Esto, que parece de sentido común, es anatema para los jerarcas modernos de la Iglesia, tan preocupados por llevarse bien con el Poder y así beneficiarse de estar entre dos aguas. Por un lado son tolerados por la gente "importante" del mundo, y por otro lado hacen y deshacen a placer dentro de su diócesis. El mayor problema, a mi juicio, de los obispos actuals es su deseo irrefrenable de ser queridos por todos. Ya sé que generalizo, que hay honrosas exepciones. Bueno, hablo en plural, pero la verdad es que en España sólo conozco una excepción a la regla. Es doctrina segura que el número de los réprobos es mayor que los salvados, y entre los pastores de la Iglesia la cosa no es distinta. Dice San Juan Crisóstomo:
No creo que muchos obispos se salven, sino que son muchos más los que se pierden.
Si el lector hace memoria, se dará cuenta que cada vez que sale su obispo en un medio de comunicación es con una cara sonriente, hablando de lo fenomenal que va la vida eclesial. Los obispos están encantados de haberse conocido, y por nada en el mundo quieren dar la imagen de "aguafiestas". Como si fueran vulgares políticos, hablan siempre de "paz", "amor", "solidaridad", etc. pero pocas veces hacen una llamada a la conversión, a la fe en Jesucristo, no suelen hablar del pecado, porque da mal rollo, y NUNCA mencionarán la palabra "infierno". De hecho, si en los últimos 10 años me hubieran dado un euro por cada vez que un obispo español hablara sobre el dogma del Infierno, aún me faltaría para un menú del día.
Con esta actitud no es sorprendente que ante los conflictos, la línea de actuación de los obispos modernos es casi siempre bajarse los pantalones ante el Poder. Podría poner una multitud de ejemplos, pero no quiero aburrir al lector. Bastaría hablar de la actitud servil de los obispos españoles ante la monarquía borbónica. El anterior rey, Juan Carlos I, que firmó nada menos que dos leyes abortistas (además de un largo etcétera de leyes anticristianas), gozó de la máxima aprobación del episcopado español durante su reinado. En los acontecimientos familiares (la primera comunión de sus nietos, las bodas de sus hijos) allí estaban los obispos españoles desplegando la alfombra roja para Su Majestad, sin una sola mención de que algo fallaba. Ese rey fue colaborador necesario del genocidio de más de un millón de niños españoles, pero a los obispos españoles este hecho no les importó lo más mínimo. Aunque fuera por el bien del alma del monarca, podían haber dicho algo, eso que antaño se consideraba una obra de misericordia: corregir al que yerra. Sin embargo, callaron como tumbas. Todo en nombre del apaciguamiento.
En 2013, con motivo del 75 cumpleaños de Juan Carlos I, el Arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Monseñor Rouco Varela escribió una carta de felicitación, diciendo que su reinado daba "motivos de inspiración para mirar adelante con fortaleza." La imagen de estos dos personajes, que se ve abajo, he querido etiquetar "Judas felicita a Barrabás". ¿A estas alturas le sorprende a alguien que las iglesias en España estén casi vacías? Los obispos españoles se empeñan en "no caer mal" a los apóstatas y no hablar de cuestiones polémicas. Fingen que la amistad con el mundo es compatible con el amor a Dios. Hacen lo que sea para que nadie les critique, porque les importa mucho más lo que esciba de ellos la prensa anticlerical que el bien de las almas que les han sido encomendadas. Me duele decir esto, pero me temo que sea la pura verdad.
Judas felicita a Barrabás |
Como he mencionado, sólo hay una excepción al servilismo del episcopado español: Monseñor Juan Antonio Reig Plá. Este obispo fue el único que dijo públicamente que el Rey pecaba gravemente al firmar la ley Aído del aborto. No es casualidad que este obispo se ha buscado problemas, no sólo con el poder político en España, sino también con Roma. De Murcia fue enviado a Alcalá de Henares, una diócesis mucho menos importante. La regla no escrita es que si todo va bien un obispo asciende durante su "carrera", empezando por una diócesis pequeña y subiendo a diócesis cada vez más grandes. Que un obispo como Reig Plá baje de categoría de esa manera es una clara señal de que Roma desaprueba su comportamiento. El pobre hombre no ha sabido imitar la actitud de apaciguamiento ante el Poder que ha caracterizado la Conferencia Epicopal Española en los últimos 40 años, y que a partir de Pablo VI es la línea pastoral a seguir. Y ya se sabe, Roma no paga a traidores.
Monseñor Reig Plá, la excepción que confirma la regla |
NOTAS
[1] Nota para los que viven allende los mares: en España el término "primo" significa coloquialmente un tonto.
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