miércoles, 22 de octubre de 2014

Una “moda” más que milenaria

Publicado el 23 de febrero de 2014


Los comentarios sobre la Misa Tradicional que hizo el Papa Francisco a un obispo checo, según ha contado Tradición Digital, me han hecho pensar. Pero antes siquiera de poder pensar, tengo que decir que me dolió en el alma, porque el Papa, por muy moderno que sea, es el padre espiritual de todos los católicos. Aunque seas mayorcito, tu padre es tu padre, y un hijo nunca quiere que su padre le desprecie.

Tras el dolor inicial he pensado que a lo mejor Francisco debería preocuparse más por sus verdaderos hijos, por lo pocos católicos que aún creemos en los dogmas de fe (en todos, no solamente los que son del agrado del mundo), los que creemos que el Papado es una institución fundada por Dios, no un invento humano que tiene que adaptarse a los tiempos. Quizá debería importarle menos la opinión de los impostores, los que hace tiempo han perdido la verdadera fe y ahora sólo quieren que la Iglesia “modernice” sus normas, para que se sientan más a gusto con su pecado.

He pensado que si, en lugar de repartir palos a los que amamos la Misa de los siglos, imitara al gran San Pío X y nos convocara a una Cruzada por “restaurarlo todo en Cristo”, el Santo Padre encontraría una milicia de cristianos dispuestos a dar su vida en la lucha por la Iglesia.

He pensado que si, en lugar de poner bajo arresto domiciliario al octogenario Padre Manelli, cuyo único “delito” es promover la Misa Tradicional, le felicitara por tener los conventos llenos de jóvenes con una fe y devoción auténticamente católicas, los hijos espirituales de Monseñor Lefebvre tendríamos una razón menos por desconfiar de Roma.

He pensado, con gran tristeza, que seguramente no quedan muestras de cariño papal para los católicos “tradicionalistas”, después del reparto de abrazos a judíos, musulmanes, herejes y masones.

Luego, al reflexionar sobre sus palabras, en las que califica de “moda” el apego de las nuevas generaciones a la Misa Tradicional, he pensado que el Santo Padre debe haber sufrido algún lapsus en su vocabulario, porque en mi diccionario la palabra “moda” no significa para nada lo que Francisco quería decir, o al menos esa es mi impresión. Según el diccionario de la RAE, el vocablo “moda” se define así:
Uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país, con especialidad en los trajes, telas y adornos, principalmente los recién introducidos.
Al referirse a la Misa Tradicional, que todos sabemos es un rito que se remonta al menos hasta el Papa San Gregorio Magno del siglo sexto, y cuyo canon pertenece a tiempos apostólicos, además de ser el rito oficial de casi toda la Iglesia Universal desde el siglo XVI hasta 1970, es harto difícil saber como se podría llamar una moda. ¿Acaso Francisco conoce algún rito más venerable que el rito romano canonizado por su predecesor San Pío V?
 
Si vamos a llamar “moda” a un rito más que milenario, que se ha usado en prácticamente todos los países del mundo, hay otras costumbres católicas que se me ocurren podrían también considerarse modas; por poner unos ejemplos: casarse y tener hijos, bautizar a los niños, celebrar la Primera Comunión, rezar por las ánimas benditas, y un largo etcétera.

La Santa Misa Tradicional, una “moda” que dura al menos 1500 años.

Estas declaraciones tan desafortunadas, y tan dolorosas para los que amamos la Tradición Católica, sólo confirman mi sospecha de que Francisco debe sufrir algún tipo de ceguera espiritual, que le impide ver lo que resulta evidente hasta para los ateos. La realidad que no pueden o no quieren ver los “viejos hippies” que vivieron su época dorada en los años del Concilio o que se subieron a la ola postconciliar en los años 70, es que la fiesta se acabó.
Los jóvenes que milagrosamente se han librado de la apostasía y aún conservan una recia fe tradicional (si no es tradicional, no es verdadera fe) no quieren saber nada de esa religión adulterada. Están hartos de celebraciones mundanas, de la desacralización de la liturgia, del rebajamiento de las exigencias morales, de un catolicismo light. Aspiran a mucho más de lo que esa versión trasnochada de cristianismo sesentaiochesco les puede ofrecer. Pero los viejetes del “espíritu del concilio” no se enteran. Si los jóvenes no acuden masivamente a sus Misas-espectáculos será porque aún no se ha “avanzado” lo suficiente. Después de 45 años de revolución postconciliar en todos los ámbitos de la religión, con la Iglesia hecha un solar en los países donde hace poco florecía, estos fanáticos nos recetan … más de lo mismo.

Juan Pablo II. Durante los 27 años de su papado se consolidó la “apostasía silenciosa”.


En este artículo de Nate Meztger en The Remnant, dice al respecto:
Incluso oirás que la verdadera razón detrás del colapso catastrófico de la Iglesia fue el papado interminable de Juan Pablo II. Sí, Juan Pablo II, ese reaccionario, ese dogmático retrógrado. Sí, Juan Pablo II, el hombre que no soportaba las multitudes, que odiaba el ecumenismo, y despreciaba las novedades. El mismo que insistía tanto en la buena liturgia, la formalidad, la tradición. El que rehuía el dialogo, lo guay, lo moderno, los cambios innecesarios.  Ese Juan Pablo II.
Ojalá Bono de U2 hubiera podido reunirse con él; quizás entonces la Iglesia hubiera parecido más “relevante” entre el confuso pueblo católico, y los conventos no se hubieran vaciado. Quizás si hubiera iniciado algún tipo de concentración para gente joven, donde la ya de por sí descafeinada Nueva Misa se hubiera celebrada al estilo de un concierto de rock, sin decoro litúrgico alguno… bueno, si hubiera hecho algo parecido la gente progresista lo hubiera visto bien, y los seminarios estarían llenos otra vez.
Igual si lo hubiera puesto difícil a los raritos de la Misa en latín, entregando todo el poder a los obispos despóticos que odiaban la Misa Antigua con fervor, el parroquiano confundido hubiera entendido que la Iglesia es muy progre y reniega de sus tradiciones anticuadas, y así a lo mejor los templos no se hubieran vaciado. Claro, si nuestros Papas fueran más modernos, más enrollados, no nos encontraríamos en esta situación.
Y si hubiera viajado más…

Dios quiera que esta penosa situación no dure mucho más. Actualmente tenemos a un Papa que desprecia lo que debería guardar y defender, la Sagrada Tradición; unos obispos cobardes y traidores, que aplauden con las orejas mientras Francisco pisa el acelerador en su carrera suicida hacía el abismo; y un mundo perverso y apóstata que colma de honores al que saben es el único hombre con poder suficiente para frustrar sus maléficos planes.

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