Cristo de la Luz

Cristo de la Luz

martes, 23 de junio de 2015

Para algunos no hay misericordia

La peregrinación a Roma organizada en febrero de este año 2015 por las hermanas Dominicas de Fanjeux, una orden de religiosas vinculada a la Hermandad Sacerdotal San Pío X, se topó con una mezquindad fuera de lo común en el aparato diplomático del Vaticano. Resumo los hechos pertinentes a partir de un escrito del P. Simoulin, capellán de las Dominicas de Fanjeux.


La peregrinación fue esmeradamente preparada con dos años de anterioridad. Se enviaron cartas a todas las autoridades relevantes, solicitando permiso para decir Misa en las grandes basílicas romanas (permiso que se suele conceder de oficio a todo tipo de grupos), y todo parecía estar en orden, cuando en noviembre de 2014 recibieron una carta del Cardenal Comastri retirando su permiso para decir Misa en las basílicas papales a los sacerdotes de la HSSPX. El argumento esgrimido era que carecían de "plena comunión", algo que, dicho sea de paso, no parece ser un obstáculo cuando las autoridades vaticanas se juntan con cismáticos de oriente, luteranos o quienquiera se preste a sus actividades ecuménicas. Lo máximo que el Vaticano pudo hacer para las hermanas fue ofrecerles sacerdotes "en plena comunión" para ofrecer las Misas que deseaban.

Las hermanas escribieron una carta al Santo Padre, suplicándole con expresiones de devoción filial una solución a este problema, para que los mismos sacerdotes que instruían y administraban los sacramentosa a las niñas de la peregrinación pudieran oficiar las Misas en Roma. El Papa no se dignó ni en responder a esta carta. ¡Estaría muy ocupado respondiendo a cartas de transexuales, sodomitas o adúlteros! Por desgracia, queda cada vez más claro que la "misericordia" de Francisco es solamente para los que odian la Verdadera Iglesia Católica; para los fieles católicos que aman la Tradición (que él tiene el deber sagrado de proteger), ni agua.

Pero allí no acabó la cosa. El mismo secretario de no sé qué oficina vaticana, que estaba demasiado ocupado para reunirse con la Madre Superiora de las Dominicas cuando viajó a Roma, encontró el tiempo para escribir un fax a Monseñor Fellay, Superior General de la HSSPX, que no tiene absolutamente nada que ver con la organización de la peregrinación a Roma, pidiéndole explicaciones sobre la misma.

Ante semejante desprecio las hermanas decidieron alquilar un local apropiado en Roma para la celebración de sus Misas. Hay que recalcar que ninguna iglesia de Roma (no sólo las cuatro grandes basílicas) se podía prestar a la peregrinación de las Dominicas de Fanjeux, si quien oficiaba era sacerdote de la HSSPX. Según el secretario de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, el permiso que se había concedido a la HSSPX de decir Misa, por ejemplo, en el santuario de Lourdes era excepcional, y no se podía aplicar al caso de las basílicas papales. El P. Simoulin duda seriamente que en Roma no sea "excepcional" una peregrinación de 200 religiosas y unas 1000 niñas con sus padres y amigos, todos perfectamente ordenados, limpios y educados.

Continua diciendo que en el Vaticano la política ha sustituido a la caridad. La aplicación estricta del derecho canónico, que a nadie le importa ya y que el mismo Papa se pasa por el forro a diario, es la única respuesta que pueden dar a la HSSPX. Lavar los pies a una musulmana el Jueves Santo: ¡ningún problema! Llamar a una divorciada que se ha vuelto a casar y decirle que puede comulgar sacrílegamente: ¡ningún problema! Conceder las más altas condecoraciones de la Iglesia a masones y judíos: ¡ningún problema! Todo eso es "misericordia", el nuevo concepto de misericordia de Bergoglio. Esta nueva "misericordia" nada tiene que ver con la auténtica, porque en vez de sostener la fe, la socava; en vez de apoyarse en la Tradición de la Iglesia, es absolutamente contraria a ella. Pero resulta rentable, porque recibe el aplauso del mundo (y de los católicos papólatras).

Con estos sí que tiene tiempo de charlar
Ahora a esta lista escandalosa hay que añadir la invitación a un encuentro que hizo Francisco al activista homosexualista, Simón Cazal, líder del grupo paraguayo SOMOSGAY, durante su visita a América del Sur en julio de este año. Denuncio, igual que hizo Antonio Socci en su momento, que Francisco no quiso reunirse con el marido y los hijos de Asia Bibi, la mujer católica pakistaní, encarcelada por su fe. No ha hecho ninguna invitación pública al marido de Asia Bibi; su familia no ha recibido llamadas telefónicas de Su Santidad. Su "apoyo" a la causa de esta mártir del siglo XXI, tras el viaje de su familia y toda la campaña de firmas por parte de organizaciones católicas, se limitó a un frío saludo en uno de sus paseos triunfales por la Plaza de San Pedro.

Digo esto para que mis lectores no piensen que me enfado por la situación de injusticia que sufre la HSSPX por razones partidistas. Lo que ocurrió con las hermanas de Fanjeux es sintomático de todo lo que ocurre en Roma, ahora que tenemos a un Papa que se lleva mejor con políticos abortistas y neo-marxistas, con rabinos, sodomitas y ateos, que con católicos que sufren por su fidelidad a Nuestro Señor Jesucristo. Vergüenza, Vergüenza, Vergüenza.

Para no terminar en una nota negativa, ofrezco para la edificación de mis lectores un breve vídeo de la peregrinación que, a pesar de la mala dispocición de la autoridades vaticanas, se llevó a cabo con gran alegría.


¡Gracias a Dios por estas hermanas y la labor que hacen con tantas niñas!

sábado, 13 de junio de 2015

¿Qué edad tiene la Tierra? (y IV)

En esta cuarta y última parte de mi trabajo sobre la edad de la Tierra ofrezco una lista de doce indicadores científicos que apuntan a una Tierra joven. Ninguno de ellos demuestra con total certeza que la Tierra tiene menos de 10,000 años, porque los evolucionistas han encontrado "explicaciones" para las cosas más inverosímiles. Sin embargo, si juntamos todos estos indicadores, tendremos un cuerpo importante de evidencia a favor de una Tierra relativamente joven, al menos en relación a los 4,500 millones de años que barajan los evolucionistas. Si hablamos de ciencia, una persona racional tendría que decantarse por el modelo que parece más plausible, según la evidencia empírica. Es mi convicción, y de ello espero convencer al lector, que el modelo de una Tierra joven es muchísimo más plausible que una Tierra de miles de millones de años.

He procurado ordenar los indicadores desde lo más lejano hasta lo más cercano. Por eso empiezo con el sol y acabo con la civilización humana. La lista no es exhaustiva.  Por ejemplo, no he querido hablar del Big Bang ni meterme a considerar cuestiones astronómicas, principalmente porque no me siento capaz. Sin entrar en esa materia, es evidente que si todo el universo se hizo en los seis días de la Creación, las teorías actuales sobre el Big Bang y la posterior evolución de las galaxias y las estrellas son completamente falsas.

Pinus longaeva
Además de las pruebas que presento, existe evidencia negativa. Por ejemplo, el árbol más antiguo sobre el planeta es un pinus longaeva en California que tiene menos de 5,000 años de edad. Es decir, empezaría a brotar justo después del Diluvio, hace unos 4,500 años. Se ha calculado que el desierto del Sáhara, por su ritmo de crecimiento anual, debe tener unos 4,400 años. ¿Por qué no es más antiguo? Se ha calculado que el mayor arrecife de corral en el mundo, la Gran Barrera de Corral en Australia, que está en continuo crecimiento, tiene unos 4,400 años. ¿Por qué no es más antiguo? Tampoco hay restos arqueológicos de ciudades más antiguas que unos 3,000 años antes de Cristo. Si el hombre inteligente ha existido sobre la Tierra anterior a ese tiempo, sus huellas han sido totalmente borradas. Esta evidencia negativa no demuestra nada en sí, pero es un problema para los evolucionistas que insisten en que la Tierra es antiquísima y que el homo sapiens ha vivido en ella desde hace un millón de años.

Todas estas pruebas dan por hecho el principio uniformitarista que, como he explicado en la segunda parte de este trabajo, rige el pensamiento evolucionista. Si hay que guiarse por la premisa de que "el presente es la clave del pasado", los fenómenos que a continuación describo no permiten una Tierra de miles de millones de años. Si los evolucionistas objetan que este principio uniformitarista no se tiene que aplicar necesariamente a todo lo que hoy observamos, estaría de acuerdo. Pero si eso es verdad, ¿por qué cuando les conviene, la premisa uniformitarista se convierte en una ley inviolable? O todos moros, o todos cristianos. Si el principio uniformitarista ya no vale, habría que reescribir toda la ciencia moderna de la geología, y reexaminar seriamente sus conclusiones sobre la edad de la Tierra. Y si sigue siendo válido el principio uniformitarista, los fenómenos que voy a exponer suponen un gran problema para una Tierra de miles de millones de años.

LA TIERRA NO PUEDE TENER MILES DE MILLONES DE AÑOS

PORQUE...

 

1. El sol se está calentando

El sol produce energía mediante la conversión termonuclear del hidrógeno en helio. Suponiendo que el sol tiene una edad de 5,000 millones de años, con el tiempo este proceso le causaría cambios, uno de los cuales sería un aumento de la luminosidad. Si, según los evolucionistas, la vida en la Tierra se originó hace unos 3,800 millones de años, sería con un sol un 25% menos luminoso que ahora. Es difícil de imaginar cómo con un sol tan frío, podría surgir la vida en la Tierra. Los paleoclimatólogos generalmente creen que la Tierra ha gozado de un clima benigno y bastante estable durante los últimos 3,800 millones de años, pero esto no concuerda con los cambios que necesariamente habría sufrido el sol durante ese tiempo. Si el sol tuviera una luminosidad un 25% menor que ahora, la temperatura media de la Tierra, que ahora está en 15 grados centígrados, sería de unos 3 grados bajo cero. Difícilmente la vida se hubiera desarrollado si la Tierra fuera una gran bola de hielo.

2. La luna se aleja de la Tierra

Se sabe que actualmente la luna se aleja de la Tierra en unos 4 centímetros anualmente, debido a las fuerzas centrifugales de las mareas. En comparación con los 384,000 kilómetros que ahora separan la Tierra de la luna, puede parecer muy poco, pero si esto se multiplica por los millones de años que nos dicen los evolucionistas que lleva allí, tenemos un serio problema. Además, si antes la luna estaba más cerca, la velocidad de recesión necesariamente era más grande, porque el efecto gravitacional de un objeto aumenta en una proporción inversa al cuadrado de la distancia. Con la desaceleración de la recesión de la luna, se puede calcular que hace 1,200 millones de años estaría tocando la Tierra. Evidentemente la Tierra y la luna no se pueden acercar tanto, porque la luna no aguantaría el efecto gravitacional y se rompería. Hay lo que se denomina el límite Roche, que para la luna sería unos 18,000 kilómetros. En todo caso, según los cálculos físicos, la luna no puede tener más de unos 1,183 millones de años. Faltan unos 3,400 millones de años para los evolucionistas.

Esto es sin tener en cuenta el efecto de gravedad de la luna sobre la Tierra. Con una luna a la distancia del límite Roche, 20 veces más cerca que ahora, las mareas serían 400 veces más fuertes. Serían realmente catastróficas, capaces de anegar toda la superficie terrestre dos veces al día, lo que haría imposible el desarrollo la vida en la Tierra.

 

3. El campo magnético de la Tierra se debilita

La fuerza del campo magnético de la Tierra se midió por primera vez en 1829. Desde entonces, se ha debilitado un 7%. Aplicando la lógica uniformitarista, hace miles de millones de años la Tierra hubiera tenido un campo magnético de una fuerza descomunal, incompatible con las leyes de la física. El primero en publicar esto fue un físico creacionista, Thomas Barnes, en 1971. [1] Barnes habló de un "debilitamiento libre" del campo magnético, debido a la resistencia eléctrica del núcleo terrestre. El arqueomagnetismo, una disciplina nueva que estudia el magnetismo de artefactos arqueológicos, como ladrillos y alfarería, ha determinado que el campo magnético de la Tierra era un 40% más fuerte en el año 1000 d. de C. y que ha bajado a un ritmo constante desde entonces. En los años ´70 los creacionista hicieron un cálculo basado en la extrapolación de esos datos, y concluyeron que si la caída había sido constante, el campo magnético no podía tener mas de 10,000 años.

Sin embargo, la cosa no era tan sencilla, porque mediante el análisis de ciertas rocas ígneas se demostró que el campo magnético se había invertido varias veces en el pasado. Al enfriarse y solidificar, los óxidos de hierro contenidos en dichas rocas se alinean según el campo magnético en ese momento. Se ha descubierto que durante el tercer milenio antes de Cristo la fuerza del campo magnético fluctuó enormemente, hasta estabilizarse alrededor de los tiempos de Nuestro Señor, tal y como enseña el gráfico.


Una teoría, propuesta por Russell Humphreys en 1986 [2], dice que las fluctuaciones tan notables que se ven en el gráfico fueron causadas por el Diluvio. En el año del Diluvio el campo magnético se invertiría muchas veces, casi una vez cada semana, y luego seguiría inestable durante varios siglos posteriores, pero esto no alteraría la tendencia general al debilitamiento, como se ve en este gráfico.




Humphreys hizo una predicción: si su teoría era cierta, las inversiones magnéticas tendrían que observarse en capas de rocas que tardaron sólo unos días en enfriarse y solidificar. Habría que observar, por ejemplo, como en una capa fina de lava, la parte superior se solidificó cuando la Tierra tenía el campo magnético en una dirección, y como la parte justo abajo se solidificó poco después, cuando ya se había invertido. Esta predicción se cumplió tres años más tarde, cuando Coe y Prévot encontraron una fina capa de roca ígnea, que tuvo que enfriarse en un espacio de 15 días, con sucesivas inversiones magnéticas de 90 grados. Dicho descubrimiento fue publicado en la revista Nature en 1995. [3]

Hasta la fecha los evolucionistas siguen diciendo que la caída en la fuerza del campo magnético de la Tierra que observamos hoy es un fenómeno que se repite cíclicamente. Pero son incapaces de explicar cómo el campo magnético de la Tierra puede invertirse cada x millones de años, a la vez que mantiene tanto tiempo su fuerza.

4. Se encuentra carbono-14 en los diamantes

El carbono 14 es un elemento muy inestable que con el tiempo se convierte en nitrógeno. Igual que expliqué en la tercera parte de este trabajo, dedicada a los métodos de datación radiométrica, sabiendo que tiene una semivida de unos 5730 años, en teoría se puede calcular la antigüedad de una muestra de materia orgánica por el carbono 14 que aún contiene. El problema para los evolucionistas es que cada fosil que se ha analizado contiene cantidades perceptibles de cabono 14, lo cual debería ser imposible si tienen más de 57,300 años (el equivalente de 10 semividas).

No sólo se ha encontrado carbono 14 en fósiles que supuestamente tienen millones de años, sino también en carbón, petróleo y hasta diamantes. Esto no es un secreto creacionista, ya que ha sido ampliamente publicado en revistas evolucionistas, en que las anomalías se achacan siempre a contaminaciones. Sin embargo, aunque teóricamente alguna materia orgánica más reciente podría contaminar una muestra de carbón o de petróleo, es imposible que esto ocurra con el diamante. El diamante es la sustancia más resistente en la Tierra, totalmente impermeable a cualquier contaminación exterior de carbono 14. Científicos evolucionistas han confirmado que la edad de los diamantes, según el método de datación del carbono 14, es de unos 55,000 años. [4] ¡Menudo contraste con los 100 millones de años que dicen los manuales de geología!

5. El petróleo subterráneo aún tiene presión

El petróleo que se encuentra a varios kilómetros de profundidad, si realmente se formó hace millones de años, no debería tener la inmensa presión que tiene actualmente, porque hubiera perforado las rocas que lo rodean y se hubiera filtrado hace mucho tiempo.

6. Los mares no contienen suficiente sedimento

Se ha calculado que cada año unos 20,000 millones de toneladas de sedimentos son depositadas en el fondo de los océanos del planeta. [5] La mayor parte de estos sedimentos se acumula cerca de los continentes. Debido al movimiento de la placas tectónicas se pueden perder hasta 1,000 millones de toneladas anualmente, pero la ganancia neta es de 19,000 millones de toneladas. A este ritmo, si los océanos tienen más de 3,000 millones de años, como nos suelen contar, habría una capa de varios kilómetros de profundidad en los suelos oceánicos. Sin embargo, la capa no llega a más de 400 metros como media [6], una cantidad de sedimentos que se alcanzaría en 12 millones de años al ritmo actual. Si tenemos en cuenta que un Diluvio Universal depositaría una cantidad ingente de sedimentos en muy poco tiempo, este dato es perfectamente compatible con una Tierra joven, de unos 6,000 años de edad. Con una Tierra de 4,500 millones de años, no.



7. Los mares no contienen suficiente sal

Actualmente un 1% del peso de toda el agua marina del mundo es sal. Esta sal llega a los océanos por los ríos que erosionan las rocas a su paso, por el fondo marino y por la actividad volcánica. Los océanos también pierden sales mediante la evaporación y el viento, pero esta pérdida equivale a sólo el 27% de la sal que ganan anualmente, de modo que su índice de salinidad aumenta constantemente. Si partimos de la premisa uniformitarista que el pasado se puede explicar a la luz de lo que observamos hoy, esto quiere decir que podemos ponerle una fecha tope a la edad de los océanos. Esto es precisamente lo que hizo Edmund Halley, conocido por el cometa que lleva su nombre, en 1715.

Todos los cálculos que se han hecho siguiendo este método dan una fecha muy por debajo de los 4,500 millones de años que ahora se barajan. En 1990 Austin y Humphreys [7] dieron como fecha tope 62 millones de años. Es decir, los océanos podrían ser mucho más recientes que esa edad, pero no más antiguos. Teniendo en cuenta la enorme cantidad de sodio que se añadiría a los oceános durante un Diluvio Universal, este estudio concluye que la cantidad actual de sal en los océanos y su ritmo de salinización se ajustan a la fecha bíblica de 6000 años para la edad de la Tierra.


8. Hay tejidos blandos en huesos de dinosaurios

Tejidos blandos en un hueso de tiranosaurio, que supuestamente tiene 70.000.000 de años

Según todas las leyes observables de la química, los tejidos orgánicos deben descomponerse en menos de 10,000 años, en el mejor de los casos. Huesos de dinosaurios, que supuestamente tienen más de 70 millones de años no pueden tener tejidos blandos por dentro, menos aún células sanguíneas que preservan su elasticidad. Y sin embargo, es así. Ver este artículo mío sobre el tema.

 

9. Los amino-ácidos de "millones de años" no tienen racemización

Los amino-ácidos, los componentes básicos para todo tipo de vida, existen naturalmente en dos formas, una la imagen en espejo de la otra. Esta doble orientación, que se llama quiralidad, tiene una peculiaridad: los amino-ácidos que forman las proteínas de los seres vivos son todos "zurdos". Al morirse un organismo, los amino-ácidos que lo componen empiezan a volver a la proporción 50% zurdos, 50% diestros, propia de la materia inorgánica. Por cierto, este hecho es otra razón que contradice la superstición de la abiogénesis, la aparición de la vida de la no-vida. Los experimentos para "demostrar" que el origen de la vida fue fruto de una combinación aleatoria de químicos dentro de un caldo primordial, consiguen siempre una mezcla 50/50 de amino-ácidos zurdos y diestros. Es decir, una mezcla inviable para la vida.

El proceso por el que los amino-ácidos zurdos en un ser vivo, tras la muerte vuelven a una proporción 50/50, se llama racemización, y se puede utilizar como método de datación. Sabiendo el ritmo de racemización, que varía con la temperatura, y analizando la quiralidad en un momento dado, se puede calcular el tiempo que lleva muerto un organismo. Los científicos evolucionistas fijan un límite absoluto de unos 20 millones de años para la racemización, y lo normal es que mucho antes de ese tiempo se habrá alcanzado. [8]

Hasta aquí todo bien, pero las anomalías abundan. Por ejemplo, una capa de sílex, un tipo de cuarzo, encontrado en Suráfrica, llamado el Fig Tree Chert, que supuestamente tiene 3,000 millones de años, contiene solamente amino-ácidos zurdos. Los esquistos bituminosos, rocas metamórficas empapadas en petróleo, en Green River, Wyoming, EEUU, que se fechan en 60 millones de años, no han alcanzado la racemización. Larry Helmick ha encontrado varios sedimentos del precámbrico y del mioceno (según los evolucionistas, con una edad de 1,200 millones y 30 millones de años respectivamente) que solamente contienen amino-ácidos zurdos. [9]

10. La especie humana no podría durar tanto

El geneticista John Sanford ha inventado el término entropía genética para referirse a la degeneración genética que sufrimos no sólo los seres humanos sino todos los seres vivos. Al replicarse las moléculas de ADN ocurren fallos (o mutaciones), que con el paso de las generaciones se van acumulando. En su libro Genetic Entropy [10] explica que este proceso degenerativo demuestra que el ser humano, lejos de mejorar por una supuesta evolución, va cuesta abajo hacía la extinción. Hay un límite al tiempo que puede durar esta degeneración. Está claro que al ser humano le queda poco; Sanford habla de siglos, no millones de años. Igualmente, se puede extrapolar hacía atrás y entender que el origen del ADN humano no fue hace tanto.

Somos como una fotocopia de una fotocopia de una fotocopia, etc. Con cada generación perdemos algo de la perfección biológica que tenían nuestros primeros padres, Adán y Eva. Si el hombre existiera desde hace un millón años, según Sanford, hoy estaría completamente discapacitado en todas sus funciones vitales. La carga genética, tras tantas mutaciones dañinas, haría imposible la superviviencia.

11. El hombre convivió con los dinosaurios

Nos educan desde pequeños a creer que los dinosaurios se extinguieron hace muchísimos millones de años, y que por tanto nunca convivieron con el hombre. Sin embargo, si creemos que Dios hizo todas las criaturas en los primeros seis días de la Creación, como han creído los católicos desde siempre, es inevitable que el hombre y los dinosaurios coexistieron, aunque luego éstos se extinguieran. ¿Hay alguna prueba de que esto es así? Hay una montaña de pruebas, pero son sistemáticamente ignoradas por los que defienden el paradigma evolucionista. Lo que hay que tener en cuenta es que la palabra "dinosaurio", que significa lagarto temible, fue inventada en 1842 por el biólogo inglés, Sir Richard Owen. En el siglo XIX, con el nacimiento de la paleontología, los naturalistas victorianos empezaron a descubrir fósiles de animales gigantes y hubo que ponerles nombre. Cuando los llamaron dinosaurios no sabían que en realidad ya tenían muchos nombres, de tiempos remotos cuando aún vivían entre los hombres; el más conocido sin duda era dragón.

Hay varias fuentes de evidencia a favor de la conviviencia entre dinosaurios y hombres: la documental, la arqueológica y la antropológica. Empecemos por la documental.
  • Creo que la Biblia habla en varios sitios de dinosaurios. Por ejemplo, el "behemot" que se describe en Job 41: Ahí está el behemot: yo lo creé, lo mismo que a ti. Come hierba, como el buey. Su fuerza está en sus lomos; su vigor, en los músculos de su vientre. Mueve su cola semejante al cedro, y los nervios de sus muslos están entretejidos.
  • Herodoto, en el siglo V antes de Cristo, describe una especie de serpiente voladora, "con alas sin plumas, como un murciélago."
  • Al regresar de sus conquistas en la India, Alejandro Magno habló de una serpiente gigante que vivía allí en una cueva y era adorada por la gente como si fuera un dios. Uno de sus generales afirmó que el rey indio, Abisarus, poseía dragones de hasta 70 metros de largo.
  • Plinio el Anciano (23 a.C.-79d.C.), uno de los primeros naturalistas de la Historia, escribió sobre dragones en el libro VIII de su Naturalis Historia. El contexto no es mitológico, sino una descripción de animales que existían en su época. Tras describir serpientes y cocodrilos, habla de dragones en la India que luchan con elefantes, y que son capaces de chuparles toda su sangre. Menciona dragones en Etiopía que alcanzan 10 metros de largo, otros que pueden tragar un toro de un bocado, y hace referencia a un general romano, Attilius Regulaus, que durante la guerra con Cartagena atacó un monstruo de 40 metros de largo.
  • San Juan Damasceno, Padre de la Iglesia, escribe en el siglo VIII sobre los dragones. Insiste en que sólo son animales, y critica las creencias supersticiosas que atribuyen poderes mágicos a estas criaturas. Escribe: los dragones son serpientes [reptiles], nacidas de otras serpientes. Cuando acaban de nacer y son jóvenes, son pequeños; pero al madurar y crecer, llegan a ser tan grandes que exceden a todas las demás serpientes en longitud y  tamaño. Se cuenta que  crecen hasta alcanzar 30 cúbitos [15 metros].
  • En su obra, Los Viajes de Marco Polo, publicada en el año 1300, el famoso explorador veneciano describe unas "enormes serpientes" que vivían en una región llamad Karazán. Escribe que tenían unos 10 metros de largo, ojos gigantes, patas delanteras pequeñas con tres garras, dientes afiladísimos, y que comían a los hombres enteros. También cuenta que en China, en ocasiones especiales el carro imperial era tirado por dos dragones.
  • En 1664 un jesuita alemán, Athanasius Kircher, publicó un libro con el sugerente título, De Draconibus. Según se desprende de su obra, en el siglo XVII ya era muy raro ver dragones, sobre todo en zonas más civilizadas, pero aún se conocían casos. El jesuita abre su tratado de esta manera: Hoy hay gran debate entre los escritores sobre los dragones: ¿existen realmente este tipo de animales en la naturaleza, o se encuentran sólo en fábulas y cuentos? Yo también estuve perplejo durante mucho tiempo, sin decidirme por una opción u otra. Finalmente, tuve que descartar mis dudas; lo cual hice gracias no sólo a pasajes de diversos autores, sino también a testigos oculares fiables.
  • Bill Cooper, en su libro After the Flood, ha recopilado una lista de casos históricos  de dragones o reptiles gigantes avistados en los últimos siglos, 81 tan solo en las Islas Británicas.
Las pruebas arqueológicas a favor de la coexistencia del hombre y los dinosaurios son interesantísimas, y están distribuidas a lo ancho del planeta. Quizás la forma más amena de presentar esto es con imágenes.

La imagen de un stegasaurus en el templo de Ta Prohm, Angkor, en Cambodia, siglo XII.

Un brontosaurus en una cueva de Utah EEUU, dibujado entre 1000 y 1500 d. C. por los indios anasazis.


Un tiranosaurio en una piedra funeraria de los incas, entre 500-1500 d. C. Se han recuperado literalmente cientos de estas piedras, con dibujos de dinosaurios.

 
Varios diplodocus en la tumba del obispo Richard Bell, fallecido en 1496, en la catedral de Carlisle, País de Gales.

 

Hasta el siglo XIX y el nacimiento de la paleontología, a nadie se le ocurría excavar en la tierra en busca de fósiles. Por lo tanto, si los pueblos antiguos de los cinco continentes conocían el aspecto de los dinosaurios, y así lo atestiguan múltiples artefactos, debe ser porque los habían visto con sus propios ojos.

Las pruebas antrolpológicas son las leyendas e historias que existen en prácticamente todas las culturas sobre dragones y monstruos parecidos. Pensemos por un momento; tenemos a un santo mata-dragones. ¿O qué sería lo que mató San Jorge? ¿Una culebra? ¿Un lagarto gigante? Seamos serios. La leyenda de Beowulf podría perfectamente tratar de un dinosaurio especialmente feroz, y tantas historias parecidas. Si son pura mitología, es demasiado casualidad que desde China hasta Mexico hay leyendas de estas criaturas. ¿No sería más lógico pensar que existieron hace no tanto tiempo?

Una consideración final que me parece muy interesante es el fuego que se supone escupían los dragones por la boca. No hay manera de saberlo a ciencia cierta, pero no es descabellado imaginar que corresponde a una realidad biológica. El escarabajo bombardero usa un mecanismo de defensa parecido a pequeña escala, con una mezcla ingeniosa de químicos en su interior. [11] Al fosilizarse los dinosaurios, los restos blandos de un mecanismo así difícilmente se conservarían, por lo que nadie se habría percatado de ello.

12. No cabríamos en el planeta

Los evolucionistas creen que el hombre en su "estado evolutivo actual" lleva casi un millón de años en la Tierra. Esto no es verosímil porque de ser así, literalmente no cabríamos en el planeta. Desde el principio, aún sin los beneficios de la tecnología que tenemos ahora, el hombre no tenía depredadores naturales. Así lo dispuso Dios; el hombre es el rey de la Creación. Algunos animales (leones, osos, dinosaurios, etc.) le podían suponer una amenaza esporádica, pero viviendo en comunidad, el hombre era casi invulnerable. Más bien al revés; el hombre era una amenaza para otros animales depredadores, que solían extinguirse de zonas donde había núcleos cercanos de población humana. El hombre tiene la característica de extenderse y "llenar la Tierra", tal y como Dios le mandó hacer. Mientras hay territorio disponible, no hay límite a la población.

Es simplemente cuestión de matemáticas. Podríamos compararlo a los cultivos de bacteria que se hacen en una placa de petri; mientras aún caben en la placa, cada x tiempo su población doblará. Sabiendo el tiempo necesario para que doble su población, se puede calcular cuanto tiempo tardarán en llenar la placa. Aún hay tierra cultivable en el planeta, sin hablar de las mejores en las técnicas de producción de alimentos, por lo que la población humana no ha llegado a su límite. Si partimos de un número determinado de personas, y damos por hecho una tasa mediana de crecimiento, podemos calcular fácilmente cuánto tiempo tardarían en llegar a la población actual.

Intentaré resumir cómo se hacen los cálculos matemáticos para el crecimiento demográfico. [12] Podríamos comparar una población con el interés sobre una cantidad de dinero, con la salvedad de que el dinero (sobre todo hoy en día) tiene un valor totalmente relativo, y con la inflación cada vez vale menos. Pero si imaginamos que tenemos 200 euros en el banco y nos dan una tasa de 1% interés anual, con ese ritmo de crecimiento, ¿cuánto tendremos al cabo de un año? La respuesta es 200 × 1,01 = 202. Ahora bien, si esta cantidad aumenta 1% dos años consecutivos, ¿cuánto dinero tendremos? 200 × 1,01 × 1,01 = 200 × 1,012 . En general, con x años tenemos: 200 × 1,01x Si el aumento es de 0,5%, la expresión sería 200 × 1,005x, etc.

¿Y cuál es el aumento anual actual de la población? En los países desarrollados, a pesar de una medicina eficiente, el aumento es menor de 0,5%, mientras que en los países sudamericanos o africanos, con todas las guerras y una tasa de mortalidad infantil altísima, es aproximadamente 3%. Estos datos dan al traste con el argumento evolucionista de que antes, en la imaginaria "pre-historia", la población humana no pudo crecer, debido a las muertes violentas por guerras y la falta de higiene y conocimientos médicos.

Con un aumento del 1%, ¿cuántos años se necesitan para doblar la población? Nada más que 70, porque 1,0170 = 2,00676. Si partimos de las seis personas en edad fértil (los tres hijos de Noé y sus respectivas mujeres) que salieron del Arca después del Diluvio, ocurrido aproximadamente hace unos cinco mil años, ¿cuántas veces es necesario que doble la población para llegar a aproximadamente seis mil millones y medio de personas actuales? Pues nada más que unas treinta veces, porque 6 × 2 a la potencia 30 = 6,442,450,944.


El crecimiento exponencial de la población humana mundial queda claramente reflejado en este gráfico:
Sin embargo, los evolucionistas quieren que creamos que la población humana mundial se mantuvo totalmente congelada entorno al millón de personas durante casi un millón de años; que luego, hace unos 5,000 años de repente despegó; y que desde entonces ha crecido de manera exponencial. ¡Hagamos los cálculos! Si suponemos que durante un millón de años ha habido un ritmo de crecimiento de tan sólo 0,01%, que significa que la población ha doblado cada 7,000 años, un crecimiento paupérrimo, quiere decir que el número de personas en el mundo hoy tendría que ser 10 a la potencia 43; es decir, ¡un 10 con 43 ceros detrás!

Los evolucionistas hablan de una "edad de piedra" que duró unos 100,000 años, antes de las primeras civilizaciones basadas en la agricultura. Como acabo de explicar, esto no cuadra con los ritmos de crecimiento demográfico, pero hay otro problema: ¿dónde están todos los cadáveres? Si hasta los hombres que llaman "neandertales", supuestamente una versión más primitiva del homo sapiens, enterraban a sus muertos, deberíamos encontrar tumbas por doquier. De nuevo vamos a hacer un poquito de matemáticas.

Vamos a dar por bueno el dato de una población media de un millón (su estimación más baja), y vamos a multiplicar. Con una esperanza de vida entorno a 25 años, tendríamos que tener 4,000 millones de cadáveres por el mundo de ese periodo. Han encontrado bastantes tumbas antiguas, pero nada en comparación con las que deberían existir. El mundo tendría que estar rebosante de tumbas neolíticas y sus artefactos. ¡Tendría que haber una tumba por jardín!

En resumen, el ritmo de crecimiento demográfico casa perfectamente con la cronología bíblica, mientras es absolutamente incompatible con la cronología evolucionista.

NOTAS

[1]  Barnes, T. G. "Decay of the earth's magnetic moment and the geochronological implications," Creation Research Society Quarterly 8 (June 1971) 24-29.

[2] Humphreys, D. R. "Reversals of the earth's magnetic field during the Genesis flood", Proceedings of the First International Conference on Creationism, Vol. II, 1986, 113-126.

[3] S.A. Austin and D.R. Humphreys, The sea´s missing salt: a dilemma for evolutionists, Proceedings of the Second International Conference on Creationism, Vol. II, pp. 17–33, 1990.

[4] R. E. Taylor and J. Southon, “Use of Natural Diamonds to Monitor 14C AMS Instrument Backgrounds,” Nuclear Instruments and Methods in Physics Research B 259 (2007): 282–287.

[5] John D. Milliman and James P. N. Syvitski, “Geomorphic/Tectonic Control of Sediment Discharge to the Ocean: The Importance of Small Mountainous Rivers,” The Journal of Geology 100 (1992): 525–544.

[6] William W. Hay, James L. Sloan II, and Christopher N. Wold, “Mass/Age Distribution and Composition of Sediments on the Ocean Floor and the Global Rate of Sediment Subduction,” Journal of Geophysical Research 93, no. B12 (1998): 14,933–14,940.

[7] R.S. Coe, M. Prévot and P. Camps, "New evidence for extraordinarily rapid change of the geomagnetic field during a reversal", Nature 374(6564):687–692, 1995.

[8] Krenvolden, et al, ‘Racemization of Amino Acids in Sediments from Saranich Inlet, British Columbia’, Science, Vol. 169, septiembre 1970, pp. 1079–1082.

[9] L. Helmick, ‘Origins and Maintenance of Optical Activity’, Creation Research Society Quarterly, Vol. 12, diciembre 1975, pp. 156–164.

[10]  2005, www.amazon.com/Genetic-Entropy-Mystery-Genome-Sanford/dp/1599190028

[11] Ver un excelente trabajo de Juan Carlos Monedero sobre este bicho fascinante.

[12] Agradezco a Milenko Bernadic su ayuda con las matemáticas.

 

miércoles, 3 de junio de 2015

¿Qué edad tiene la Tierra? (III)


En esta tercera entrega sobre la edad de la Tierra propongo hacer unas aclaraciones de tipo filosófico-histórico, antes de entrar en materia científica acerca de los métodos de datación radiométrica. Dejaré para la cuarta y última entrega un examen de otros indicadores científicos de una Tierra joven.


Según la teología, hay dos tipos de Revelación Divina: la especial y la general. La especial es la que ha revelado Dios a Su pueblo Israel por los profetas, y por Jesucristo y los apóstoles. La general es la que siempre ha estado al alcance de todos los pueblos de todas las épocas: la Creación misma. Desde Aristóteles, los filósofos han entendido que la naturaleza habla del Creador. La idea de la Revelación Divina a través de la Creación se desprende de las Escrituras mismas, como por ejemplo estos dos pasajes:
Porque todo cuanto de se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles, su poder eterno y su divinidad se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa. (Romanos 1:19,20)
Los Cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos; un día transmite al otro este mensaje y las noches se van dando la noticia. Sin hablar, sin pronunciar palabras, sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra y su lenguaje, hasta los confines del mundo. (Salmo 19:1-4)
Si ambas revelaciones, la especial y la general, tienen a Dios como su autor, no puede existir ninguna contradicción entre ellas. Dios no se equivoca, no cambia de parecer, no se contradice; de hacerlo no sería Dios. Por esta razón los católicos no debemos tener miedo de la ciencia, porque no hay nada en ella que pueda dañar nuestra fe. Al contrario, la ciencia debe reforzar nuestra fe. Lo que aprendemos sobre el mundo natural debe confirmar lo que creemos por la fe. Si los científicos enfocaran correctamente el estudio del mundo natural, sus conclusiones no incurrirían en contradicción con la religión católica. Antaño se decía que la teología era la Madre de las Ciencias, porque iluminaba todos los demás campos de conocimiento. A los grandes científicos de aquellos tiempos les hubiera parecido un disparate siquiera plantear una incompatibilidad entre las ciencias naturales y la fe.

Es inevitable tener parcialidad en asuntos que nos conciernen moralmente. Los católicos también somos parciales, como todo el mundo. Sin embargo, somos parciales a favor de Dios, y esa parcialidad es buena. Nuestro "prejuicio" es que Dios no miente ni engaña, y por tanto las Escrituras son libres de error. Si alguien presenta "pruebas" en contra de nuestra fe, nuestra reacción inicial siempre será de rechazo. Luego, si somos honestos, intentaremos encontrar la solución a esa aparente contradicción. Partimos de una sana desconfianza hacía todo lo que desdice nuestra fe, según el Magisterio y la Tradición de la Iglesia. El problema de fondo es que ahora la mayoría de científicos parten de una filosofía materialista. Como no puede ser de otra manera, filtran e interpretan todos los datos científicos que recogen a través de ese sesgo, y en consecuencia muchas conclusiones a las que llegan son erróneas.

Digo esta para aclarar que no estoy en contra de la ciencia, porque cuando hablo a favor de una Tierra joven es la acusación que suelo oír. Muy pocas veces he tenido un debate inteligente sobre este tema. En mi experiencia la mayoría de los que creen que nuestro planeta tiene miles de millones de años no suelen estar muy interesados en los argumentos que doy; su principal estrategia es ridiculizarme, utilizando una falacia que se llama argumentum ad lapidem [1], que consiste en rechazar una afirmación por absurda, sin molestarse en demostrar porqué. Nos nos equivoquemos, pensando que si hablamos de ciencia a la gente le da igual ocho que ochenta. Los evolucionistas suelen tener un gran apego emocional a sus creencias. Lo sé, porque varias veces he sido el blanco de su ira. Si el lector no me cree, que haga la prueba; que intente tirar por tierra las teorías evolucionistas de un ateo, y verá la reacción que suscita.

Los que me acusan de estar en contra de la ciencia, pero al menos aportan alguna razón, caen a menudo en otra falacia: el argumentum ab verecundiam, la apelación a la autoridad. Dicen algo por el estilo: toda la comunidad científica cree que el mundo tiene miles de millones de años, así que tiene que ser verdad. Cuando los católicos apelamos a la autoridad de la Iglesia o las Sagradas Escrituras, lo hacemos con mucha razón, porque son autoridades divinas, y por tanto infalibles. Pero es una falacia apelar a una autoridad humana como argumento, porque todos sabemos que las autoridades humanas son falibles, y la Historia nos enseña que se han equivocado multitud de veces.

Un ejemplo impactante de cómo las autoridades científicas se han equivocado en el pasado es el caso de Ignaz Semmelweis (1818-1865), un médico húngaro que postuló la existencia de microbios como la causa de muerte por fiebre postparto. Este hombre fue objeto de escarnio por parte de sus colegas de profesión cuando propuso como medida de prevención que los médicos y matronas se lavaran las manos antes de asistir a las parturientas. A pesar de la disminución espectacular del índice de mortalidad que documentó Semmelweis con esta precaución, la comunidad científica rechazó sus teorías, y ante tanta incomprensión el pobre hombre se volvió loco y terminó su corta vida en un manicomio. Por tanto, si alguien quiere debatir conmigo sobre la edad de la Tierra, tendrá que olvidarse de apelar a lo que dice la "comunidad científica", como si ésta fuera infalible, y afrontar con seriedad las pruebas.

Ignaz Semmelweis
Otra falacia muy común cuando se debate este tema es el llamado argumentum ad populum, o el argumento de la mayoría, y asociado a este es el argumento consensus gentium, en referencia al consenso entre la "comunidad científica". Como católicos, nunca podemos consentir que la Verdad sea sometida a votación. Nos tiene que dar igual cuánta gente cree una teoría; si es contraria a la Revelación es falsa. Hay una frase anónima que reza:
La Verdad es la Verdad, aunque nadie la crea. Una mentira es mentira, aunque todos la crean.
El argumento del consenso es insidioso, por la razón añadida de ser una media verdad. Me explico con un ejemplo histórico. Decir que la Tierra no puede tener unos 6000 años de edad porque ningún profesor universitario de prestigio sostiene esta teoría, es como si un protestante inglés del siglo XIX quisiera "demostrar" la falsedad de la religión católica, alegando que no había habido ningún profesor de teología católico en las dos principales universidades del país, Oxford y Cambridge, en los últimos tres siglos. Diría algo por el estilo: los que más saben de religión rechazan el catolicismo, y por lo tanto no puede ser verdad. El argumento es una falacia, no sólo porque apela a una autoridad falible, sino porque se basa en una media verdad. Omite un dato esencial: durante ese periodo en Inglaterra la discriminación anticlerical era tan fuerte que en dichas universidades había que hacer un juramento de lealtad a la Iglesia Anglicana, lo cual constituía un acto de apostasía para un católico, no sólo para enseñar teología, sino hasta para matricularse.

De la misma manera, si alguien argumenta que hoy ningún profesor de ciencia de una universidad de prestigio cree en una Tierra joven, está diciendo una media verdad, porque omite el hecho de que para ser profesor en una universidad de prestigio hoy en día no se puede creer en una Tierra joven. Hay implícitamente una especie de juramento a la fe evolucionista. Da igual que seas brillante en tu area de especialidad; si eres creacionista no conseguirás meter cabeza en ningún sitio de renombre. Además, la lista de académicos que han perdido su empleo por "salir del armario" y profesar su fe en la Creación bíblica, o tan sólo cuestionar el dogma del evolucionismo, crece cada día. Este fenómeno moderno de persecución a los disidentes del evolucionismo dentro del mundo académico está bien reflejado en la película documental, Expelled: No Intelligence Allowed del año 2008.

 Desconozco si esta situación es fruto de alguna conspiración humana. Podría ser. Lo que sí sé es que Nuestra Señora de Fátima advirtió en 1917 que si no el Papa no atendía su petición de consagrar Rusia a su Inmaculado Corazón (que aún no se ha hecho), este país esparciría sus errores por el mundo. Así ha ocurrido. Uno de los principales errores de Rusia, que se suele obviar cuando se habla de Fátima, es el evolucionismo. El Museo Estatal Darwin de Moscú, abierto en 1907, no sólo es el museo de ciencias naturales más grande del mundo, sino que fue el primer museo dedicado al evolucionismo. Durante 70 años la Unión Soviética adoctrinó a su población en el evolucionismo ateo. Sin embargo, últimamente se ha visto un resurgir de la fe Ortodoxa, y tras esparcir sus errores por el mundo, Rusia está despertando a la Verdad, a la vez que Occidente está cada vez más esclavizada por los errores del marxismo cultural, especialmente el evolucionismo.

Tras estas reflexiones filosóficas e históricas, tengo que entrar en materia científica. En este trabajo quería examinar los métodos de datación que se utilizan hoy en día para poner fechas a las rocas, los llamados métodos de datación radiométrica. Creo que estos métodos no son fiables, porque dan por hecho muchas cosas. Parten de suposiciones que no se pueden demostrar y por tanto pueden ser falsas, y si las suposiciones sobre las que se asientan los métodos son falsas, lógicamente sus resultados no tendrán ningún valor. Si logro que mis lectores cuestionen estos métodos y abran la mente a la posibilidad de que quizás no es todo tan claro como lo pintan, me daré por satisfecho.

La mejor forma de saber la edad de algo es ser testigo de su origen. Por ejemplo, yo tengo absoluta certeza sobre la edad de mis hijos, porque recuerdo cuando empezaron a existir. De mi propia edad tengo bastante seguridad, pero como no recuerdo nada de mis primeros años, tengo que fiarme en parte de lo que me dicen mis padres. Incluso la fecha de nacimiento que pone en mi pasaporte también depende de su testimonio. En cuanto a la edad de mis padres, no tendría ni idea si no fuera por lo que ellos me cuentan, ¡y no sería la primera vez que alguien miente sobre su edad! Si aplicamos esta lógica a la edad de la Tierra, ningún hombre estuvo allí en su origen, por lo que sólo Dios Mismo puede testificar sobre la Creación. Lo que dice Su Palabra es que creó los Cielos y la Tierra y todo lo que hay en ellos en seis días.

¿Qué tiene que ver esto con las técnicas de datación radiométrica? Enseguida lo veremos. Primero intentaré hacer una breve descripción de cómo funcionan. Estas técnicas miden las proporciones que se encuentran en una muestra (mineral o de restos orgánicos) de isótopos radioactivos inestables, llamados "padres", que con el tiempo se convierten en isótopos estables, llamados "hijos". En función de estas proporciones y la duración de la "semivida", el tiempo necesario para que el número de núcleos radioactivos de un isótopo se reduzca a la mitad, se calcula la edad de la muestra. Por ejemplo, el uranio con el tiempo se convierte en plomo, con una semivida de 4.5 mil millones de años para el átomo 206 Pb y 700 millones de años para el 207 Pb. Hasta aquí todo muy bien. El problema es que para que el método sea fiable hay que dar por hecho varias cosas.
  1. Se conoce qué proporción de isótopos estables son radiogénicos, es decir, hijos de los inestables.
  2. Las muestras no han sido contaminadas por otras sustancias que alterarían todo el proceso.
  3. La velocidad de desintegración radioactiva ha sido siempre la misma.
Podemos hacer una comparación con un reloj de arena, un método primitivo pero muy efectivo de medir el tiempo. Imaginémonos que entramos en una habitación, donde nunca antes habíamos estado, con un reloj de arena, cuyos granos de arena están cayendo. Si nos preguntamos cuánto tiempo lleva la arena cayendo, podríamos pararlo y llegar a una respuesta bastante precisa. Sería sólo cuestión de medir la cantidad de arena en la parte de abajo, comprobar la velocidad a la que cae, y hacer los cálculos. Esto, a grosso modo, es lo que hacen los geólogos con sus técnicas de datación radiométrica.  Sin embargo, si no hemos estado nunca en esa habitación, no sabemos que el reloj empezó a funcionar con todos los granos de arena en la parte superior. No tiene porqué ser así, y no hay manera de saberlo. Luego, tampoco sabemos si alguien ha interferido en el proceso, si han abierto el reloj en pleno funcionamiento y han sacado o añadido alguna cantidad de arena. Por último, aunque sea poco probable, no sabemos que la velocidad de caída de la arena ha sido siempre la misma que ahora.

Tal y como he explicado, la forma de saber con certeza la edad de algo es ser testigo de su origen. Básicamente hay tres tipos de rocas en el mundo: las ígneas, que son creadas por el enfriamiento y solidificación del magma, las sedimentarias, creadas por erosión de otras rocas preexistentes, y las metamórficas. Podemos ser testigos del origen de algunas rocas ígneas, porque en una erupción volcánica se forman literalmente delante de nuestros ojos. Por lo tanto, con las rocas ígneas de creación reciente se pueden probar los métodos radiométricos y ver si la edad que dan en el laboratorio corresponde a la edad real que sabemos que tienen. Las veces que se ha hecho esto los resultados han sido decepcionantes (para los evolucionistas, claro). Por ejemplo, una muestra de dacita de Mount St. Helen´s [ver segunda parte del artículo], en 1990 dio unos resultados inverosímiles: entre 350,000 y 2,800,000 años. Sabemos que la dacita se formó en la erupción del volcán en el año 1980. Es decir, ¡tenía en ese momento 10 años! Hay una larga lista de rocas procedente de volcanes, cuya fecha de erupción conocemos, que han sido datadas con edades vastamente superiores a su edad real. También hay casos de anomalías llamativas, como por ejemplo un árbol fosilizado en basalto en una mina de Queensland, Australia [2], que estudió Andrew Snelling. Mandó muestras a varios laboratorios del mundo y dieron fechas muy dispares. Al final se quedó en 37,000 años para el árbol y 42 millones para el basalto. Evidentemente algo fallaba; ¡no es posible que un árbol se fosilice dentro de una roca ígnea que se formó millones de años antes de que creciera el árbol!

En el año 2005 se presentaron los resultados de un proyecto creacionista de investigación científica de ocho años de duración llamado R.A.T.E. (Radioisotopes and the Age of The Earth). Aquí está el volumen I de sus conclusiones, cuya lectura recomiendo vivamente. El objetivo del proyecto era averiguar porqué las técnicas radiométricas daban unas edades tan grandes y tan dispares, y examinar las tres suposiciones sobre las que se basaban. Está claro que hay serios problemas con los métodos de datación radiométricas, porque las mismas rocas dan distintas edades según el método que se emplee. Esto no lo publicitan los geólogos uniformitaristas, pero ha sido comprobado por investigadores creacionistas una y otra vez. Una cosa que hicieron los geólogos del proyecto R.A.T.E. fue recoger muestras de un tipo de roca en el Gran Cañón de Arizona y enviarlas a dos laboratorios prestigiosos para su análisis mediante diferentes técnicas, en concreto mediante las técnicas potasio-argón, rubidio-strontio (Rb-Sr), samario-neodinio (Sm-Nd) y plomo-plomo (Pb-Pb). ¿Cómo puede ser que la edad de las mismas rocas varió entre 400 millones de años hasta 2,500 millones de años, según la técnica empleada?

El proyecto R.A.T.E. examinó a fondo el método potasio-argón (K-Ar), porque cada vez que se data una roca formada por erupciones volcánicas de fechas conocidas con este método, dan edades muy por encima de su edad real. Los expertos insisten en que el Ar, un gas, no puede permanecer en magma (roca líquida), por lo que el reloj necesariamente empieza a contar a partir de que se solidifique la roca. Sin embargo, la presencia excesiva de Ar en rocas ígneas es un hecho comprobado, no sólo por R.A.T.E, sino también por geólogos uniformitaristas, que tiene el efecto de desvirtuar la datación. Estos resultados parecen tumbar la suposición nº 1: "se conoce qué proporción de isótopos estables son radiogénicos, es decir, hijos de los inestables."


El proyecto R.A.T.E. también quiso investigar el asombroso fenómeno de los halos radioactivos de polonio en el granito. Esto es lo que dijeron:
Se concluyó que el uranio (238U) y los halos radioactivos de polonio (Po), que se encuentran con frecuencia en las rocas graníticas, tuvieron que formarse simultáneamente. ¡Esto implica que cientos de millones de años de descomposición radioactiva (a las velocidades actuales) tuvieron que ocurrir en unos pocos días! Es necesaria tanta descomposición de 238U para producir el daño visible (los halos radioactivos) y el Po requerido, pero gran parte de ese Po se hubiera descompuesto en pocos días (debido a su corta semivida). Así que las "edades" que dan los radioisótopos para el granito de cientos de millones de años, calculadas sobre la suposición de que la velocidad de descomposición radioactiva siempre ha sido igual que la actual, son completamente erróneas.


Robert Gentry es todo un pionero en la investigación creacionista sobre estos temas. Sus estudios sobre los halos radioactivos de polonio en las rocas de granito fueron publicados dos veces (1968 y 1974) en Science, posiblemente la revista científica más prestigiosa del mundo. El Dr. Gentry fue muy astuto al publicar sus primeros artículos en esta revista secular (con un claro prejuicio anti-creacionista), porque deliberadamente evitó extraer conclusiones anti-evolucionistas, limitándose a presentar los resultados de sus experimentos. Luego, al “salir del armario” y declarar que su trabajo demuestra la creación reciente de la Tierra, perdió su puesto de investigador, por lo que gran parte de su investigación lo llevó a cabo en el garage de su casa.

El Dr. Gentry ha retado a la comunidad científica a falsificar su resultados. En su comunicado dice lo siguiente:
El experimento que propongo es bastante sencillo. Los elementos básicos del granito, que son muy conocidos, se tienen que fundir, y luego dejar que se enfríen para formar una roca sintética. Si mis colegas hacen este experimento y la roca sintética reproduce la composición mineral y la estructura cristalina del granito, habrán duplicado o sintetizado una pieza de granito. Al hacer esto habrán confirmado una predicción importante del escenario evolucionista – habrán demostrado que los granitos pueden formar a partir de un líquido de acuerdo con las leyes físicas conocidas. Aceptaré este resultado como la falsificación de mi visión de que los granitos precámbricos son las rocas primordiales del Génesis de nuestro planeta. Además, si tienen éxito a la hora de producir un solo halo 218Po en esa pieza de granito sintético, aceptaré que habrán falsificado mi idea de que los halos de polonio en el granito son las huellas de Dios.
El Dr. Robert Gentry
 Hasta el día de hoy nadie ha conseguido llevar a cabo con éxito el experimento que propone el Dr. Gentry. La táctica a seguir de los evolucionistas suele ser ignorar su trabajo por completo, o incluso hacerlo desaparecer, al estilo orweliano del “Ministerio de la Verdad” de 1984. El Dr. Gentry ha llevado a juicio la Universidad de Cornell por comprobar que han eliminado las revistas que contenían sus artículos de la biblioteca pública. Creo que si hasta este extremo llega el afán de los evolucionistas por enterrar su trabajo, debe ser de la máxima importancia. Por esta razón ofrezco a continuación un extracto muy interesante de una entrevista al Dr. Gentry. [3]
Debido a que creía en la Biblia más que en la teoría de la evolución, decidí investigar la cuestión de la aparición de la Tierra y de su edad. Llegué a unos descubrimientos increíbles que intentaré explicarlos de una forma fácilmente comprensible.
La mayoría de las personas ha oído hablar sobre la vitamina C. La fabrican ciertas plantas, y el hombre es capaz de producirla en forma de pastillas efervescentes. Si colocamos una pastilla de esta vitamina en un vaso de agua, empezará a disolverse haciendo burbujas en el agua. Supongamos que una pastilla necesita un minuto para disolverse liberando burbujas en el agua. ¿Qué pasaría si colocásemos una pastilla de la vitamina C en el agua y a continuación dejamos el vaso con agua en el congelador? El congelador necesitaría unos quince minutos para helar el agua. ¿Encontraríamos al cabo de 15 minutos burbujas procedentes de la descomposición de la pastilla?
Por supuesto que no, porque el proceso de la descomposición de la pastilla es mucho más rápido que el proceso de congelar el agua. Pero, si usted ve el vaso de agua congelada con las burbujas procedentes de la descomposición de la pastilla de la vitamina C, ¿qué concluiría? La única posible conclusión es que se trata de un modelo de congelador que sea capaz de congelar el agua más rápidamente de lo que sea necesario para la disolución de la pastilla – es decir en menos de un minuto.
Es decir, si tuviéramos delante de nosotros un vaso de agua con las burbujas dentro de hielo, procedentes de la pastilla de la vitamina C, podríamos sacar al menos dos conclusiones: 1. Alguien ha colocado una pastilla de la vitamina C en el agua, y 2. El agua en el vaso se ha helado en menos de un minuto, porque en el agua se encuentran burbujas procedentes de la pastilla disuelta. Le he presentado este ejemplo con agua, vitamina C y congelación para que pueda entender mejor lo que he descubierto.
Ya hemos dicho que en las plantas ocurren ciertos procesos en los cuales aparecen vitaminas, entre ellas vitamina C. Por otra parte, en las rocas ocurren procesos según los cuales determinados elementos químicos se disuelven y de esa forma crean determinado tipo de “burbujas” en las rocas
En concreto, en las rocas encontramos con mucha frecuencia millones de átomos de uranio inestable, agrupados conjuntamente en un punto microscópicamente pequeño, que a su vez se están descomponiendo. Durante su descomposición, ellos expulsan pequeñas partículas en todas las direcciones. De ese modo forman pequeñas incisiones esféricas en la roca en forma de burbujas.
Algunos elementos inestables se descomponen en varios pasos, de forma que a menudo encontramos varias burbujas una encima de la otra. Si cortamos la roca justamente por el medio de estas burbujas, en el corte veremos circunferencias concéntricas. Algunos elementos no estables se descomponen más de prisa, otros más lentamente, pero sus burbujas de descomposición pueden quedar solamente en una roca firme. Si la roca es líquida, como es el caso de la magma volcánica, entonces no pueden aparecer burbujas – de la misma forma que la pastilla de la vitamina C no puede dejar burbujas en un agua líquida, sino congelada.
Ahora apliquemos nuestro conocimiento sobre las “burbujas” en el cuestión de la aparición del planeta Tierra. Es conocido que la mayor parte de nuestros continentes está formada por las rocas de granito. Sin embargo, durante muchos años no se sabía cómo apareció el granito, porque en ninguna parte de la naturaleza se puede observar su aparición, ni tampoco es posible obtenerlo en el laboratorio. Muchos científicos han aceptado debido a ello, que la principal roca de nuestros continentes – granito, ha aparecido durante el enfriamiento del magma volcánica durante varios millones de años. También muchas personas  se imaginan la aparición de planeta Tierra, viendo un planeta en forma de magma que se va enfriando durante largos periodos de tiempo.
Sin embargo, yo he descubierto algo totalmente contrario. Es decir, en todos los continentes, en granito, han sido encontradas burbujas de un elemento químico inusual. Se trata de polonio, el cual se descompone en tan solamente unos minutos. Se realizaron investigaciones científicas detalladas para comprobar este descubrimiento y los resultados han sido confirmados. De forma que ha sido confirmado que nuestro planeta no ha sido un magma de elevadísima temperatura durante varios millones de años, sino que apareció en un tiempo inusualmente breve – como mucho durante varios minutos.
Lo que hace que este descubrimiento sea más increíble todavía, es que este tipo de polonio, el que dejó burbujas en granito, no existe en la naturaleza de forma aislada, sino como parte de una cadena mayor de descomposición, como es el caso de la cadena de la descomposición de uranio. Es decir, de la misma forma que la vitamina C no aparece en la naturaleza de forma aislada como una pastilla, este tipo de polonio no aparece de forma aislada en ninguna parte en la naturaleza, como un elemento químico independiente.
Como en el caso del agua congelada con las burbujas de la vitamina C, hemos podido sacar dos conclusiones: 1. Alguien ha colocado este tipo de polonio en granito. 2. El granito se solidificó en tan solamente unos minutos.
Hay que mencionar que a pesar de muchos intentos, nadie hasta ahora ha conseguido refutar este descubrimiento. Estas conclusiones con claridad indican a Aquel que ha colocado el polonio en el granito y nos dejó pruebas de la creación del planeta Tierra en un tiempo muy breve – precisamente tal y como consta en Su libro – la Biblia. Por eso llamo estos descubrimientos en el granito “huellas de los dedos de Dios”.
 Volviendo al proyecto R.A.T.E., un campo muy interesante de su investigación fue el helio en circonia, cristales pequeños que se encuentran en el granito. Mediante el análisis de los átomos de uranio y torio, que con el tiempo se convierten en plomo, los geólogos uniformitaristas calculan la edad de estos cristales en unos 1,500 millones de años. Lo que llama la atención de los científicos creacionistas es el helio, el subproducto del proceso de degeneración radioactiva. El helio es un elemento que no suele reaccionar químicamente con otros elementos y es muy pequeño, por lo que tiende a difundirse entre los poros de cualquier materia, y los cristales de circonia no son una excepción. En 1974 en Nuevo México se perforó una rocas de granito hasta varios kilómetros de profundidad. Los cristales de circonia de esta perforación fueron analizados en el laboratorio, y fue precisamente el Dr. Gentry quien encontró que el 58% del helio aún no se había difundido. Publicó sus resultados en Geophysical Research Letters [4], una revista prestigiosa dentro de la especialidad geológica, que nada tiene que ver con el creacionismo. Esta gran cantidad de helio, aún presente en cristales que supuestamente tenían 1,500 millones de años, supuso una anomalía inexplicable para la comunidad científica.

R.A.T.E. decidió que sería conveniente medir por primera vez la velocidad de difusión del helio en los cristales de circonia. Teniendo en mente la proporción de helio observada en las pruebas anteriores de Gentry, calcularon dos velocidades de difusión; primero, la necesaria para coincidir con los 1,500 millones de años, la edad de los cristales, según los uniformitaristas; segundo, la que casaría con una edad de 6000 años, la edad de los cristales, según los creacionistas. En el año 2000 publicaron sus predicciones, antes de que se hiciera cualquier experimento. Encargaron los experimentos pertinentes a uno de los laboratorios más reconocidos del mundo, donde nadie había oído nada de sus predicciones. (En este caso el habitual desprecio de la "comunidad científica" hacía los disidentes jugó a su favor.) Los resultados fueron sorprendentes, al menos para los uniformitaristas. Tal y como se aprecia en el gráfico, la coincidencia con el model creacionista fue casi exacta, mientras que la velocidad de difusión del helio fue casi 100,000 veces más rápida que lo que permite el model evolucionista. La conclusión de R.A.T.E., con datos que les proporcionaron y publicaron geólogos evolucionistas, es que la velocidad de degradación de los núcleos con una semivida larga ha aumentado de manera exponencial desde la Creación, y por ende, no es un buen indicador de la edad de las rocas.

 
Esta conclusión ha sido corroborada por científicos que se consideran evolucionistas, como por ejemplo David Alberger, quien en 2007 publicó en New Scientist un trabajo que demuestra que la velocidad de descomposición radioactiva de la silicona-32 varía según las estaciones. [5] Peter Surrock, un físico de la universidad de Stanford, sugirió en un trabajo de 2010 [6] que esta variación en la velocidad de descomposición radioactiva de distintos elementos puede deberse a la actividad solar. Dijo textualmente:
Es un efecto que nadie entiende hasta ahora... Todo el mundo creí que se debía a errores experimentales, porque nos educan para creer que las velocidades de descomposición son constantes.
Por lo tanto, ya no se puede hablar de velocidades constantes en la degradación radioactiva, lo cual invalida la tercera suposición de los métodos de datación radiométrica: "La velocidad de desintegración radioactiva ha sido siempre la misma."
Por todas estas razones, los métodos de datación radiométrica no son fiables para decirnos la edad de las rocas. A pesar de su aceptación generalizada entre los científicos profesionales, no pueden servir como argumento contra la creencia católica tradicional de que la Tierra tiene aproximadamente 6000 años.

 NOTAS

[1] En honor al Dr. Samuel Johnson (1709-1784), quien, ante la filosofía inmaterialista de Berkeley (que no existen objetos físicos, sino tan sólo mentes e ideas), le dio una patada a una piedra, y dijo así la refuto. Es cierto que la ocurrencia del Dr. Johnson fue muy ingeniosa, pero como argumento lógico deja mucho que desear.
[2] Creation Ex Nihilo Technical Journal, volúmen 14, nº 2, 2000, páginas 99-122.
[3] Entrevista en la televisión croata, traducida por Milenko Bernadic, y reproducida con su permiso de su blog, Geocentrismo. Se puede leer la entrevista entera, junto con unas reflexiones muy pertinentes del bloguero, en este enlace.
[4] Geophysical Research Letters, 1982, Volumen 9, nº 10, páginas 1129-1130. Se puede consultar en este enlace.
[5] Mullins, J. 2009. Solar ghosts may haunt Earth's radioactive atoms.
[6] Stober, D. The strange case of solar flares and radioactive elements. Stanford Report, 23 de agosto, 2010.