Cristo de la Luz

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viernes, 17 de octubre de 2014

Los Incorruptibles

Publicado el 7 de marzo de 2013



“The Incorruptibles”. Así se titula un libro magistral escrito por Joan Carroll Cruz en 1977, que va camino de convertirse en un clásico.  Trata de los beatos y santos cuyos cuerpos han desafiado las leyes de la naturaleza, manteniéndose incorruptos después de su muerte. La incorruptibilidad siempre se ha considerado una prueba de santidad, una señal divina para glorificar a los que han servido a Nuestro Señor con una especial fidelidad durante su vida terrenal. Desgraciadamente este libro no está traducido al español, por lo que no tiene la fama que merece entre los hispanohablantes, algo que este modesto artículo quizá remediará en parte. [La foto arriba es la misma que hace de portada del libro. Es el cuerpo incorrupto de Santa Bernadette de Lourdes, fallecida en 1879.]

Aparte de tocar un tema de por sí fascinante y de gran edificación para todos los católicos, este artículo pretende servir de tributo a la autora, Joan Carroll Cruz, que falleció en octubre del año pasado (2012) a la edad de 81 años. Fue esposa, madre de cinco hijos, y durante 50 años miembro de la Orden Seglar de las Carmelitas Descalzas. El mérito de este maravilloso libro es aún mayor si pensamos que la autora era ama de casa, y para poder hacer su arduo trabajo de investigación y redacción se impuso una rutina de levantarse a las 2:00 de la mañana en noches alternas, rompiendo el sueño para trabajar por Dios, como los carmelitas siempre han hecho.


El formato del libro no podría ser más sencillo; no por ello deja de funcionar a la perfección. Cada santo o beato es presentado en orden cronológico con una pequeña biografía y una explicación de las circunstancias que rodearon su incorruptibilidad. Algunos de los cuerpos ya no existen por desgracia, porque fueron destruidos por herejes o paganos. Es el caso de varios santos ingleses del primer milenio, como Santa Etheldreda, muerta en 679, cuyo cuerpo incorrupto fue destruido 800 años más tarde por orden del rey apóstata, Enrique VIII. Otros cuerpos incorruptos, después de mantenerse incorruptos durante años, de pronto siguen el curso de la naturaleza y se corrompen. Es el caso de San Charbel Makhlouf, un monje maronita, muerto en 1898. Este es seguramente el caso más asombroso de incorruptibilidad en los tiempos modernos. Desenterraron el cuerpo del monje a los cuatro meses de su muerte, porque del cementerio, donde enterraban a todos los monjes de la comunidad, emanaba una extraña luz todas las noches. De los poros de su cuerpo incorrupto salía un líquido milagroso que curó a muchas personas con tan solo tocarlo. Es llamativo que el estado de incorruptibilidad duró hasta el año 1965, el año de su beatificación. Seguramente el Señor quiso dar a conocer la santidad de su hijo antes de dejar que su cuerpo se corrompiera.

San Charbel Makhlouf
Una de las razones por las que me gusta tanto este libro es que gracias a él he descubierto santos relativamente desconocidos, como por ejemplo la Beata Margarita de Metola (1287-1320). Esta mujer me parece un ejemplo fantástico de alegría cristiana en medio de enorme adversidad. Cruz nos cuenta que esta beata nació enana, ciega, jorobada y coja. ¡Ahí es nada! A sus graves taras físicas se añade el triste hecho de que nunca fue querida por sus padres, quienes la escondieron del mundo, viendo en ella un monstruo indigno de cariño. A la edad de 16 años, fue abandonada y tuvo que malvivir mendigando y luego cuidando a niños pequeños. Se hizo terciaria dominica y dedicó el resto de su corta vida a atender a enfermos, moribundos y presos. Desde que ingresó en la Tercer Orden a los 14 años experimentó éxtasis, tuvo el don de la profecía, y en la elevación de la Misa veía a Jesucristo. Se sometió a durísimas penitencias, pasando a menudo la noche entera en oración. Fue amada por todos que la conocieron (menos por sus propios padres), y dicen que su alegría y confianza en Dios eran ilimitadas. Murió en olor de santidad a los 33 años.

Beata Margarita de Metola

El Martirologio Romano dice de ella:  
En Cittá di Castello, en Umbría, Italia, beata Margarita, virgen de las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, la cual, ciega de nacimiento, deforme y abandonada por sus progenitores, siempre confió en su corazón, sin embargo, en el nombre de Jesús.  
La autora aplica una frase del salmo 27 a esta extraordinaria mujer: Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá. Sin duda esta beata, aparte de ser una poderosa intercesora ante el Padre, debe servirnos de ejemplo de confianza en Dios. Personalmente su testimonio me llena de vergüenza por mi ingratitud y mis debilidades; habiendo recibido tanto he devuelto tan poco al Señor. Pero también me inspira a mejorarme, y a abandonarme a la Misericordia Divina, como hizo ella.

En este libro, además de los dos que he mencionado, hay santos, cuyas vidas y muertes me han conmovido profundamente. Ofrezco algunos de mis preferidos:
  • Santa Cecilia, muerta en 177. Es una de mis santas preferidas, ya que es patrona de la música. Fue condenada a muerte por enterrar a su marido y a su cuñado, mártires. Por ser de una familia romana noble decidieron ejecutarla en privado, para no causar una revuelta. Un verdugo fue a su casa para decapitarla, pero al no tener valor para matar a tan joven y bella mujer, falló en los tres golpes estipulados por la ley, dejándola aún viva, con la cabeza medio cortada y desangrándose. Cuando la descubrieron tres día más tarde estaba todavía consciente en el suelo orando, con tres dedos extendidos en la mano derecha y uno en la mano izquierda, expresando así su fe en la Santísima Trinidad. Dicen que al expirar cantaba himnos de alabanza a Dios. De ahí su patronazgo de la música. El escultor Stefano Maderno esculpió una representación de la muerte de Santa Cecilia, que adorna el altar mayor de la iglesia homónima en Roma, donde aún reposa el cuerpo incorrupto de la santa, más de 18 siglos después de su muerte. (Nótese el tajo en el cuello.)
Santa Cecilia

  • Santa Clara de Montefalco (1268-1308). Esta monja agustiniana mostró una precocidad extraoridinaria en materia espiritual, gracias a un conocimiento infuso de los misterios de la fe católica. A los siete años le dieron permiso para llevar una vida de aislamiento del mundo, en la cual permaneció haciendo penitencia y oración durante seis años, hasta que pudo entrar al convento agustiniano de su hermana. Tras su muerte las monjas se acordaron de unas palabras suyas: “Si buscáis la Cruz de Cristo, tomad mi corazón; ahí la encontraréis.” Se tomaron literalmente estas palabras y al extraer el corazón del cuerpo se percataron de unos dibujos simbolizando la Pasión de Nuestro Señor en el tejido cardiaco. El corazón está en una urna de cristal en la Iglesia de la Santa Cruz en Montefalco, junto con el resto de su cuerpo incorrupto. Aún 600 años después de su muerte se ve claramente un crucifijo el tamaño de un pulgar, un flagelo, una columna y una corona de espinas dibujados en el corazón de la santa. Se piensa que estos símbolos fueron imprimidos en su corazón durante una visión en la que oyó de los labios del Señor: “He buscado un lugar en el mundo donde poder plantar mi Cruz, y no he encontrado ninguno mejor que tu corazón.”
  • Santa Catalina de Siena ( 1347-1380). Esta terciaria de la Orden de Santo Domingo es sin duda una de las grandes místicas de todos los tiempos. A la edad de cinco años hizo su voto de virginidad perpetua y a la edad de seis tuvo su primera visión de Nuestro Señor. Desde entonces su conducta y su mentalidad eran propias de un adulto. Viviendo en casa de sus padres, vestida con el hábito de las Hermanas de la Penitencia, se mortificó con severos ayunos, llegando a no ingerir otro alimento que el Cuerpo de Cristo. Durante la plaga de 1372-73 cuidó a los enfermos y moribundos, y enterró a varias víctimas con sus propias manos. Santa Catalina llevó durante su vida terrenal las cinco heridas de Cristo, llamadas stigmata, pero a petición de la santa eran invisibles a todos menos a ella. Tras su muerte los stigmata se hicieron visibles, y hoy se pueden contemplar en su cuerpo incorrupto. Incidentalmente, este hecho refuta cualquier acusación de que los stigmata son el producto de la auto-sugestión, ya que difícilmente se puede uno auto-sugestionar después de su muerte. Recibió la especialísima gracia de la unión esponsal mística con Cristo, tras la cual el Señor le entregó un anillo de oro, que, al mismo modo que sus cinco llagas, era invisible para los demás. El cuerpo de Santa Catalina fue desmembrado para satisfacer el deseo de los dominicos de toda Europa de custodiar sus reliquias. La cabeza se encuentra en Siena, en el Hospital de San Lázaro, donde la santa cuidó a tantos enfermos; un brazo también está en Siena; una mano está en Roma; tres dedos y el pie izquierdo en Venecia; una costilla y el dedo donde llevaba el anillo místico, simbolizando su unión esponsal con Jesucristo, se encuentran en Florencia; y varias partes de su cuerpo están en un convento de dominicos en Londres.
  • San Felipe Neri (1515-1595). Fundó la Congregación del Oratorio, para sacerdotes seculares que viven en comunidad y se dedican a la oración y la predicación. Llevó una vida de extrema pobreza y mortificación, comiendo nada más que olivas y pan. Fue conocido como el “Apóstol de Roma”, por su labor de re-evangelización de dicha ciudad y de santificación de su clero, durante una época en que reinaban todo tipo de vicios en la corte Vaticana y en que los valores paganos del Renacimiento contribían a la disolución de los hombres de Religión. El día antes de Pentecostés del año 1544 experimentó la transverberación, a un modo similar a Santa Teresa de Jesús, excepto que a San Felipe le provocó un efecto físico; su corazón se hinchó hasta el punto que se veía un bulto el tamaño de un puño en su pecho. Desde ese día vivió con un corazón literalmente el doble de su tamaño natural. Muchos aseguraron que se oían los latidos cuando el santo estaba cerca, sobre todo mientras decía Misa y cuando confesaba, y que desprendía un calor sobrenatural. En su autopsia los médicos certificaron y juraron ante notario que el santo tenía dos costillas rotas para que le cupiese el corazón ensanchado, que semejante condición era incompatible con una vida normal, y que no había explicación científica a ese fenómeno.
San Felipe Neri, con el corazón en llamas
  • San Andrés Bobola (1590-1657). Mártir jesuita nativo de Polonia. Fue objeto de un odio diabólico por parte de los rusos durante los conflictos entre ambas naciones, ya que gracias a su predicación a favor de la Religión Católica, se conviertieron pueblos enteros de cismáticos. Cuando fue capturado por los cosacos le infligieron toda clase de torturas; fue quemado vivo, luego estrangulado y flagelado; le arrancaron un ojo, le despellejaron, le cortaron los dedos; y finalmente fue asesinado a sablazos. Un testimonio asegura que durante su suplicio el santo oraba por conversión de los hombres que le atormentaban, y no cesó de predicarles hasta que le cortaron la lengua. En 1922 el cuerpo mutilado del santo fue objeto de otro ultraje, cuando soldados del Ejército Rojo entraron al templo donde estaba su cuerpo incorrupto, lo sacaron del ataúd, lo desnudaron y lo arrojaron al suelo. Por su celo apostólico y la heroicidad de su martirio, San Andrés Bobola se ha convertido en un símbolo de la lucha contra las herejías y el cisma de los que se atreven a llamarse “ortodoxos”. Huelga decir que en nuestro tiempo de ecumenismo no goza de la misma estima que antes, al menos por parte de las autoridades eclesiales, empeñadas en “olvidar nuestras diferencias”.
El fenómeno de los cuerpos incorruptos, algo exclusivo a la Iglesia Católica, por mucho que las sectas y los ateos materialistas lo nieguen, es una prueba incontestable de la veracidad de la Religión Católica. Estos cuerpos incorruptos, que han sido examinados exhaustivamente por médicos y autoridades dignas de confianza, testifican desde la tumba a favor de la extraordinaria santidad de las personas cuyas almas antaño habitaron en ellos. También son un testimonio de que Dios existe y que el camino para alcanzar el Cielo es el que marca la Iglesia Católica. Fuera de Ella no hay salvación. Pido, por intercesión de los gloriosos santos incorruptos que figuran en este libro, que todas las personas que lean este artículo hagan un propósito de mejorarse y amar más a Dios.

3 comentarios:

  1. Muchas gracias por su artículo que nos hace tanto bien

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  2. No dudo que los modernistas tienen una explicación natural, científica para estos in corruptos. Desde luego la tienen para el milagro de la multiplicación de los panes o el milagro del sol en Fatima o la tilma de Juan Diego....

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    1. En mi experiencia los ateos no responden a los hechos milagrosos. Simplemente no los afrontan; los ignoran a toda costa. Hay ciertas cosas que no tienen explicación natural.

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