jueves, 28 de enero de 2016

¿Por qué los judíos no creen en Jesús?

 
Presento a mis lectores a un personaje realmente interesante, un monje ortodoxo llamado Brother Nathanael. Vive en Alaska, EEUU, como misionero de la Iglesia Ortodoxa Rusa. A pesar de ser un cismático y no pertenecer a la verdadera Iglesia de Nuestro Señor, al escuchar sus vídeos he comprobado que en muchos aspectos guarda mejor la fe católica tradicional que la gran mayoría de nuestros obispos. Es especialmente revelador todo lo que cuenta sobre el judaísmo, siendo él un converso de esta religión. Muchos de sus vídeos tratan de temas políticos, el control de las finanzas mundiales por el sionismo, los crímenes del estado de Israel, etc. Este vídeo que transcribo a continuación es más religioso. Habla de lo que ningún Papa desde el Concilio quiere hablar: la necesidad de conversión de los judíos a la fe en Jesucristo.

¿Por qué los judíos no creen en Jesús? ¿No es el Mesías prometido, tal y como predijeron los profetas en el Antiguo Testamento? Desde luego que sí. El problema es que los judíos han sustituido el Antiguo Testamento por el Talmud, como su principal documento religioso. El Talmud es esencialmente reaccionario, una codificación rabínica de reglas, que pretende refutar el mesianismo de Jesucristo. Sin embargo, una breve lectura del Antiguo Testamento demuestra claramente que Jesucristo es verdaderamente el Mesías judío.

El papel del Mesías sería el de derrotar la muerte y deshacer el mal que hizo Satanás en el Jardín del Edén. Se predijo que vendría durante los últimos días de la dinastía del rey David, que finalizó con el reino de Herodes, quien reinaba en el momento del santo nacimiento de Cristo. El Mesías sería un profeta, como Moisés, cuya nueva alianza reemplazaría la antigua y requeriría obediencia por parte de los judíos. El Mesías nacería en Belén de una virgen, y se llamaría "Dios con nosotros", Emmanuel, indicando su Encarnación. El Mesías vendría antes de la destrucción del segundo templo, que ocurrió en el año 70 de nuestra era. El Mesías portaría los pecados del mundo y resucitaría al tercer día. Crearía una nueva raza de la humanidad, Israel de Dios, la Iglesia, compuesta por judíos y gentiles, llamados por un nombre nuevo: cristianos.

Pero estas pruebas no son las únicas razones por la que los judíos deberían creer en Jesús. Verán, hay tres maldiciones que pesan sobre el judaísmo, que cada judío debe sobrellevar: la maldición de la higuera, la maldición de la desolación y la maldición de deicidio. Cuando Jesucristo vio sin fruto una higuera, un símbolo del pueblo judío, la maldijo, diciendo, "de ahora en adelante jamás producirás fruto alguno". Y efectivamente, al día siguiente la higuera estaba seca. Cuando Cristo estaba a punto de ser entregado por los judíos para ser crucificado, pronunció una maldición sobre Jerusalén: "De ahora en adelante tu casa será desolada". Y cuando Cristo se encontró ante Poncio Pilato, que le quería soltar, los judíos gritaron, "¡crucifícalo, crucifícalo! Que su sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos." Así ha acaecido. La maldición de deicidio está sobre cada judío, por virtud de la culpa colectiva.

Sarah Silverman, una "humorista" judía, quisiera doblar esa maldición, que ya pesa sobre su cabeza.
[Clip de Silverman] Todo el mundo culpa a los judíos por matar a Cristo. Luego, los judíos intentan endosar la culpa a los romanos. Yo soy de os pocos que piensan que en realidad fueron los negros. [Risas] Me da igual. Bien. Espero que fueran los judíos. Yo lo haría de nuevo, lo haría de nuevo en un pu.. segundo. [Más risas]
En resumidas cuentas, no hay fruto duradero que recoger del judaísmo. Nuestra nación, antaño cristiana, es ahora gobernado por judíos, pero la estela de su reino es desolación, como vemos en los miles de gentiles que han muerto luchando en las guerras a favor de los judíos en el extranjero. La maldición del deicidio se ha extendido a innumerables gentiles, a través de los medios de comunicación que están en manos judías, que ridiculizan la fe en Jesucristo.

Como un ex-judío, ahora un cristiano ortodoxo, llamo a todos los judíos al arrepentimiento, a abrazar a Nuestro Señor Jesucristo como su Salvador para liberarse de las maldiciones. Yo lo hice. ¿Por qué no lo hacen ellos?

 

martes, 26 de enero de 2016

El odio de uno mismo

El odio de uno mismo es algo realmente terrible. Nuestro Señor nos mandó: "Ama al prójimo como a tí mismo." Pues, si nos odiamos a nosotros mismos, evidentemente seremos incapaces de amar a los demás. Esta lacra, el odio de uno mismo, no solamente existe a nivel individual, sino también entre los colectivos. Cuando un pueblo empieza a renegar de su propia identidad, despreciando lo suyo y prefiriendo todo lo ajeno, es una señal de que ese pueblo se odia; y cuando un pueblo entero se odia, tiene los días contados, porque siempre habrá otros pueblos, que no se odian a sí mismos, deseando ocupar su lugar. Hoy en día observo con tristeza que este odio de uno mismo es un fenómeno que se da con bastante frecuencia entre europeos de raza blanca. Digo que lo observo con tristeza, porque yo soy de esta raza y estoy muy orgulloso de ser lo que Dios quiso que fuera.

 
Los europeos autóctonos somos los herederos de la civilización que, a mi juicio, es la más gloriosa que haya existido jamás sobre la Tierra: la Cristiandad. Lo digo sin vanagloria; simplemente es así. Para que mis lectores sepan de lo que estoy hablando, la Cristiandad es una civilización que se forjó desde las cenizas del Imperio Romano a partir del siglo V de nuestra era, hasta alcanzar su cénit en el siglo XIII. Incluso desde entonces, con todo en contra, ha habido grandes hazañas de la Cristiandad, como la evangelización de América, la lucha contra el Islam, y su contribución a la ciencia, la tecnología y las artes, especialmente la música. Quizás habría que distinguir entre la Cristiandad y la civilización europea, porque no es exactamente lo mismo. Por ejemplo, el siglo XIX fue el siglo de máximo esplendor del Imperio Británico, que gobernó un territorio mayor que cualquier otro imperio en la historia. No obstante, este imperio no tenía los mismos impulsos y motivaciones que la Cristiandad. El amor a Nuestro Señor y el deseo de extender Su reino, fue sustituido por un afán de lucro y de poder. El auge de las potencias protestantes, primero los holandeses, luego los británicos, y en el siglo XX los estadounidenses, obedeció a un cambio sustancial: la globalización de las finanzas y el comercio. Hoy en día pienso que estamos gobernados por el Imperio de la Usura, que no tiene país ni religión, pero esto es un tema para otro artículo.

Volviendo a lo que estaba comentando, los que somos de raza blanca y ascendencia europea deberíamos sentirnos orgullosos de nuestro pasado y nuestra cultura. Pero precisamente por lo que ha representado la Cristiandad, hay muchos grupos que nos envidian y buscan desprestigiar nuestra raza, inventando todo tipo de leyendas negras sobre ella. Pintan al hombre blanco como lo peor que ha existido jamás, el responsable de todos los males en el mundo. Esto no tiene otro nombre que racismo. El racismo anti-blanco está muy extendido hoy en día y por desgracia es un odio socialmente aceptado. Se fomenta desde los medios de comunicación de masas (televisión, cine, prensa, etc.) y los políticos, sabiendo que da réditos electorales, también caen a menudo en él.

Un ejemplo es lo que dijo Michelle Obama durante la campaña de su marido en 2008. Comentando sobre el enorme apoyo que tenían para las elecciones presidenciales, dijo que era la primera vez en su vida que se sentía orgullosa de su país. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que ama muy poco a su país, si lo único que le hace sentirse orgullosa de él es la popularidad de su marido. Se podría entender que tras decir esto, los negros votarían en masa a Obama, como revancha por el racismo histórico contra los negros, pero es muy triste comprobar como los blancos, después de recibir semejante insulto, también votaron masivamente a favor de Obama, convertiéndole en el primer presidente negro de los EEUU. Sólo cabe una explicación: muchos blancos odian su propia raza.

Podría dar otro ejemplo más reciente de este desprecio hacía la raza blanca. El 7 de enero de este año, el gobernador del estado de Maine en EEUU, Paul LePage, se quejó de los traficantes que viajan hasta su estado desde Connecticut o Nueva York para vender heroína, y añadió que a menudo "impregnan a chicas jóvenes blancas antes de volver". Toda la casta política ha criticado estas declaraciones por "racistas", cuando LePage sólo comentaba sobre un realidad social: la depredación de hombres negros de zonas urbanas contra chicas blancas de pueblo. ¿Está feo decirlo? A lo mejor, pero el gobernador tiene la obligación de velar por los derechos de sus ciudadanos, que en el estado de Maine son blancos en un 96%. Mirando esta problemática a nivel nacional, según las cifras del Departamente de Justicia de EEUU, se registraron 560,600 crímenes violentos cometidos por negros contra blancos en el año 2013; mientras que en el mismo año, los blancos sólo cometieron 96,400 crímenes violentos contra negros. Es decir, en crímenes violentos que involucran blancos y negros, en el 85% de los casos el agresor es negro. Tan sólo citar estos datos es considerado racismo, y quejarse públicamente de esta realidad, como hizo LePage, merece el oprobio de todo el sistema.

Algo similar ocurrió en mi país, el Reino Unido, con la violación y prostitución forzada de miles de chicas blancas por mafias compuestas de musulmanes asiáticos. El caso de la ciudad de Rotherham, en el norte de Inglaterra, fue especialmente sangrante, ya que se estima que unas 1,400 chicas fueron sistemáticamente violadas y explotadas sexualmente durante un periodo de 16 años, entre 1997 y 2013, sin que la policía hiciera nada para impedirlo. La investigación concluyó que los trabajadores sociales y la policía miraron hacía otro lado; no actuaron en contra de los criminales paquistaníes, porque no querían ser tachados de "racistas". Es decir, el racismo anti-blanco políticamente correcto condenó a esas chicas a una vida de esclavitud sexual en su propio país. Es evidente que si hubieran sido de otra raza, la policía hubiera actuado enseguida, pero los racistas en el poder consideran que la vida de una niña blanca no vale lo mismo que la de una niña de cualquier otro color.




En una edición del año 2014 de Question Time, un programa de televisión de la BBC (British Brainwashing Corporation), un señor blanco del público comenta [a partir del minuto 2:30] que mientras él duerme en la calle, porque le dicen los servicios sociales que no hay donde hospedarle, los inmigrantes ilegales recién llegados viven en pisos con todos los gastos pagados. Dice además que mientras que él ha solicitado cientos de trabajos sin éxito, y ahora ni siquiera le dan una entrevista, conoce casos de inmigrantes a los que les dan trabajo nada más llegar. Llaman la atención los abucheos del público, y la respuesta que le da uno de los "expertos", el periodista David Aaronovitch. Con un aire de superioridad realmente insoportable le explica que "las cosas no son necesariamente como uno las percibe". ¡Igual resulta que este pobre hombre estaba durmiendo en el hotel Hilton, y eso de dormir en la calle era producto de su imaginación! Esta respuesta refleja perfectamente el paradigma liberal y multicultural (es decir, el odio hacía la raza blanca), en el cual no es posible que la inmigración tenga efectos negativos sobre la población indígena.

Cuando ví ese vídeo sentí que se me hervía la sangre. Se me hacía muy duro ver como un inglés en paro y en la calle era insultado por un intelectual que ha hecho carrera promocionando el multiculturalismo. Él no habrá tenido que competir con los inmigrantes por puestos de trabajo mal pagados. Él no vivirá en un barrio que en pocos años se ha llenado de paquistaníes y se ha convertido en un gueto. Él no temerá por la seguridad de su mujer e hijos, porque no habrá un solo inmigrante a 10 kilómetros de su casa. Incluso le habrá venido muy bien la llegada masiva de inmigrantes, porque habrá encontrado gente dispuesta a trabajar en su casa por una miseria. En inglés decimos que la caridad empieza en casa. Es el colmo de la hipocresía fingir preocupación por la suerte de refugiados en un país lejano que nunca has pisado, y despreciar a un compatriota que está sufriendo y que tienes delante de tus narices.

Estas olas migratorias son una auténtica invasión, y sospecho que no es un fenómeno fortuito. Los políticos liberales no sólo han permitido que ocurra, sino que lo han fomentado, con las ayudas a todo el mundo que pisaba suelo europeo; esto es el efecto llamada. Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que fronteras permeables y un estado de bienestar son incompatibles a medio-largo plazo. Los políticos no pueden ser tan tontos; sabían perfectamente que si ofrecían ayudas de manera indiscriminada a todos los extranjeros que llegaban, se produciría una avalancha de gente desesperada. Por tanto, creo que la invasión de inmigrantes que estamos viviendo es parte de un plan para destruir Europa, y nace de un odio hacía la raza blanca.

No hay ningún problema con un puñado de extranjeros en cada país, y estoy a favor de dar asilo político a las personas que realmente lo necesitan. Pero eso no es lo mismo que convertir Europa en Eurabia. Si queremos ayudar a los países subdesarrollados a prosperar, ¿no es preferible trabajar allí, como lo han hecho siempre los misioneros? Lo que de verdad les ayuda es construir escuelas y hospitales en sus países, y esto es precisamente lo que debemos apoyar los católicos, a través de obras caritativas de la Iglesia. Me imagino que nadie querría dejar su tierra y a su gente, si tuviera opción, así que lo mejor que se puede hacer para los pobres es evitar que tengan que emigrar. Además, el efecto de la inmigración daña gravemente a los países pobres, porque suelen ser los jóvenes más cualificados que emigran. África se está quedando sin médicos, por ejemplo, porque muchos miles de ellos están trabajando en Europa. La inmigración no soluciona los problemas de los países tercermundistas; sirve para que unos pocos puedan vivir mejor, pero deja sus países de origen igual o peor de lo que estaban. Si añadimos a esto las mafias que se lucran con el tráfico de personas y las muertes de los que se quedan por el camino, el balance es muy negativo. Si a los políticos de verdad les preocupara la suerte de los países pobres, no serían tan rácanos con ayudas al desarrollo. Aquí es donde se les ve el plumero; los mismos políticos liberales que están encantados de vaciar las arcas del estado con subvenciones a los inmigrantes, no levantan un dedo por ayudar a los necesitados in situ. ¿Cuántas hambrunas ha habido en países como Etiopía? No me creo su cantinela de "solidaridad". Me suena a pura hipocresía.

Ana Pastor y Marine Le Pen
Yo creo que la forma más sensata de ver el tema es pensar que un país es como una casa. Cada casa tiene un tamaño y unas características diferentes. Cada casa tiene sus normas que hay que seguir, para que la convivencia funcione. Lo que no hace nadie es dejar su casa abierta e invitar a todo quisque a entrar. Cada casa tiene que ser generosa con sus vecinos, pero no a expensas de que sus propios habitantes sean desalojados. El liberal que aboga por las fronteras abiertas es un hipócrita, porque cuando sale de su casa cierra la puerta con llave. Él no está dispuesto a compartir su casa con todo el mundo, pero quiere que otros sean generosos con los inmigrantes. Esto es precisamente lo que le echó en cara Marine Le Pen, del Front National de Francia, a la periodista izquierdista Ana Pastor, durante una entrevista en una cadena española, la Sexta. Al acusar a la política francesa de ser xenófoba, la Sra. Le Pen le preguntó: "¿Acoge Vd. a muchos inmigrantes en su casa?" Lo más hilarante es que la entrevistadora respondió que sí. ¡Pocas veces se ha visto una mentira tan descarada en directo!

¿Quién puede pensar que es beneficioso para una nación llenarla de extranjeros? ¿Históricamente se ha visto algo parecido a lo que estamos viviendo en Europa? Sí, muchas veces a lo largo de la historia y en muchos lugares se ha producido una caída espectacular de la población nativa frente a la población extranjera, pero siempre tras una conquista militar. En Europa nunca se han visto cambios demográficos similares en tiempos de paz. Nunca antes se ha visto que los europeos invitan alegremente a otras razas a apoderarse de sus recursos y de su territorio. Esto sólo es posible por el odio de uno mismo que padecen. No tengo nada en contra de otras razas, pero mi país no puede ser el hogar de todas ellas. El dilema es muy sencillo: en la mente de los multiculturalistas, África pertenece a los africanos, Asia a los asiáticos, América a los americanos, pero Europa es para todo el mundo. Algo falla. Por poner un ejemplo, ahora en Londres la población blanca es una minoría. Sin embargo, cualquiera que cuestione que esto sea una cosa positiva es inmediatamente llamado "racista".   Si el sentido de esta palabra es el que odia alguna raza, yo no soy racista. Sí son racistas los que odian la raza blanca y buscan exterminarla. Hoy parece que todas las razas tienen derecho a disfrutar de su tierra, menos la blanca.  

 
Un ejemplo escandaloso de racismo anti-blanco en el cine es la película Django desencadenado de Tarantino. En ella el héroe, un cazarecompensas negro, interpretado por Jamie Foxx, dice la siguiente frase: "Mato a gente blanca, y me pagan... ¿cómo no me iba a encantar?" Si esto hubiera sido al revés, sustituyendo "gente blanca" por "gente negra", en boca del héroe, la película hubiera provocado una guerra civil en EEUU. Sin embargo, el racismo anti-blanco es financiado y apoyado activamente por Hollywood, y es aceptado por la gran mayoría de los ciudadanos. En respuesta a esta película, el comentarista Jeffrey Kuhner escribió esto en The Washington Times:
Jamie Foxx es Django
La intolerancia contra los blancos se ha enquistado en nuestra cultura. [La película] tiene un tema central: el hombre blanco es un demonio, una lacra moral del que hay que librarse, como si fuera un virus asesino... Simplemente propaganda disfrazada de historia.

EEUU y el Reino Unido, a pesar de estar infectados por el odio de uno mismo, no son los países que peor están. Los primeros puestos en el ranking del odio de uno mismo sin duda los ocupan Alemania y Suecia. El problema de Alemania es su complejo de culpabilidad por lo que ocurrió (o no ocurrió) durante la Segunda Guerra Mundial. Desde los juicios de Nuremberg, que en palabras del Mariscal de Campo Montgomery, hicieron que perder una guerra fuera un crímen, los niños alemanes han sido adoctrinados para creer que su país cometió las peores atrocidades en la historia de la Humanidad y que están en deuda con el mundo entero. No sólo han aprendido esto en el colegio, sino en un sinfín de películas, obras de teatro, novelas, documentales, etc. Uno de los ejemplos más ofensivos del odio hacía los alemanes en el cine es la película Malditos bastardos, también de Tarantino (se ve que el hombre es un experto en el odio y la manipulación de la historia). En esta película no sólo se pinta a los alemanes como monstruos sin corazón, sino que se justifica todo tipo de violencia y crueldad contra ellos. Es muy difícil para un alemán criado en este odio a sí mismo sentirse orgulloso de ser alemán y querer defender su patria.

Los tribunales de la mentira
Un ejemplo de racismo anti-blanco en Alemania es la reacción del régimen multiculturalista a los gravísimos incidentes ocurridos en Nochevieja 2015. En Colonia una banda de cientos de hombres (según todos los testigos tenían aspecto de ser del norte de África) atacó y acosó sexualmente a mujeres blancas en pleno centro de las ciudad. La reacción inicial del sistema fue la negación; la policía, los políticos y la prensa controlada se aliaron para censurar la noticia, pero gracias a la presión de los ciudadanos a través de las redes sociales (Facebook, Twitter, etc), después de cinco días tuvieron que reconocer lo que había pasado. Y cuando por fin los políticos reconocieron y hablaron sobre los hechos, no fue para pedir perdón a los alemanes; primero por haber permitido la entrada a su país de forma incontrolada a un millón de inmigrantes en el año 2015, incluyendo a cientos de terroristas y otros indeseables; y segundo, por la manifiesta incapacidad de la policía de garantizar el orden público. No hubo pizca de autocrítica por parte del sistema. La canciller, Ángela Merkel, condenó los ataques, pero a renglón seguido pidió "respeto por los extranjeros". Pobrecillos, deben tener una confusión tremenda; en su país debe ser un comportamiento perfectamente lícito formar bandas y violar a mujeres por la calle. ¡Qué lástima me dan!

Fue la alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, quien se llevó la palma. Dijo a los periodistas que cualquier sugerencia de que los agresores eran refugiados era "totalmente impermisible". Luego se dio el lujo de ofrecer algunos consejos a las mujeres alemanas, para evitar ser violadas en el futuro por bandas descontroladas de musulmanes, como por ejemplo mantenerse a una distancia prudencial de un metro de cualquier hombre. ¿Cómo no se les había ocurrido a las víctimas? La premisa de Reker era seguramente que si una mujer blanca es violada por un inmigrante debe ser culpa suya, porque todos sabemos que los inmigrantes son incapaces de cometer un delito. Le faltó aconsejarles un truco infalible: llevar burka la próxima vez que salgan a la calle. Como no cambie la cosa pronto, eso es lo que les espera. Igual estaría bien ir acostumbrándose.

Alemania da pena, pero hay un país que está aún peor: Suecia. Históricamente le ha sucedido algo similar a Alemania; durante la Segunda Guerra Mundial Suecia se mantuvo neutral, y desde entonces la mitología izquierdista se ha encargado de crear un sentimiento nacional de culpa por no haberse opuesto a Hitler. Suecia hoy en día es gobernada por un régimen que censura el patriotismo como el peor de los vicios y promueve una política multicutural que sólo se puede calificar de suicida. Cualquier crítica hacía el influjo masivo de inmigrantes, que pronto hará que los suecos sean una minoría en su propio país, es censurada en los medios de comunicación, y para evitar ser tachado de "racista" o "nazi", los suecos indígenos tienen que aprender a odiarse a sí mismos.

 
Para hacerse una idea de hasta qué punto el odio de uno mismo es socialmente aceptado en Suecia, paso a citar un par de declaraciones de sus líderes políticos, que en un país con un mínimo de orgullo patrio se considerarían insultos intolerables, pero que en Suecia forman parte de la mentalidad dominante. La antigua dirigente del partido socialdemócrata, Mona Sahlin, dijo que no podía pensar en nada semejante a la cultura sueca, y es por esta razón que "los suecos envidian a los inmigrantes que sí tienen una cultura". Raya lo cómico afirmar que una raza que ha vivido en el mismo lugar durante siglos no tiene una cultura propia, pero así de irracional es el odio de uno mismo. En 2006 el presidente del país, Fredrik Reinfeldt, del partido "conservador", dijo: la principal característica de la cultura sueca es el barbarismo; lo demás es gracias a la inmigración. ¿Tuvo que dimitir? ¿Se exilió a una isla en el Pacífico? ¡Qué va! Tras semejante declaración de desprecio hacía su propio país, los suecos le reeligieron como su presidente.

¿Y cuáles son los frutos de este anti-patriotismo en Suecia? Primero, cada año entran unos 100,000 inmigrantes, la mayoría de religión musulmana. Muchos entran legalmente y los que entran ilegalmente suelen quedarse porque gozan de las mismas ayudas, así que la diferencia es poca. Suecia se gasta 4,000 millones de euros anuales en colocar a los recién llegados, más de la mitad de los cuales nunca encuentran trabajo y ahora y un 60% de todo su presupuesto social se destina a la población inmigrante. Luego, Suecia se ha convertido en el segundo país del mundo con más violaciones por habitante, sólo superado por Lesoto, un pequeño país en el sur de África. Tras 40 años de experimento multicultural, el índice de crímen violento ha aumentado un 300% y las violaciones un 1470%, como se aprecia en el gráfico de abajo. Pero claro, esto no tendrá nada que ver con la invasión de hombres musulmanes de países subdesarrollados. [Sarcasmo OFF]


En Suecia a estas alturas está muy claro que la fantasía multiculturalista no ha funcionado. La utopía con que soñaban los liberales se ha convertido en una pesadilla. Para defender su política suicida, el régimen tiene que usar la represión, la mentira y la censura, al estilo de la Unión Soviética de Stalin. Los pocos parlamentarios que están en contra de la inmigración masiva tienen que llevar escolta las 24 horas del día, por miedo a tanta tolerancia. Un ejemplo increíble de como esta dictadura políticamente correcta castiga a los disidentes es el caso de Michael Hess, un político del Partido Demócrata de Suecia. En 2014 las cortes le sentenciaron a pagar una multa de unos 6000€ por establecer la conexión entre la epidemia de violaciones que sufre su país y la importación masiva de inmigrantes musulmanes. La sentencia es tan absurda que sería difícil inventar algo semejante. Dice así:
Michael Hess
La Corte considera que la cuestión de la veracidad de las declaraciones de Michael Hess no tiene relevancia alguna para el caso.... Las declaraciones de Michael Hess constituyen, por tanto, una expresión de desdén hacía los inmigrantes de fe musulmana.
Sí, ha leído correctamente. Dice la sentencia que no importa si es verdad lo que dice el acusado. Lo importante es que los musulmanes se han sentido ofendidos. Es la máxima expresión de la locura liberal.

Tras ver los deprimentes resultados del multiculturalismo, que es un eufemismo para el racismo anti-blanco, podríamos preguntarnos por las causas de tanto odio de uno mismo. Creo que en el fondo todo viene de la apostasía de Europa. Los pueblos de Europa empezaron por rechazar la fe que está en las raíces de su cultura, y han acabado rechazando su cultura entera. Este proceso de apostasía lleva inexorablemente al suicidio colectivo; los pueblos que reniegan de su identidad cultural al final se convencerán de que ni siquiera tienen derecho de existir. En poco tiempo estos pueblos morirán. Si la causa de sus males es de abandonar la fe cristiana, su única esperanza ahora es volver a ella. Que Europa rece al unísono el salmo 42 que se oye al principio de la Misa: Introibo ad altare dei. Ad Deum qui laetificat juventutem meum. ¡Es hora de que los pueblos de Europa despierten!




lunes, 18 de enero de 2016

El Culto a la Fealdad

Un fruto evidente de la apostasía de Occidente es la fealdad cultural. Guste o no, Europa se construyó sobre la fe en Cristo, y con el rechazo voluntario de esa fe ha crecido un odio por parte de los mismos europeos hacía toda la tradición cristiana. En definitiva, un odio hacía el mismísimo Dios, fuente de toda belleza, ha generado un gusto por la fealdad. Hasta que Europa se auto-destruyó en la Gran Guerra de 1914-18, toda su historia, sus tradiciones y su cultura bebían directa o indirectamente del cristianismo. Creo que fue a partir de de esta guerra, cuyos 100 años ahora que se conmemoran, que Europa optó definitivamente por rechazar a Cristo. Desde luego, fue un proceso que tardó su tiempo, pero fue gracias a esta contienda que la mentalidad revolucionaria, y por tanto anticristiana, logró contagiar a todo Occidente. Desde entonces la cultura moderna se ha degenerado hasta convertirse en un culto a la fealdad.

Este culto a la fealdad se manifiesta en diversas formas artísticas en las corrientes vanguardistas de la época inmediatamente posterior a la Gran Guerra. En la música, la Segunda Escuela Vienesa, liderada por Arnold Schoenberg, buscó una ruptura radical con el pasado. Su sistema dodecafónico fue un intento de crear una nueva música a partir de teorías matemáticas y filosóficas. Aún hoy en día hay músicos de renombre que defienden el dodecafonismo, pero en mi opinión lo hacen por puro esnobismo artístico. La realidad es que nadie soporta la música dodecafónica, cuyo efecto estético se podría comparar a una patada en la espinilla. El que quiera comprobarlo, que escuche esta pieza de Anton Webern. [1] Es un buen ejemplo de la artificialidad moderna; en lugar de cultivar formas artísticas que nacen y se desarrollan orgánicamente dentro de una cultura viva, una élite decide imponer unas normas a partir de sus teorías académicas, creando una brecha insuperable entre ellos y la gente normal.

La música llamada "culta" siguió por este camino esotérico que dictaba una élite cada vez más divorciada del mundo real. En cuanto a la música de las masas, a partir de los años ´50 el Rock and Roll arrasó una generación entera hacía el desenfreno y la pérdida de valores religiosos. [2] En general, la historia de la música del siglo XX se caracterizó por una búsqueda frenética de la novedad a toda costa, tanto en las estridencias de la música "culta" como en el Rock and Roll. Creo que es por esta razón que la música antirevolucionaria por antonomasia, la música tradicional, también llamada folclórica, entró en declive. La tragedia de los últimos 100 años en Occidente, a mi juicio, es la progresiva pérdida de la herencia musical tradicional de los pueblos. Cada año constato con tristeza que mis alumnos del conservatorio son incapaces de cantar alguna canción tradicional de su región. Sólo conocen las bandas sonoras de películas de Hollywood, la música de programas de televisión, o lo que cantan las estrellas del Pop.

La música tradicional es la que se transmite oralmente de generación en generación, y varía de una región a otra. Esta música fortalece el vínculo cultural entre todos los miembros de una misma comunidad y crea una identidad cultural que distingue su comunidad de otras. Exactamente lo contrario ocurre con la música Pop. Esta música cambia constantemente con las modas, por lo que cada generación se aficiona a un género diferente a la anterior, creando una brecha cultural intergeneracional. Además, la música Pop, promocionada por los medios de comunicación de masas, es la misma en cualquier lugar. Esto quiere decir que errosiona la identidad cultural de los pueblos, porque musicalmente ya nada distingue unos de otros. Cuando una tradición musical muere es casi imposible resucitarla. Desaparece para siempre parte de la identidad cultural de un pueblo, para ser reemplazado por bazofia extranjera. Es un empobrecimiento cultural realmente trágico, que sirve para avanzar la agenda del Nuevo Orden Mundial. Esta homogeneización de la cultura ocurre en casi todos los aspectos de nuestra vida. Los restaurantes donde se sirve comida local son sustituidos por hamburgueserías de franquicias americanas. Las modas locales en el vestir y los trajes típicos de cada región se sustituyen por lo que dictan cuatro diseñadores en Nueva York o París. Los bailes autóctonos ceden el lugar al vulgar contoneo discotequero. Hasta las lenguas de cada nación son invadidas por anglicanismos.

En las artes plásticas también es fácil ver el culto a la fealdad . El arte decadente, el feísmo y el arte abstracto, beben de fuentes inquietantes. Uno de los principales ideólogos que inspiraron el nuevo arte modernista es Charles Baudelaire, un drogadicto degenerado cuyo magnum opus, Les Fleurs du Mal, es abiertamente una alabanza a Satanás. Otra influencia importante, sobre todo para el arte abstracto, es Helena Blavatsky, la fundador de la religión esotérica mágica denominada teosofía. Con estas raíces no es de estrañar que el árbol del modernismo artístico creciera torcido desde el principio y diera frutos tan amargos.

Esta acuarela de 1911 es el primer cuadro abstracto:




Su autor, Wassily Kandinsky, explica en su libro De lo Espiritual en el Arte, que este nuevo movimiento artístico se fundamenta en las teorías de Blavatsky, la Doctrina Secreta, como él lo llama. Piet Mondrian, otra figura importante del arte abstracto, también era adepto a la teosofía:
Mediante la teosofía me di cuenta de que el arte podía ofrecer una puerta hacía otras dimensiones más altas, que llamaré el reino espiritual.

Un cuadro de Mondrian de 1930

El dadaísmo, la expresión artística del ateísmo y el nihilismo y la primera manifestación de la fealdad como principio estético, surgió durante la Primera Guerra Mundial. En décadas anteriores Friedrich Nietzche, el gran profeta del ateísmo, había abogado por la fealdad en las distintas expresiones artísticas:
Se ponen límites demasiado estrechos al arte cuando se le exige que sea sólo el vehículo de expresión del alma regulada y equilibrada. Al igual que en las artes plásticas, hay en la música y en la poesía un arte del alma fea, junto al arte del alma bella. [3]
La figura más representativa del dadaísmo, Tristan Tzara, un marxista judío de origen rumano, utilizó el arte como una pieza más en la Revolución. Si bien tuvo un éxito limitado en su momento, su influencia posterior ha sido enorme, como por ejemplo en el Pop Art de Andy Warhole de los años ´60. Así es como ArteEspaña.com define el dadaísmo:

El Dadaísmo se presenta como una ideología total, como una forma de vivir y como un rechazo absoluto de toda tradición o esquema anterior. Está en contra de la belleza eterna, contra la eternidad de los principios, contra las leyes de la lógica, contra la inmovilidad del pensamiento y contra lo universal. Los dadaístas promueven un cambio, la libertad del individuo, la espontaneidad, lo inmediato, lo aleatorio, la contradicción, defienden el caos frente al orden y la imperfección frente a la perfección. Proclaman el anti-arte de protesta, del shock, del escándalo, de la provocación ... Se basan en lo absurdo y en lo carente de valor.
"Mujer sentada" de Picasso, 1927
Quien tomó el relevo en este rechazo a la belleza artística fue el comunista español, Pablo Picasso. Picasso llevó a nuevos extremos la deliberada distorsión del cuerpo humano. Satanás odia el cuerpo del hombre porque está hecho a la imagen de Dios, es "templo del Espíritu Santo", y porque la segunda persona de la Santísima Trinidad quiso hacerse hombre. Por estas razones es natural que los artistas bajo la influencia del Demonio representen a los hombres como si fueran bestias repugnantes. Sir Herbert Read, posiblemente el crítico de arte más influyente de su tiempo, afirmó que Picasso pintaba en un estado de trance, para poder conectar con el "subconsciente colectivo". El caos, tan presente en todos su cuadros, me indica que Picasso fue un hombre gravemente desequilibrado, como mínimo. Personalmente creo que en sus trances el pintor conectaba con algo mucho más siniestro que el subconsciente colectivo (si es que tal cosa existe). Creo que conectaba con los espíritus malignos del Infierno.

Picasso también fue el pionero del artista charlatán. Se hizo inmensamente rico y famoso en vida, gracias en gran parte a su habilidad para vender sus ocurrencias artísticas al público, lo que hoy llamaríamos marketing. Hoy el arte contemporáneo se ha convertido en una gran farsa, donde lo único que prima es la promoción de los "artistas". El que sepa hacerse un nombre entre la gente influyente vende sus creaciones por millones de dólares, irrespectivamente de su calidad estética. El producto artístico es irrelevante; se vende y se compra una firma, como si fuera una acción en la bolsa. Por esta razón el Tate Gallery de Londres compró y exhibió este montón de ladrillos del "artista" Carl Andre.





Es por la misma razón que Damien Hirst, cuya obra más conocida es este tiburón en una solución de aldehíco fórmico, ha ganado unos 500 millones de dólares vendiendo lo que cualquier persona mínimamente sensata sabe que es basura. ¡Qué bonito es el traje del emperador! dicen los gurus del arte contemporáneo, y todos los tontos útiles se preguntan (sin atreverse a decir nada) porqué no lo aprecian como deberían.



 Los soviéticos fueron los pioneros en crear monumentos abstractos gigantes que afeaban el espacio público, una moda que hoy en día se ha extendido por el mundo entero. Aunque los gobiernos liberales occidentales se gasten fortunas en construir mamotretos horripilantes, en mi opinión los antiguos monumentos soviéticos aún los superan. Vean por ejemplo esta monstruosidad de la antigua Yugoslavia:


Murcia, la ciudad en la que vivo, tiene un número desproporcionado de esculturas gigantes de este estilo. De hecho, Murcia es sin duda la ciudad con más esculturas feas por metro cuadrado de España. Sus políticos creen que al gastar el dinero de los murcianos en basura moderna (¡una basura muy cara!) han elevado el nivel cultural de la ciudad, cuando lo único que han hecho, aparte de cabrear a mucha gente, es demostrar lo paletos que son y el pésimo gusto estético que tienen. Para deleite de mis lectores ofrezco una selección de las esculturas más feas de Murcia, todas erigidas en los últimos 10 años:

Una araña multicolor

Un come-cocos gigante que "sólo" nos costó 200.000€

El casco de Darth Vader, en pleno centro de la ciudad

El monstruo de la chatarra

Una mantis religiosa de 20 metros de altura

Aparte de la evidente fealdad de estos "monumentos", llama la atención su absoluta vacuidad; no significan ni representan nada. En este sentido son un fiel reflejo del régimen liberal que padece Europa entera, verdadero heredero del marxismo cultural. Al rechazar a Jesucristo, al dar la espalda a las tradiciones de nuestros ancestros, se ha caído en el más absoluto nihilismo. El único consuelo que me queda es pensar que estos atentados estéticos se perpetran contra el pueblo.


NOTAS

1. Concierto para 9 instrumentos.

2. Para un estudio de la naturaleza satánica del Rock and Roll, ver este artículo.

3.  Friedich Nietzsche, Humano, demasiado humano § 152
 

viernes, 8 de enero de 2016

Mujeres, sed sumisas

 
Me hubiera gustado que otra persona escribiera este artículo, preferiblemente una mujer. Me hubiera gustado que otra persona dijera las cosas que voy a decir, porque esto me va a traer problemas, lo sé. Sin embargo, veo que nadie habla de esto, ni los laicos, ni los sacerdotes, ni los obispos, ni el Papa, y alguien tiene que hacerlo. La situación actual es de todos conocida; el matrimonio está bajo ataque y la familia cristiana se desmorona a pasos agigantados. En el debate actual que se está produciendo dentro de la Iglesia Católica en torno al matrimonio, veo con tristeza que ni progresistas ni conservadores (ni siquiera muchos tradicionalistas) hablan de algo tan crucial como la autoridad suprema del padre de familia; en otras palabras, de la sumisión de la mujer a su marido. Si se toca el tema de la indisolubilidad del matrimonio corren ríos de tinta, y es bueno que los católicos defendamos esta doctrina de Nuestro Señor. Sin embargo, la doctrina de la sumisión de la mujer al marido también es de Revelación Divina, y sobre esto casi todo el mundo prefiere callar. Es como si un cacho de la doctrina católica acerca del matrimonio hubiera evaporado. Más aún, es como si nunca hubiera existido.

Antes que nada, conviene aclarar que la Iglesia Católica nunca ha enseñado que la mujer es inferior al hombre. Parece un disparate tener que decir esto, pero es una calumnia que lanzan los enemigos de la fe, cada vez que alguien se atreve a repetir lo que la Iglesia siempre ha enseñado en este tema. La verdad es que en toda la Historia, ninguna institución ha logrado tantos beneficios para las mujeres, porque a diferencia de las civilizaciones paganas, la Iglesia Católica siempre ha tratado a la mujer como persona, con la misma dignidad esencial que el hombre. Nuestro Señor hablaba libremente con mujeres, algo inusual para su época, y aceptaba entre sus seguidores a hombres y mujeres sin distincción. Evidentemente, eligió solamente a varones para ser Sus apóstoles, pero eso no significa que despreciara a las mujeres. Cada uno tiene su papel dentro de la Iglesia, igual que las partes de un cuerpo desempeñan diferentes funciones y todas son necesarias, como explica San Pablo. Si alguien piensa que la doctrina católica de la sumisión de la mujer a su marido es un desprecio para la mujer, o que implica que la mujer es de alguna manera inferior al varón, es porque no la ha entendido correctamente. Falsas religiones como el Islam, por ejemplo, sí predican la inferioridad de la mujer frente al varón, pero los errores de falsas religiones nada tienen que ver con lo que siempre ha enseñado la Iglesia Católica.

Es importante señalar que la Iglesia siempre ha predicado que ambos esposos tienen obligaciones, aunque sean distintas. Si la Palabra de Dios manda a las mujeres estar sujetas a sus maridos, también manda a los hombres amar a sus esposas, "como Cristo amó a Su Iglesia". Se suele olvidar que las obligaciones van en dos direcciones. No se puede insistir solamente en las obligaciones de una de las partes, ya que en la doctrina católica cada miembro de la familia tiene sus obligaciones; el marido, la mujer y los hijos. Esto lo explica muy bien San Pablo en el capítulo tercero de su carta a los colosenses:
Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se desanimen. (Colosenses 3:18.21)
La táctica preferida de los modernistas es ignorar completamente la doctrina sobre la sumisión de la mujer al marido y fingir que nunca existió. Es demasiado engorroso tratar de "reinterpretar" a San Pablo, a los Padres y doctores de la Iglesia, además de todo el Magisterio preconciliar, para que encaje la doctrina de siempre sobre el matrimonio en una cosmovisión feminista post-cristiana. Son perspectivas radicalmente opuestas, y no funciona. El feminismo, que predica la igualdad de la mujer con el varón y aspira a la autonomía de la mujer, ha sido incorporado en la nueva religión neo-católica. No se puede afirmar que la mujer es igual en todo al varón, excepto las evidentes diferencias anatómicas, y aceptar la doctrina católica sobre la sumisión de la mujer a su marido.  Tampoco se puede casar el deseo de autonomía de la mujer con la doctrina católica de que el marido es la cabeza de la esposa. Así que los neo-católicos tienen un serio problema con este tema y es comprensible su aversión a tocarlo.

La Biblia dice lo que dice, y si sus palabras no son lo suficientemente claras, porque es verdad que hay pasajes difíciles, la Tradición y el Magisterio están ahí para interpretarlas. Ante este problema, los modernistas han optado por borrar de sus biblias cualquier referencia explícita a la sumisión de la mujer al marido. Los pasajes que más molestan a los modernistas son los de San Pablo, especialmente éste de la carta a los efesios, que en la versión oficial de la Iglesia, es decir, la Vulgata en su edición clementina, dice lo siguiente:
Mulieres viris suis subditae sint, sicut Domino: quoniam vir caput est mulieris, sicut Christus caput est Ecclesiae: ipse, salvator corporis ejus. Sed sicut Ecclesia subjecta est Christo, ita et mulieres viris suis in omnibus. (Efesios 5:22-24)

Existen muchas traducciones de la Biblia al castellano, algunas muy buenas, otras no tan buenas, y muchas claramente heréticas. Es escandalosa la forma en que muchas traducciones modernas, como la de catholic.net, por ejemplo (que no dicen qué versión usan), falsifican este texto. [1] Lo hacen con la intención sacrílega de que sea más aceptable a la mentalidad moderna, para "adaptar" la Palabra de Dios al mundo. De modo que Efesios 5:22, en lugar de "mujeres, sed sumisas a vuestros maridos", dice: "Mujeres, respetad a vuestros maridos". En la versión Vulgata las palabras subditae y subjecta son cruciales. No soy linguista especializado, y agradecería a cualquier persona con conocimientos profundos de la lengua latina que me corrigiera si yerro, pero creo que someterse a alguien no es lo mismo que respetarle. Hay personas que respeto mucho, pero no se me ocurre someterme a su voluntad. Si hablamos de Jesucristo, los musulmanes le respetan como profeta. Hasta conozco a ateos que dicen respetar Sus enseñanzas. Pero de ahí a someterse a ellas hay un trecho importante.
Además, el sentido de este pasaje se pierde cuando se sustituye la palabra "someterse" por "respetar". Esto es lo que dice la versión de catholic.net:
Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a su marido.
Esta frase no significa nada. Es como si dijera: "así como los perros ladran, los peces nadan." ¡Es el colmo del absurdo! La versión Pueblo de Dios no es mucho mejor. Dice así:
Sean dóciles los unos a los otros por consideración a Cristo: las mujeres a su marido, como si fuera el Señor, porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. Así como la Iglesia es dócil a Cristo, así también las mujeres deben ser dóciles en todo a su marido.
Meter la palabra "dócil" en lugar de "sujeta" o "sumisa" es una forma de suavizar el mensaje, para que no choque tanto con la sensibilidad moderna. No hay absolutamente ninguna razón lingüística para traducirlo así, sólo razones ideológicas. El pasaje de Efesios 5 no es el único que hace rechinar los dientes a los modernistas. Hay otros de San Pablo y está la primera carta de San Pedro (otro misógeno, supongo), que dice lo siguiente:
Similiter et mulieres subditae sint viris suis. (1 Pedro 3:1)
Otra vez la palabra "subditae", que las traducciones modernistas se niegan a traducir como "sumisas".

Al margen de las malas traducciones, cuando los modernistas intentan justificar la doctrina tradicional de la sumisión de la mujer a su marido, se meten en un auténtico berenjenal. Un buen ejemplo de ello es una catequesis del año 2006 del predicador oficial del Papa, el fraile capuchino, Piero Cantalamessa. Como paréntesis, este es el mismo hombre que en 2013 aseguró que el fundador de su orden, San Francisco de Asís, se parecía al Papa Francisco, porque los dos eran destructores (en el buen sentido, claro) de tradiciones eclesiásticas "que ya no sirven para las necesidades presentes". [2] En la catequesis sobre el matrimonio, Fray Cantalamessa arremetió contra la doctrina de la sumisión de la mujer al marido, diciendo lo siguiente respecto al pasaje de Efesios 5:21-25:
Leyendo las palabras de San Pablo con ojos modernos, uno ve inmediatamente una dificultad. Pablo recomienda que los maridos "amen" a sus mujeres (y esto es bueno), pero también recomienda que las mujeres sean sumisas a sus maridos, y esto, en una sociedad muy consciente (y con razón) de la igualdad de los sexos, parece inaceptable.
Sobre este tema San Pablo está condicionado por la mentalidad de su tiempo. Sin embargo, la solución no es eliminar la palabra "sumisión" de las relaciones entre marido y mujer, sino quizás hacer que sea una sumisión mutua, igual que el amor debe ser mutuo.
En otras palabras, no sólo son los maridos los que deben amar a sus mujeres, sino las mujeres que también deben amar a sus maridos. No sólo son las mujeres las que deben someterse a sus maridos, sino los maridos que también deben someterse a sus mujeres, en amor mutuo y sumisión mutua.
Es evidente que Fray Cantalamessa, en lugar de recibir dócilmente las enseñanzas divinas recogidas en las Sagradas Escrituras, tuerce la Palabra de Dios para que encaje con la mentalidad moderna. Busca acomodar la Revelación a un mundo perverso. Sus propias palabras le delatan, cuando afirma que la sumisión de la mujer es inaceptable en nuestra sociedad. En su hermenéutica, el punto de partida es lo que resulta admisible para la sociedad de hoy, no la voluntad de Dios. Con este criterio también podríamos decir que la "homofobia" contenida en la Biblia es inaceptable para nuestra sociedad plural, que los Diez Mandamientos se han quedado obsoletos, que el reinado de Jesucristo es incompatible con la democracia, etc, etc, etc. Al predicador papal se le olvida que, en lugar de ajustar la Palabra de Dios a la sociedad moderna, es la sociedad moderna la que se tiene que ajustar a la Palabra de Dios. Esta es la regla  que da San Pablo a los romanos:
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:2)
Tras esta catequesis, Fray Cantalamessa no recibió corrección alguna por parte del Santo Padre, ni por cualquier obispo del mundo. Esta es la prueba palpable de que el feminismo se ha infiltrado en las estructuras de la Iglesia y forma parte íntegra de la nueva religión del Vaticano. Pero, ¿de dónde sacó este fraile semejante idea? No fue cosecha propia. Lo realmente triste es que sólo repetía lo que unos años atras había predicado el Papa Juan Pablo II, en su carta apostólica, Mulieris dignitatem de 1988. Esto es lo que dice este documento sobre el texto en cuestión de San Pablo:
El autor sabe que este planteamiento, tan profundamente arraigado en la costumbre y en la tradición religiosa de su tiempo, ha de entenderse y realizarse de un modo nuevo: como una «sumisión recíproca en el temor de Cristo» (cf. Ef 5, 21), tanto más que al marido se le llama «cabeza» de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, y lo es para entregarse «a sí mismo por ella» (Ef 5, 25), e incluso para dar la propia vida por ella. Pero mientras que en la relación Cristo-Iglesia la sumisión es sólo de la Iglesia, en la relación marido-mujer la «sumisión» no es unilateral, sino recíproca.
¿Aporta el Santo Padre alguna argumentación para esta última frase? ¿La apoya en las Escrituras o en el Magisterio de la Iglesia? No, la dice sin más. Es, por tanto, una afirmación gratuita. Y si resulta que es una novedad, los católicos estaríamos en la obligación de denunciar y resistir esta enseñanza, aunque venga de los labios del mismísimo Papa. Esto es lo que dice el Concilio Vaticano I sobre las novedades en la fe:
Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe. [3]
Veamos lo que dice el Magisterio perenne de la Iglesia sobre el tema. Prácticamente todos los Padres de la Iglesia afirman la doctrina de la autoridad del marido sobre la mujer, y podría poner muchos ejemplos, pero en aras de la brevedad pondré sólo dos. San Juan Crisóstomo, en su hermosa Homilía sobre la Carta a los Efesios, da esta advertencia:
Aquel que resiste estas autoridades externas, de los gobiernos, me refiero, resiste la voluntad de Dios (Romanos 13:2), pero mucho peor hace aquella que no se somete a su marido. Tal fue la voluntad divina desde el principio.
San Agustín dice:
No se puede dudar que está más en consonancia con el orden de la naturaleza que el hombre mande sobre la mujer. Fue con este principio en mente que escribió el apóstol: "el hombre es la cabeza de la mujer" (1 Corintios 11:3), y "mujeres, someteos a vuestros maridos". [4]
No soy un experto en patrística, pero nunca he leído nada en las obras de los Padres sobre la "sumisión mutua" de los esposos, tal y como predicó Juan Pablo II. De nuevo, ruego me corrijan los entendidos si no es así. El Catecismo del Concilio de Trento habla sin ambigüedades de la sumisión de la mujer al marido, citando el pasaje de Efesios ya mencionado, y dice también lo siguiente:
Y por esta razón, enseñaron algunos de los Padres, que [Eva] fue formada no de los pies sino del costado del marido; como también fue hecha no de la cabeza, para que entendiese que no era señora, sino súbdita de su marido. (Catecismo de Trento, 702)
¿Qué dice Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, sobre este tema? Afirma en varios capítulos de la Summa Theológica la autoridad del marido sobre su esposa, como éste, por ejemplo:
Aunque la esposa sea igual al marido en el acto marital, en cuestiones domésticas la cabeza de la mujer es el hombre, como dice el apóstol (1 Corintios 11:3) [5]
Respecto a la prohibición que da San Pablo a las mujeres de hablar públicamente en la Iglesia, Santo Tomás dice así:
Dirigirse públicamente a toda la Iglesia no está permitido a la mujer. Primero y principalemente debido a la condición del sexo femenino, por la cual la mujer debe estar sujeta al hombre, según está establecido desde Genesis 3:16. [6]
La encíclica Arcanum divinae sapientiae de 1880 del Papa León XIII reitera la autoridad del marido sobre su mujer, en estos términos:
El marido es el jefe de la familia y cabeza de la mujer, la cual, sin embargo, puesto que es carne de su carne y hueso de sus huesos, debe someterse y obedecer al marido, no a modo de esclava, sino de compañera; esto es, que a la obediencia prestada no le falten ni la honestidad ni la dignidad. Tanto en el que manda como en la que obedece, dado que ambos son imagen, el uno de Cristo y el otro de la Iglesia, sea la caridad reguladora constante del deber. Puesto que el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia... Y así como la Iglesia está sometida a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. (par. 8)
En 1930, en su encíclica Casti connubi, el Papa Pío XI advirtió sobre los "falsos maestros" que intentan "convencer a las mujeres de la necesidad de abandonar la obediencia que deben a sus maridos". ¿Cuál fue su veredicto sobre semejante proposición feminista? Pío XI respondió así: "esto no es la emancipación, sino un crimen."

Como conclusión, me atrevo a decir que la sumisión de la mujer a su marido es Revelación Divina, y forma parte del Magisterio de la Iglesia. La doctrina de la "sumisión mutua", tal y como la predicó Juan Pablo II y ahora repiten los modernistas, es un invento del siglo XX. Por lo tanto, si la sumisión de la mujer al marido pertenece al depósito de fe, el que niegue esta doctrina y lo hace de manera consciente y obstinada, es un hereje, sea Papa o el porquero de Agamenón.

Además, por sentido común se puede saber que uno de los dos esposos tiene que tener autoridad sobre el otro, sea el marido o la mujer. En cualquier sociedad humana hay alguien que manda, sea el gobierno de la nación, una empresa comercial, un colegio, o un equipo de fútbol. Si no hay un líder (no dos o tres), cuando llegan problemas la sociedad de deshace; cada uno tira para su lado y la unión entre los miembros es imposible de mantener. Si hasta entre los ángeles del Cielo hay una jerarquía, y ellos son incapaces de pecar, ¿cómo no la va a haber entre mortales pecaminosos, tan proclives a la rebelión?


Lo perverso del feminismo es que ha fomentado la guerra entre los sexos, una guerra que se libra dentro de cada familia. Para decidir quien manda en un matrimonio moderno, los esposos se tienen que pelear constantemente, y el "ganador" (el que tiene más fuerza de carácter o más aguante emocional), se convierte en el líder, sea el hombre o la mujer. No me parece civilizado ni razonable.

Esta guerra entre los sexos es análoga a la guerra entre los padres y los hijos. Cada generación lucha por salirse con la suya. Los hijos ya no respetan a sus padres y se creen con derecho a decidir lo que mejor les conviene a cada momento. Los abuelos son despachados a residencias para que se mueran sin molestar. Es lógico que en las familias modernas post-cristianas reine la anarquía; tras destronar al padre, la familia se convierte en la jungla. La legítima autoridad es usurpada y en su lugar se coloca el más sinvergüenza.

¡Cuántos conflictos sociales se solucionarían ipso facto, si al padre de familia se le devolviera la autoridad que le corresponde por decreto divino! En el plano social no hay nada tan urgente como restablecer el orden dentro de las familias, y se empieza por la sumisión de la esposa al marido. Al ver el ejemplo de su madre que reconoce y respeta la autoridad del padre, los hijos hacen lo mismo por imitación. La armonía volvería a los hogares, y por extensión a cada ámbito de la sociedad. Y hablo en un sentido puramente natural. Si a esto añadimos la dimensión sobrenatural del amor del marido y la gozosa sumisión de la esposa, el matrimonio se convertiría en una auténtica escuela de santidad.

Las feministas insisten una y otra vez que hablar de la sumisión de la mujer al varón es denigrante. La doctrina católica sobre el matrimonio afirma que los esposos son iguales en dignidad, y que el marido tiene la obligación de tratar a su mujer con amor y dulzura, no como se trata a una esclava, sino como trataría a su propio cuerpo. Así que no hay nada denigrante para la mujer en el matrimonio católico; esta acusación carece por completo de fundamento. Las feministas no han entendido nada, porque ven las cosas desde la soberbia. Tienen la misma actitud que los que sólo ven debilidad en doblar la rodilla ante Dios. Los cristianos nos gloriamos en nuestra debilidad, porque confiamos en el poder de Dios, mientras que los soberbios se glorían en su autosuficiencia, porque no confían en nada más que su ego. Luego, en la hora del Juicio, cada uno recibirá su paga, y al final ante Jesucristo toda rodilla se dobl[ará], en los cielos, en la Tierra y debajo de la Tierra. (Filipenses 2:10)

La verdad es que someterse voluntariamente a una autoridad legítima, por amor a Dios, es uno de los actos más meritorios que un cristiano puede realizar. Así debe ser para una mujer delante de su marido. Someterse a él no le hace menos digna, sino todo lo contrario. Pensemos en la Santísima Virgen María, que se sometió en todo a su esposo, San José. ¿Alguien acaso se atreve a decir que la Virgen desobedeció alguna vez a su marido, o se rebeló contra él? La mera sugerencia es intolerable, una blasfemia. Entonces, que los maridos imitemos a San José, y que las mujeres imiten a la Santísima Virgen.

Otra razón por la que el mundo en general y las feministas en particular odian la doctrina sobre la sumisión de la mujer a su marido, es que no entienden correctamente la noción de autoridad. Para los paganos, si alguien quiere ejercer la autoridad tiene que imponer su voluntad por la coacción y la amenaza del castigo, por lo que un rey pagano gobierna exclusivamente por la fuerza y el miedo. Esta no es la manera en la que deben gobernar los reyes cristianos; el ideal del rey cristiano es el que gobierna por amor; amor paternal del rey hacía sus súbditos y amor filial de los súbditos hacía su rey. Aunque muchos reyes católicos del pasado no hayan estado a la altura de este ideal y tristemente han gobernado más como paganos que como cristianos, sí hay ejemplos gloriosos de reyes santos que ilustran el principio católico de autoridad. Pienso, por ejemplo, en San Luís, Rey de Francia, tan querido por su pueblo debido a sus virtudes heroicas y especialmente a su lucha en las Cruzadas a favor de Nuestro Señor. Según los cronistas de la época, siempre se ponía el rey en primera fila de la batalla y por su valentía solicitaba entre sus soldados una leadad inquebrantable.

San Luís nos da una buen ejemplo de lo que debe ser un padre de familia; alguien que se expone a todos los peligros, con el fin de proteger a los suyos; alguien que siempre está dispuesto a sacrificarse por el bien de los que están a su cargo. Este es el ideal católico de un líder, sea rey o padre de familia. Ya lo dejó claro Nuestro Señor cuando tras la Última Cena lavó los pies a Sus discípulos, diciendo:
Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como he hecho con vosotros. (Juan 13:15)
Cuando sorprende a los apóstoles discutiendo sobre a quién de ellos le tocará estar a la derecha del Señor en el Cielo, les dice explícitamente:
El que quiera ser el primero de todos sea el último de todos y el servidor de todos. (Marcos 9:35)
Por lo tanto, las personas que tienen una posición de autoridad, como los padres de familia, deben ser los servidores de todos. Con la autoridad viene la responsabilidad, y el juicio de Dios será más o menos severo en relación al grado de responsabilidad de cada uno.

Como recuerda el Padre Sardá y Salvany [7], Satanás es el primer liberal de la Historia, el primero que buscó la "autonomía" como máximo bien. Satanás no quiso someterse a Dios, por lo que fue arrojado al Infierno para siempre. Desde entonces tienta a los hombres y mujeres, para que le sigamos en su camino de "autorrealización", al margen de lo establecido por Dios. Sin embargo, la realidad es que nunca seremos felices haciendo la cosas a nuestra manera, yendo contra lo que Dios ha dispuesto. ¡Cuántas mujeres infelices hoy en día, engañadas por falsas promesas de libertad! Las mujeres que se divorcian y se van con otros, o directamente se niegan a casarse, para no verse "atadas" a un hombre, suelen ser unas pobres desgraciadas; mientras que las mujeres temerosas de Dios, que por amor a Él se someten a su marido y permanecen fieles a él hasta la muerte, son felices en este mundo, y colmadas de felicidad en el otro.


NOTAS
  1. www.vatican.va/liturgical_year/holy-week/2013/documents/holy-week_homily-fr-cantalamessa_20130329_en.html
  2. Me alegra comprobar que la versión oficial de la Conferencia Episcopal Española no cae en este error y, con absoluta fidelidad a la Vulgata, traduce así el pasaje en cuestión: Sed sumisos unos a otros en el temor a Cristo: las mujeres, a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo.
  3. Pastor Aeternus, cap. 4
  4. Sobre el Matrimonio y la Concupiscencia
  5. Summa Theologica, Tratado sobrre las Virtudes Teológicas, pregunta 32, artículo 8.
  6. Summa Theologica, Pregunta 177, artículo 2.
  7. El Liberalismo es Pecado, 1884, del P. Félix Sardá y Sardany.