La diferencia fundamental entre la meditación cristiana y la meditación pagana que ahora está tan en boga, es que la primera es teocéntrica (se centra en Dios) y la segunda es egocéntrica (se centra en uno mismo). Por esta razón los libros sobre meditación pagana en las librerías se encuentran en la sección de auto-ayuda. El cristiano cree que es Dios quien bajó del Cielo para salvarnos de nuestros pecados y que es Dios que cada día dispensa Su gracia para darnos las fuerzas de vivir según Sus mandamientos. El pagano moderno cree que, si hay un dios, no le va a ayudar en su día a día, por lo que todo depende de lo que él haga. Por eso se esfuerza en «conocerse», en adquirir técnicas de concentración mental que le ayuden a tener éxito en las tareas que emprende.
Quizás el mayor problema de la meditación pagana, que tanto se promueve ahora, es que abre el alma a ataques espirituales muy peligrosos. De esto nadie habla hoy en día, porque creer en espíritus malignos es considerado superstición (mientras que millones de personas aparentemente inteligentes creen en bobadas anti-científicas como las chacras del cuerpo). Al dejar la mente en blanco, como enseña la meditación budista-oriental, el alma queda completamente desprotegida de fuerzas exteriores. Dios nos ha dado una mente poderosa, que normalmente filtra todo lo que nos llega por diversos medios. Esto es absolutamente necesario, porque sin filtros el bombardeo de estímulos e ideas sería intolerable y entraríamos en un estado de parálisis mental.
Meditar, en el sentido oriental del término, pensar en absolutamente nada, NO ES CRISTIANO.
La transverberación de Santa Teresa |
"Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: "Me volveré a mi casa, de donde salí." Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio. (Lucas 11:24,25)
El título de este artículo, «¿es católica la meditación?», es un tanto ambiguo, porque para responder tengo que decir que depende; hay una meditación que sí es católica y otra que no lo es. La meditación transcendental que procede de Oriente no sólo no es católica, sino que es peligrosa y muy desaconsejable. Pero también hay una meditación católica, la que practicaron todos los santos, y es algo que todos deberíamos hacer. Si queremos avanzar en la vida espiritual, en nuestra relación con Dios, diría que es absolutamente necesaria.
En nada se aparte el libro de esta Ley de tus labios: medítalo día y noche; así procurarás obrar en todo conforme a lo que en él está escrito, y tendrás suerte y éxito en tus empresas. (Josué 1:8)
En tus ordenanzas quiero meditar y contemplar tus caminos. (Salmo 199:15)
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten. (Filipenses 4:8)
Recuerdo que cuando empezó esta locura del coronavirus, hablando por teléfono con un amigo, le dije que tenía la esperanza de que esta situación de confinamiento pudiera servir para que la gente empezara a reflexionar sobre su vida. Con poca actividad, sin el frenético vaivén de antes, mucha gente meditaría, quizás por primera vez, sobre su mortalidad, sobre lo que está haciendo con su tiempo, sobre las realidades eternas. Tenía la esperanza de que esto llevara a muchos a encontrarse con Dios, que siempre es más fácil de encontrar en la quietud y el silencio, que en el bullicio. Mi amigo no compartía mi esperanza y siento decir que ahora entiendo que tenía razón. La gente no se ha vuelto a Dios durante este año de pandemia, y no es porque practica una meditación pagana, sino porque ha buscado otras formas de distracción, como las series de Netflix, los vídeos de Youtube, Tik-tok, y un sinfín de aplicaciones nuevas. Creo que ahora la tecnología es uno de los principales obstáculos a la meditación verdadera. Los teléfonos móviles van con nosotros las 24 horas del día y, si no ponemos límites, nos impiden meditar sobre cuestiones transcendentes, y perdemos el silencio interior tan necesario para poder encontrarnos con Dios. Igual hay casos de personas que han aprovechado esta situación para meditar mejor, y si el lector conoce alguno, que me lo cuente. Pero en general, creo que durante el 2020 la Humanidad ha huido del silencio, de las verdades eternas, para perderse en las distracciones inútiles que le ofrecen las mega-empresas tecnológicas.
Hablando de distracciones, personalmente he tenido muchas dificultades con la meditación, porque tengo una mente muy propensa a divagar y me cuesta mucho centrarme en un solo tema. Por esta razón me di cuenta de que me sería útil seguir un libro. Encontré hace un par de años una joya llamada Divine Intimacy [2], del Padre Gabriel de Santa María Magdalena, OCD. Consiste en una meditación diaria para todo el año, siguiendo el calendario litúrgico tradicional. Las meditaciones son muy profundas, extraídas principalmente de la espiritualidad carmelita, especialmente Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Santa Teresita del Niño Jesús. Si hasta una persona tan perezosa y poco inclinada a la oración como yo puede seguir el programa de meditación católica que propone este libro, debe ser efectivo y lo recomiendo de todo corazón. El único inconveniente es que no aún no existe una traducción al español.
Animo a mis lectores a encontrar algún método de meditación católica y practicarla a diario. Cada uno tendrá que encontrar lo que le vaya bien; a algunas personas muy espirituales les bastará arrodillarse, cerrar los ojos y se quedarán allí todo el tiempo que quieran, meditando. Yo, desde luego, no soy así. Otros lo harán con una copia de los Evangelios, otros con el famoso Kempis. Para otros les servirán imágenes o repetirán frases sueltas. También hay ciertos "trucos", que ayudan a sacar más provecho del rato de meditación y contribuyen a reforzar el hábito.
- Hacerlo siempre a la misma hora, preferiblemente por la mañana temprano
- Hacerlo siempre en el mismo lugar, un sitio donde nos encontramos cómodos y donde no nos van a interrumpir.
- Dejar nuestro teléfono apagado y fuera de nuestro alcance durante nuestra meditación.
- Empezar con muy poco, 2 minutos, por ejemplo, e ir aumentando gradualmente el tiempo. He aprendido a nunca sobreestimar mi capacidad de concentración.
- Quedarse hasta que termine el tiempo que hemos establecido, sin importarnos la calidad de nuestra meditación. Es un tiempo que ofrecemos a Dios, por lo que no tenemos derecho a "robarle" minutos. Lo importante es que estamos haciendo lo que está en nuestras manos por buscar intimidad con el Señor. Lo normal es no sentir nada especial; pocos católicos tienen visiones místicas y levitan durante su meditación, y tampoco debemos desear algo semejante.