Me he enterado que esta semana se abre en Murcia, España, el juicio por el llamado
crimen de los huertos,
el brutal asesinato de una anciana mientras se paseaba cerca de su
pueblo, para robarle 5 euros. La fiscalía pide 44 años de cárcel para
Tahar R.,
el supuesto asesino, natural de Marruecos. Naturalmente no pasará 44
años en la cárcel, por muy mal que le vaya el juicio, porque la máxima
estancia en la cárcel es 40 años según la vigente ley española, y esto
en la práctica casi siempre se acorta por todo tipo de razones
"humanitarias". El acusado dice que no era su intención matar a la
anciana, y asegura que no es un asesino. Bueno, eso está por ver, pero
yo digo que si agarras una enorme rama de limonero y la usas para
golpear con todas tus fuerzas a una viejecita en la cabeza, no deberías
sorprenderte si la matas.
Este caso me llena de indignación. Es evidente que el crimen en sí es
de lo más repugnante. Matar a una anciana por 5 miserables euros
evidencia una cobardía tremenda y una falta absoluta de humanidad. Si
España aún fuera un país católico, un crimen semejante se pagaría con la
pena de muerte. Pero no. Ahora nos preocupamos más por los criminales
que por sus víctimas. Ahora que la mayoría de católicos rechazan la pena
de muerte, gracias en gran medida a los esfuerzos del Papa Francisco y
sus predecesores inmediatos, nos creemos más misericordiosos que todos
los reyes de la antigua Cristiandad. ¡Increíble! Nuestra sociedad
apóstata, que tritura a los no-nacidos por millones, según los
abolicionistas neo-católicos, es más misericordiosa que la España de los
Reyes Católicos. Ahora, gracias al magisterio de Juan Pablo II en
adelante, han descubierto que la pena de muerte es cruel e injusta, a
pesar de que los santos, doctores y Padres de la Iglesia la apoyaran
unánimamente, y ha sido la práctica constante de los Estados Católicos
durante más de un milenio, los Estados Pontificios incluidos. Ahora los
neo-teólogos nos aleccionan sobre la intrínseca maldad de la pena
capital, cuando el Magisterio de la Iglesia es clarísima en este tema:
desde San Pablo hasta Pío XII se ha enseñado que el estado tiene el
derecho de dar muerte a los criminales. [1]
Para colmo, en lugar
de hacer justicia y ejecutar al autor de este crimen, todos los
contribuyentes tendremos que pagar con nuestros impuestos la estancia en
la cárcel de este individuo durante un montón de años. El coste de
mantener a un delincuente en prisión en España asciende a
30.000 euros al año (es
decir, 82 euros al día). ¡Con lo poco que cuesta una soga! Puede que
aún haya algún idiota que cree que por pasar esos años en la cárcel, el
asesino conseguirá la famosa "reinserción social", pero aunque esta
fantasía liberal fuera de verdad, yo no estaría dispuesto a pagar por
ella con mi dinero. Yo quiero que se haga
justicia y punto. ¿Suena duro? Quizás estas palabras de
Santo Tomás de Aquino también suenan duras, pero reflejan la doctrina perenne de la Iglesia sobre el asunto:
El
hecho de que los malvados, mientras viven, pueden ser corregidos de sus
errores, no prohíbe que éstos puedan ser justamente ejecutados, pues su
forma de vida es una amenaza mayor y más cierta que el bien que pueda
esperarse de su mejora. También tienen en ese punto crítico de la muerte
la oportunidad de convertirse a Dios a través del arrepentimiento. Y si
son tan obstinados de corazón que, incluso en el momento de la muerte
no se vuelven atrás por su malicia, es posible hacer el juicio muy
probable de que nunca se apartarán del mal. (Summa contra gentiles, libro III, capítulo 146)
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El Doctor Angélico, firme defensor de la pena de muerte |
Mientras tanto, se anuncia que España acogerá a unos 15.000
"refugiados" sirios, de los 120.000 que han llegado a Europa en estos
últimos días. Pongo la palabra "refugiados" entre comillas, porque los
medios de comunicación están usando esta palabra de forma indiscriminada
para todas las personas que llegan a orillas de cualquier país europeo.
Como explica
en esta entrevista el eurodiputado británico de UKIP,
Nigel Farage,
uno de los pocos que aportan algo de sentido común a este debate, no se
puede llamar refugiado a cualquiera que viene de un país pobre. La
definición legal de un refugiado está recogida en la Convención de
Ginebra de 1951:
Una persona que, debido a un miedo
fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad,
membresía de un grupo social o de opinión política en particular, se
encuentra fuera de su país de nacimiento y es incapaz, o, debido a tal
miedo, no está dispuesto a servirse de la protección de aquel país; o de
quien, por no tener nacionalidad y estar fuera del país de su antigua
residencia habitual como resultado de tales eventos, es incapaz, debido a
tal miedo, de estar dispuesto a volver a éste.
Esta
definición no incluye a personas que simplemente vienen en busca de una
vida mejor. Dice Farage que los "refugiados" tiran su pasaporte al
Mediterráneo y declaran que son sirios huyendo de la guerra. Y nos lo
tragamos. No digo que no hayan auténticos refugiados entre las masas que
han llegado a Europa, pero pienso que sería más sensato conceder el
estatus de refugiados a las personas
en su primer país de acogida, como siempre se ha hecho, no cuando ya están dentro de nuestras fronteras y no hay manera de saber de donde vienen.
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El euroescéptico Nigel Farage |
Otro tema más serio aún es el religioso. Farage se pregunta: ¿por qué
los países ricos musulmanes no se ofrecen a acoger a los "refugiados",
si la mayoría de ellos son correligionarios? No contesta a su propia
pregunta, pero yo sospecho que el hecho de que su destino elegido sea
Europa tiene algo que ver con la
hégira, la emigración al
dar-al harb
con el fin de conquistarlo. Para decirlo en cristiano, van a la tierra
de los infieles para extender el Islam. Como bien apuntaba el
P. Santiago Martín en
este vídeo,
se han identificado a varios miles de terroristas entre los
"refugiados". No sólo no nos defendemos del enemigo, sino que le abrimos
las puertas, le pagamos el viaje y nos preocupamos de que se encuentre
cómodo entre nosotros. Eslovaquia ha dicho que sólo acogerá a
cristianos, y por ello le han llovido críticas de todas partes. El Nuevo
Orden Mundial está decidido a acelerar el declive de la antigua
Cristiandad y no tolera la resistencia. Hay que llenar Europa de
musulmanes a toda costa y mantener a los nativos en un estado de inopia
durante el máximo tiempo posible, hasta que no haya margen de maniobra
ni posibilidad de victoria en un supuesto alzamiento cristiano. De
momento yo diría que lo están haciendo muy, pero que muy bien. Cuando
llegue el momento será como coger una fruta madura del árbol y Europa
caerá en manos de los musulmanes.
Hace ya 26 años, en 1989,
Monseñor Marcel Lefebvre habló sobre el peligro de la inmigración musulmana,
cuando prácticamente nadie se preocupaba por el tema.
Dijo verdades como puños, por lo que un grupo progre le denunció por
racismo (¿de qué raza son los musulmanes?) y defamación contra la
comunidad musulmana. La multa le llegó una semana antes de su muerte, la
última de muchas bofetadas recibidas por su fidelidad a Cristo, y que
ahora serán para él una corona en el Cielo. El arzobispo no sólo se negó
a retractarse, sino que en el juicio insistió con mayor vehemencia en
lo que había afirmado anteriormente. Sus palabras, que no fueron
atendidas en el momento, ahora suenan proféticas. Dijo lo siguiente:
Mientras que los musulmanes sean una minoría
insignificante en un país cristiano, pueden convivir pacíficamente,
porque respetan las leyes y costumbres del país que les acoge. Pero en
cuanto son numerosos y orgnizados se vuelven agresivos y buscan imponer
sus leyes, que son hostiles a la civilización europea. Los ejemplos
abundan. Pronto mandarán en los ayuntamientos de nuestras ciudades y
convertirán nuestras iglesias en mezquitas. Tendremos que convertirnos
al Islam, dejar el país, o ser sus cautivos. Esta es la naturaleza del
Islam. No soy yo un racista por denunciar este mismo racismo.
Si
ustedes [los jueces] impiden que alcemos la voz contra las
consecuencias nefastas de la islamización de Francia y Europa, se hacen
cómplices de la violencia que se comete en nombre del Koran en los
países cristianos... Condenarme por racista porque intento defender mi
país, cuando su misma existencia y sus tradiciones cristianas se
encuentran amenazadas... eso sería utilizar la justicia a favor de la
injusticia. Sería la justicia al servicio de los verdugos, cuyas
víctimas como mucho tienen derecho de permanecer en silencio y perecer.
Sería la cima de la injusticia.
¿Y qué tiene que ver esta historia con el
crimen de los huertos,
el marroquí que mató (supuestamente) a la abuelita para robarle 5
euros? Absolutamente nada, por supuesto. Son reflexiones inconexas... o
no. Bueno, se me ocurre que al ritmo que vamos, dentro de poco se
reinstalará la pena de muerte de España, pero no en el sentido que yo
quisiera, sino para implementar la
sharia, como por ejemplo
contra cualquiera que hable en contra del "profeta" Mahoma. En el fondo
todo esto es justo e inevitable; como sociedad hemos decidido darle la
espalda a Jesucristo, hemos caído en todo tipo de perversiones, y nos
hemos negado a tener los hijos que Dios nos quería dar. No nos
reproducimos a un ritmo suficiente como para mantener la sociedad de
bienestar que hemos creado. Por ello, permitimos que entren millones de
inmigrantes musulmanes, y como consecuencia de la apostasía de Europa se
ha creado un vacío espiritual que temporalmente se ha llenado con el
hedonismo decadente. La naturaleza tiende a llenar los vacíos, y el
vacío que ha dejado el cristianismo en Europa lo ocupará el Islam. Es
sólo cuestión de tiempo.
NOTAS
[1] Para quien le pueda interesar, escribí hace tiempo
esta serie de artículos que constituye un examen más pormenorizado de la pena de muerte desde la perspectiva católica.