Cristo de la Luz

Cristo de la Luz

lunes, 25 de mayo de 2015

¿Qué edad tiene la Tierra? (II)

En la primera parte de este trabajo expuse que una interpretación puramente alegórica del Génesis es contraria a la Tradición de la Iglesia, y que todos los católicos, hasta finales del siglo XIX, sobre todo los Padres de la Iglesia, han creído en una Creación de seis días literales. En esta segunda parte pretendo explicar cómo se llega a la idea de una Tierra antigua, en contraposición con la idea bíblica de una Tierra joven, y examinar algunos problemas que plantea la geología, tal y como se concibe mayoritariamente hoy en día. Dejaré para la tercera parte algunas reflexiones filosóficas y un examen de los métodos de datación radiométrica. En la cuarta y última parte haré un breve escrutinio de los indicadores científicos que apuntan a una Tierra joven.

La opinión prevalente en todos las ramas de la ciencia hoy en día es que la Tierra tiene unos 4,600 millones de años de edad. Para entender cómo se llega a esta cifra es necesario saber que la idea de una Tierra antigua se basa en un presupuesto filosófico llamado uniformitarismo. El uniformitarismo, a su vez, se basa en otro presupuesto filosófico: el materialismo, que es casi sinónimo de ateísmo. Una vez una amiga muy sabia me dijo que todos los errores en el fondo tienen una raíz filosófica. Tiene razón, y yo añadiría que todos los errores filosóficos tienen una  raíz de pecado. Es mi convicción que los 4,600 millones de años que se predican hoy, tienen más que ver con el pecado del hombre y su consecuente necedad, que con la ciencia.

James Hutton
El uniformitarismo, que ya he dicho es la basa filosófica de una Tierra antigua, es la teoría de que todo lo que existe se debe a los mismos fenómenos naturales que podemos observar hoy en día. El primero en aplicar esta teoría a la geología fue James Hutton (1726-1797), llamado el "fundador de la geología moderna". Su famosa frase, "el presente es la clave del pasado", resume perfectamente la filosofía uniformitarista. Esto es lo que escribió Hutton, antes siquiera de realizar sus expediciones geológicas entre 1785 y 1788:
La historia de nuestro globo debe ser explicada por lo que vemos que ocurre ahora. Ninguna fuerza se puede emplear que no sea natural en el mundo, ninguna acción se puede admitir excepto las que conocemos.
¿Por qué lo que ocurrió en el pasado "debe ser explicado por lo que vemos que ocurre ahora"? ¿Por alguna evidencia empírica? No, por una necesidad filosófica. Simplemente porque de no ser así, habría que volver a la explicación catastrofista que concuerda con lo que nos cuenta la Biblia: el mundo fue destruido y reformado en el Diluvio de Noé. Como todo buen deísta, Hutton no podía tolerar la idea de que Dios intervenga en la historia, por lo que su prejuicio religioso determinó su conclusión científica. Lo más asombroso es que esta filosofía uniformitarista, que es la base del evolucionismo, fue profetizada hace 2000 años en las Escrituras, concretamente en este pasaje:
Sepan, en primer lugar, que en los últimos días se presentarán burlones que no harán caso más que de sus propios apetitos, y preguntarán en son de burla: «¿En qué quedó la promesa de su venida? Desde que murieron nuestros padres en la fe todo sigue igual que al comienzo del mundo.» (2 Pedro 3:3,4)
Esta frase, "todo sigue igual que al comienzo del mundo", resume la doctrina uniformitarista, tan prevalente hoy, ahora que estamos en "los últimos días". Por si alguien cree que este pasaje nada tiene que ver con la geología y la edad de la Tierra, cito también los dos versículos siguientes:
Estos quieren ignorar que al principio hubo un cielo, y una tierra que surgió del agua y se mantuvo sobre ella por la palabra de Dios. Y por la misma palabra este mundo pereció anegado por las aguas del diluvio. (2 Pedro 3:5,6)
El auge del uniformitarismo y el evolucionismo, y la negación del Diluvio de Noé son signos proféticos de que estamos en los últimos días. Todo esto empezó a cumplirse a partir de la obra de Hutton, a finales del siglo XVIII.

La obra de Hutton influyó directamente a Charles Lyell, el autor de Principios de Geología, y el primero en hablar de la columna geológica, esa sucesión de capas de roca, que supuestamente demuestra que la Tierra tiene miles de millones de años, pero que en realidad no existe en ninguna parte del mundo, fuera de los libros de texto. Principios de Geología fue el libro que Charles Darwin se llevó en su celebérrimo viaje a las Islas Galápagos, y Darwin reconoció que tras leer a Lyell, su fe cristiana se desmoronó definitivamente. Es lógico que así fuera, porque el uniformitarismo tiene su raíz en la mal-llamada Ilustración, esa rebelión diabólica contra la Religión. Lyell fue un declarado enemigo de Dios, cuyos trabajos geológicos tenían como fin, en sus propias palabras, "liberar la ciencia de Moisés". Sabía muy bien que si podía demostrar que el relato de la Creación del Génesis era falso, y que el mundo era en realidad muchísimo más antiguo de lo que decía la Biblia, toda la religión cristiana caería como un castillo de naipes. Tiene lógica; si uno solo de los libros sagrados contiene errores, ¿para qué creer el resto? Algo parecido dijo Nuestro Señor a los fariseos:
Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras? (Juan 5:46,47)
Cabe preguntarse cómo Lyell averiguó la edad de las rocas en su columna geológica. Ahora mucha gente piensa que se puede determinar la edad de las rocas usando técnicas radiométricas, como el carbono 14, pero en 1840 no existía nada parecido. Quiero aclarar que estas técnicas son totalmente incapaces de decirnos la edad de la Tierra, aunque no debería adelantarme. Lo que importa saber por ahora es que las edades que dio Lyell a las capas de su columna geológica fueron completamente inventadas. Son pura fantasía, sin base científica alguna. Lo increíble es que toda la ciencia de la geología moderna se apoye en una ocurrencia fantasiosa de hace 170 años, que lejos de ser el resultado de un examen profundo de la evidencia, es el fruto de un prejuicio anti-cristiano.


Según Lyell, la edad de las distintas capas de roca se podía saber por el tipo de fósiles que se encontraban allí. Son los llamados fósiles índice. El problema es que tampoco tenía ningún método fiable para saber la edad de los fósiles, así que el razonamiento era totalmente circular. Se averiguaba la edad de un fósil según la roca donde se encuentraba, y se averiguaba la edad de una roca por los fósiles que contenía. Este método sigue siendo esencialmente el que se usa hoy en día; los geólogos preguntan a los paleontólogos por la edad de los fósiles para saber la edad de las rocas, y vice-versa.

Generalmente, explica Lyell, cuanto más profundo se encuentre un fósil, más antiguo será. Según los evolucionistas, es por esta razón que los organismos más pequeños de periodos más remotos están en las capas más profundas. Se olvidan de otras explicaciones perfectamente posibles: los animales pequeños en el Diluvio acabaron en el fondo de las capas sedimentarias, o bien porque vivían en el fondo del mar, o bien porque eran los primeros en ser sepulados, al tener menos fuerza y mobilidad que los animales grandes. Para disgusto de los evolucionistas, en ningún sitio del mundo se ha encontrado la columna geológica, tal y como la dibujó Lyell. Al cavar, los geólogos siempre encuentran lo que llaman discordancias (bonito eufemismo), que es cuando falta una o varias capas geológicas. Es habitual que en una pared de roca falten 200 millones de años entre una capa y otra, a juzgar por los fósiles índice. ¿A dónde se han ido? Es la magia de la superstición evolucionista, capaz de hacer desaparecer 200 millones de años de historia geológica.

No sólo faltan capas en la columna geológica, sino a menudo se encuentran invertidos; es decir, la capa supuestamente más reciente, por el tipo de fósiles que se encuentran allí, está debajo de la capa más antigua. Los geólogos han encontrado explicaciones verdaderamente rocambolescas para explicar semejante incongruencia en la columna geológica. La famosa montaña en Suiza, el Matterhorn, es un ejemplo llamativo de capas de roca invertidas, porque la montaña entera es más vieja que la roca por debajo de ella. Según las últimas teorías, la montaña fue elevada en otro sitio y se deplazó unos 100 kilómetros hasta su ubicación actual.

El Matterhorn, una montaña mágica viajera
Hay muchos ejemplos de montañas desplazadas, según la geología actual. Otro es en Glacier Park, Montana, donde encontraron en la parte superior de la montaña un fósil precámbrico, mientras que la parte inferior data, según los fósiles índice, del Cretácico. Es decir, la parte superior de la montaña es 500 millones de años más antigua que la inferior. La conclusión es que un trozo de la corteza terrestre llamado el Lewis Overthrust, de unas dimensiones colosales,- 500 kilómetros de largo por 45 de ancho y 3 kilómetros de espesor,- se desplazó unos 50 kilómetros hasta donde está hoy, todo sin dejar rastro alguno de fricción o roturas. La realidad es que no existe fuerza natural en el mundo capaz de mover un objeto de semejante tamaño. Además, la ingeniería mecánica nos dice que cuando una roca supera una dimensión modesta, la fricción en un desplazamiento supera la fuerza cohesiva de la roca, y en lugar de moverse, se rompe y se hace pedazos. Me vienen a la mente las palabras de Nuestro Señor:
Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: "desplázate de aquí allá", y se desplazaría. (Mateo 17:20)
¡Los evolucionistas tienen una fe que literalmente mueve montañas! Es asombroso que crean con tanta convicción en una idea que va en contra de todos los datos empíricos y la misma lógica.

Un problema, a mi juicio insuperable, para la columna geológica son los miles de fósiles polistrato que se han descubierto por todo el mundo. Un fósil polistrato es un fósil, normalmente de un árbol, que atraviesa varias capas de roca sedimentaria. Para los geólogos que creen que cada capa de roca representa varios millones de años esto es embarazoso, porque para que se fosilice un árbol, se tiene que sepultar rápidamente; de lo contrario se pudre y no quedará nada. Es imposible imaginar cómo un árbol se podría quedar de pie sin pudrirse durante millones de años, hasta convertirse en un fósil, mientras a su alrededor se forman lentamente las rocas.¿No sería más sensato pensar que estos fósiles polistratos se formaron durante un evento catastrófico, como el Diluvio de Noé, cuando enormes cantidades de sedimentos fueron depositados en muy poco tiempo?


Un lugar donde se ven las capas sedimentarias con una claridad inusual es el Gran Cañón de Arizona, EEUU. Nadie discute sobre los datos, sobre lo que ven nuestros ojos. El problema está en la interpretación que damos a los datos. Para empezar, como he explicado ya, si seguimos la columna geológica, las capas están invertidas, y faltan unos 600 millones de años geológicos. Además, la gran mayoría de geólogos modernos, creyendo que cada capa representa una periodo de millones de años, concluyen que el río Colorado, que fluye por en medio del cañón, a lo largo de millones de años ha causado esta depresión tan espectacular. Pero también se podría decir que fue un evento catastrófico que en muy poco tiempo causó el cañón, y que el río actual simplemente aprovecha el cauce que fue creado en ese evento. Resumiendo, las dos interpretaciones son: poca agua y mucho tiempo, o mucho agua y poco tiempo. ¿Quién tiene razón? Es imposible demostrar científicamente lo que ocurrió, porque nosotros no estuvimos allí para verlo, y estrictamente hablando la ciencia se limita a lo que se puede observar, medir y repetir. Lo único que la ciencia puede hacer es postular posibilidades para explicar lo que hoy existe.

¿Es posible que el Gran Cañón se formase en poco tiempo con mucha agua? Claro que es posible, pero a pesar de ser una posibilidad, lo evolucionistas, por su presupuesto filosófico, el uniformitarismo, excluyen a priori la segunda interpretación, como si fuera un disparate. Ven el río y las paredes de roca y concluyen que lo que ocurre ahora es lo que siempre ha ocurrido.

El Grand Cañón, Arizona, EEUU
En 1961 John Whitcomb y Henry Morris publicaron un libro de capital importancia, The Genesis Flood, que marcó el inicio del contraataque cristiano en el ámbito de la ciencia, dando origen a lo que ahora se llama el movimiento creacionista. Los autores, uno ingeniero y el otro geólogo, defendieron la historicidad del Diluvio Universal desde la geología, y pusieron en duda los métodos, y sobre todo las conclusiones, de la geología moderna. Ellos aseveraron que era posible que las capas sedimentarias de roca, presentes en el mundo entero, se formaran rápidamente, debido a los movimientos de una ingente cantidad de agua durante y después del Diluvio. Pero no fue hasta 1980 que tuvimos la confirmación irrefutable de que esto era así. 

Ese año entró en erupción el volcán Mount St. Helen´s del estado de Washington en EEUU. Toda la cara norte de la montaña se deshizo, causando el mayor deslizamiento de tierra jamás conocido. En seis minutos 250 kilómetros cuadrados de bosque fueron sepultados y en el lago al pie del volcán se formó una ola gigante que arrasó árboles a unos 700 metros por encima del anterior nivel del agua. La explosión fue el equivalente de 20.000 bombas como la que cayó sobre Hiroshima. Un evento catastrófico en toda regla. Un corrimiento de lodo errosionó en una tarde un sistema de cañones de hasta 40 metros de profundidad, muy parecido, en una escala mucho mas pequeña, al Gran Cañón de Arizona.

Erupción de Mount St. Helen´s en 1980
Si a un geólogo uniformitarista le enseñara la foto de abajo, sin decirle que se trata del cañón de Mount St. Helen´s que se formó en una tarde de 1980, sin duda diría que el cañón había sido formado por una erosión lenta a lo largo de millones de años. Mi pregunta es la siguiente: si ahora sabemos, porque ha ocurrido delante de miles de testigos, mientras las cámaras lo filmaban, que las formaciones geológicas pueden surgir en muy poco tiempo como el resultado de eventos catastróficos, ¿por qué esto no se enseña en los libros de geología? ¿Por qué la visión uniformitarista es la única que se permite?

El cañón de Mount St. Helen´s, formado por un corrimiento de lodo en una tarde
Ahora sabemos por experimentos de laboratorio que no hacen falta millones de años para formar roca sedimentaria, ni para la formación de carbón. En el laboratorio el carbón se ha fabricado a partir de madera recién cortada en menos de media hora. Hace ya 20 años en el Reino Unido inventaron una máquina que convierte los desechos orgánicos domésticos en petróleo. Dijo el inventor, Noel McAuliffe
Nosotros hacemos en 10 minutos lo que la naturaleza tardó 150 millones de años en hacer.
Si todas las rocas sedimentarias del planeta fueron depositadas en poco tiempo por fuerzas catastróficas, y la ciencia experimental indica que es una posibilidad, no hay necesidad de pensar que tienen miles de millones de años. Y si las rocas sedimentarias, las únicas que contienen fósiles, son jóvenes, los fósiles también lo son. La dificultad no está en la ciencia, sino en los prejuicios de la comunidad científica, que ha adoctrinado a varias generaciones en una filosofía uniformitarista. Los evolucionistas jamás renunciarán a esta filosofía, porque saben que una Tierra joven invalida por completo la teoría de la evolución.

No hay comentarios:

Publicar un comentario