Publicado el 28 de julio de 2014
El sábado 26 de julio el diario británico The Daily Telegraph publicó
un artículo sobre un documento histórico, a mi juicio interesantísimo,
que recientemente ha visto la luz. El documento en cuestión es una nota,
perdida durante casi cien años y ahora encontrada en una caja llena de
cañas de pescar, que detalla una reunión entre Jorge V, rey de Inglaterra, y su ministro de exteriores, Sir Edward Grey, el 2 de agosto de 1914, tan solo dos días antes de la declaración de guerra entre el Reino Unido y Alemania.
Esta nota no deja lugar a dudas sobre las intenciones del monarca
británico; lejos de querer evitar la entrada de su país en la Gran
Guerra, en la que un millón de sus súbditos perderían la vida, Jorge V
ansiaba encontrar un pretexto para declarar la guerra a Alemania, que ya
estaba luchando contra Francia. El rey dijo a su ministro que era
“absolutamente esencial” ir a la guerra, para que Alemania no “dominara
completamente este país”. Cuando Sir Grey contestó que aún no habían
encontrado razón alguna para declararle la guerra a Alemania, el rey
contestó: “encuentre una razón, Grey”.
Según Sir Cecil Graves, sobrino del ministro en
cuestión, que tuvo una entrevista con el rey al poco de morir su tío en
que el monarca le contó los detalles de su reunión del 2 de agosto de
1914, al día siguiente el rey recibió una carta privada del presidente
francés, Poincaré, suplicándole ayuda en la guerra contra Alemania, y un telegrama del rey Alberto I
de Bélgica, hablando de la violación de su país. Esto le bastó a Jorge
V, por lo que rápidamente le comunicó a Sir Edward que ya no hacía falta
encontrar ninguna razón. El 4 de agosto el Reino Unido declaró la
guerra a Alemania, y como suelen decir, el resto es Historia.
¿Por qué escribo esto? Todos sabemos que se acerca el centenario de
la Primera Guerra Mundial, y este año leeremos todo tipo de versiones
sobre aquel trágico conflicto que costó la vida a muchos millones de
personas. Pero lo que se suele omitir en un análisis de esta guerra es
su causa. A pesar haber estudiado en detalle la Gran
Guerra en el instituto, de haber leído libros sobre el tema, nunca se me
quedó claro porqué las potencias europeas tuvieron que destruirse de
esa manera tan absurda.
Tras leer el artículo sobre Jorge V y comentarlo con un familiar, he
entendido que las guerras son inevitables en este mundo caído. La
reacción de este familiar no fue para nada parecida a la mía,- una
mezcla de estupor e indignación,- sino encogerse de hombros, diciendo
“si es lo que había que hacer para dejar a Alemania en su sitio… No se
podía permitir que se hicieran los amos del mundo.” A mi pregunta: “¿por
qué el Imperio Británico podía ser el amo del mundo y Alemania no?”, no
hubo respuesta. ¡El cinismo y la soberbia humanos verdaderamente no
tienen límites!
Los católicos tenemos que recordar que existe toda una teología sobre la guerra justa.
No somos pacifistas, pero tampoco podemos justificar cualquier guerra
por una supuesta lealtad patriótica, que en realidad no sería más que
chovinismo. Verter sangre humana es algo muy serio, y no se puede hacer
simplemente porque al político de turno le conviene. Tiene que haber un
claro casus belli para que un católico pueda aprobar una guerra
y luchar en ella. ¡Y ojito con la maquinaria propagandística que
trabaja día y noche para convencernos de lo que le interesa a la élite!
La Historia nos enseña que para iniciar una guerra no hay nada más
eficaz que un ataque de falsa bandera.
Con la cabeza despejada y con una información fiable hay que
discernir en cada caso lo que es una guerra justa, y lo que no es más
que un cálculo político para amasar mayor poder. En mi opinión, la
Primera Guerra Mundial es un claro caso de una guerra injusta, que nunca
tenía que haber ocurrido. Hubo muchas ansias de venganza en Francia, un
imperialismo desbocado en Alemania, y miedo a perder su hegemonía
mundial por parte del Imperio Británico. Los soldados, tanto de un lado
como de otro, murieron en vano. Pudieron morir con honor, con valentía,
pero como la guerra fue injusta desde el principio, murieron para nada.
Hoy en día poco ha cambiado, excepto los nombres de los protagonistas
y la importancia relativa de los países. Los siervos de Satanás, bajo
el paraguas del Nuevo Orden Mundial, siguen buscando la guerra para
“reequlibrar” las balanzas del poder mundial. Obama ya lo intentó con Siria, pero fracasó. Ahora lo intenta con la guerra de Ucrania, pintando a Putin
como el gran ogro al que hay que “dejar en su sitio”. Si por ahora no
existe ninguna razón que justifique entrar en guerra contra Rusia, no
dudo que un día de estos Obama le diga a su Secretario de Asuntos
Exteriores, John Kerry: “encuentre una razón.”
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