viernes, 26 de mayo de 2017

Enoch Powell y los ríos de sangre


Esta semana en la que se ha perpetrado la enésima masacre islámica en territorio británico, me viene a la mente el discurso de los "ríos de sangre", que dio en 1968 Enoch Powell, entonces uno de los dirigentes del partido conservador. En este discurso Powell criticó duramente la proposición de ley del gobierno laborista, que igualaba a efectos legales a los extranjeros recién emigrados de países del Commonwealth con los habitantes nativos del Reino Unido y prohibía la "discriminación" contra los inmigrantes. Supuso un auténtico terremoto político y es considerado hoy por muchos como el germen del movimiento identitario en Europa. Powell fue tachado de "racista" hasta por miembros de su propio partido, fue cesado de su puesto de responsabilidad por el líder conservador, Edward Heath, y fue vilipendiado por The Times, la BBC y los demás medios del Sistema. Sin embargo, todos los analistas coinciden en que fue un punto de inflexión en el panorama político británico, que llevaría a la victoria electoral a los conservadores dos años más tarde y la eventual llegada al poder de Margaret Thatcher.
Powell gozó de muchísima popularidad entre los militantes del partido conservador y durante el gobierno de Heath fue la principal fuerza de oposición a sus políticas liberales y mundialistas, entre ellas la entrada del Reino Unido en la Unión Europea (gracias a Dios, ya hemos puesto fin a ese episodio de nuestra historia). No deja de ser irónico que el día en que Heath destituyó a Powell se produjo una huelga de estibadores en el puerto de Londres como protesta contra la medida; el partido laborista, creado para defender los intereses de la clase trabajadora, perjudicaba gravemente a esa misma clase, abriendo las fronteras a la mano de obra barata desde el extranjero, ¡y la clase trabajadora se puso en huelga por defender a un político conservador!

Yo no había nacido cuando Enoch Powell dio su  famoso discurso, y en ciertos aspectos se nota que pertenece a otra era, cuando el nivel cultural entre la clase dirigente era notablemente más alto. ¿Hoy en día quién cita pasajes de La Eneida de Virgilio en un discurso político? No obstante, hay grandes similitudes entre las cosas que dijo el Sr. Powell en 1968 y lo que dice el Sr. Trump en 2017, porque existe un paralelismo llamativo entre la situación de entonces y la de ahora; el pueblo sigue siendo dirigido por una élite mundialista, que no tiene más que sus propios intereses en mente; aún existe la misma farsa democrática, con partidos de distinto signo, todos ofreciendo básicamente la misma mercancía infecta; y los mismos medios de comunicación de masas, controladas por las mismas grandes fortunas, adoctrinando al pueblo para que traguen con la invasión de su país por inmigrantes, con la consiguiente empobrecimiento de los autóctonos y la progresiva pérdida de la identidad nacional. 
¿Qué dijo Powell exactamente en aquel discurso tan polémico? A continuación aporto algunos extractos, todos fácilmente localizables en internet (la traducción es mía). Empezó refiriéndose a un hombre anónimo de su distrito electoral:
Hay un inglés, un tipo corriente, decente, quien a pleno día en mi propia ciudad me dice, como su representante parlamentario, que para sus hijos no merecerá la pena vivir en este país. Simplemente no tengo derecho de encogerme de hombros, ignorar lo que dice, y pensar en otra cosa. Lo que dice, lo dicen miles y cientos de miles de personas,- quizás no en toda Gran Bretaña, pero sí en las zonas que ya están sometidas a una transformación sin parangón en mil años de la historia de Inglaterra. Debemos estar locos, literalmente locos, como nación para permitir la entrada anual de unos 50,000 dependientes, que son la mayoría de la población inmigrante. Es como mirar a una nación erigir su propia pira funeraria.

Powell citó una carta que había recibido de una señora mayor, cuyo marido y dos hijos habían muerto en la Segunda Guerra Mundial. La señora decía que de toda su calle era la única residente blanca y que ya no era el mismo país por el que lucharon los suyos. Según Powell este sentimiento era muy común entre la población indígena del Reino Unido:
Por razones que no comprendían, como consecuencia de una decisión sobre la que nunca fueron consultados, se encontraron como extranjeros en su propio país. Descubrieron que sus mujeres ya no tenían camas hospitalarias para dar a luz, que sus hijos no obtenían plaza en los colegios, que sus barrios cambiaban hasta ser irreconocibles, que sus planes y perspectivas de futuro fueron destrozados, y en el trabajo vieron que los jefes no se atrevían a aplicar los mismos criterios de disciplina y competencia a los inmigrantes que se aplicaban a los nativos.
Powell abogó por un plan generoso de repatriación de los inmigrantes para revertir la situación. Habló de la mentalidad sectaria de muchos de los recién llegados, que no tenían intención alguna de integrarse en la sociedad británica, que utilizaban las diferencias raciales y religiosas "con el fin de dominar, primero a otros inmigrantes, y luego a la población general." Finalmente, como culminación del discurso, de donde le viene el nombre, Powell citó el poema épico, La Eneida:
Mirando hacía el futuro, siento malos presentimientos. Como el romano, veo "el Tíber espumante de mucha sangre"... Sólo la acción determinada y urgente evitará el desastre. Queda por ver si hay voluntad entre el pueblo para exigir y obtener dicha acción. No lo sé. Lo único que sí sé es que callarse ahora sería la gran traición.



Por desgracia, el tiempo ha dado la razón a Enoch Powell, un auténtico profeta de nuestra era. En Manchester esta semana han fluido ríos de sangre. Esto se vio venir, y los que pudieron evitarlo decidieron no hacerlo. Ellos sí que son culpables de "la gran traición".

miércoles, 5 de abril de 2017

No tengo suficiente fe para ser ateo

Es realmente increíble lo que la gente es capaz de creerse hoy en día. Dicen que vivimos en la Edad de la Razón, término acuñado por los filósofos del mal llamado "siglo de las luces". Sin embargo, veo que esta facultad humana es más infrautilizada que nunca. Al profanar el altar mayor de Notre Dame de París y entronizar en su lugar a la Diosa Razón, los revolucionarios introdujeron en el mundo una enfermedad de la mente: la idolatría del hombre. Según esta idolatría, el hombre es el principio y fin de la existencia, y cualquier cosa que se escapa a su entendimiento y control es anatema. De allí surgió el materialismo científico, que niega la existencia de lo sobrenatural; partiendo de la premisa de que no hay Dios, tampoco hay vida tras la muerte, ni alma, ni bien ni mal. A mi juicio, sería más acertado decir que vivimos en la Edad del Sentimiento. Al eliminar a Dios de su horizonte vital, las emociones, no la razón, suelen guiar a las personas en nuestra sociedad postcristiana. El sentimiento, al ser subjetivo, es inmune a los argumentos en contra. Todo se vuelve relativo; se habla de "mi verdad", "tu verdad", como si cada individuo viviera en un mundo distinto, cada uno con sus reglas de lógica particulares.

Lo que los materialistas no anticiparon es que al derribar los dogmas de la religión católica iban a erigir en su lugar nuevos dogmas; la diferencia sería que los primeros son razonables, mientras que los segundos son completamente absurdos. Esto resulta en la curiosa situación de nuestros tiempos, en que los ateos, que se supone no tienen fe, creen en unas cosas tan inverosímiles que requiere mucho más fe ser ateo que ser católico ortodoxo. El título del artículo, que he cogido de un libro de Norman Geisler y Frank Turek, lo dice todo. En este artículo daré cuatro ejemplos de cosas absurdas que creen los ateos, con la intención de reflexionar sobre la plausibilidad de la fe católica.


  • El universo se hizo a sí mismo.
Este dogma es el principio y fundamento del ateísmo, de la misma manera que la Creación es el fundamento para la religión cristiana. Antaño algunos ateos especulaban sobre la eternidad del universo, porque esto quita la necesidad de una creación, sea de una divinidad o una auto-creación. Sin embargo, a medida que hemos ido profundizando en los conocimientos de la física, es cada vez más evidente que el universo tuvo un principio, y hoy en día prácticamente nadie sostiene que el universo es eterno. 

Es el colmo del absurdo creer que el universo se hizo a sí mismo, porque la ley de la lógica nos dice que nada puede ser su propia causa. Por ejemplo, yo antes de existir, no pude hacer nada para venir a la existencia. Toda criatura que existe debe tener una causa, y tiene que OTRA COSA que sí misma. La causa de mi existencia está en mis padres; la causa de su existencia está en mis abuelos, y así hasta llegar al origen de la vida humana. Dejando de lado por el momento la polémica sobre la teoría de la evolución, si remontamos hasta el principio (tanto evolucionistas sobre creacionistas creemos en un principio de todo), es necesario que haya UNA PRIMERA CAUSA. Si no hubiera una primera causa, algo (o Alguien) que puso en marcha el universo, no existiría nada ahora y nunca hubiera existido nada. En palabras del filósofo Heidegger, "si alguna vez no hubo nada, nunca hubiera habido nada."

Evidentemente, esa primera causa, que no tuvo principio porque siempre ha existido, que trasciende el tiempo y el espacio, los católicos lo llamamos Dios. Los pobres ateos saben que no pueden admitir esa primera causa, porque, aunque le pusieran otro nombre, al final tendrían que conceder que la existencia de Dios es una verdad ontológica. Por esta razón buscan una de dos vías de escape: o inventan fantasías sobre multiversos o se empeñan en explicarnos que todo surgió de la nada. 

La primera es pura ciencia ficción; nadie ha visto, ni jamás verá, otro universo. Todo es pura imaginación, que mucha gente aparentemente inteligente confunde con la ciencia. Si la ciencia se basa en lo que podemos OBSERVAR, la teoría de universos paralelos habría que tirarla al cubo de la basura. Y si decidimos que la ciencia no se basa en evidencias empíricas, propongo que se estudie el comportamiento de los elfos en las facultades de biología. La segunda vía, la auto-creación del universo, supone la negación de la ley de causa-efecto. Si se niega que un efecto (en este caso, el universo) tenga una causa, la investigación científica se hace inviable. A partir de allí, si las cosas suceden "porque sí", sin causa ninguna, significa que no podemos saber absolutamente nada, y más valdría cerrar todas las universidades científicas hoy mismo.

A menudo la objeción de los niños (y de los que ya no son tan niños, víctimas del sistema educativo moderno) es: "¿Y quién creó a Dios?" La respuesta es fácil: "nadie, porque Dios es eterno." Dios nunca empezó a existir, o, dicho de otro modo, Dios ha existido desde siempre. Él es la primera causa, sin la cual nada existiría. Es el único SER NECESARIO. Mientras que nosotros somos seres contingentes; es decir, podríamos no existir, Dios existe por necesidad. Si esto se enseñara en los colegios, los niños (y los no tan niños) serían un poco menos tontos.

¿Qué es más razonable? ¿Decir que una primera causa, un ser eterno y omnipotente, que nunca empezó a existir, lo creó todo?; ¿o decir que el universo se creó a sí mismo? A los que optan por lo segundo, les propongo un reto: si son capaces de encontrar un libro que se ha escrito a sí mismo, yo creeré en la auto-creación del universo.

  • El azar crea orden
La gran mayoría de ateos son evolucionistas. La razón la encontramos en lo que dijo Richard Dawkins: "el darwinismo hizo que el ateísmo fuera intelectualmente viable." Esta afirmación es falsa, aunque contiene algo de verdad. El darwinismo dio un barniz de respetabilidad intelectual al ateísmo, pero en el fondo el ateísmo sigue siendo tan absurdo como antes, porque el darwinismo mismo es absurdo. La teoría de Charles Darwin logró ese barniz de respetabilidad porque la idea del ancestro común es una idea interesante, un cuento muy bonito, que encandiló a muchos. El hechizo es más fuerte cuando al cuento se le añade todo tipo de ilustraciones a color, mostrando como los peces salen del agua y se convierten en anfibios, como a los lagartos les crecen alas y echan a volar, como los monos empiezan a andar recto, etc. Sin embargo, el darwinismo adquirió peso intelectual sobre gracias a la conquista del mundo académico por intelectuales ateos. A finales del siglo XIX y principios del XX los secularistas, que eran todos materialistas ateos, creyentes en la nueva religión del darwinismo, se hicieron con los puestos más importantes del mundo académico. Desde entonces, fue cuestión de tiempo para que el darwinismo llegara hasta las masas, a través de los medios de comunicación y el sistema educativo.

"¡No seas absurdo! ¡Nadie nos hizo! Evolucionamos al azar a partir de copos de nieve."
Hoy en día el mejor argumento de los evolucionistas es: "la enorme mayoría de los científicos creen en la evolución". Esto es un argumento desde la AUTORIDAD, no un argumento científico. Creer en una idea por QUIEN la afirma, es propio de la fe, no la ciencia. Los católicos creemos todos los dogmas que enseña la Iglesia, no principalmente porque nuestra inteligencia nos dice que son ciertos, sino porque creemos en la autoridad de la Iglesia. Creemos todo lo que ha revelado Dios, porque "Él no engaña ni se engaña". Es igual con el evolucionismo; sus fieles creen en sus dogmas, no porque son razonables, sino porque confían plenamente en la AUTORIDAD de quienes los afirman. "La comunidad científica" es la jerarquía de la iglesia del evolucionismo; cada científico es miembro del clero, cada catedrático de biología es un obispo y sus conferencias internacionales son concilios ecuménicos, en los cuales se proclaman nuevos dogmas.

Si nos enfrentamos a los argumentos evolucionistas, y nos abstraemos del marketing que los rodea, vemos que caen por su propio peso. En la base del evolucionismo hay una noción completamente absurda: el azar crea el orden. Mientras que según la segunda ley de la termodinámica, todo tiende al desorden, el proceso evolucionista es esencialmente un continuo aumento de complejidad. Según el relato evolucionista, todo empezaría con organismos unicelulares, pasando por seres cada vez más avanzados, hasta llegar al homo sapiens, la cima evolutiva de la vida en la Tierra. Sin embargo, a pesar de su imaginación para contarnos el cuento de la evolución (con dibujos incluidos), lo que hasta ahora los evolucionistas han sido incapaces de hacer es explicar exactamente cómo se crea la nueva información en el ADN correspondiente a cada nuevo avance evolutivo. Por ejemplo, Darwin mismo dijo que el desarrollo del ojo mediante la selección natural parecía "completamente absurdo". Sin embargo, por no abandonar su teoría, especuló que ese órgano se pudiera haber desarrollado con pequeños pasos a lo largo de mucho tiempo, partiendo de algo muy básico. Pero resulta que el ojo más básico, unas células fotosensibles en la piel, requiere más información nueva en el ADN que la que contiene este artículo. Si estamos dispuestos a creer que un ojo puede aparecer por arte de magia debido a mutaciones aleatorias, para mi próximo artículo haré que mi sobrina de un año teclee sobre el ordenador. Si el resultado es un artículo interesante sobre asuntos religiosos o políticos, estaré dispuesto a creer en la evolución del ojo.

El quid de la cuestión está en el ADN, algo completamente desconocido para Darwin, a pesar de que en su tiempo Mendel había demostrado que los seres vivos están "programados" por un código hereditario. El neodarwinismo, la fusión de las ideas originales de Darwin con la genética, afirma que la nueva información en el ADN necesaria para cada progreso evolutivo es creada por mutaciones, errores al azar en la transmisión del ADN. Hay dos problemas con esta idea. Primero, jamás se ha observado como una mutación aumenta la información en el ADN. Es una bonita idea, pero no es científica, porque NO SE PUEDE OBSERVAR. Lo que sí se ha observado es que algunas mutaciones pueden ser beneficiosas. Por ejemplo, las personas que tienen anemia de células falciformes son inmunes a la malaria. Pero esto es como cortarse las dos piernas para nunca tener verrugas en los pies. No hay aumento de información, no hay mayor complejidad, sino todo lo contrario. Segundo, el código del ADN es información, y el sentido común nos dice que detrás de toda información siempre tiene que haber una INTELIGENCIA. La información NUNCA se crea al azar. Tan convencidos están los científicos de esta ley que en EEUU han gastado cientos de millones de dólares en el programa SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence), cuyo objetivo es captar señales del espacio que contienen información, ya que según ellos mismos, esto indicaría la existencia de vida inteligente en otros planetas. Aquí hay una ironía deliciosa. Si se examina cualquier célula de cualquier ser vivo sobre nuestro planeta, también se encuentra información, una información tan compleja que tiene que ser obra de una inteligencia muy superior a la nuestra.

  • No somos especiales
Los ateos tienen pánico a todo lo que indica que el hombre es algo especial. Para los fanáticos del azar somos criaturas insignificantes, en un planeta sin importancia, dentro de una galaxia como cualquier otra. No pueden admitir que somos especiales, porque eso hablaría de un Dios amoroso, de Alguien que nos ha puesto en un sitio perfectamente adaptado para nuestras necesidades. Si miramos el cosmos, vemos que entre las millones de galaxias observables realmente hay muy pocos sitios donde la raza humana sería capaz de vivir. Para que la vida florezca debe haber una conjugación asombrosa de muchísimos factores ambientales. No sería posible la vida aquí si la Tierra estuviera un poquito más cerca o más lejos del sol; si el planeta fuera un poco más grande o más pequeño; si no tuviéramos exactamente el tipo de campo magnético que tenemos; si el sol fuera un poco más grande o más pequeño; si no tuviéramos la luna que tenemos; si las temperaturas terrestres fueran un poco más altas o más bajas; si la composición de la atmósfera fuera ligeramente distinta; si no tuviéramos agua, etc. Las probabilidades de que un planeta sea apto para la vida humana son realmente ínfimas. El principio antrópico dice que nada de esto es casualidad; el mundo está donde está y tiene todas las características aptas para la vida, porque Dios lo ha diseñado así. Es mucho más razonable creer esto que pensar que todo es un accidente. ¿Acaso un ateo que vive en una ciudad piensa que todas las infraestructuras necesarias para la vida moderna (carreteras, alcantarillado, telecomunicaciones, luz eléctrica, etc.) están allí por azar? 

Otra cosa que habla de lo especiales que somos es nuestra situación en el centro del universo. Los Padres de la Iglesia estaban de acuerdo en que la Tierra no se mueve y que el resto del universo gira alrededor. Hay muchas citas, pero pongo tan sólo una de san Basilio Magno
No es sin razón o por azar que la Tierra ocupa el centro del universo, su lugar natural... Dirige tu admiración por la perfección de ese orden hacía la sabiduría de Dios. (Nueve homilías sobre el Hexameron, 10)
Esta visión geocéntrica fue la predominante hasta la edad moderna, coincidiendo la "revolución copernicana" con el fin de la Cristiandad y el declive general de la influencia de la Iglesia Católica. Muchos creen que la teoría heleocéntrica de Galileo fue adoptada porque se demostró empíricamente su veracidad, pero no es así. En su tiempo (y hasta hace unos 100 años) no fue posible realizar ningún experimento que demostrara una cosa u otra. Ni siquiera el famoso péndulo que construyó Foucault en 1851 demostró la rotación de la Tierra, como muchos piensan, ya que el movimiento lateral del péndulo se puede deber tanto a la traslación del universo entero alrededor de la Tierra como a la rotación de la Tierra. En 1887 el experimento realizado por Michelson y Morley, con la intención de demostrar la existencia del éter, obtuvo un resultado "nulo". Explicaciones posteriores dieron lugar a la teoría de la relatividad, pero si damos por buenos los resultados de aquel experimento, indican que la Tierra no se mueve. Lo que hace falta es que se lleve a cabo el mismo experimento en el espacio, algo que nadie ha querido hacer, porque si allí da un resultado distinto demostraría que la Tierra es estacionaria.


Un reciente descubrimiento acerca de la radiación de fondo de microondas respalda la teoría de que la Tierra está en un lugar especial. Esta radiación, que se encuentra en todo el universo, no está uniformemente distribuida. Las sondas espaciales que han medido estas radiaciones desde el espacio exterior indican que la radiación de microondas se distribuye de forma que se puede dibujar dos ejes que cortan en cuatro cuadrantes el universo. Lo sorprendente es que los ejes coinciden exactamente con el alineamiento del ecuador de la Tierra. Para más información sobre este tema, recomiendo la película documental, The Principle; en una serie de entrevistas, físicos de primer nivel reconocen la existencia de esta evidencia, y hasta llaman este alineamiento "el eje del mal". ¡Debe ser incómodo para un ateo enfrentarse a una prueba empírica de que la Tierra es el centro del universo!  

  • No existe el bien y el mal
Sin Dios no hay absolutos morales. Esto no significa que los ateos sean más inmorales que los creyentes, pero sí  quiere decir que, mientras nosotros tenemos una base racional sólida sobre la que construimos nuestra moral, ellos sólo pueden recurrir a argumentos utilitarios o de preferencia personal. Un ateo puede decir: "no es conveniente para una sociedad asesinar a personas inocentes"; puede decir: "no me gusta asesinar a personas inocentes"; pero no puede decir que ese comportamiento es inmoral. Si un ateo se mete en un debate moral, hay que preguntarle: "¿en base a qué dices que esto está mal? ¿Dónde está escrito? ¿Quién lo dice?" Todo argumento en relación a una preferencia personal es inválido, porque cada persona puede tener una percepción subjetiva distinta. Un argumento utilitario tampoco vale como argumento moral, porque todos sabemos que a veces hacer lo que nos conviene es lo contrario de hacer el bien. Lo que le conviene a una persona puede perjudicar gravemente a otra, y lo mismo pasa colectivamente; puede ser muy beneficioso para un país invadir a un vecino y apropiarse de todos sus recursos, pero no se puede decir que por esa razón está bien. 

"Mandamientos del ateísmo: 1. Dios no existe 2. ¡Le odio!"
Sin Dios no hay más que el  relativismo moral. Lo gracioso es que ni siquiera los ateos son auténticos relativistas. Constantemente oímos a los marxistas hablar de "injusticias" cometidas contra el  pueblo, pero si no reconocen una referencia universal e inalterable del bien y el mal, no tiene ningún sentido hablar de injusticias abstractas. Si es cierto que los poderosos oprimen a los pobres, ¿qué más da? ¿No es una manifestación más de la supervivencia de los más aptos? Si nuestros sentimientos morales son sólo el producto de la evolución de la especie, ¿por qué se quejan cuando el fuerte aplasta al débil? No se puede apelar a una autoridad por encima de nosotros, a la vez que se niega el más allá. El único ateo coherente es el nihilista que se entrega al hedonismo y una vida egoísta, ya que no tiene sentido vivir según unos principios morales si crees que somos meros animales evolucionados sin alma, en un rincón insignificante del universo, que al morir se lo comen los gusanos y ya está.


viernes, 24 de marzo de 2017

Ataque terrorista en Londres: más de lo mismo

El ataque terrorista en Londres el 22 de marzo de 2017, que causó cuatro muertos y docenas de heridos, es otro más en una larga lista de atrocidades cometidos en nombre del Islam. Ofrezco mis oraciones por los muertos, sus familiares y los heridos, para que se recuperen pronto y que encuentren consuelo en Dios. Este ataque en el corazón de mi nación me llena de tristeza, pensando en las víctimas y lo que deben estar sufriendo sus familias, pero también siento una enorme rabia, y no es contra el desalmado que perpetró el ataque. Cuando un lobo ataca y mata a un cordero nadie siente rabia por lo que ha hecho el lobo; es lo que hacen los lobos, es su naturaleza. La rabia que siento es porque esto se podía haber evitado. Me da rabia que los mismos políticos que, sin consultar al pueblo, abrieron las fronteras del Reino Unido a millones de musulmanes, sigan aleccionándonos sobre la bondad del Islam y la necesidad de acoger a aún más musulmanes. 

Ningún político islamófilo pedirá perdón a la familia del policía asesinado con un cuchillo delante del Parlamento. Sin embargo, el ataque de ayer es SU CULPA por haber abierto las puertas a estos lobos, por haber justificado durante décadas su ideología bárbara y por no haber hecho NADA por proteger a los ciudadanos del peligro de los islamistas.

El problema se ve claro si analizamos las reacciones al ataque terrorista; todo fue muy previsible. Los medios, como suele ocurrir, ocultaron la identidad de terrorista durante horas, para que no se supiera que era otro atentado islamista. Personalmente, pensé "si aún no han dicho el motivo del ataque es porque es otro islamista. De ser cualquier otra cosa rápidamente lo habrían publicado." Dicen: "piensa mal y acertarás." El alcalde de Londres, el musulmán Sadiq Khan, el mismo que dijo que los atentados terroristas se habían convertido en "una parte integral de vivir en una gran ciudad", tardó CINCO HORAS en hacer unas declaraciones. Bastante antes, el bloguero Paul Joseph Watson había recordado un tweet del alcalde del año pasado que decía:
La visión ignorante de Trump sobre el Islam podría hacer menos seguros ambos países... Londres ha demostrado que está equivocado.
El alcalde de Londonistan

Watson decía, con ironía británica, "parece que este tweet no ha envejecido muy bien." El activista anti islámico, Tommy Robinson, dijo al poco de conocer la noticia que estaba seguro que era obra de un musulmán radical y que el país estaba en guerra contra el Islam. Se personó en el lugar del crimen, pero su mera presencia allí enfureció a los liberales, mucho más disgustados por la aparición en escena de Robinson que por el hecho de que había cuerpos ensangrentados tendidos en las calles de Londres. Shaun King, el líder del grupo racista de EEUU, Black Lives Matter, en lugar de preocuparse por los muertos y heridos, dijo que los musulmanes siempre eran las víctimas de los ataques terroristas. Claro, debe ser terrible para todos los pobres musulmanes ahora, sabiendo que un correligionario ha cometido otro ataque atroz contra civiles en nombre de su dios. El muro de Facebook de Al Jazeera, la cadena más vista en el mundo musulmán, se llenó enseguida de emoticonos sonrientes a raíz del atentado. Algo no me cuadra. 

Es en momentos así cuando los islamófilos repiten hasta la saciedad su frasecita: "la inmensa mayoría de los musulmanes son pacíficos". En Europa es cierto que la mayoría sí es pacífica, pero no es verdad que "la inmensa mayoría" condena el terrorismo. Un reciente estudio en Francia reveló que entre los estudiantes musulmanes de secundaria residentes en ese país, uno de cada tres justifica el terrorismo. En el Reino Unido, el manual para terroristas en potencia de ISIS ha tenido 50.000 descargas. No parece una minoría tan pequeña. El mismo Tommy Robinson dijo ayer:
Los musulmanes son un 4% de la población. ¿Os imagináis lo que pasará cuando sean un 20%?
En Canadá el gobierno está preparando un proyecto de ley que supuestamente busca frenar la islamofobia, pero en términos prácticos ilegalizará cualquier crítica hacía el Islam. Ya se sabe, se puede blasfemar contra Jesucristo, Su Santísima Madre y Su Iglesia con total impunidad. Sin embargo, si osas criticar "la religión de la paz", el Sistema va a por ti. Algunos ingenuos creen que el Islam puede evolucionar y convertirse en una creencia compatible con la civilización occidental. Se equivocan. El Islam y sus seguidores siempre seguirán el ejemplo de su fundador, Mahoma, que dijo: "por medio del terror Alá me ha hecho victorioso." (Bukhari 4.52.220) ¿Cómo se "reinterpreta" eso? Por supuesto, los ingenuos no han tardado en aclarar que este atentado en Londres "no tiene nada que ver con el Islam". 

Sin embargo, lo que mayor rabia me causa es la reacción, o la falta de ella, por parte de la Iglesia Católica. Antaño, ante la amenaza de invasión de Europa por los otomanos, san Pío V convocó la Liga Santa; las naciones católicas del viejo continente se unieron para hacer frente al enemigo común. Ahora, el presidente de Turquía, Erdogan, amenaza a los europeos diciendo que enviará a 15.000 inmigrantes mensuales y que no volveremos a andar tranquilos por nuestras calles. ¿Qué hace el Papa Francisco respecto a esto? Hasta ahora nada, pero hay alguna esperanza de que plante otro Olivo de la Paz en su jardín. ¡Qué bien! 

Sus pancartas dicen: "Vivo en el Infierno, venid conmigo."
La apología del Islam y la blasfema comparación de sus crímenes con la historia del cristianismo, hacen a Francisco cómplice de cada masacre que ocurre en Occidente en nombre de Alá. Si quisiera, podría denunciar la falsa religión islámica por lo que es: una diabólica ideología del odio. Si quisiera, podría suscitar alguna reacción sana entre la población europea, en su mayoría anestesiada por tanto adoctrinamiento liberal. Si quisiera, podría imitar a san Pío V y llamar a luchar contra el Islam, con la Cruz por bandera y el Santo Rosario como arma principal. Pero prefiere llevarse bien con los jeques y sobre todo con los globalistas, quienes necesitan al Islam para destruir lo que queda de la Cristiandad. Francisco es un traidor. Tiene las manos manchadas con la sangre de los muertos de Londres.

martes, 14 de marzo de 2017

"Non est Deus", nueva encíclica del Papa Francisco*

La semana pasada fue publicada la nueva encíclica del Papa Francisco, "Non est Deus" ("Dios no existe"). Este nuevo documento papal afirma que el ateísmo es el corazón del Evangelio de Jesucristo. Según Francisco, este Evangelio necesita ser "redescubierto", porque durante muchos siglos ha estado oculto; al principio se distorsionó por la incomprensión de los primeros discípulos y luego se manipuló deliberadamente por hombres fanáticos sin misericordia. El Papa insta a todos los creyentes a "liberarse de sus ataduras mentales" y abrazar el verdadero mensaje de Jesús: no hay Dios.

El título de la encíclica, tal y como explica Francisco, es una referencia a la frase del Padre de la Iglesia, san Agustín de Hipona: "Si comprehendis, non est Deus". ("Si piensas que los has comprendido, no es Dios".) El Santo Padre usa esta cita para enseñar que en realidad no podemos saber nada sobre el mundo sobrenatural y que la religión es un invento del ser humano. Así escribió el intelectual polaco del siglo XVII, Casimir Liszinski, al que hace referencia la encíclica y quien, según Francisco, es "un mártir del ateísmo". Liszinski fue ejecutado por su tratado "De non existencia dei" ("Acerca de la no existencia de Dios"), pero está previsto que sea beatificado en Roma el próximo mes de abril, para coincidir con la apertura del nuevo "Año de la Incredulidad", en la misma ceremonia en que se canonizará a Karl Marx y Joseph Stalin.

Las reacciones a la encíclica, no se han hecho esperar. La práctica totalidad de los jefes de estado del planeta se han congratulado por esta nueva enseñanza de Francisco. El secretario general de las Naciones Unidas emitió el siguiente comunicado:
"Las palabras tan sabias y profundas del Santo Padre Francisco dan motivos para la esperanza y contribuyen al progreso de la Humanidad."

El Presidente de la Unión Europea dijo que Europa lucharía codo con codo con el Papa Francisco para erradicar actitudes religiosas anticuadas, y que la raíces ateas del viejo continente eran un orgullo para todos los europeos. El rey de Arabia Saudí también felicitó al Papa por su nueva encíclica, diciendo:
"Los musulmanes estamos encantados con el Papa Francisco. Es el mejor amigo que podría tener el Islam en este momento de expansión por Europa. Le deseamos una larga vida y muchos éxitos en su combate contra el cristianismo."
La única nota discordante entre los mandatarios mundiales la puso Donald Trump, presidente de los EEUU, quien le instó a Francisco a meter su ateísmo por donde le cupiese.

Los líderes de las distintas confesiones religiosas también han hablado sobre "Non est Deus". El primero en hacerlo fue el Dalai Lama:
"Gracias a hombres como Francisco, creo que estamos entrando en una era dorada de conciencia colectiva, en que la superstición y el oscurantismo religioso dan paso a la iluminación espiritual."

El Arzobispo de Canterbury, líder de la Iglesia Anglicana, felicitó al Papa por su encíclica con las siguientes palabras:
"Nosotros los anglicanos ya llegamos a esta conclusión hace algún tiempo, pero más vale tarde que nunca. Francisco ha dado un paso muy valiente."
La presidenta de la Federación Luterana Mundial dijo sentirse especialmente reconfortada por las "maravillosas palabras" de Francisco. Según ella, esta nueva enseñanza sobre el ateísmo es el fruto de tantos años de dialogo ecuménico.

Aquí en España los obispos han emitido un comunicado oficial para los medios, que dice lo siguiente:
"La Conferencia Episcopal Española quiere felicitar al Santo Padre por su nueva encíclica. En ella vemos la marca de un hombre profundamente espiritual. Animamos a todos los fieles católicos a leer este documento y reflexionar largamente sobre él. En aras de la obediencia al Papa, todos debemos hacer un gran esfuerzo para liberarnos de la fe en Dios, igual que otros hábitos mentales malsanos. Deseamos que el ateísmo del pueblo español contribuya a construir un futuro de paz y concordia."
El obispo de San Sebastián, Monseñor José Ignacio Munilla, del ala más conservadora de la CEE, ha criticado a los detractores de "Non est Deus", recordando que la obediencia a Roma no es negociable. Ha dicho que el ateísmo de Francisco es perfectamente compatible con las enseñanzas tradicionales de la Iglesia, y los que se empeñan en no verlo es por pura soberbia. "¿Quiénes son para llevarle la contra al Santo Padre?" se pregunta Monseñor Munilla.

En Medjugorje, el pueblo bosnio donde, según millones de católicos, desde hace más de 35 años aparece la Virgen María, ésta ha ratificado la nueva enseñanza de Francisco. Una de las videntes ha transmitido este mensaje de "Nuestra Señora, Reina de la Paz":
"Queridos hijos, el Santo Padre Francisco ha logrado penetrar en el núcleo del mensaje de mi Hijo. Seguidle por el camino del ateísmo y seréis personas llenas de serenidad y de amor. Gracias por responder a mi llamada."
Una de las reacciones más negativas a la encíclica ha sido la del Cardenal Burke, quien ha dicho que ya está trabajando en una carta con una serie de "dubbia". Según fuentes cercanas al cardenal, las dubbia serían las siguientes:

1. Si Dios no existe, ¿podemos seguir diciendo que Jesucristo es el Hijo de Dios?
2. Si Dios no existe, ¿podemos seguir llamando a la Virgen María "Madre de Dios"?
3. Si Dios no existe, ¿significa que el universo se creó solo?

Según estas mismas fuentes, si el Papa no contesta en breve a las dubbia, el Cardenal Burke publicará una "corrección de un error grave". Dice Burke que no es su intención contradecir al sucesor de san Pedro, sino advertir a los fieles de los peligros que supone una enseñanza errónea.

Monseñor Fellay, el líder del grupo ultra-conservador, la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, ha dicho que esta encíclica es otra "metedura de pata" de Francisco. Sin embargo, el prelado piensa que no tiene porque entorpecer las negociaciones en curso con el Vaticano para lograr la plena comunión con Roma. Ha anunciado que piensa introducir en el hipotético acuerdo una claúsula que permitirá a los miembros de la Fraternidad seguir creyendo en Dios. Varios cardenales progresistas han objetado a esta posible excepción, alegando que en la nueva Iglesia atea de Francisco no caben los creyentes.

*NOTA IMPORTANTE

Para los ingenuos y para las víctimas de sistemas educativos que no enseñan la diferencia entre un género literario y otro, aviso que este escrito es una sátira. El Papa (aún) no se ha declarado ateo. Todas las declaraciones son imaginadas. Esta nota la incluyo tras varios malentendidos.




sábado, 4 de febrero de 2017

La izquierda legitima la violencia

Dos acontecimientos recientes me han motivado a escribir este artículo. Primero, en Murcia, la ciudad donde vivo, una chica de 19 años fue brutalmente agredida por una banda de radicales izquierdistas a la salida de un local. El vídeo es estremecedor: siete personas dando patadas a una chica en el suelo. ¡Estos comunistas son unos héroes! Todos los medios han subrayado que la víctima se relaciona con grupos de "extrema derecha", con la intención de justificar esta cobarde agresión. Lo que no todos los medios quieren publicar es que uno de los agresores iba en las listas electorales de Izquierda Unida. ¿Qué ha hecho esta formación política hasta el momento, respecto a tener a un criminal en sus filas? Nada de nada, porque "como la chica se lo merecía..." Son muy defensores de las mujeres EN ABSTRACTO, pero cuando se trata de un caso REAL de violencia contra una mujer REAL, cambian el discurso.


Como comentario aparte, me llama la atención la forma en que estos "anti-fascistas" siempre se cubren el rostro, como en el caso de la agresión de Murcia. Yo jamás he escondido el rostro en una manifestación, y he ido a muchas, de la misma manera que en internet no escribo con seudónimo, sino que firmo con mi nombre y apellido. Taparse la cara en un acto político me parece una muestra de cobardía, propia de delincuentes En contraste, es interesante notar que en las manifestaciones de patriotas, todo el mundo lleva la cara descubierta. Por algo será...

Mucho más lejos, en la Universidad de Berkley, California, el miércoles 1 de febrero iba a dar una conferencia el periodista conservador, Milo Yiannopoulos. Iba a ser el último campus universitario en su gira, llamada "Dangerous Faggot" ("Maricón Peligroso"). Sin embargo, tuvo que ser cancelada la conferencia cuando la protesta se volvió violenta, con múltiples destrozos y varios lesionados. Como se aprecia en los vídeos accesibles en internet, el espectáculo es estremecedor: en vez de California, parece la guerra civil en Siria. Aunque nos separe el océano Atlántico, la actitud de los medios de comunicación de masas no varía entre España y EEUU. La cadena de propaganda globalista por antonomasia, la CNN, ha insinuado que el Sr. Yiannopoulos es responsable de provocar la revuelta, por el mero hecho de querer hablar en la universidad. Los días en que la universidad era un foro para el debate, abierto a todo tipo de ideas, tocan a su fin en ese país. Ya no se enseña a los jóvenes COMO pensar; se les enseña QUÉ tienen que pensar. El mensaje a los estudiantes es claro: conformaros a la corrección política o aquí no tenéis cabida.

Según la primera enmienda de la Constitución de los EEUU, todos los ciudadanos tienen el derecho de expresar libremente sus opiniones. Yo no soy liberal, por lo que no creo en la falsa libertad de expresión. Sin embargo, la prefiero a la tiranía que pretende imponer la izquierda, en la que solamente las opiniones que ELLOS aprueban pueden ser expresadas. Dice Yiannopoulos que lo único que odia la izquierda más que opiniones contrarias a las suyas, es la risa. Las conferencias, deliberadamente provocativas, de este señor son muy divertidas, y animo a mis lectores a ver alguna. Aprovecha de una forma muy inteligente el estatus de víctima que el Sistema le ha otorgado por ser homosexual para arremeter, con un sentido del humor muy irónico, contra el pensamiento único. Los izquierdistas le odian a muerte, porque se sale de sus categorías, y cuando habla, en vez de ir de víctima, ataca los dogmas de la corrección política. No deja títere con cabeza.

Si ofrezco algunos ejemplos de las cosas que le he oído decir, se entenderá porqué saca de sus casillas a los progres:
  • Denuncia la invasión musulmana de Europa, y acusa a la izquierda de haber traicionado a los homosexuales, al favorecer la islamización de Occidente. 
  • Es un gran admirador de Donald Trump. 
  • Es un férreo defensor del derecho de portar armas.
  • Es un enemigo feroz del feminismo. 
  • Se posiciona EN CONTRA del mal-llamado "matrimonio homosexual". 
  • Defiende la civilización europea, y en concreto la Iglesia Católica, de las calumnias anti-históricas de los neo-marxistas.  
Es una auténtica vergüenza que en una universidad estadounidense una turba enfurecida logre por la violencia evitar que un periodista dé una conferencia a los estudiantes, pero no es de lejos lo peor que ha pasado como consecuencia de la agitación callejera de la izquierda radical. Pienso en el movimiento racista de EEUU, Black Lives Matter, que ha fomentado la violencia contra los blancos, gritando eslóganes como: "What do we want? Dead cops. When do we want it? Now." ("¿Qué queremos? Polis muertos. ¿Cuándo lo queremos? Ya.") Sin embargo, este movimiento no se ha ilegalizado y goza de apoyos institucionales (Obama y compañía), porque nada de eso puede considerarse incitación a la violencia racial. Ya se sabe que los negros no pueden ser racistas, es un pecado que solamente pueden cometer los blancos. Como seguramente habrán leído mis lectores, en julio del año pasado un activista de Black Lives Matter asesinó a cinco policías blancos tras una manifestación en Dallas, Texas. De aquellos polvos, estos lodos.

Es curiosa la doble vara de medir que usan los medios de comunicación con estos temas. Cuando un exaltado hace el saludo nazi en un mitin de un grupo de derechas, lo usan para descalificar a esta organización, que tachan de peligrosa y violenta. Sin embargo, cuando ocurre un asesinato en nombre de la ideología izquierdista, llaman al culpable un "desequilibrado", que nada tiene que ver con la organización a la que pertenece, y en cuyo nombre ha actuado. Además, no recuerdo la última vez que una horda de neo-nazis sembró el terror en una ciudad occidental, entre otras razones, porque son cuatro gatos. Creo que una cosa así hubiera salido en las noticias; a los medios de propaganda liberal les ENCANTA hablarnos del peligro de la "extrema derecha". Por contra, serían demasiado numerosas para contar las ocasiones en que los islamistas y la escoria marxista "anti-fascista" han protagonizado actos de vandalismo y violencia.


La izquierda radical siempre se ha caracterizado por su tendencia al totalitarismo y su predilección hacía la violencia contra la población civil. Solamente hay que recordar el libro de León Trotsky, "Terrorismo y Comunismo". En esta execrable obra, el fundador del ejército rojo de la Unión Soviética escribió:
Para hacer al individuo sagrado debemos destruir el orden social que lo crucifica. Y este problema sólo puede ser resuelto a sangre y hierro.
La izquierda es violenta y siempre lo será, porque está en su ADN. Desde el Reino de Terror de Robespierre en Francia, la revolución siempre ha procedido de la misma manera: crea o exacerba tensiones sociales para desencadenar un cambio de régimen, y cuando los revolucionarios están en el poder, lejos de acabar con el sufrimiento del pueblo, es cuando cometen las peores atrocidades. ¿Acaso la historia nos puede mostrar algún gobierno comunista que no ha terminado arruinando a su país, además de sembrar el terror y provocar un baño de sangre?

viernes, 20 de enero de 2017

La fortaleza abandonada

Poco antes de su ejecución por Enrique VIII, el rey de Inglaterra de infausta memoria, el obispo san Juan Fisher pronunció estas dramáticas palabras:
La fortaleza ha sido abandonada por quienes la tenían que defender.
San Juan Fisher
No se refería a una invasión de su país por una nación extranjera o una horda de bárbaros; ni siquiera se lamentaba del cisma provocado por la lujuria de su rey. Su pesar fue sobre todo por la TRAICIÓN de sus hermanos obispos, que uno tras uno bendijeron el falso matrimonio entre Enrique VIII y Ana Bolena. No sólo pisotearon el sacramento matrimonial, al permitir el divorcio del matrimonio válido y consumado con Catalina de Aragón, tía carnal del emperador Carlos I de España, sino que traicionaron a la misma Iglesia que fundó Jesucristo al separarse de Roma, bajo una nueva "Iglesia de Inglaterra", cuya cabeza era el rey. A muchos hoy en día les asombra que todo el colegio episcopado pudiera apostatar de esta manera, con la única excepción del mártir Fisher. Parece inverosímil que los obispos vendieran su alma por mantener su puesto (y su cabeza), sabiendo perfectamente lo que estaba en juego. Sin embargo, no debería sorprendernos lo ocurrido en Inglaterra en el siglo XVI, porque está ocurriendo otra vez hoy, delante de nuestras mismas narices.

El domingo pasado tuve que asistir a la Misa del primer aniversario del fallecimiento de un familiar, con el infortunio de que fue en el templo de los jesuitas. Dado que los conozco y que procuro cuidar mi alma, no suelo pisar una iglesia jesuita, pero me propuse aislarme mentalmente con mi Rosario, como cada vez que tengo que asistir a una Misa moderna. Iba bien hasta la mitad de la homilía. Era una homilía típicamente modernista: lo importante era la experiencia de seguir a Jesús. La religión católica se reducía a una emoción, a un subjetivismo absoluto, como si la revelación divina no tuviera contenido claro e inmutable. Todo era un camino, una vivencia. Había oído mil veces la misma estupidez y seguí rezando sin alterarme. Luego el sacerdote dijo algo que me dejó helado, algo que no me esperaba, ni siquiera de un jesuita modernista, neo-marxista. Entre una herejía y otra, se puso a hablar de los llamados "refugiados", que no son tal cosa, pero eso lo dejamos para otro artículo. El hombre tuvo la osadía de decir, DESDE EL PÚLPITO, que el que quería cerrar las fronteras a los "refugiados" era porque no creía en Dios. En ese momento me levanté y salí de la iglesia.

Decía que conocía a los jesuitas. En clase de catequesis de confirmación yo he escuchado a un jesuita (no el de la Misa del domingo pasado, pero da igual, porque están cortados por el mismo patrón) negar el dogma de la Inmaculada Concepción. Yo era bastante más joven y bastante más ignorante que ahora, pero aún así, sabía que lo que decía estaba mal. Cuando intentaba rebatir sus argumentos, se enfurecía. Una vez, por afirmar que era posible estar a favor de la pena de muerte y ser pro-vida, llegó a insultarme a gritos y me echó de su clase. Ahora me parece increíble que un jesuita, con unos 12 años de formación teológica, pudiera perder los estribos por las objeciones de un joven catecúmeno, que sólo defendía lo que pone en cualquier catecismo. Al final, para poder confirmarme, tuve que aprender a morderme la lengua y fingir. La experiencia con los jesuitas me enseñó que la Iglesia Católica estaba seriamente enferma. Los que antaño fueron los más feroces y leales guardianes de la fe, se habían convertido en una quinta columna. En vez de luchar por la gloria de Dios, como predicaba su fundador, san Ignacio de Loyola, luchaban, con un odio realmente diabólico, por destruir lo que quedaba del orden social cristiano.

En ese momento no entendía las razones de esta traición de la Compañía de Jesús. Me dolía enormemente comprobar como una orden que había dado tan buenos frutos para Dios se había podrido por completo. Me viene a la cabeza la máxima: "corruptio optima pessima" (la corrupción de lo mejor es lo peor). Por entonces, con el Papa Juan Pablo II, los jesuitas ultra modernistas, que desde al menos la mitad del siglo XX, han sido la punta lanza de la infiltración modernista en la Iglesia, aún estaban mal vistos en la mayoría de círculos eclesiales. Sin embargo, desde la elección del jesuita Jorge Bergoglio como Papa, se han vuelto las tornas. Ya gozan de libertad absoluta para difundir su veneno por toda la Iglesia, porque la máxima autoridad es uno de los suyos. Se puede decir sin miedo a equivocarse que la Compañía de Jesús ha traicionado la fortaleza que tenía que defender, pero la mayor traición la comete el que está al mando. Veamos las traiciones de Francisco.


La primera visita del Papa Francisco fuera de Roma en 2013 fue a la isla siciliana de Lampedusa, donde ofreció una Misa para los inmigrantes que habían muerto intentando cruzar el Mediterráneo. Tuvo el detalle de felicitar el Ramadán a los musulmanes presentes. Denunció la dureza de corazón de Europa frente al sufrimiento de los países en guerra y apeló a la solidaridad para con los "refugiados". Durante la campaña presidencial estadounidense, dijo que el candidato republicano Donald Trump no era cristiano, por querer construir un muro en la frontera con México, en vez de tender puentes. No ha perdido la oportunidad de atacar cualquier grupo político que aboga por defender sus fronteras de la inmigración masiva e incontrolada. En cuanto al mayor peligro que amenaza Occidente, el Islam, ¿qué ha hecho este Papa por proteger la civilización cristiana? No sólo no la protege, sino que ha insistido una y otra vez en la gran mentira de que el Islam es una religión de paz, y nos insta a abrirle las puertas de Europa. En lugar de predicar el Evangelio, predica el indiferentismo religioso. Cada vez que se reúne con sus amigos rabinos y muftis para plantar un olivo de la paz, a los pocos días se comete una nueva atrocidad en nombre de Alá. No sale una sola palabra de denuncia de su boca contra el terrorismo islámico, porque el blanco de sus invectivas siempre somos los pocos católicos que aún creemos en los dogmas de fe: los rígidos e intolerantes tradicionalistas. Es un hombre contagiado con un virus liberal: el odio hacía sí mismo.

A la vez que Francisco se lamenta por el sistema económico inhumano que existe en el mundo, se alía con la ONU y los mismos globalistas que lo han construido. Riñe a los católicos por "obsesionarse" con el tema del aborto, a la vez que recibe con sonrisas y halagos a la marxista abortista, Emma Bonino. Le da una pena terrible la muerte del tirano Fidel Castro, y reparte abrazos a todo tipo de indeseables en el Vaticano. Sin embargo, se niega a recibir a la familia de Asia Bibi, una pobre mujer pakistaní, sentenciada a muerte por ser católica. Permite que se cuestione la indisolubilidad del matrimonio, e insulta a los pocos obispos que le formulan preguntas respetuosas al respecto. Frente a la ofensiva del lobby gay por legalizar el sodomonio en toda Occidente, su única respuesta es "¿quién soy yo para juzgar?" Ante el invierno demográfico de Europa, se le ocurre mofarse de los católicos que quieren recibir a todos los hijos que Dios les quiera dar, como siempre se ha hecho, diciendo que "no hace falta parir como conejos". Se ríe de los católicos que prefieren la Misa tradicional, a la vez que aplaude vergonzosos espectáculos de tango en la liturgia o que lava los pies de una musulmana en el rito del jueves santo. Quiere que todo el mundo lo vea como un hombre humilde, por viajar en autobús y vivir en un apartamento sencillo, pero se niega rotundamente a arrodillarse ante el Señor en la Eucaristía.

Hasta tuvo la desfachatez de comparar la evangelización católica de las Américas con la expansión sangrienta del Islam. Cualquiera con un mínimo conocimiento histórico sabe que el Islam siempre ha expandido sus fronteras con la espada, tal y como lo hizo en su tiempo Mahoma. La religión católica también se ha extendido con sangre, pero la sangre de sus mártires. Como jesuita, Francisco debe conocer la historia de san Isaac Jogues, el evangelizador de los indios iroqueses de Canadá. Este mártir fue torturado tan cruelmente por los iroqueses que apenas le reconocieron cuando logró volver a la civilización y fue proclamado un "mártir en vida" por el Papa Urbano VIII. A pesar de los evidentes peligros, el santo quiso regresar a Canadá, donde finalmente fue asesinado por los Mohawks. Si este mártir hubiera seguido los consejos del Papa Francisco, que considera el proselitismo "una solemne bobada", nunca se hubiera movido de su Francia natal. Las palabras de Francisco son un insulto a la memoria de todos los misioneros que arriesgaron (y en muchas ocasiones perdieron) su vida por traer almas a la Iglesia. Equiparar el Islam y otras falsas religiones con la religión católica es peor que un insulto: es una blasfemia.

¿Acaso es mejor este Papa que los obispos desertores de Inglaterra en el siglo XVI? NO, ES PEOR. Mucho peor. Porque hay un agravante importante en el caso de Francisco. Él no corre el peligro de ser torturado y decapitado por actuar y hablar como debería. Si dijera la verdad sobre el Islam, si predicara a favor de la civilización cristiana, si defendiera la familia y el derecho a la vida, no le pasaría nada. Simplemente no gozaría del estatus de super-estrella mediática que tiene actualmente. Dejaría de ser un ídolo de todos los progres, de todos los enemigos de Occidente. Los medios de comunicación de masas ya no le adularían como hacen ahora. Los futbolistas y diversos famosos liberales dejarían de visitarle en el Vaticano. Se ve que esto es más importante para él que su destino eterno. Dios quiera se arrepienta mientras aún hay tiempo.