La Sainte Chapelle de París |
¿Cómo es posible que haya tal abismo entre lo que se crea y los gustos reales de la gente? Como músico y profesor de conservatorio, puedo hablar con conocimiento sobre lo que ocurre en el mundo de la música. Dentro de la música clásica, o como se denomina a veces, la "música culta", existen dos tipos de compositores: primero, están los compositores que componen para su disfrute y para el disfrute de su público. Lo podrán hacer con más o menos acierto, con mejor o peor gusto, pero lo cierto es que intentan crear música que guste. Dicho de otra manera, sus composiciones aspiran a ser bellas en algún sentido. Luego están los compositores que les importa un rábano si su música gusta a alguien; normalmente ni siquiera les gusta a ellos mismos. Lo que les motiva no es buscar belleza en sus composiciones, sino estar a la última, seguir las tendencias más vanguardistas. Tienen una idea en su cabeza y la siguen, sin importarles el resultado sonoro de su música.
Arnold Schoenberg, otro judío que, al igual que Karl Marx, abrió una puerta decisiva a la Revolución. |
Los compositores que dominaron la escena musical de los años ´50 y ´60 no hicieron más que ahondar en el abismo que Schoenberg había abierto, y muchos aún no han salido de allí. Igual que en las artes plásticas, los compositores buscaban la manera de sorprender por encima de todo. Ya no era necesario tener ni las mínimas nociones de solfeo para ser un compositor famoso. Un ejemplo es el arquitecto, Iannis Xenakis, que "compuso" sus obras experimentales con ordenadores, usando fórmulas matemáticas. Fue la época del compositor-farsante, cuya única regla era que no había reglas. Igual que en las artes plásticas, la música se vio reducida a la idea del creador. Una de las figuras más renombradas fue Karlheinz Stockhausen, que, entre otras genialidades, compuso una pieza para cuarteto de cuerda y cuatro helicópteros. A nadie le importa como suena la obra; a nadie le parece bella. Lo único importante es que tuvo una idea original e hizo algo que a nadie se le había ocurrido antes; por esta razón alcanzó la fama y está en los libros de historia de la música.
Detalle del Infierno del Músico, de El Bosco. ¡No me sorprendería que en el Infierno se oiga la "música" de Stockhausen! |
Lo realmente extraordinario es que, a pesar del NULO interés del gran público por las elucubraciones experimentales de la anti-música, las instituciones la siguen apoyando. Constantemente se están organizan (y subvencionando) festivales de música contemporánea, para que las salas vacías escuchen los ruidos infernales que la élite llama música. Los compositores que obtienen becas, que consiguen cátedras en las universidades y conservatorios, cuyas obras se estrenan con orquestas mantenidas con dinero público, suelen ser de la corriente anti-musical. He comprobado como un concierto que incluye una obra "contemporánea" suele recibir LA MITAD de público que cabría esperar si fuera todo música de verdad. La anti-música sólo se mantiene a base de subvenciones, un poco como el cine español de la época socialista, que año tras año se proyectaba en salas vacías, con pérdidas millonarias, pagadas con el erario público. Si a las autoridades les importa tan poco la afluencia de público y la rentabilidad; si se empeñan tanto en obligarnos a soportar la anti-música, debe ser que su apoyo a esta corriente obedece a una agenda. Debe ser que hay una conspiración para destruir el sentido estético de la gente. Debe ser que se está librando una guerra contra la belleza.
Reflexionando sobre la anti-música, me parece interesante la relación entre lo que ocurría en el mundo durante el siglo XX y la guerra contra la música. El teórico más influyente de la vanguardia musical de la posguerra, Theodor Adorno, un judío ateo, vinculó expresamente la "nueva música" con sus convicciones comunistas. Él mismo estableció un paralelismo entre la destrucción del sistema tonal tradicional de la música y el derribo de las costumbres morales y estructuras sociales de la burguesía. Aparte de ser un crítico musical importante, Adorno fue uno de las principales figuras en la creación de la Escuela de Fancfort, la escuela de estudios sociológicos y filosóficos de inspiración marxista, que tanto ha influido en la destrucción de la cultura Occidental. Una disquisición sobre la Escuela de Francfort excede el ámbito de este artículo, pero basta decir que en los últimos 60 años sus objetivos subversivos se han visto cumplido casi a la letra.
Podemos ir más allá en el paralelismo entre la desintegración deliberada de la tonalidad, que ha constituido la base de la música occidental desde la Edad Media, y la lucha de la Revolución contra la Tradición Católica. La música occidental, desde el canto litúrgico de los monjes del siglo VI, que luego tomaría el nombre de canto gregoriano por el Papa San Gregorio Magno, siempre se ha clasificado en modos o tonalidades. Esto significa que según qué pieza, hay notas de la escala que son más importantes que otras. Las reglas de la armonía y el contrapunto tardaron siglos en codificarse, siempre en base de un desarrollo orgánico del lenguaje musical. Los estilos y los géneros musicales evolucionaron como las demás artes; de acuerdo a cambios culturales y sociales, gracias a inventos técnicos, y en función de los gustos estéticos de cada época. No fue hasta el siglo XX que se pretendió destruir los cimientos de la tonalidad y reemplazarla con un lenguaje nuevo y totalmente artificial. La jerarquía natural entre las notas de la escala se sustituyó por un igualitarismo anti-natural. Se rechazó la herencia musical del pasado, fruto de siglos de crecimiento orgánico, y en su lugar se erigió una creación instantánea, que por definición es incapaz de conectar estéticamente con los oyentes. La imposición de la Nueva Misa por el Papa Pablo VI fue fruto de una mentalidad anti-tradicional muy parecida.
Los monasterios benedictinos son la cuna de la civilización occidental y donde nació la música clásica |
John Lennon y Paul McCartney hacen signos satánicos en la cubierta de su album Yellow Submarine |
El antídoto para la anti-música es la buena música, que surgió gracias a siglos de evolución orgánica, a partir de la música litúrgica de la Iglesia Católica. La tradición clásica, con grandes compositores como Bach, Mozart y Beethoven, es directamente opuesta a lo que muchos en el mundo académico llaman música hoy en día. La primera es tradicional, la segunda es anti-tradicional. En la guerra contra la Revolución es importante no olvidar la cultura. En el bando contrarrevolucionario, no sólo luchamos por defender el dogma y la moral de la Iglesia, sino por preservar la herencia cultural de Occidente en todas sus manifestaciones artísticas. La buena música, no solo la clásica, sino también la música folclórica de los pueblos, es un tesoro cultural que debemos saber apreciar y proteger.
Muy buen artículo!
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