII. Nuestros obispos, los que tienen el mandato divino de preservar la fe y las tradiciones católicas, permitieron (y a menudo contribuyeron activamente) que las instituciones de la Iglesia se infectaran completamente de herejías, y luego intentaron silenciar las pocas voces que denunciaban el caos resultante. Prohibieron durante 40 años la Santa Misa de San Pío V, (un periodo de tiempo de gran simbolismo bíblico) y siguen poniendo todas las trabas imaginables, para que se celebre lo menos posible. Los dos obispos de la turbulenta época del posconcilio que fueron perfectamente fieles a su vocación, Mons. Lefebvre y Mons. Castro-Mayer, fueron excomulgados [5]. Los llamados “tradicionalistas” (como si un católico pudiera no ser tradicional) hemos sido marginados y ridiculizados durante mucho tiempo. Pero ya hemos pasado nuestra travesía por el desierto. La Revolución en la Iglesia que provocó el Concilio pilló por sorpresa a millones de católicos, que ante la confusión y el ímpetu de las fuerzas destructoras de la “reforma”, terminaron perdiendo la fe; una generación entera perdida para Cristo. Queda un remanente [6], los pocos católicos que han permanecido fieles a la Tradición, con sus hijos y nietos, y un puñado de conversos, las ovejas perdidas, que por algún milagro del Señor, han encontrado el camino de regreso a casa. Ese remanente no será fácilmente engañado en el futuro. Las crisis tienen su lado positivo; hemos “espabilado”, conocemos al enemigo y sus estratagemas, y, gracias a esta dura prueba que el Señor ha permitido, estamos curtidos en mil batallas, acostumbrados a sufrir por la Iglesia.

Monseñor Lefebvre, defensor de la Tradición Católica.

Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. ¡Cuántos católicos bautizados conocemos que se han dejado engañar por falsos profetas! Hay tantos “ismos” hoy en día que la lista sería inagotable; socialismo, marxismo, consumismo, hedonismo, ecologismo, agnosticismo, modernismo, existencialismo… Al Demonio le da igual el que escojamos, con tal de llevarnos al Infierno. En esta época de crisis (no la económica, sino la espiritual), ¿cuántos católicos se han mantenido fieles a la fe que recibieron de sus mayores, sin alterar una sola coma, sin añadir ni quitar una iota? La triste verdad es que hoy en día poquísimos creen lo que ha enseñado siempre la Iglesia, en exactamente el mismo sentido y siempre en la misma explicación, según rezaba el Juramento Antimodernista [7]. Muchos que se llaman católicos hablan de la fe en términos generales, pero cuando se entra en los detalles uno se percata de que no es la misma fe que profesaban los católicos de antaño. Y si su fe ha cambiado es porque se ha adulterado. La VERDADERA fe no puede cambiar, porque su objeto es Dios, y Él es inmutable. Ahora se habla mucho de la “nueva evangelización”, pero nadie nos ha explicado qué es lo que fallaba con la “antigua” evangelización, la de siempre, la evangelización tradicional que conquistó para Jesucristo Europa entera, la mitad del continente americano y grandes porciones de África y Asia.

No hace falta que me explaye demasiado sobre cómo crece la iniquidad en nuestros días, porque creo que los lectores de este blog serán plenamente conscientes de ello. Sin embargo, los dirigentes políticos no cesan de proclamar las bondades del régimen constitucional actual. Afirman que nunca hemos vivido una época de tanta prosperidad y bienestar como en estos últimos 34 años. Si tu dios es el dinero, esto puede ser un buen argumento, pero si valoras el bien, la justicia y la verdad, se queda algo corto. Y cabe preguntarse si, ahora que se están acabando la prosperidad y el bienestar, ¿sigue siendo tan fenomenal la Constitución Española? También nos aleccionan sobre los derechos individuales de los que ahora gozamos, gracias a la Constitución del ´78. Pienso que dependerá de tu punto de vista. Si tu vida ha sido un infierno porque de niño sufriste el síndrome de alienación parental, gracias al “derecho” al divorcio que otorga nuestro ordenamiento jurídico liberal, igual no te parecerán tan geniales esos supuestos derechos individuales. Por desgracia no podemos preguntar su opinión al millón y pico de niños legalmente asesinados antes de nacer en España desde 1985.


¿Entonces cómo es posible que se sustente este sistema tan inicuo? La respuesta está en los zombis. El sistema actual crea zombis, criaturas incapaces de razonar coherentemente, de vivir con rectitud y mucho menos de amar a Dios. Se les alimenta con bazofia a través de los medios de comunicación y con subvenciones públicas para asegurar que nunca despiertan de su estado semi-consciente. En las escuelas se les llena la cabeza de mentiras y medias verdades. Luego, durante su adolescencia y vida de joven adulto, un cóctel de drogas, alcohol, fornicación (¡con protección, por supuesto!), fútbol, música de inspiración satánica, y la idolatría de ciertos “famosos”, completa la metamorfosis en zombis, defensores a ultranza del régimen liberal constitucional. Los que se libran de convertirse en zombis son una minoría tan pequeña (podríamos decir un remanente) que son incapaces de hacer frente al poderoso Matrix. Con mucha sencillez describe esta situación San Remigio: “Se aumentará la malicia, porque aumentará el número de los malos, y se enfriará la caridad, porque disminuirá el número de los buenos.” [4]

Pero el que aguante hasta el final se salvará. La buena noticia del Reino se proclamará a todas las naciones, y entonces llegará el final. San Agustín dice [4] que algunos han querido interpretar este versículo como una profecía acerca de la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, él razona que si el versículo anterior afirma que os odiarán por mi nombre todos los pueblos, es necesario que primero se proclame la Buena Nueva a todas las naciones, puesto que no es posible odiar lo que no se conoce. Dice que en su tiempo (siglo V) aún había numerosos pueblos bárbaros de África que no conocían el Evangelio, y eso es teniendo en cuenta lo poco que se conocía del mundo en aquellos tiempos. Orígenes comenta [4]: “Muchas gentes, no sólo de los bárbaros, sino también de los nuestros, no han oído todavía la palabra cristiana.” Esto es precisamente una de las razones por la que los misioneros de antaño (no los “cooperadores” modernistas que van a “compartir experiencias con los pobres”) viajaban a los rincones más remotos del planeta para difundir la Buena Nueva de Jesucristo; para que Él volviera pronto en gloria, una vez que todos los pueblos habían oído la noticia. Esto es lo que comenta San Jerónimo [4]: “Será también una señal de la venida del Señor, la predicación del Evangelio en todo el mundo, de modo que ninguno tendrá excusa.”


Pienso que hoy en día, a pesar de la crisis misionera, ya no hay país en el mundo en que no esté presente la Iglesia Católica. En algunos países comunistas como Corea del Norte y países islámicos como Arabia Saudita, estará de manera clandestina, pero seguro que está. Además internet ha puesto al alcance de muchos millones de paganos la Verdadera Religión. Si no quieren saber la verdad es una cosa, pero está a la distancia de un clic del ratón. Esto me da grandes esperanzas, porque significa que esto se puede acabar dentro de no mucho tiempo. Así que paciencia, y a seguir por el “camino estrecho”, en el amor a Jesucristo. No sabemos cuando será, porque vendrá “como un ladrón en la noche”, pero yo intuyo que no tardará otros 2000 años.

Ya me siento mejor, me he quitado la raspa.

 NOTAS

[1] Sirva de ejemplo lo que dijo el Presidente Obama durante un acto celebrado este año 2012 en la Casa Blanca coincidiendo con el mes de ramadán. Dijo textualmente que el Islam era “una gran religión, comprometida con la paz y el progreso.”
[2] Un buen ejemplo de este victimismo judío es lo que pasó con la película de Mel Gibson, “La Pasión de Cristo”. La Liga Anti Difamación (ADL en inglés), un lobby muy poderoso que procura censurar a cualquiera que se sale de la línea políticamente correcta marcada por el documento sobre relaciones interreligiosas del Concilio Vaticano II, Nostra Aetate, acusó la película en cuestión de fomentar el antisemitismo. La razón dada fue que representaba a los líderes judíos como los culpables de la muerte del Señor. ¡Pero si esto es exactamente lo que dicen las Escrituras!
[3] Como ejemplo sirva la obra de teatro blasfema de Romeo Castellucci, “Sobre el concepto del rostro en el Hijo de Dios”, estrenada en París en octubre del año 2011. En esta obra se lanzan excrementos contra una imagen gigante de Cristo, todo en nombre del “arte”.
[4] Ver los comentarios de estos versos en la “Catena Aurea” de Santo Tomás de Aquino, una colección de los comentarios de los Padres de la Iglesia sobre los cuatro Evangelios. Existe una edición bellísima de Baronius Press, de la primera traducción al inglés por el beato Cardenal Newman en 1841. También la versión española está disponible gratis en internet gracias a la página mercaba.org.
[5] El concepto de remanente (a menudo se traduce como “resto”) viene del Antiguo Testamento, y es desarrollado también en el Nuevo. San Pablo escribe: Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. (Romanos 11:5). San Juan escribe: Enfurecido el dragón con la mujer, se marchó a pelear con el resto de sus descendientes, los que cumplen los preceptos de Dios y conservan el testimonio de Jesús. (Apocalipsis 12:17)
[6] Para un exhaustivo resumen del “problema” de la Fraternidad San Pio X y de cómo surgió el conflicto entre su fundador, Mons. Lefebvre, y Roma, recomiendo “Apología Pro Marcel Lefebvre” de Michael Davies, Angelus Press. Se puede leer gratis entero (en inglés) en la página de la SSPX Asia. Este libro es una auténtica joya, pero su única desventaja es que se acaba antes de la consagración episcopal del ´88. El autor tenía dudas sobre la legitimidad de este acto de desobediencia de los dos obispos, pero nunca vaciló en su admiración por Mons. Lefebvre, quien, en 2004, poco antes de su muerte, dijo que era “un santo”.
[7] El Papa San Pío X estableció el juramento antimodernista en 1910. Desde ese año, hasta 1967, cuando el Papa Pablo VI lo suprimió, debían prestarlo todos los hombres que tomaban el hábito, recibían órdenes sagradas y enseñaban filosofía o teología en los seminarios. Su cuarto artículo no podía ser más relevante para el caos doctrinal en la Iglesia actualmente. Dice así: “Recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, siempre con el mismo sentido y la misma interpretación. Por esto rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.”

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