Empecemos con los políticos. Hay muchos que aún conciben la política en términos de derecha-izquierda, de conservadores contra progresistas. No sé si alguna vez fue así, pero en mi opinión ahora es más certero pensar en el Poder contra el Pueblo. Siempre que un asunto ofrece la oportunidad de ampliar los márgenes de actuación del gobierno, el Poder lo aprovechará, sea en el tema de la salud pública, la educación, la seguridad ciudadana, o cualquier otro ámbito de nuestra vida diaria. La única regla del Poder es MÁS PODER. La influencia del Poder crecerá en la medida que el Pueblo consienta esta intromisión del gobierno en su vida. Tristemente, al menos en Europa, hoy en día los gobiernos nos dicen desde lo que tenemos que comer hasta cómo tenemos que educar a nuestros hijos.
El asunto del cambio climático es un auténtico filón para el Poder, ya que le permite legislar sobre todo tipo de cuestiones que antes se escapaban de su control (cuántas más leyes mejor), y recaudar nuevos impuestos a los ciudadanos y la industria por "contaminar" con sus emisiones de CO2. En una escala global, el miedo a catástrofes climáticas imaginarias le permitirá además poner la primera piedra del futuro Gobierno Mundial, un viejo sueño de la Masonería y demás enemigos de la Iglesia Católica. El Protocolo de Kyoto, tal y como explica Christopher Monkton en esta conferencia, es simplemente la forma de establecer un Gobierno Mundial, que recaudará impuestos de todas las economías del mundo (se ha hablado de un 2% del PIB de cada nación) por sus emisiones de CO2, y vigilará para que todos cumplan sus obligaciones para con el planeta. Lo de menos es el CO2 y el medio ambiente; eso es sólo un pretexto para crear una administración supranacional, con poder de recaudar impuestos y sancionar a los países que no pagan. Para un vídeo más resumido, ver este enlace.
Una vez que el carro del calentamiento global adquirió inercia política eran muy pocos los políticos que se atrevían a llevar la contraria al "consenso". Todos querían ser verdes porque estaba de moda, y no merecía la pena arriesgar una elecciones por una cuestión técnica de temperaturas y gases en la atmósfera. Los pocos que se salían de la línea marcada eran ridiculizados y marginados. Un ejemplo de ello es lo que ocurrió en el año 2007 cuando Mariano Rajoy, entonces aún líder de la oposición en España, dijo algo sobre la imposibilidad de predecir el tiempo, y que el calentamiento global no podía convertirse en "el gran problema mundial". La prensa se le echó encima como una jauría de perros salvajes. Lo que escribió el diario El País al día siguiente es un ejemplo del sensacionalismo periodístico que se ha convertido en norma cuando se trata el tema del cambio climático:
Mariano Rajoy se enfrentó ayer a la ciencia. [Como si "la ciencia" fuera una religión, con sus dogmas inamovibles] En contra del consenso científico mundial [un truco típico del Poder; inventar un "consenso" para tachar de hereje a cualquiera que pone en duda sus dogmas], que considera el cambio climático producido por el hombre como una de las mayores amenazas contra la humanidad, Rajoy negó que se trate de un problema mundial.El linchamiento mediático obtuvo los resultados deseados. El Sr. Rajoy, que no se caracteriza precisamente por su valentía, no volvió a cuestionar el dogma del calentamiento global antropogénico, y al llegar al poder despilfarró millones de euros del contribuyente para luchar contra un problema que no existe.
La motivación de los ecologistas no es difícil de entender. Lo explica bien una película muy recomendable, The Great Global Warming Swindle, producida por la cadena británica Channel 4, quizás para atacar a su cadena rival, la BBC, el paradigma moderno de la corrección política. Especialmente llamativo es el testimonio de Patrick Moore, co-fundador de la ONG, Greenpeace, otro "negacionista" de la teoría del calentamiento global antropogéntico. Traduzco textualmente sus palabras que aparecen en el minuto 43:00:
El cambio climático se convirtió en un punto central para el movimiento ecologista debido principalmente a dos razones muy diferentes. La primera razón es que desde mediados de los años ´80 la mayoría de la gente ya estaba de acuerdo con todas las cosas razonables que nosotros, en el movimiento ecologista, les estábamos diciendo. Cuando una mayoría está de acuerdo contigo es difícil entrar en polémica. Así que la única manera de seguir siendo anti-sistema fue adoptar posiciones cada vez más extremas.
Cuando yo me salí de Greenpeace estaban a punto de lanzar una campaña para la prohibición mundial del cloro. Les dije: "Oye chicos, el cloro es uno de los elementos en la tabla periódica. No sé si entra en nuestra jurisdicción prohibir un elemento entero."
La otra razón por la que surgió el extremismo ecologista fue que el comunismo mundial fracasó, cayó el Muro de Berlín, y muchos pacifistas y activistas políticos se trasladaron al movimiento ecologista, llevando consigo su neo-marxismo. Aprendieron a utilizar el lenguaje verde de manera muy inteligente, para ocultar sus motivaciones secretas, que en realidad tenían más que ver con el anti-capitalismo y la anti-globalización, que con el medio ambiente o la ciencia.Esto es más o menos lo que yo escribí en la primera parte del artículo, ¡pero oírlo de boca de uno de los fundadores de Greenpeace es asombroso!
En los medios de comunicación el histerismo acerca del cambio climático no es nada nuevo. Sirva de ejemplo esta simpática imagen de dos portadas de la revista estadounidense, Time; una del año 1977 y otra del 2006. La primera nos advierte de que viene otra Edad de Hielo, y la segunda de que deberíamos estar MUY preocupados por el calentamiento global. ¿En qué quedamos? Quizás lo mejor sería tranquilizarse un poquito.
En cuanto a los científicos, la motivación es clara. Hoy en día prácticamente el 100% de los fondos para la investigación científica, que se ha convertido en una ocupación muy costosa, proviene del erario público. Todos los investigadores compiten entre sí para lograr la financiación que necesitan, y por tanto ninguno quiere ir en contra de lo políticamente correcto. No debe sorprendernos que a la hora de decidir a dónde o a quién se destinan los fondos para la investigación, los políticos tendrán muy en cuenta lo que está bien visto políticamente en ese momento. Además, si un meteorólogo presenta su trabajo como algo realmente urgente (¿y qué puede ser más urgente que "salvar el planeta"?) es mucho más probable que reciba fondos que si dice que el clima no es un problema. Cuando la política se mete en el terreno de la ciencia es inevitable que la ciencia se corrompa, porque la tentación de decirles a los políticos lo que quieren oír a cambio de financiación es demasiado fuerte para la mayoría de científicos.
Un efecto pernicioso de las campañas contra el cambio climático es que mantienen a los países pobres en el subdesarrollo. Es una gran hipocresía querer que los países africanos utilicen fuentes energéticas "verdes", como los paneles solares o las turbinas de viento (también conocidas como energías subvencionables), a la vez que los países ricos las usan de manera testimonial, principalmente para acallar su conciencia ecologista. Las energías renovables constituían en el año 2012 un 11% de la energía consumida en EEUU, un porcentaje similar a otros países desarrollados. No llega a más principalmente porque las renovables son entre tres y cuatro veces más caras que otras fuentes de energía. En España, por querer a toda costa llenar el país de placas solares y turbinas de viento, que aparte de estropear el paisaje matan a miles de pájaros cada año, se ha triplicado la factura de la luz de los hogares en poco más de diez años. ¡Hoy en día ser ecológico es sólo para ricos! Desde luego, con paneles solares los africanos no van a salir de la pobreza, y dado que no tienen dinero para pagar por contaminar con emisiones de CO2, como pretende el Protocolo de Kyoto, gracias al ecologismo serán condenados a la pobreza para siempre.
Debido en parte a la histeria acerca del cambio climático, en EEUU y Europa se ha sustituido millones de hectáreas de cultivos de cereales por cultivos de colza o girasoles, para la elaboración de bio-combustibles, porque producen menos emisiones de CO2. El efecto previsible de esto ha sido un aumento espectacular en el precio de la harina. Para los que vivimos en el mundo rico es un fastidio que una barra de pan nos cueste el doble que hace unos años, pero para alguien en África que vive en la pobreza absoluta, es la diferencia entre la vida y la muerte. Las revueltas por el precio de la harina, las hambrunas y las millones de muertes causadas por la política de potenciar combustibles "verdes", han pasado prácticamente desapercibidas por los países ricos, porque simplemente no eran noticia. Sin embargo, cada pájaro que se encuentra muerto por un vertido de petróleo llena los telediarios y es motivo de manifestaciones y dimisiones políticas.
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En realidad es mucho más ecológico el uso de combustibles fósiles que su alternativa, que en los países pobres no son los paneles solares, sino la madera. El uso de la madera como primera fuente de energía causa la deforestación y la destrucción de hábitats naturales, mientras que el petróleo tiene el efecto contrario: beneficia a los árboles. Esto se ha visto una y otra vez en el mundo; cuando una economía pasa de quemar árboles a quemar combustibles fósiles, los ecosistemas florecen. Por ejemplo, en España a principios del siglo XX los carboneros habían dejado muchos montes completamente pelados. En Sierra Espuña, Murcia, se repobló una zona inmensa que hoy en día es uno de los pulmones verdes de la región. Esta repoblación fue un éxito en gran parte porque el carbón y el petróleo sustituyeron gradualmente a la madera como principal fuente de energía.
Este efecto se aprecia bien en la imagen abajo, que muestra la frontera entre Haití a la izquierda, donde la fuente más importante de energía es la madera, y la República Dominicana a la derecha, un país desarrollado, consumidor de petróleo. Que cada uno elija lo que prefiere y que los ecologistas nos digan qué modelo es más beneficioso para la naturaleza.
A pesar de todo, con el tiempo la verdad suele imponerse. Creo sinceramente que la histeria acerca del calentamiento global toca a su fin, por la sencilla razón de que en los últimos 18 años no se ha registrado el más mínimo aumento en las temperaturas. No se puede mantener una mentira tan gorda durante tanto tiempo. Al final caerá por su propio peso, y la teoría del calentamiento global antropogénico será otra idea estúpida consignada al cubo de la basura de la Historia. Por esta razón espero que el Papa Francisco no delapide aún más el prestigio del papado, al promover la teoría del calentamiento global antropogénico, que no es más que un mito.
No hay ninguna falta de problemas reales que merecen la atención del Santo Padre. Por poner algunos ejemplos, podría denunciar el genocidio de los no nacidos, los ataques contra la familia del loby homosexual, las masacres de cristianos en Iraq y Siria, la pérdida de la fe católica en Occidente, y las guerras injustas que libra el Imperio por el control del tráfico mundial del petróleo. Si no quiere meterse en estos temas, podría centrarse en poner un poco de orden en su propia casa; podría excomulgar a todos los obispos, sacerdotes y religiosos herejes, que día tras día niegan dogmas de fe; podría reformar la liturgia, para poner fin a los sacrilegios contra la Eucaristía; podría echar de las universidades a teólogos modernistas que corrompen la fe de la gente sencilla.
Y si esto es demasiado complicado, podría limitarse a consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María, tal y como pidió la Virgen de Fátima. Tendría que invitar a todos los obispos del mundo a Roma y celebrar con ellos una ceremonia muy sencilla. Le llevaría un cuarto de hora, nada más, y según lo que prometió la Virgen, tendríamos paz en el mundo. Vamos, es sólo una sugerencia. Incluso haría menos daño si no hiciera ABSOLUTAMENTE NADA. Pero lo último que debería hacer es llamar a todos los católicos a luchar contra un problema que no existe.
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