lunes, 25 de abril de 2016

Donald Trump es diferente

Desde hace un par de meses sigo con interés y, debo reconocerlo, cierto gozo malicioso, la campaña estadounidense de primarias. Normalmente me aburre soberanamente este espectáculo (no hay otra forma de describir el circo que montan cada cuatro años los americanos), pero este año la irrupción en la carrera del candidato republicano, Donald Trump, ha sido algo fuera de lo común. No estoy diciendo que apruebo todas sus ideas, ni que sea el candidato ideal. Simplemente constato que Trump es diferente a los demás. Hay una sencilla razón por ello: no depende del dinero ajeno. Es un billonario con fondos más que suficientes para sufragar los gastos que acarrea una campaña política en EEUU y ha tomado la resolución de no aceptar un sólo céntimo en donaciones. Es un hombre libre; puede decir lo que le da la gana, porque no se debe a nadie. Es un soplo de aire fresco en un sistema que normalmente consiste en una gran farsa: una batalla de títeres controlados por las élites financieras.


Es muy revelador escuchar a Trump hablar de su experiencia en la política, que hasta ahora ha sido de estar "al otro lado" del sistema. Él reconoce que siempre ha hecho contribuciones generosas a los candidatos presidenciales, tanto demócratas como republicanos. En el fondo dice que le daba igual el partido que fuera; lo importante era que si un candidato aceptaba su dinero, Trump sabía que esa persona le haría los favores que pudiera necesitar en sus negocios. Era una especie de inversión a largo plazo; yo te doy dinero para tu carrera política y a cambio tú me apoyas cuando te necesite. No me suena demasiado transparente, la verdad, pero así es el sistema político en EEUU; todo se basa en el dinero. Sin dinero no vas a ningún lado, por lo que cualquier aspirante a un cargo político tiene que tener habilidad para recaudar fondos, antes de siquiera plantear otras cuestiones.

Es refrescante oír las frases tan políticamente incorrectas que suelta Trump en sus discursos. Se nota que le da lo mismo lo que los medios de comunicación de masas pueden opinar de él. Hasta se permite mofarse de la CNN durante sus mítines, diciendo que sus cámaras jamás enfocarán al público, porque no quieren que se vea cuánta gente acude a sus eventos. Los medios de masas le odian; la élite política le odia (la cúpula del partido republicano está aterrorizada con la perspectiva de que gane la nominación); casi todos los líderes mundiales le odian; hasta el Papa Francisco ha dicho que Trump "no es cristiano". Me imagino que esta última declaración del Santo Padre habrá contribuido sobremanera a la popularidad de Trump, y merece una consideración aparte.

Es en sí sorprendente que un Papa opine públicamente sobre los candidatos de las primarias de EEUU, como si no tuviera bastante tarea con lo que ocurre en el mundo y dentro de la Iglesia. Pero es realmente escandaloso que decida atacar a Trump y callar sobre su principal adversario, Hillary Clinton. Si resulta que Trump "no es cristiano", ¿qué será Hillary? Esta mujer es un personaje siniestro a más no poder, que promueve activamente el aborto y las perversiones sexuales a nivel mundial. Ha declarado que las religiones tendrán que renunciar a los dogmas y "adaptarse a los tiempos modernos". Es la encarnación de todo lo que va mal en el mundo de hoy, lo más opuesto al reinado de Jesucristo. Sin embargo, parece que esta sierva de Satanás no le preocupa en absoluto a Francisco.

El motivo de la frase desafortunada de Francisco acerca de Trump es que éste último ha anunciado que quiere construir un gran muro en la frontera con México, para impedir la entrada de inmigrantes ilegales. Primero, no hay nada malo en querer defender tus fronteras de invasores. Ya lo dijo Ronald Reagan: "un país que no controla sus fronteras ha dejado de ser un país". Proteger la patria con muros y fortalezas es un principio tan antiguo como la civilización humana, y Francisco sólo hizo el ridículo por criticar lo que el hombre siempre ha hecho, con todo su derecho. En el Antiguo Testamento es el Mismísimo Dios quien ordena al profeta Nehemías que reconstruya las murallas de Jerusalén. Esto es lo que dice el libro de Nehemías cuando han concluido las obras de la muralla:
Cuando nuestros enemigos supieron eso, todas las naciones que están alrededor de nosotros tuvieron miedo y se acobardaron. Tuvieron que reconocer en eso la obra de Dios. (Nehemías 6:16)
Si viviera hoy el profeta Nehemías quizás el Papa Francisco diría que "no es cristiano", por construir muros en lugar de construir puentes; por querer mantener fuera de su territorio a los pueblos vecinos invasores. Sin embargo, Nehemías vivió hace muchos años, y hay que ser tolerante; el pobre profeta no conocía las maravillas de la filosofía liberal, tan querida por Francisco, según la cual todo el mundo es esencialmente bueno. Para los liberales no hay ninguna necesidad de protegerse de extranjeros invasores. Para los liberales ni siquiera hay porqué cerrar tu casa; es mejor dejar que entre todo quisque, que se lleven lo que les apetezca, y que hagan con los tuyos lo que se les ocurra. Aún más cómico es un hecho que quizás Francisco ha pasado por alto: su propia casa, la Ciudad del Vaticano, está rodeada por una muralla infranqueable y vigilada las 24 horas por un ejército para que nadie entre sin todos los permisos en regla.

Naturalmente, los enemigos domésticos de Trump aprovecharon las palabras de Francisco. El ejemplo más descarado fue la portada del 19 de febrero del Daily News de Nueva York, propiedad de Mortimer Zuckerman (judío, naturalmente), que retrata a Donald Trump como "el Anticristo". ¿Quién lo diría? ¡Un judío llama anticristo a un protestante, porque cae mal al Papa! La respuesta de Trump creo que fue ejemplar. Dijo lo siguiente a Francisco:
Si (o cuando) el Vaticano es asaltado por ISIS, que todo el mundo sabe es su trofeo más deseado, os prometo que el Papa deseará que Donald Trump fuera presidente.
Un momento estelar de Donald Trump durante esta campaña fue esta entrevista con Chris Matthews en MSNBC. De entrada, la postura de Trump es altamente hipócrita, porque habla de "las tres excepciones", que son los casos de violación, incesto y peligro para la salud de la madre. ¡Como si tuviera menos derecho a vivir un bebé que ha sido  concebido tras una violación! Esta postura, muy común entre los "conservadores" que se aplican el término de Pro-Vida, es realmente una postura abortista. Están a favor del asesinato de niños inocentes... en ciertos casos. La única postura pro-vida es estar en contra del aborto SIN EXCEPCIONES. Dicho esto, el entrevistador, que se hace llamar católico, le pregunta sobre lo que habría que hacer con las mujeres que abortan, si finalmente se consigue ilegalizar el aborto en EEUU, algo que Trump dice desear. Es una pregunta capciosa, pero Trump responde con total franqueza, no como político profesional. Dice que si el aborto fuera ilegal habría que castigar a las mujeres que infringen la ley.

Fue curioso, por no decir penoso, ver cómo un periodista "católico" le recriminaba a un político protestante su postura "pro-vida". Trump le preguntó a Matthews si era consciente de lo que enseña la Iglesia Católica sobre el aborto y si estaba de acuerdo con ello. Matthews respondió con el siguiente sofisma: "estoy de acuerdo con Su posición moral, pero las ramificaciones legales son distintas." Traducido, para que se entienda: "creo que procurar la muerte de un inocente es injustificable, un pecado que clama venganza al Cielo... PERO si una mujer decide cometer ese pecado, el estado debe otorgarle el derecho de hacerlo, e incluso pagarle para que lo haga." Curiosa doble moral, muy típico de los "católicos" de hoy en día.

El furor monumental que causó la declaración Trump, al decir que si el aborto fuera ilegal habría que castigar a las mujeres que abortan, fue un buen indicio de hasta qué punto los medios de comunicación de masas están a favor del estatus quo, es decir, del genocidio de los no-nacidos. Pero también reveló que hoy en día hay poca gente que quiere pensar con lógica cuando se trata de este tema. Es lógica elemental aplicar un castigo a las personas que cometen un crimen. Sin castigos las leyes son perfectamente inútiles; como una espada sin afilar. ¿Cómo se puede concebir que sea un crimen matar a tu hijo, pero sin que se aplique ningún castigo al que comete semejante crimen? En España la pena que actualmente se aplica a las mujeres que asesinan a sus hijos después de nacer suele ser el máximo permitido por la ley; es decir, 20 años de cárcel. El día que se ilegalice el aborto en este país (y llegará, antes o después), se aplicará una pena de cárcel para las madres que libremente decidan matar a sus hijos, además de los médicos y otros cooperadores en ese crímen execrable.



En mi opinión Trump es salvable. No es un político profesional, por lo que puede aún tener principios morales. Creo que habla con sinceridad. Piensa lo que dice y dice lo que piensa. Lo que más me gusta de él es cómo le odia el aparato sionista que controla los medios de comunicación de masas en EEUU. La desaprobación del Papa Francisco también me indica que algo bueno debe estar haciendo. Si Trump se rodea de buena gente y abre los ojos ante la realidad del aborto (no la propaganda feminista), es posible que un día sea auténticamente pro-vida. Tener un presidente de EEUU así sería un regalo de Dios. Pero aún no hay nada que celebrar. Esperemos. Recemos.

jueves, 14 de abril de 2016

El Apaciguamiento, una Estrategia Fallida

Buscar la paz es algo que todos debemos hacer. Los católicos tenemos que evitar enfrentamientos innecesarios, procurar no perder la paciencia ante las provocaciones ajenas, y ser en general gente pacífica. Sin embargo, existe una línea roja invisible entre ser pacífico y ser un blandengue. El Señor dijo que fuéramos como hermanos, no primos. [1] No creo que entren en el Cielo los cobardes, los que rehúsan defender no sólo sus derechos, sino los derechos de los demás y especialmente los derechos de Dios. Cuando un gobierno, del tipo que sea, abusa de su autoridad, y legisla en contra de la Ley de Dios, es deber de todos los católicos oponerse a dichas leyes. En ocasiones hasta es necesario deponer el gobierno, con los  medios que estén a su alcance.

Esto, que parece de sentido común, es anatema para los jerarcas modernos de la Iglesia, tan preocupados por llevarse bien con el Poder y así beneficiarse de estar entre dos aguas. Por un lado son tolerados por la gente "importante" del mundo, y por otro lado hacen y deshacen a placer dentro de su diócesis. El mayor problema, a mi juicio, de los obispos actuals  es su deseo irrefrenable de ser queridos por todos. Ya sé que generalizo, que hay honrosas exepciones. Bueno, hablo en plural, pero la verdad es que en España sólo conozco una excepción a la regla. Es doctrina segura que el número de los réprobos es mayor que los salvados, y entre los pastores de la Iglesia la cosa no es distinta. Dice San Juan Crisóstomo:
No creo que muchos obispos se salven, sino que son muchos más los que se pierden.


Si el lector hace memoria, se dará cuenta que cada vez que sale su obispo en un medio de comunicación es con una cara sonriente, hablando de lo fenomenal que va la vida eclesial. Los obispos están encantados de haberse conocido, y por nada en el mundo quieren dar la imagen de "aguafiestas". Como si fueran vulgares políticos, hablan siempre de "paz", "amor", "solidaridad", etc. pero pocas veces hacen una llamada a la conversión, a la fe en Jesucristo, no suelen hablar del pecado, porque da mal rollo, y NUNCA mencionarán la palabra "infierno". De hecho, si en los últimos 10 años me hubieran dado un euro por cada vez que un obispo español hablara sobre el dogma del  Infierno, aún me faltaría para un menú del día.

Con esta actitud no es sorprendente que ante los conflictos, la línea de actuación de los obispos modernos es casi siempre bajarse los pantalones ante el Poder. Podría poner una multitud de ejemplos, pero no quiero aburrir al lector. Bastaría hablar de la actitud servil de los obispos españoles ante la monarquía borbónica. El anterior rey, Juan Carlos I, que firmó nada menos que dos leyes abortistas (además de un largo etcétera de leyes anticristianas), gozó de la máxima aprobación del episcopado español durante su reinado. En los acontecimientos familiares (la primera comunión de sus nietos, las bodas de sus hijos) allí estaban los obispos españoles desplegando la alfombra roja para Su Majestad, sin una sola mención de que algo fallaba. Ese rey fue colaborador necesario del genocidio de más de un millón de niños españoles, pero a los obispos españoles este hecho no les importó lo más mínimo. Aunque fuera por el bien del alma del monarca, podían haber dicho algo, eso que antaño se consideraba una obra de misericordia: corregir al que yerra. Sin embargo, callaron como tumbas. Todo en nombre del apaciguamiento.

En 2013, con motivo del 75 cumpleaños de Juan Carlos I, el Arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Monseñor Rouco Varela escribió una carta de felicitación, diciendo que su reinado daba "motivos de inspiración para mirar adelante con fortaleza." La imagen de estos dos personajes, que se ve abajo, he querido etiquetar "Judas felicita a Barrabás". ¿A estas alturas le sorprende a alguien que las iglesias en España estén casi vacías? Los obispos españoles se empeñan en "no caer mal" a los apóstatas y no hablar de cuestiones polémicas. Fingen que la amistad con el mundo es compatible con el amor a Dios. Hacen lo que sea para que nadie les critique, porque les importa mucho más lo que esciba de ellos la prensa anticlerical que el bien de las almas que les han sido encomendadas. Me duele decir esto, pero me temo que sea la pura verdad.

Judas felicita a Barrabás

Como he mencionado, sólo hay una excepción al servilismo del episcopado español: Monseñor Juan Antonio Reig Plá. Este obispo fue el único que dijo públicamente que el Rey pecaba gravemente al firmar la ley Aído del aborto. No es casualidad que este obispo se ha buscado problemas, no sólo con el poder político en España, sino también con Roma. De Murcia fue enviado a Alcalá de Henares, una diócesis mucho menos importante. La regla no escrita es que si todo va bien un obispo asciende durante su "carrera", empezando por una diócesis pequeña y subiendo a diócesis cada vez más grandes. Que un obispo como Reig Plá baje de categoría de esa manera es una clara señal de que Roma desaprueba su comportamiento. El pobre hombre no ha sabido imitar la actitud de apaciguamiento ante el Poder que ha caracterizado la Conferencia Epicopal Española en los últimos 40 años, y que a partir de Pablo VI es la línea pastoral a seguir. Y ya se sabe, Roma no paga a traidores.

Monseñor Reig Plá, la excepción que confirma la regla



NOTAS

[1] Nota para los que viven allende los mares: en España el término "primo" significa coloquialmente un tonto.