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miércoles, 18 de febrero de 2015
El Estado de la Iglesia en Asia
Esto es la traducción de un testimonio publicado en el foro católico, Fisheaters, el 10 de febrero de 2015. El autor anónimo, un canadiense que vive actualmente en China, me dio su permiso para traducir y reproducir su escrito. He pensado que sería de gran interés para los católicos de habla hispano conocer el estado de la Iglesia en Asia. El testimonio no tiene mayor valor que lo que pretende ser: una visión personal de las cosas, desde la experiencia y la sensibilidad católica tradicional.
El incidente que finalmente me llevó a escribir este artículo, la gota que colmó el vaso, ocurrió en la parroquia local en la isla de Hainan, China, durante la Misa del domingo. Este domingo empezó como siempre; hice la cola para confesarme antes de la Misa, y me resultó bastante molesto tener a una pareja delante, que no paró de charlar y reírse alegremente, hasta el mismo momento en que le tocó a uno de ellos ir al confesionario. Bueno, eso no fue nada nuevo. Gente que habla vanamente en el templo es corriente aquí, hasta el punto de que sería extraño entrar a una iglesia antes de Misa y encontrarte en silencio. Respiré profundamente e intenté concentrarme, pero fui inmediatamente distraído otra vez por una gran caja de color naranja en una estantería a mi lado, que había contenido paquetes de pasta deshidratada. En los laterales de la caja un actor con gafas de sol, subido a una moto, me saludaba, y había una imagen gigante de un bol de la pasta susodicha. Por lo visto ahora se utilizaba para guardar trastos del vestíbulo. No ayudaba precisamente a prepararse para la confesión, pero en términos relativos, no era una cosa tan grave.
Traté de olvidarlo y me confesé. Al regresar a mi sitio tras recibir la absolución, pasé al lado de una chica adolescente que llevaba un alba, evidentemente una de las lectoras en la Misa de hoy. Aunque sabía que debería centrarme en orar, no pude dejar de pensar para mis adentros qué era más ridícula: el simple hecho de que una chica llevara un alba, o la pinta que traía, con sus zapatos deportivos Vans y sus Levis de imitación, con el alba que llegaba tan solo hasta un poco por debajo de la cintura. Pasé delante de otra chica, mandando mensajes de texto con su móvil. Y delante de un crucifijo moderno horripilante de Cristo glorificado, con los brazos abiertos en aparente gloria sobre la Cruz (los que han visto el estilo sabrán de lo que hablo), hice la genuflexión ante el tabernáculo, que si hubiera estado en cualquier otro lugar del mundo, hubiera creído que se trataba de una caja fuerte, o quizás algo que una persona sin sentido estético alguno había comprado impulsivamente en un mercadillo, sin pararse a pensar en para qué podía servir esta caja amorfa de color chillón.
Mientras me arrodillaba, eché un vistazo a una de las pantallas gigantes que habían colgado en los pilares. Así que hoy era el quinto domingo del Tiempo Ordinario. Pero no hubiera tenido que mirar, ya que enseguida la voz ensordecedora de otra joven hembra llevando un alba me lo anunció por los altavoces (y a todos los que se encontraban a 100 metros del templo). No le bastó decirme qué domingo era; a continuación, me agradeció profusamente el haber acudido a la Misa, me contó lo feliz que era de que todos pudiéramos estar aquí reunidos, me explicó el mensaje de la Misa de hoy, y pidió que la gente apagara sus teléfonos móviles, porque la Misa estaba a punto de comenzar. Me levanté cuando dio la orden "en pie", y luego ocurrió lo que ocurrió.
Una madre con su hija entraron a la Misa. En todos los sentidos parecían perfectamente normales. Habían llegado tan sólo un minuto tarde, con lo cual llegaron antes que el 25% de los asistentes que luego comulgarían. No llevaban velo. Llevaban vaqueros y jersey, nada especial. Nada particularmente ofensivo. La madre hizo una media genuflexión de mala gana, que consistía en pararse un breve momento delante del banco y bajar la rodilla derecha unos centímetros hacía el suelo. Por desgracia esto es muy común en China, dado que la mayoría no tiene ni idea de lo que es una genuflexión, de porqué hay que hacerlo, o a quién se hace. La gente que entra, ve a otros hacer este gesto raro, lo imita, y así continúa... La hija, que claramente no captaba el sentido de la genuflexión, se acomodó en el banco mientras charlaba con su madre. El himno de introducción había terminado y el Padre hizo el signo de la Cruz. Luego la madre sacó algo de su bolso. Me pregunté si la hija había sido bautizada, ya que muchos católicos chinos quieren que sus hijos "elijan por sí mismos". De todos modos, la mera presencia de esta niña en una congregación de unas 200 personas, con no más de 10 niños por debajo de doce años, ya valía algo.
Cuando la madre encontró lo que buscaba de su bolso, lo puso sobre el banco, delante de su hija. Un enorme trozo de tarta de chocolate. Como era una buena madre y se preocupaba por su hija, le dijo que se lo comiera rápidamente, y así hizo, procurando no dejar caer nada al suelo. La Misa prosiguió a su alrededor mientras ella se comía la tarta con las manos.
Yo me quedé ahí sentado, boquiabierto, en estado de shock. Mientras tanto, cantó el coro, compuesto casi exclusivamente por hembras llevando albas (increíblemente había dos hombres dispuestos a vestirse y cantar canciones "felices" un domingo por la mañana). Mi estupor se transformó en dolor al escuchar a la "DJ de la Misa" mencionada anteriormente, anunciarnos con su micrófono las lecturas (además de su contenido, y cómo estas lecturas nos enseñan que Jesús nos ama tanto, tanto, tanto). Escuché a las lectoras, y en el Salmo la Señorita Micrófono naturalmente se unió, ahogando las respuestas de todo el mundo. Mi dolor se transformó en frustración al tener que escuchar otra homilía de media hora, completa y absolutamente carente de cualquier contenido.
Tengo que hacer una pausa ahora, porque es posiblemente la peor (o casi la peor) indicación de hasta qué nivel se ha hundido la Misa en China (y la mayor parte de Asia). Quiero que imaginen la homilía más insípida, más pretenciosa, llena de anécdotas, que no conduce a ninguna parte, sin fuste alguno, que hayan escuchado, del típico cura modernista de parroquia del siglo XXI. Ahora, imagínense que cada parroquia a la que pueden acudir ofrece homilías de este calibre.
Imagínense que el sacerdote se toma los primeros 5 a 10 minutos para explicar exactamente lo que ha ocurrido en las lecturas. Así que Jesús fue a la boda. ¿Y dónde fue esta boda? Pues,¡ fue en Caná! Y hubo mucha comida y bebida, y los amigos de Jesús estaban ahí, ¡y Su madre también! Y entonces Su madre se le acercó (porque ya saben que es Su madre) y le dijo: "¡no tienen vino!" Ahora, hermanos en Cristo, ¿cómo responde Jesús a Su madre cuando le dice que no queda vino? Pues, Jesús responde diciendo "¿qué tiene que ver conmigo?" y saben, hermanos en Cristo, luego la madre de Jesús dice a los sirvientes "haced lo que Él os diga". ¡Y entonces ocurre algo asombroso! ¡El agua se convierte en vino! Y entonces...
Algunas veces los sacerdotes aportan una "exégesis", algo de este estilo: ¿Ven lo humilde que es la madre de Jesús? ¿Lo ven? Ustedes también deberían ser humildes. ¡Todos deberíamos ser humildes! Humildes como María, humildes como Jesús. Porque es bueno ser humilde. ¡Ser humilde es fantástico! ¡Sean humildes! Yo recuerdo el caso de un amigo italiano.... Ahora se inserta la historia de como el cura se quedó tan impresionado por un italiano que aún iba a Misa los domingos, a pesar de que era en chino y no entendía nada. Ven, hermanos, este amigo italiano quizás no entendía las palabras en su cabeza, pero las entendía... en su corazón. (Pausa momentánea para mirar a su público con una expresión que al Padre evidentemente le parece llena de significado). La cabeza y el corazón funcionan juntos. Humilde como María y Jesús. Sí, hermanos, eso es el amor. Porque Dios es amor, y en eso consiste ser católico: EL AMOR.
Espero que no se ofenda nadie por esto. La verdadera ofensa es que los parroquianos que consigan permanecer despiertos durante toda la homilía (sí, muchos se duermen, literalmente), no aprendan nada sobre la fe. La verdadera ofensa son todas las almas perdidas que entran a una iglesia por curiosidad y se salen tras 15 minutos de homilía. ¿Por qué iban a querer madrugar un domingo, para oír a alguien hablar durante 30 minutos, sin decir absolutamente nada? La verdadera ofensa es que los padres tienen que sacar a sus hijos durante la homilía,- si ya es bastante difícil para un adulto aguantarse en la silla durante esta basura, para un niño no digamos. Personalmente me ha dado por sentarme al fondo del todo, para poder escaparme cuando comienza la homilía; fuera puedo rezar el Rosario en paz. Tomé la resolución de hacer esto cuando oí al Padre empezar una homilía de la siguiente manera: Muchos de ustedes quizás no saben que esta es una iglesia católica. A menudo los protestantes creen que están en un templo protestante. No, para los protestantes su templo está en la calle X, así que por favor, vayan ahí para su celebración dominical.
Vuelvo a mi experiencia de la Misa de domingo. Afortunadamente, cuando empezó la homilía la niña ya se había comido su trozo de tarta de chocolate, así que pude centrarme en un abuso a la vez. Después de aguantar la homilía OTRA hembra llevando un alba salió a leer las peticiones de los fieles. "Por favor, bendice a todo el mundo, para que podamos vivir en paz y armonía", etc. Creo que no hace falta que me explaya más. Luego vino la consagración.
Como reflexión aparte, siempre me pareció que la consagración llega sin avisar en la Misa Nueva. Un segundo esto oyendo las plegarias a favor de la unidad de cada ser en la Tierra, al siguiente estoy echando mi dinero en la cesta, intentando ignorar el guitarreo... y de pronto el Padre está diciendo el canon. Unas cuantas oraciones precipitadas y a los dos minutos ya estamos de rodillas y estamos en la consagración. Otro minuto (parece que nos acabáramos de arrodillar) y nos levantamos. A los tres minutos todo el mundo se abraza en el signo de la paz. Es como si nunca hubiera ocurrido la consagración. Me resulta tan repentino, tan apresurado. ¿Se supone que ESO es el centro de la Misa? Parece más bien una parte intercambiable, no el corazón de la Misa, el culmen de toda la liturgia. Con la Misa Nueva parece que la Misa se puede dividir en partes. Parte 1: el sacerdote entra y saluda a la gente. Parte 2: lecturas de la Biblia. Parte 3: Homilía. Parte 4: oraciones aleatorias a las que nadie presta atención. Parte 5: consagración. Parte 6: signo de la paz y Agnus Dei. Parte 7: ponerte en la cola para recibir la Eucaristía. No existe una unidad orgánica, no hay continuidad entre una parte y otra; sólo líneas de diálogo al azar entre el cura y los "actores", que dicen sus frases cuando toca; a veces son el centro de atención, a veces observan, a veces descansan.
Por fin es el momento de la comunión. Todo el mundo sube a recibir o la Eucaristía o una bendición. Estoy indeciso si subir. Bueno, más vale. "Aún es Jesucristo", me consuelo. Me duele que sea necesario consolarme en cada Misa con la idea de que "al menos la Misa es válida". ¿Pero qué alternativa tengo? Ésta es la única iglesia para una ciudad de casi un millón de personas. Antes había otras, pero se cerraron. No fue por los comunistas, sino porque con la falta de sacerdotes y fieles no se podía justificar su mantenimiento. Mientras el Padre pronuncia la bendición final salgo del templo. El último himno es Amazing Grace [Nota del traductor: un himno protestante muy conocido en EEUU]. Después de Misa hay Adoración Eucarística durante una hora. Me encantaría quedarme, si no fuera por la omnipresente señorita del micrófono, que continuamente me "ayuda" en mi meditación, diciendo cosas por el estilo: Ahora vamos a cerrar los ojos... observen a Jesús en su mente... le ama tanto... imaginen Su cara, Sus ojos... Aún peor es cuando el Padre saca a Jesús y le coloca en la custodia, porque esto lo hace justo después de la Misa, cuando todavía hay gente charlando en el pasillo. Da lugar a un espectáculo espantoso: Nuestro Señor puesto en la custodia, el sacerdote que se larga (sin arrodillarse, por supuesto), todo delante de al menos 50 personas conversando despreocupados, con Jesús literalmente a 10 metros de ellos. Naturalmente estas personas se dispersan, dejando a unas 20 mujeres, que de alguna forma son capaces de soportar el ruido del micrófono y adorar a Nuestro Señor. Evidentemente, ningún hombre querría quedarse a reflexionar sobre cómo Jesús les hace sentir con la chiquilla del micrófono.
Lo anterior, siento decirlo (excepto el incidente horroroso de la tarta de chocolate y el espectáculo de la Adoración Eucarística), es típico de iglesias en China y la mayor parte de Asia (aunque sólo tengo experiencia de primera mano en China, Corea y Japón). Lo que me llamó la atención del incidente de la tarta, y me empujó a escribir esto, es lo terriblemente normal y apropiado que resultó. ¡No resultó fuera de lugar en absoluto! Es como si intelectualmente había entendido que comer tarta de chocolate con las manos en la Misa es una aberración, pero visualmente y sensiblemente no resultó para nada raro.
Tienen que imaginarse una iglesia moderna, que a primera vista no parece para nada una iglesia. Dentro hay un gran espacio abierto para la Misa, y la gente entra y sale a intervalos regulares. Esta sala está vacía, excepto una mesa al final, algunos bancos y unas cuantas pequeñas obras de arte. Una chica teclea en su teléfono, dos personas están charlando, y muchos están en babia. Durante una "pausa en la acción", una chica anda hacía el final de la sala y lee la Biblia. Otra mujer está masticando chicle, y la niña detrás se está comiendo un trozo de tarta.
Dicho así no suena tan fuera de lugar, ¿verdad? Y es por ello que lo hizo. Porque no estaba fuera de lugar. Consideren este hecho: se ha rebajado tanto el nivel en la Iglesia, que ahora no se considera impío, ni extraño o inadecuado socialmente, el comerse un trozo de tarta de chocolate durante la Misa. Al pensarlo así, no puedo soportarlo.
Hay excepciones, parroquias que podríamos denominar "conservadoras" dentro del Novus Ordo. No soy exigente. No hace falta que el sacerdote mire hacía el Este. No hace falta que haya latín, ni canto gregoriano. Me conformo con una Misa medianamente reverente, celebrada según las rúbricas. ¡Es tan triste que haya que describir una Misa así! Hasta la fecha, he encontrado dos o tres parroquias de este tipo en China y una en Japón.
En cuanto a la Misa Tradicional, hay un sacerdote de la Hermandad Sacerdotal San Pío X (en adelante HSSPX) que va a Seúl un domingo al mes, en un edificio de oficinas donde hay una pequeña capilla. La HSSPX también tiene centros de Misa en algunas ciudades de Filipinas y la India, aparte de misiones en Tailandia y algún otro sitio. Hay una Misa Tradicional diocesana en Hong Kong. En total, hay menos de 10 lugares donde se ofrece la Misa Tradicional en un área que contiene más de tres mil millones de almas, y prácticamente ninguna parroquia tradicional del Novus Ordo. Aquí la fe tradicional no está en las catacumbas... ha sido erradicada. Esto es una masacre, una masacre de almas.
El área de Shangai solía tener 120 iglesias que ofrecían Misa diaria. Ahora quedan menos de 50. La mayoría no tienen Misa diaria, y muchas ni siquiera todos los domingos. No fueron los comunistas quienes cerraron estas iglesias. Bueno, técnicamente sí lo hicieron durante un tiempo, pero lo que digo es que antes estas iglesias se usaban, y ahora se podrían reabrir perfectamente, si no fuera por la falta acuciante de sacerdotes y fieles. En realidad las iglesias se cerraron por sí mismas durante los últimos 50 años. Es la misma historia, pero atenuada, en Japón y Corea. Hay muchos templos bellísimos en Asia. Por desgracia, todos fueron construidos antes de 1960. Cualquier cosa posterior es un desastre; tan sólo hay que fijarse en la catedral de Tokio para darse cuenta de esto.
Yo enseñé en un seminario en Beijing durante un año. Su capilla principal tiene una vidriera de arco iris en forma de cruz en su centro. Los seminaristas reciben la comunión bajo ambas especies, por "auto-servicio": un sacerdote sostiene el Copón con las Hostias, los seminaristas meten la mano, cogen una Hostia, se pasean hasta donde está el otro sacerdote concelebrante con la Preciosísima Sangre, mojan la Hostia en la Sangre y comulgan. En privado mostré a los seminaristas donde la Ley Canónica prohíbe esto. Estuvieron de acuerdo conmigo, pero tenían demasiado miedo de decírselo a los sacerdotes. Me apena confesar que yo tampoco dije nada cuando tenía la oportunidad. Un seminarista me dijo que un sacerdote les estaba enseñando que la confesión ya no era necesaria, porque nuestros pecados son perdonados en la Misa. En mi último día ahí, les mostré un extracto de una Misa Tridentina. Ni uno había visto algo semejante, ni sabían siquiera de su existencia. Pueden imaginar qué tipo de educación recibieron.
En una ocasión fui también a un convento en China. Había más de 200 monjas. Ni una llevaba hábito. Misa diaria era en un aula, con una mesa de madera que colocaban al frente como altar. Como decoración, una pancarta con "Jesús es la paz" en la pared detrás del "altar". En lugar de bancos, sillas de plástico. Su convento está literalmente a 100 metros de una bella iglesia antigua. Al menos los domingos tienen la Misa ahí. Las hermanas eran muy simpáticas, pero profesaban una ignorancia supina en cuanta a la fe. De ellas casi nada era "católico". Vamos, el sueño de un modernista, la "Iglesia ONG" hecha realidad.
He conocido a muchos tailandeses, filipinos, y gente de otros países del sureste asiático. Hay una tendencia peculiar: cada uno de ellos que fue a la escuela católica ya no es católico. Permítanme que repita eso. Nunca, en más de seis años en Asia, he conocido a una sola persona que fue a la escuela católica y sigue siendo católica practicante. Subestimamos la influencia que antaño tenía el catolicismo en Asia, antes de los años ´50 del pasado siglo. En muchos países del sureste asiático, entre un 10 y un 15% de la población eran católicos, y enviaban a sus hijos a buenos colegios parroquiales. En algunos casos, era más bien entre 20 y 30% de la población, o incluso más alto. Hablo de católicos de verdad. Imaginémonos lo que pasaría si un 20% de la población asistiera cada semana, o incluso a diario, a la Misa Tradicional. Imaginémonos si un 20% de la población tenía crucifijos y agua bendita en sus casas, rezaba el Angelus fielmente al mediodía. Imaginémonos si un 20% iba a colegios auténticamente católicos. Sin embargo, aquella gente ya no existe. Su escuelas o han desaparecido, o son católicas en nombre sólo.
La diferencia es que en Occidente hemos tenido, y tenemos, focos de resistencia. Tenemos la HSSPX, la FSSP. Nada de eso existe aquí. En Asia la Misa Tradicional ha sido sustituida por ceremonias que desdeñarían hasta los anglicanos. Los hogares han sido secularizados, la mayoría ya no reza, y por tanto no transmitirán la fe a sus hijos. Los sacerdotes no ayudan. Las escuelas fundadas por misioneros han sido secularizadas. Ya no hay lugar seguro en toda Asia. No hay focos de resistencia de la Tradición. Es una masare, una masacre de almas.
Aquí llegamos al meollo de la cuestión, lo que me atormenta diariamente. No hay escapatoria de esta situación. No hay Misas de "indulto", ya no hay capillas de la HSSPX en Asia donde refugiarse, como había en los años ´80. No existe aquí la FSSP. Aquí ya no hay NADA. Es un desierto litúrgico y espiritual. No puedo invitar a mis amigos a Misa, porque me da vergüenza lo que tendrán que presenciar, pero no tengo ningún otro sitio a donde ir. Permítanme que insista en este punto.
Antes estaba lleno de celo por convertir a todos los seres humanos, dado que yo mismo soy un converso y fui bautizado en Beijing. Sin embargo, la mía fue una conversión intelectual. Antes de pisar una iglesia católica ya estaba convencido en un 90% de la verdad del catolicismo. Me convertí a pesar de la Misa. Miré con horror a un hombre vestido con una camiseta tecnicolor de Jesús que tocaba la guitarra y cantaba "Shine Jesus Shine" durante una Misa internacional en inglés. Estaba con mis padres, de visita en Asia. Les había contado cosas sobre la Eucaristía y lo que creían los católicos. Naturalmente se rieron. A fin de cuentas, ¿quién se imaginaría que los católicos se comportarían así, si realmente creían en lo que decían sobre la Santa Comunión? Mis padres no habían tenido una conversión intelectual. Vieron la Misa y dijeron: "cómo me podría interesar esto?"
Cometí el segundo error al llevarles a la primera parroquia que encontré en internet, cuando buscaba la Misa más cercana, mientras yo estaba en casa de visita. Quería mostrarles la Misa Tradicional, pero sólo había una de la HSSPX en nuestra zona, y tenía claro que iba a ser un católico leal, que nunca asistiría a una Misa con los "cismáticos lefebvristas". Así que, en lugar de eso, fuimos a la iglesia más cerca de nuestra casa. Nos pasamos de largo y tuvimos que retroceder; era muy difícil saber que se trataba de una iglesia. Recuerdo a mi padre decir: ¡Vamos, eso no puede ser una iglesia católica! Hay que reconocer que los católicos tienen un sentido de la belleza. Pero sí, era una iglesia católica, a pesar de parecer un gimnasio. Les ahorraré más detalles. Creo que se hacen una idea de como fue la Misa ahí.
Llevé a un amigo chino a Misa, tras estudiar la Biblia con él durante semanas, tratando de convencerlo de que la Iglesia Católica estaba en la Biblia. Estaba medio convencido antes de ir a Misa. Después de Misa, su comentario fue: ¡qué ... ruidoso! Como me lo habías descrito yo me imaginaba que sería más sagrado. Sigamos con la lectura de la Biblia. Así es como veo a Dios, cuando leo contigo. Ahí no vi a Dios. Casi se me rompe el corazón. ¿Pero cómo rebatirle? Yo tampoco veo a Dios en esa Misa, aunque sé que está. Cada vez que veo un abuso, tengo que repetirme a mí mismo: "aún es Tu Cuerpo, Señor." No tengo alternativa. Esto es lo único que hay.
Una mujer china que llevé a Misa me dijo: es extraño hablar con Dios en la vernácula. Parece tan... no sagrado. A mí me da igual entender lo que se dice, pero hablarle así a Dios es rarísimo. Le mostré un vídeo en internet de una Misa de la HSSPX. Lo único que dijo fue: "¡Wow, me encantaría ir a eso!" Por desgracia, esta mujer no puede viajar hasta Econe cada vez que quiere asistir a la Misa que antaño se ofrecía en cientos de sitios cerca de donde vive.
Otra amiga que me acompañó a Misa me preguntó: ¿por qué el cura habla de una manera tan política? Todo es tan ambiguo, tan inofensivo y general. ¡Yo quiero que me juzguen! ¿De qué forma si no voy a saber lo que estoy haciendo mal?
Podría aportar muchas más historias de esta índole. Hasta hoy ninguna de las personas mencionadas se ha convertido. No ven nada en la Misa, y si no ocurre un milagro, nunca verán nada en la Misa. Si se convierten, será a pesar de la Misa. ¡Qué dato tan triste!
Ahora hablemos de noticias más alegres, y porqué apoyo la HSSPX.
Fui con (la que entonces era) mi novia coreana a Misa cada semana en China durante un año. Yo deseaba que se convirtiera, para poder hacerle una proposición de matrimonio. No quería ser pesado, así que ni siquiera mencioné la conversión. Finalmente, el verano pasado volvió a Canadá a visitarme durante unas semanas. Fuimos a la Misa de la HSSPX cada domingo con mis padres. De nuevo, no hice ningún comentario sobre la conversión. Nada más volver a Corea, se fue a la misión de la HSSPX en Seúl, y ahora se quiere convertir. Tras asistir a las Misas de la HSSPX durante tres semanas, mi padre, que era muy protestante, está pensando si dividir sus domingos entre la capilla de la HSSPX y su templo protestante local. Todo esto, tras tan sólo tres semanas. Supongo que habrá gente que me atacaría por ir a una "iglesia cismática", cuando sería muy fácil acudir a una iglesia que no parece una iglesia, para oír "Shine Jesus Shine" en la Comunión. Por supuesto, hacer eso significaría que mi prometida no se hubiera convertido. Significaría que, en lugar de ver a Jesucristo realmente presente en la Misa, tendría que armarme de paciencia y aguantar otra Misa en la que sé que el Señor está ahí, a pesar de ser imposible verlo. Significaría que mi padre no tendría interés alguno en ir a Misa. Pero supongo que eso les importa un comino a los fariseos mojigatos que me han dicho que ir a una capilla de la HSSPX es "ilegal", si es que alguien sabe lo que eso quiere decir.
Ojalá tuviera esto en Asia. Ojalá pudiera decir a la gente: no vayas ahí, vete a la iglesia de la HSSPX en el otro barrio. Tendrás que desplazarte un poco más lejos, pero merecerá la pena. Luego vería como se convierten. Ojalá pudiera, pero no. Estoy atrapado en los EEUU de los años ´70 (al menos, como yo los imagino), excepto que no hay ningún centro de resistencia. Una masacre de almas.
Se habla del crecimiento de la Iglesia en Asia. Déjenme que les hable de la Iglesia en Asia. Sí crece. Crece como crece la Iglesia en Europa; manipulando las estadísticas. Daré sólo un ejemplo. La nación más católica de Asia es Filipinas, donde dos tercios de los católicos disienten del Magisterio de la Iglesia acerca de los anticonceptivos, donde la mitad rechazan la enseñanza sobre el matrimonio, y donde recientemente se cometió sacrilegio en la distribución de la Santa Comunión, en una Misa del Papa. Éste es el país más católico de Asia. ¿Cómo creen que van los demás?
En la medida de que Asia está algo mejor que Occidente, creo que se debe a dos factores primarios.
1) Los occidentales todavía se perciben como misioneros y los líderes del catolicismo. De esta manera, cualquier cosa que hagamos nosotros, luego se copia en Asia. Gracias a que las cosas tardan su tiempo, el modernismo que infectó la Iglesia en los años ´60 y ´70, no llegó a afectar la Iglesia aquí hasta una década o dos más tarde que en Occidente. Esto quiere decir que el colapso de la fe va también con una década o dos de retraso.
2) La cultura asiática aún es más conservadora que la occidental. Un ejemplo perfecto de ello es la Misa en Japón; muy silenciosa, bastante reverente en muchos casos. Muchas mujeres todavía llevan el velo. ¿Por qué? Porque la sociedad japonesa es educada y respetuosa, lo cual influye en cierta medida en como asisten a Misa. Tenemos el extraño y ridículo caso de como la cultura de una sociedad secular mejora la Iglesia, en lugar de ser al revés.
Hay una cosa que es verdad: la mayoría de las personas en Asia son almas maduras para la cosecha. La mayoría quiere creer, y agradecen oír hablar de Jesucristo. Se palpa que la gente busca algún sentido en su vida. Sin embargo, en la Iglesia de hoy no lo encuentran, y no hay ningún sitio donde pueden ir. Por eso la mayor parte de los que entren a una iglesia católica en China no se convierten. Hay algunos conversos, pero no saben realmente lo que creen. Por ejemplo, un converso chino que cuando le dije que no comía carne los viernes, me dijo: Ah, es cierto, se supone que hay que ayunar alguna vez. ¿Decidiste hacerlo? ¡Qué guay, eres muy devoto! Unos pocos se convierten y llegan a asistir a Misa todos los domingos. Quizás incluso saben lo que los católicos estamos obligados a creer. Una minoría muy pequeña hace sus propias investigaciones, y se puede considerar católica en todos los sentidos de la palabra. Conozco a un seminarista así; se me acercó un día para preguntarme, sin venir a cuento: ¿por qué el Papa Francisco está siempre sonriendo? ¿Acaso no sabe que la Iglesia se está muriendo? ¿No sabe que está todo en ruinas? ¿Con qué motivo sonríe?
Este seminarista está totalmente enamorado del Señor y Su Iglesia. Hace lo que puede, pero está limitado por la basura modernista con la que le alimentan cada día. Él y otros conocen lo malo, pero no conocen lo bueno. Desconocen los tesoros que tiene la Iglesia, porque les han sido robadas. Me haré con algunos DVD´s de la FSSP sobre cómo decir la Misa Tradicional (con subtítulos en chino), y se los mandaré, junto con todo el material que encuentre.
Por favor, recen por los seminaristas, para que descubran los tesoros que tiene la Iglesia. No culpo demasiado a sus profesores; es lo que habría que esperar, cuando todos sus libros, ideas y filosofías en general provienen de seminarios modernistas de EEUU y Europa, con el lema: si esto es lo que enseñan en Occidente, debe ser verdad. No, no les culpo demasiado. A fin de cuentas, es nuestro veneno que están bebiendo.
Recuerdo con cariño una conversación con un sacerdote japonés de la HSSPX. Su obispo, que había suscitado tantas vocaciones de su diócesis en los años ´50 y ´60, recibiendo una carta de felicitación de Pío XII, se quedó perplejo al comprobar que a finales de los años ´60 y principios de los ´70, a punto de jubilarse, todos los que mandaba al seminario o lo dejaban o salían de ahí con ideas raras. Por este motivo el buen obispo mandó a este seminarista a Econe. Seguro que algunos preferirían que hubiera sido "obediente", y que hubiera entregado a su seminarista a los lobos. Sin embargo, creo que los fieles de Filipinas, Japón y Corea, cuya única oportunidad de asistir a la Misa Tradicional es a través de la HSSPX y este sacerdote, no compartirán esta condena despiadada.
Me gusta Asia. Me encantaría quedarme aquí el resto de mi vida. Mi única objeción es la Misa. Si tengo hijos, no permitiré que crezcan yendo a Misa en un ambiente que les dañará la fe. Pero yo tengo suerte; puedo irme. La mayoría no puede. La mayoría sólo puede sufrir, o incluso sufren sin saberlo. Incontables almas se perderán. Acuérdense de esto, y den gracias la próxima vez que vayan a una hermosa Misa Solemne. A todos los que se acostumbran a criticar la HSSPX, vendría bien recordar que este grupo seguramente ha hecho más que cualquier otro para la salvación de almas en los últimos 40 años. Dejando de lado la polémica de la "validez" de la HSSPX (después de indagar objetivamente en este tema, no encuentro el problema, pero la Ley Canónica y la HSSPX es otro asunto), creo que todos estarían de acuerdo en que lo que separa la HSSPX y la FSSP es muchísimo menos que lo que separa a muchos (¿casi todos?) los obispos y sacerdotes de los dogmas y doctrinas oficiales de la Iglesia.
Den gracias por lo que tienen, y no se rindan; sigan pidiendo más. Hay que seguir exigiendo la Misa Tradicional. Necesitamos más seminaristas tradicionales, más sacerdotes tradicionales, más obispos tradicionales, sin importar de donde vengan. Hay tantas almas que cosechar, y los trabajadores son pocos. En ninguna parte es más evidente que en Asia.
El incidente que finalmente me llevó a escribir este artículo, la gota que colmó el vaso, ocurrió en la parroquia local en la isla de Hainan, China, durante la Misa del domingo. Este domingo empezó como siempre; hice la cola para confesarme antes de la Misa, y me resultó bastante molesto tener a una pareja delante, que no paró de charlar y reírse alegremente, hasta el mismo momento en que le tocó a uno de ellos ir al confesionario. Bueno, eso no fue nada nuevo. Gente que habla vanamente en el templo es corriente aquí, hasta el punto de que sería extraño entrar a una iglesia antes de Misa y encontrarte en silencio. Respiré profundamente e intenté concentrarme, pero fui inmediatamente distraído otra vez por una gran caja de color naranja en una estantería a mi lado, que había contenido paquetes de pasta deshidratada. En los laterales de la caja un actor con gafas de sol, subido a una moto, me saludaba, y había una imagen gigante de un bol de la pasta susodicha. Por lo visto ahora se utilizaba para guardar trastos del vestíbulo. No ayudaba precisamente a prepararse para la confesión, pero en términos relativos, no era una cosa tan grave.
Traté de olvidarlo y me confesé. Al regresar a mi sitio tras recibir la absolución, pasé al lado de una chica adolescente que llevaba un alba, evidentemente una de las lectoras en la Misa de hoy. Aunque sabía que debería centrarme en orar, no pude dejar de pensar para mis adentros qué era más ridícula: el simple hecho de que una chica llevara un alba, o la pinta que traía, con sus zapatos deportivos Vans y sus Levis de imitación, con el alba que llegaba tan solo hasta un poco por debajo de la cintura. Pasé delante de otra chica, mandando mensajes de texto con su móvil. Y delante de un crucifijo moderno horripilante de Cristo glorificado, con los brazos abiertos en aparente gloria sobre la Cruz (los que han visto el estilo sabrán de lo que hablo), hice la genuflexión ante el tabernáculo, que si hubiera estado en cualquier otro lugar del mundo, hubiera creído que se trataba de una caja fuerte, o quizás algo que una persona sin sentido estético alguno había comprado impulsivamente en un mercadillo, sin pararse a pensar en para qué podía servir esta caja amorfa de color chillón.
Mientras me arrodillaba, eché un vistazo a una de las pantallas gigantes que habían colgado en los pilares. Así que hoy era el quinto domingo del Tiempo Ordinario. Pero no hubiera tenido que mirar, ya que enseguida la voz ensordecedora de otra joven hembra llevando un alba me lo anunció por los altavoces (y a todos los que se encontraban a 100 metros del templo). No le bastó decirme qué domingo era; a continuación, me agradeció profusamente el haber acudido a la Misa, me contó lo feliz que era de que todos pudiéramos estar aquí reunidos, me explicó el mensaje de la Misa de hoy, y pidió que la gente apagara sus teléfonos móviles, porque la Misa estaba a punto de comenzar. Me levanté cuando dio la orden "en pie", y luego ocurrió lo que ocurrió.
Una madre con su hija entraron a la Misa. En todos los sentidos parecían perfectamente normales. Habían llegado tan sólo un minuto tarde, con lo cual llegaron antes que el 25% de los asistentes que luego comulgarían. No llevaban velo. Llevaban vaqueros y jersey, nada especial. Nada particularmente ofensivo. La madre hizo una media genuflexión de mala gana, que consistía en pararse un breve momento delante del banco y bajar la rodilla derecha unos centímetros hacía el suelo. Por desgracia esto es muy común en China, dado que la mayoría no tiene ni idea de lo que es una genuflexión, de porqué hay que hacerlo, o a quién se hace. La gente que entra, ve a otros hacer este gesto raro, lo imita, y así continúa... La hija, que claramente no captaba el sentido de la genuflexión, se acomodó en el banco mientras charlaba con su madre. El himno de introducción había terminado y el Padre hizo el signo de la Cruz. Luego la madre sacó algo de su bolso. Me pregunté si la hija había sido bautizada, ya que muchos católicos chinos quieren que sus hijos "elijan por sí mismos". De todos modos, la mera presencia de esta niña en una congregación de unas 200 personas, con no más de 10 niños por debajo de doce años, ya valía algo.
Cuando la madre encontró lo que buscaba de su bolso, lo puso sobre el banco, delante de su hija. Un enorme trozo de tarta de chocolate. Como era una buena madre y se preocupaba por su hija, le dijo que se lo comiera rápidamente, y así hizo, procurando no dejar caer nada al suelo. La Misa prosiguió a su alrededor mientras ella se comía la tarta con las manos.
Yo me quedé ahí sentado, boquiabierto, en estado de shock. Mientras tanto, cantó el coro, compuesto casi exclusivamente por hembras llevando albas (increíblemente había dos hombres dispuestos a vestirse y cantar canciones "felices" un domingo por la mañana). Mi estupor se transformó en dolor al escuchar a la "DJ de la Misa" mencionada anteriormente, anunciarnos con su micrófono las lecturas (además de su contenido, y cómo estas lecturas nos enseñan que Jesús nos ama tanto, tanto, tanto). Escuché a las lectoras, y en el Salmo la Señorita Micrófono naturalmente se unió, ahogando las respuestas de todo el mundo. Mi dolor se transformó en frustración al tener que escuchar otra homilía de media hora, completa y absolutamente carente de cualquier contenido.
Tengo que hacer una pausa ahora, porque es posiblemente la peor (o casi la peor) indicación de hasta qué nivel se ha hundido la Misa en China (y la mayor parte de Asia). Quiero que imaginen la homilía más insípida, más pretenciosa, llena de anécdotas, que no conduce a ninguna parte, sin fuste alguno, que hayan escuchado, del típico cura modernista de parroquia del siglo XXI. Ahora, imagínense que cada parroquia a la que pueden acudir ofrece homilías de este calibre.
Imagínense que el sacerdote se toma los primeros 5 a 10 minutos para explicar exactamente lo que ha ocurrido en las lecturas. Así que Jesús fue a la boda. ¿Y dónde fue esta boda? Pues,¡ fue en Caná! Y hubo mucha comida y bebida, y los amigos de Jesús estaban ahí, ¡y Su madre también! Y entonces Su madre se le acercó (porque ya saben que es Su madre) y le dijo: "¡no tienen vino!" Ahora, hermanos en Cristo, ¿cómo responde Jesús a Su madre cuando le dice que no queda vino? Pues, Jesús responde diciendo "¿qué tiene que ver conmigo?" y saben, hermanos en Cristo, luego la madre de Jesús dice a los sirvientes "haced lo que Él os diga". ¡Y entonces ocurre algo asombroso! ¡El agua se convierte en vino! Y entonces...
Algunas veces los sacerdotes aportan una "exégesis", algo de este estilo: ¿Ven lo humilde que es la madre de Jesús? ¿Lo ven? Ustedes también deberían ser humildes. ¡Todos deberíamos ser humildes! Humildes como María, humildes como Jesús. Porque es bueno ser humilde. ¡Ser humilde es fantástico! ¡Sean humildes! Yo recuerdo el caso de un amigo italiano.... Ahora se inserta la historia de como el cura se quedó tan impresionado por un italiano que aún iba a Misa los domingos, a pesar de que era en chino y no entendía nada. Ven, hermanos, este amigo italiano quizás no entendía las palabras en su cabeza, pero las entendía... en su corazón. (Pausa momentánea para mirar a su público con una expresión que al Padre evidentemente le parece llena de significado). La cabeza y el corazón funcionan juntos. Humilde como María y Jesús. Sí, hermanos, eso es el amor. Porque Dios es amor, y en eso consiste ser católico: EL AMOR.
Espero que no se ofenda nadie por esto. La verdadera ofensa es que los parroquianos que consigan permanecer despiertos durante toda la homilía (sí, muchos se duermen, literalmente), no aprendan nada sobre la fe. La verdadera ofensa son todas las almas perdidas que entran a una iglesia por curiosidad y se salen tras 15 minutos de homilía. ¿Por qué iban a querer madrugar un domingo, para oír a alguien hablar durante 30 minutos, sin decir absolutamente nada? La verdadera ofensa es que los padres tienen que sacar a sus hijos durante la homilía,- si ya es bastante difícil para un adulto aguantarse en la silla durante esta basura, para un niño no digamos. Personalmente me ha dado por sentarme al fondo del todo, para poder escaparme cuando comienza la homilía; fuera puedo rezar el Rosario en paz. Tomé la resolución de hacer esto cuando oí al Padre empezar una homilía de la siguiente manera: Muchos de ustedes quizás no saben que esta es una iglesia católica. A menudo los protestantes creen que están en un templo protestante. No, para los protestantes su templo está en la calle X, así que por favor, vayan ahí para su celebración dominical.
Vuelvo a mi experiencia de la Misa de domingo. Afortunadamente, cuando empezó la homilía la niña ya se había comido su trozo de tarta de chocolate, así que pude centrarme en un abuso a la vez. Después de aguantar la homilía OTRA hembra llevando un alba salió a leer las peticiones de los fieles. "Por favor, bendice a todo el mundo, para que podamos vivir en paz y armonía", etc. Creo que no hace falta que me explaya más. Luego vino la consagración.
Como reflexión aparte, siempre me pareció que la consagración llega sin avisar en la Misa Nueva. Un segundo esto oyendo las plegarias a favor de la unidad de cada ser en la Tierra, al siguiente estoy echando mi dinero en la cesta, intentando ignorar el guitarreo... y de pronto el Padre está diciendo el canon. Unas cuantas oraciones precipitadas y a los dos minutos ya estamos de rodillas y estamos en la consagración. Otro minuto (parece que nos acabáramos de arrodillar) y nos levantamos. A los tres minutos todo el mundo se abraza en el signo de la paz. Es como si nunca hubiera ocurrido la consagración. Me resulta tan repentino, tan apresurado. ¿Se supone que ESO es el centro de la Misa? Parece más bien una parte intercambiable, no el corazón de la Misa, el culmen de toda la liturgia. Con la Misa Nueva parece que la Misa se puede dividir en partes. Parte 1: el sacerdote entra y saluda a la gente. Parte 2: lecturas de la Biblia. Parte 3: Homilía. Parte 4: oraciones aleatorias a las que nadie presta atención. Parte 5: consagración. Parte 6: signo de la paz y Agnus Dei. Parte 7: ponerte en la cola para recibir la Eucaristía. No existe una unidad orgánica, no hay continuidad entre una parte y otra; sólo líneas de diálogo al azar entre el cura y los "actores", que dicen sus frases cuando toca; a veces son el centro de atención, a veces observan, a veces descansan.
Por fin es el momento de la comunión. Todo el mundo sube a recibir o la Eucaristía o una bendición. Estoy indeciso si subir. Bueno, más vale. "Aún es Jesucristo", me consuelo. Me duele que sea necesario consolarme en cada Misa con la idea de que "al menos la Misa es válida". ¿Pero qué alternativa tengo? Ésta es la única iglesia para una ciudad de casi un millón de personas. Antes había otras, pero se cerraron. No fue por los comunistas, sino porque con la falta de sacerdotes y fieles no se podía justificar su mantenimiento. Mientras el Padre pronuncia la bendición final salgo del templo. El último himno es Amazing Grace [Nota del traductor: un himno protestante muy conocido en EEUU]. Después de Misa hay Adoración Eucarística durante una hora. Me encantaría quedarme, si no fuera por la omnipresente señorita del micrófono, que continuamente me "ayuda" en mi meditación, diciendo cosas por el estilo: Ahora vamos a cerrar los ojos... observen a Jesús en su mente... le ama tanto... imaginen Su cara, Sus ojos... Aún peor es cuando el Padre saca a Jesús y le coloca en la custodia, porque esto lo hace justo después de la Misa, cuando todavía hay gente charlando en el pasillo. Da lugar a un espectáculo espantoso: Nuestro Señor puesto en la custodia, el sacerdote que se larga (sin arrodillarse, por supuesto), todo delante de al menos 50 personas conversando despreocupados, con Jesús literalmente a 10 metros de ellos. Naturalmente estas personas se dispersan, dejando a unas 20 mujeres, que de alguna forma son capaces de soportar el ruido del micrófono y adorar a Nuestro Señor. Evidentemente, ningún hombre querría quedarse a reflexionar sobre cómo Jesús les hace sentir con la chiquilla del micrófono.
"No sé si es una Misa de guitarras o un concierto malo de folk rock" |
Lo anterior, siento decirlo (excepto el incidente horroroso de la tarta de chocolate y el espectáculo de la Adoración Eucarística), es típico de iglesias en China y la mayor parte de Asia (aunque sólo tengo experiencia de primera mano en China, Corea y Japón). Lo que me llamó la atención del incidente de la tarta, y me empujó a escribir esto, es lo terriblemente normal y apropiado que resultó. ¡No resultó fuera de lugar en absoluto! Es como si intelectualmente había entendido que comer tarta de chocolate con las manos en la Misa es una aberración, pero visualmente y sensiblemente no resultó para nada raro.
Tienen que imaginarse una iglesia moderna, que a primera vista no parece para nada una iglesia. Dentro hay un gran espacio abierto para la Misa, y la gente entra y sale a intervalos regulares. Esta sala está vacía, excepto una mesa al final, algunos bancos y unas cuantas pequeñas obras de arte. Una chica teclea en su teléfono, dos personas están charlando, y muchos están en babia. Durante una "pausa en la acción", una chica anda hacía el final de la sala y lee la Biblia. Otra mujer está masticando chicle, y la niña detrás se está comiendo un trozo de tarta.
Dicho así no suena tan fuera de lugar, ¿verdad? Y es por ello que lo hizo. Porque no estaba fuera de lugar. Consideren este hecho: se ha rebajado tanto el nivel en la Iglesia, que ahora no se considera impío, ni extraño o inadecuado socialmente, el comerse un trozo de tarta de chocolate durante la Misa. Al pensarlo así, no puedo soportarlo.
Hay excepciones, parroquias que podríamos denominar "conservadoras" dentro del Novus Ordo. No soy exigente. No hace falta que el sacerdote mire hacía el Este. No hace falta que haya latín, ni canto gregoriano. Me conformo con una Misa medianamente reverente, celebrada según las rúbricas. ¡Es tan triste que haya que describir una Misa así! Hasta la fecha, he encontrado dos o tres parroquias de este tipo en China y una en Japón.
En cuanto a la Misa Tradicional, hay un sacerdote de la Hermandad Sacerdotal San Pío X (en adelante HSSPX) que va a Seúl un domingo al mes, en un edificio de oficinas donde hay una pequeña capilla. La HSSPX también tiene centros de Misa en algunas ciudades de Filipinas y la India, aparte de misiones en Tailandia y algún otro sitio. Hay una Misa Tradicional diocesana en Hong Kong. En total, hay menos de 10 lugares donde se ofrece la Misa Tradicional en un área que contiene más de tres mil millones de almas, y prácticamente ninguna parroquia tradicional del Novus Ordo. Aquí la fe tradicional no está en las catacumbas... ha sido erradicada. Esto es una masacre, una masacre de almas.
El área de Shangai solía tener 120 iglesias que ofrecían Misa diaria. Ahora quedan menos de 50. La mayoría no tienen Misa diaria, y muchas ni siquiera todos los domingos. No fueron los comunistas quienes cerraron estas iglesias. Bueno, técnicamente sí lo hicieron durante un tiempo, pero lo que digo es que antes estas iglesias se usaban, y ahora se podrían reabrir perfectamente, si no fuera por la falta acuciante de sacerdotes y fieles. En realidad las iglesias se cerraron por sí mismas durante los últimos 50 años. Es la misma historia, pero atenuada, en Japón y Corea. Hay muchos templos bellísimos en Asia. Por desgracia, todos fueron construidos antes de 1960. Cualquier cosa posterior es un desastre; tan sólo hay que fijarse en la catedral de Tokio para darse cuenta de esto.
Yo enseñé en un seminario en Beijing durante un año. Su capilla principal tiene una vidriera de arco iris en forma de cruz en su centro. Los seminaristas reciben la comunión bajo ambas especies, por "auto-servicio": un sacerdote sostiene el Copón con las Hostias, los seminaristas meten la mano, cogen una Hostia, se pasean hasta donde está el otro sacerdote concelebrante con la Preciosísima Sangre, mojan la Hostia en la Sangre y comulgan. En privado mostré a los seminaristas donde la Ley Canónica prohíbe esto. Estuvieron de acuerdo conmigo, pero tenían demasiado miedo de decírselo a los sacerdotes. Me apena confesar que yo tampoco dije nada cuando tenía la oportunidad. Un seminarista me dijo que un sacerdote les estaba enseñando que la confesión ya no era necesaria, porque nuestros pecados son perdonados en la Misa. En mi último día ahí, les mostré un extracto de una Misa Tridentina. Ni uno había visto algo semejante, ni sabían siquiera de su existencia. Pueden imaginar qué tipo de educación recibieron.
Seminaristas chinos a principios del s. XX |
He conocido a muchos tailandeses, filipinos, y gente de otros países del sureste asiático. Hay una tendencia peculiar: cada uno de ellos que fue a la escuela católica ya no es católico. Permítanme que repita eso. Nunca, en más de seis años en Asia, he conocido a una sola persona que fue a la escuela católica y sigue siendo católica practicante. Subestimamos la influencia que antaño tenía el catolicismo en Asia, antes de los años ´50 del pasado siglo. En muchos países del sureste asiático, entre un 10 y un 15% de la población eran católicos, y enviaban a sus hijos a buenos colegios parroquiales. En algunos casos, era más bien entre 20 y 30% de la población, o incluso más alto. Hablo de católicos de verdad. Imaginémonos lo que pasaría si un 20% de la población asistiera cada semana, o incluso a diario, a la Misa Tradicional. Imaginémonos si un 20% de la población tenía crucifijos y agua bendita en sus casas, rezaba el Angelus fielmente al mediodía. Imaginémonos si un 20% iba a colegios auténticamente católicos. Sin embargo, aquella gente ya no existe. Su escuelas o han desaparecido, o son católicas en nombre sólo.
La diferencia es que en Occidente hemos tenido, y tenemos, focos de resistencia. Tenemos la HSSPX, la FSSP. Nada de eso existe aquí. En Asia la Misa Tradicional ha sido sustituida por ceremonias que desdeñarían hasta los anglicanos. Los hogares han sido secularizados, la mayoría ya no reza, y por tanto no transmitirán la fe a sus hijos. Los sacerdotes no ayudan. Las escuelas fundadas por misioneros han sido secularizadas. Ya no hay lugar seguro en toda Asia. No hay focos de resistencia de la Tradición. Es una masare, una masacre de almas.
La Catedral de Tokyo, un monumento a la fealdad y al nihilismo |
Aquí llegamos al meollo de la cuestión, lo que me atormenta diariamente. No hay escapatoria de esta situación. No hay Misas de "indulto", ya no hay capillas de la HSSPX en Asia donde refugiarse, como había en los años ´80. No existe aquí la FSSP. Aquí ya no hay NADA. Es un desierto litúrgico y espiritual. No puedo invitar a mis amigos a Misa, porque me da vergüenza lo que tendrán que presenciar, pero no tengo ningún otro sitio a donde ir. Permítanme que insista en este punto.
Antes estaba lleno de celo por convertir a todos los seres humanos, dado que yo mismo soy un converso y fui bautizado en Beijing. Sin embargo, la mía fue una conversión intelectual. Antes de pisar una iglesia católica ya estaba convencido en un 90% de la verdad del catolicismo. Me convertí a pesar de la Misa. Miré con horror a un hombre vestido con una camiseta tecnicolor de Jesús que tocaba la guitarra y cantaba "Shine Jesus Shine" durante una Misa internacional en inglés. Estaba con mis padres, de visita en Asia. Les había contado cosas sobre la Eucaristía y lo que creían los católicos. Naturalmente se rieron. A fin de cuentas, ¿quién se imaginaría que los católicos se comportarían así, si realmente creían en lo que decían sobre la Santa Comunión? Mis padres no habían tenido una conversión intelectual. Vieron la Misa y dijeron: "cómo me podría interesar esto?"
Cometí el segundo error al llevarles a la primera parroquia que encontré en internet, cuando buscaba la Misa más cercana, mientras yo estaba en casa de visita. Quería mostrarles la Misa Tradicional, pero sólo había una de la HSSPX en nuestra zona, y tenía claro que iba a ser un católico leal, que nunca asistiría a una Misa con los "cismáticos lefebvristas". Así que, en lugar de eso, fuimos a la iglesia más cerca de nuestra casa. Nos pasamos de largo y tuvimos que retroceder; era muy difícil saber que se trataba de una iglesia. Recuerdo a mi padre decir: ¡Vamos, eso no puede ser una iglesia católica! Hay que reconocer que los católicos tienen un sentido de la belleza. Pero sí, era una iglesia católica, a pesar de parecer un gimnasio. Les ahorraré más detalles. Creo que se hacen una idea de como fue la Misa ahí.
Llevé a un amigo chino a Misa, tras estudiar la Biblia con él durante semanas, tratando de convencerlo de que la Iglesia Católica estaba en la Biblia. Estaba medio convencido antes de ir a Misa. Después de Misa, su comentario fue: ¡qué ... ruidoso! Como me lo habías descrito yo me imaginaba que sería más sagrado. Sigamos con la lectura de la Biblia. Así es como veo a Dios, cuando leo contigo. Ahí no vi a Dios. Casi se me rompe el corazón. ¿Pero cómo rebatirle? Yo tampoco veo a Dios en esa Misa, aunque sé que está. Cada vez que veo un abuso, tengo que repetirme a mí mismo: "aún es Tu Cuerpo, Señor." No tengo alternativa. Esto es lo único que hay.
Una mujer china que llevé a Misa me dijo: es extraño hablar con Dios en la vernácula. Parece tan... no sagrado. A mí me da igual entender lo que se dice, pero hablarle así a Dios es rarísimo. Le mostré un vídeo en internet de una Misa de la HSSPX. Lo único que dijo fue: "¡Wow, me encantaría ir a eso!" Por desgracia, esta mujer no puede viajar hasta Econe cada vez que quiere asistir a la Misa que antaño se ofrecía en cientos de sitios cerca de donde vive.
Otra amiga que me acompañó a Misa me preguntó: ¿por qué el cura habla de una manera tan política? Todo es tan ambiguo, tan inofensivo y general. ¡Yo quiero que me juzguen! ¿De qué forma si no voy a saber lo que estoy haciendo mal?
Podría aportar muchas más historias de esta índole. Hasta hoy ninguna de las personas mencionadas se ha convertido. No ven nada en la Misa, y si no ocurre un milagro, nunca verán nada en la Misa. Si se convierten, será a pesar de la Misa. ¡Qué dato tan triste!
Ahora hablemos de noticias más alegres, y porqué apoyo la HSSPX.
Fui con (la que entonces era) mi novia coreana a Misa cada semana en China durante un año. Yo deseaba que se convirtiera, para poder hacerle una proposición de matrimonio. No quería ser pesado, así que ni siquiera mencioné la conversión. Finalmente, el verano pasado volvió a Canadá a visitarme durante unas semanas. Fuimos a la Misa de la HSSPX cada domingo con mis padres. De nuevo, no hice ningún comentario sobre la conversión. Nada más volver a Corea, se fue a la misión de la HSSPX en Seúl, y ahora se quiere convertir. Tras asistir a las Misas de la HSSPX durante tres semanas, mi padre, que era muy protestante, está pensando si dividir sus domingos entre la capilla de la HSSPX y su templo protestante local. Todo esto, tras tan sólo tres semanas. Supongo que habrá gente que me atacaría por ir a una "iglesia cismática", cuando sería muy fácil acudir a una iglesia que no parece una iglesia, para oír "Shine Jesus Shine" en la Comunión. Por supuesto, hacer eso significaría que mi prometida no se hubiera convertido. Significaría que, en lugar de ver a Jesucristo realmente presente en la Misa, tendría que armarme de paciencia y aguantar otra Misa en la que sé que el Señor está ahí, a pesar de ser imposible verlo. Significaría que mi padre no tendría interés alguno en ir a Misa. Pero supongo que eso les importa un comino a los fariseos mojigatos que me han dicho que ir a una capilla de la HSSPX es "ilegal", si es que alguien sabe lo que eso quiere decir.
Ojalá tuviera esto en Asia. Ojalá pudiera decir a la gente: no vayas ahí, vete a la iglesia de la HSSPX en el otro barrio. Tendrás que desplazarte un poco más lejos, pero merecerá la pena. Luego vería como se convierten. Ojalá pudiera, pero no. Estoy atrapado en los EEUU de los años ´70 (al menos, como yo los imagino), excepto que no hay ningún centro de resistencia. Una masacre de almas.
El heroico Cardenal Kung |
En la medida de que Asia está algo mejor que Occidente, creo que se debe a dos factores primarios.
1) Los occidentales todavía se perciben como misioneros y los líderes del catolicismo. De esta manera, cualquier cosa que hagamos nosotros, luego se copia en Asia. Gracias a que las cosas tardan su tiempo, el modernismo que infectó la Iglesia en los años ´60 y ´70, no llegó a afectar la Iglesia aquí hasta una década o dos más tarde que en Occidente. Esto quiere decir que el colapso de la fe va también con una década o dos de retraso.
2) La cultura asiática aún es más conservadora que la occidental. Un ejemplo perfecto de ello es la Misa en Japón; muy silenciosa, bastante reverente en muchos casos. Muchas mujeres todavía llevan el velo. ¿Por qué? Porque la sociedad japonesa es educada y respetuosa, lo cual influye en cierta medida en como asisten a Misa. Tenemos el extraño y ridículo caso de como la cultura de una sociedad secular mejora la Iglesia, en lugar de ser al revés.
Hay una cosa que es verdad: la mayoría de las personas en Asia son almas maduras para la cosecha. La mayoría quiere creer, y agradecen oír hablar de Jesucristo. Se palpa que la gente busca algún sentido en su vida. Sin embargo, en la Iglesia de hoy no lo encuentran, y no hay ningún sitio donde pueden ir. Por eso la mayor parte de los que entren a una iglesia católica en China no se convierten. Hay algunos conversos, pero no saben realmente lo que creen. Por ejemplo, un converso chino que cuando le dije que no comía carne los viernes, me dijo: Ah, es cierto, se supone que hay que ayunar alguna vez. ¿Decidiste hacerlo? ¡Qué guay, eres muy devoto! Unos pocos se convierten y llegan a asistir a Misa todos los domingos. Quizás incluso saben lo que los católicos estamos obligados a creer. Una minoría muy pequeña hace sus propias investigaciones, y se puede considerar católica en todos los sentidos de la palabra. Conozco a un seminarista así; se me acercó un día para preguntarme, sin venir a cuento: ¿por qué el Papa Francisco está siempre sonriendo? ¿Acaso no sabe que la Iglesia se está muriendo? ¿No sabe que está todo en ruinas? ¿Con qué motivo sonríe?
Este seminarista está totalmente enamorado del Señor y Su Iglesia. Hace lo que puede, pero está limitado por la basura modernista con la que le alimentan cada día. Él y otros conocen lo malo, pero no conocen lo bueno. Desconocen los tesoros que tiene la Iglesia, porque les han sido robadas. Me haré con algunos DVD´s de la FSSP sobre cómo decir la Misa Tradicional (con subtítulos en chino), y se los mandaré, junto con todo el material que encuentre.
Por favor, recen por los seminaristas, para que descubran los tesoros que tiene la Iglesia. No culpo demasiado a sus profesores; es lo que habría que esperar, cuando todos sus libros, ideas y filosofías en general provienen de seminarios modernistas de EEUU y Europa, con el lema: si esto es lo que enseñan en Occidente, debe ser verdad. No, no les culpo demasiado. A fin de cuentas, es nuestro veneno que están bebiendo.
Recuerdo con cariño una conversación con un sacerdote japonés de la HSSPX. Su obispo, que había suscitado tantas vocaciones de su diócesis en los años ´50 y ´60, recibiendo una carta de felicitación de Pío XII, se quedó perplejo al comprobar que a finales de los años ´60 y principios de los ´70, a punto de jubilarse, todos los que mandaba al seminario o lo dejaban o salían de ahí con ideas raras. Por este motivo el buen obispo mandó a este seminarista a Econe. Seguro que algunos preferirían que hubiera sido "obediente", y que hubiera entregado a su seminarista a los lobos. Sin embargo, creo que los fieles de Filipinas, Japón y Corea, cuya única oportunidad de asistir a la Misa Tradicional es a través de la HSSPX y este sacerdote, no compartirán esta condena despiadada.
Me gusta Asia. Me encantaría quedarme aquí el resto de mi vida. Mi única objeción es la Misa. Si tengo hijos, no permitiré que crezcan yendo a Misa en un ambiente que les dañará la fe. Pero yo tengo suerte; puedo irme. La mayoría no puede. La mayoría sólo puede sufrir, o incluso sufren sin saberlo. Incontables almas se perderán. Acuérdense de esto, y den gracias la próxima vez que vayan a una hermosa Misa Solemne. A todos los que se acostumbran a criticar la HSSPX, vendría bien recordar que este grupo seguramente ha hecho más que cualquier otro para la salvación de almas en los últimos 40 años. Dejando de lado la polémica de la "validez" de la HSSPX (después de indagar objetivamente en este tema, no encuentro el problema, pero la Ley Canónica y la HSSPX es otro asunto), creo que todos estarían de acuerdo en que lo que separa la HSSPX y la FSSP es muchísimo menos que lo que separa a muchos (¿casi todos?) los obispos y sacerdotes de los dogmas y doctrinas oficiales de la Iglesia.
Den gracias por lo que tienen, y no se rindan; sigan pidiendo más. Hay que seguir exigiendo la Misa Tradicional. Necesitamos más seminaristas tradicionales, más sacerdotes tradicionales, más obispos tradicionales, sin importar de donde vengan. Hay tantas almas que cosechar, y los trabajadores son pocos. En ninguna parte es más evidente que en Asia.
lunes, 9 de febrero de 2015
El Fenómeno Masiá
Al abrir el periódico local mientras bebo mi café con leche, leo en la sección de Opinión, un artículo infecto de Juan Masiá Clavel, SJ., titulado Enlace y Desenlace de la Pareja. El caso de este jesuita, que se hace llamar "especialista en bioética", es sintomático de la actual situación penosa en la Iglesia Católica. Será muy listo y tendrá cuatro o cinco carreras universitarias, pero desde luego la bioética que suelta este señor en las páginas de los múltiples periódicos propiedad del grupo Vocento, es todo menos católica.
El Padre Masiá, entre otras cosas, comenta lo siguiente:
Este es el mismo Masiá que, cuando hace años estalló la controversia sobre quitar los crucifijos de los colegios y hospitales públicos, dijo que en la universidad jesuita donde enseñaba en Japón los había quitado todos, porque el crucifijo no era culturalmente relevante para los japoneses. Con esta anécdota nos hacemos una idea del espíritu misionero que mueve al P. Masiá, un dignísimo sucesor de San Francisco Javier. Vamos, me imagino perfectamente al santo patrón de las misiones, escondiendo su crucifijo porque no era "culturalmente relevante" para los paganos japoneses del siglo XVI. Espera, ¿qué fue lo que dijo el Apóstol de las Gentes, San Pablo? Nosotros predicamos a Cristo crucificado; escándalo para los judíos, locura para los gentiles. (1 Corintios 1:23) No sé lo que predica el P. Masiá, pero evidentemente no es a Cristo crucificado.
A este jesuita le he seguido algo la pista. Entre café y café, he tenido la desfortuna de leer como este "especialista en bioética" justificaba el aborto, la eugenesia, los métodos anticonceptivos, la sodomía, y prácticamente cada pecado imaginable relacionado con la bioética. En su caso se confirma el dicho popular: dime de lo que presumes y te diré de lo que careces, porque si este hombre es un referente en la bioética, también lo es Pol Pot en el campo de la filantropía.
El escándalo no es tanto que un religioso disidente vomite todo tipo de mentiras y herejías en un medio de comunicación. Es bastante más escandalosa la falta de reacción de sus superiores y de Roma. Recuerdo que cuando hace años hablé a mi confesor de este individuo y de las barbaridades que escribía, me dijo el sacerdote que este señor ya tenía "problemas" con varios obispos. Sí, ya veo. A dos meses de su jubilación en la Universidad Pontificia de Comillas le echaron de su cátedra. ¡Qué terrible sanción! Este hombre aparentemente tiene "problemas" desde hace años, y sus superiores le han "desautorizado", pero dichos problemas no le impiden seguir escribiendo lo que le viene en gana, ni le afectan para nada en su condición de religioso y sacerdote. A unos cuantos sacerdotes tradicionalistas les encantaría tener el tipo
de "problemas" que tiene el P. Masiá. Estoy pensando particularmente en
el P. Santiago González de Adelante la Fe, que ha sido silenciado por Monseñor Asenjo,
Arzobispo de Sevilla, no por falsear la moral y la doctrina católica,
como lo hace a diario el P. Masiá, sino simplemente por predicar la
Verdad.
Más de uno se preguntará cómo es posible que un religioso que no sólo predica contra la fe y la moral de la Iglesia, sino que desobedece a sus superiores, puede seguir dentro de su Orden y seguir ejerciendo como sacerdote. Esto es precisamente lo que podríamos denominar el "fenómeno Masiá": una actitud de permisividad desde la jerarquía hacía todo tipo de herejes, que ha creado el clima idóneo para su proliferación, con el resultado predecible de una pérdida de fe en todos los ámbitos de la Iglesia.
Cada católico cuya fe ha sobrevivido la catastrofe post-conciliar podría ilustrar este "fenómeno Masiá" con experiencias personales desagradables, y yo no soy la excepción, en parte porque a los jesuitas los conozco mucho más de lo que quisiera. Recuerdo a uno en particular que me dio catequesis de confirmación. Este señor, siempre uniformado como buen jesuita moderno, con la pinta de un profesor universitario progre pero algo pasado de moda, me contaba cosas tan curiosas como que el Purgatorio era "un invento de la Edad Media", o que el dogma de la Inmaculada Concepción era "teológicamente imposible". Eso en clases de catequesis de confirmación. ¡Imagínense lo que diría tras un par de copas! Yo era un converso reciente, y las clases rápidamente se convirtieron en batallas apologéticas entre él y yo. Un día se hartó tanto de mi "intransigencia doctrinal" que me echó literalmente del aula. Tengo un recuerdo imborrable de bajar las escaleras del Centro Loyola mientras ese jesuita me gritaba a pleno pulmón: ¡Vete a Rouco Varela, a ver si necesita a algún fanático como tú! Entonces yo no tenía ni idea de quién era Monseñor Rouco, pero sí me daba cuenta de que algo serio fallaba. Por defender los dogmas que leía en el Catecismo, el sacerdote que se supone me tenía que enseñar dicho Catecismo me llamaba "fanático" y me echaba de su clase.
Creo que fue entonces cuando por fin me dí cuenta de que la Compañía de Jesús con la que yo soñaba, ya no existía. Por mucho que venerara a sus gloriosos santos, a San Ignacio, a San Francisco Javier, a San Pedro Claver, a San Isaac Jogues, y un largo etcétera, aquellos hombres pertenecían a una época en la que la Compañía de Jesús estaba siempre en primera fila en el combate por Nuestro Señor. Ahora, y lo digo con una tristeza enorme, la Compañía de Jesús no sólo no está en primera fila, sino que se ha pasado al bando del Enemigo. Lamentaciones aparte, si soy sincero, tendría que darle gracias a ese jesuita, porque me abrió los ojos a la podredumbre en la Iglesia, y gracias a ello pude ponerme en camino hacía la Sagrada Tradición. A casi diez años de aquello, este jesuita sigue en su sitio, dando catequesis a chavales que probablemente opondrán menos resistencia que yo. En un sentido espiritual, este religioso es un asesino, porque mata a almas indefensas. Las infecta con la pestilencia de la herejía, y las orienta hacía la Condenación Eterna. Pero nadie le molestará y estoy seguro que seguirá ahí hasta que se jubile. Nunca tendrá problema alguno, ni por parte de la diócesis, ni por parte de la Compañía.
En los sitios por los que he ido dando tumbos, hasta encontrar el catolicismo auténtico, he comprobado en mis propias carnes este "fenómeno Masiá". Los herejes tenían campo libre para confundir a los fieles, mientras que los sacerdotes "antiguos" tenían todo tipo de dificultades para llevar adelante su apostolado. Cuanto más ortodoxo y tradicional era un grupo, más problemas tenía. Y no me refiero con el mundo, que sería lo natural, sino con las autoridades eclesiásticas. Otro sacerdote, mi antiguo párroco, me dio una charla un día sobre "la evolución de los dogmas", para persuadirme de que toda la doctrina católica no era más que una construcción académica del hombre, y que lo importante era la "experiencia religiosa". En aquel entonces sólo supe contestarle que en la fe lo que era verdad antes también lo es ahora, porque Dios no cambia.
Años más tarde, leí la magistral encíclica de San Pío X, Pascendi, y el Juramento Anti-Modernista de 1910, que reza así: rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los dogmas. También leí el libro del P. Dominique Bourmaud, Cien Años de Modernismo, y me enteré de que esa tontería de la "experiencia religiosa", por encima de cualquier verdad revelada, proviene de Schleiermacher y otros teólogos protestantes del siglo XIX. Al contagiarse con el veneno subjetivista y naturalista de los protestantes, los teólogos católicos de aquella época cayeron en lo que San Pío X llamó la síntetis de todas las herejías: el modernismo. Saber todo esto está muy bien, pero si yo, que nunca he estudiado (al menos de manera formal) la filosofía y la teología, soy plenamente consciente de que ese párroco es un hereje, ¿cómo es que no lo saben en la diócesis? Digo esto, porque este señor, lejos de ser un cura marginado en una aldea remota, donde se supone no puede hacer demasiado daño, está en una parroquia importante de la capital y da clases en el seminario diocesano. ¿Qué clase de fe tendrán los (pocos) hombres que se ordenan tras su paso por un seminario infectado por herejes? La pregunta es retórica, y todos sabemos la respuesta; a la vista está.
Para entender la terrible situación en la que nos encontramos, hay que hacer un poco de Historia. Al desenmascarar San Pío X a los modernistas a principios del siglo XX, la Iglesia se libró de un terrible peligro, y pudo disfrutar de un periodo de esplendor hasta el final del pontificado de Pío XII. Sin embargo, igual que un cáncer, que aparentemente se ha extirpado de un organismo, y luego resurge con mayor virulencia, en la Iglesia el modernismo reapareció y aprovechó el Concilio Vaticano II para extender su veneno por todo el Cuerpo Místico. Esta vez, en lugar de un Supremo Pontífice que combatía la herejía, Juan XXIII decidió aplicar la medicina de la misericordia. En lugar de condenar los errores contra la fe, lo que habían hecho todos sus predecesores, permitió (no sabemos si por ingenuidad o por algo peor) que la mentira cohabitara cómodamente con la Verdad, con el razonamiento de que la Verdad se impone por sí sola. No obstante, ya llevamos casi 60 años de la medicina de la misericordia, y miren a dónde nos ha conducido: la mayoría de católicos de Occidente han perdido la fe y continentes enteros han vuelto al paganismo. Si un árbol se juzga por su fruto, yo diría que esa supuesta "misericordia" en realidad no es más que complacencia y cobardía.
En estos tiempos difíciles nos toca luchar, no solamente contra el mundo y sus engaños, sino contra los que deberían estar de nuestro lado. Nuestros pastores, con poquísimas pero honrosas excepciones, han pactado una tregua con los lobos, pensando que así los apaciguarán. Esta debilidad de los pastores no ha hecho más que envalentonar al Enemigo, que devora al rebaño a un ritmo espantoso, mientras que los pastores se acuestan plácidamente a dormir la siesta. Ya sabemos lo que ocurrirá a los malos pastores, si no se arrepientan a tiempo. Los que ostentan cargos de responsabilidad en la jerarquía de la Iglesia serán juzgados con mayor severidad que los sacerdotes corrientes, y a su vez los sacerdotes y religiosos serán juzgados con mayor severidad que los laicos. Los que están arriba del todo, especialmente el Vicario de Cristo, deberían temblar con santo temor de Dios, porque su juicio particular será implacable. Los Papas que han presidido sobre el colapso de la fe, tolerando todo tipo de herejías y sacrilegios en el lugar santo, habrán tenido que dar cuenta a Dios por cada ofensa a Su Gloria. Y el que ahora ocupa la Cátedra de San Pedro debería meditar sobre las tremendas palabras de San Atanasio en el Concilio de Nicea: el suelo del Infierno está pavimentado con calaveras de obispos.
El P. Masiá, SJ. Un hereje SÍ es tolerado dentro de la Iglesia. |
En el caso de una unión celebrada religiosamente, la iglesia [sin mayúscula] que antes acompañó a los esposos en su enlace, atestiguando su promesa [no sus votos] con la bendición divina para animarles a cumplirla [la gracia santificante se reduce así a tener buenas intenciones], puede y debe ahora, cuando se ha producido el desenlace, acompañarles desde la fe para sanar, si las hubiera, las heridas que haya dejado la separación y apoyar igualmente desde la fe a quienes emprenden el camino de rehacer su vida.En otras palabras, hay que bendecir a los que traicionan sus votos sagrados de matrimonio, al juntarse con personas que no son sus legítimos esposos. No explica el P. Masiá cómo es posible "rehacer su vida", un eufemismo modernista que quiere decir vivir en adulterio, desde la fe, cuando de lo que se trata es precisamente actuar en contra de la fe. Pero no hace falta que haga ahora una exposición sobre la doctrina cristiana del matrimonio. Doctores tiene la Iglesia. Está todo escrito en blanco y negro, desde el Nuevo Testamento hasta el Catecismo de 1992. Lo que me interesa es reflexionar sobre el "fenómeno Masiá".
Este es el mismo Masiá que, cuando hace años estalló la controversia sobre quitar los crucifijos de los colegios y hospitales públicos, dijo que en la universidad jesuita donde enseñaba en Japón los había quitado todos, porque el crucifijo no era culturalmente relevante para los japoneses. Con esta anécdota nos hacemos una idea del espíritu misionero que mueve al P. Masiá, un dignísimo sucesor de San Francisco Javier. Vamos, me imagino perfectamente al santo patrón de las misiones, escondiendo su crucifijo porque no era "culturalmente relevante" para los paganos japoneses del siglo XVI. Espera, ¿qué fue lo que dijo el Apóstol de las Gentes, San Pablo? Nosotros predicamos a Cristo crucificado; escándalo para los judíos, locura para los gentiles. (1 Corintios 1:23) No sé lo que predica el P. Masiá, pero evidentemente no es a Cristo crucificado.
A este jesuita le he seguido algo la pista. Entre café y café, he tenido la desfortuna de leer como este "especialista en bioética" justificaba el aborto, la eugenesia, los métodos anticonceptivos, la sodomía, y prácticamente cada pecado imaginable relacionado con la bioética. En su caso se confirma el dicho popular: dime de lo que presumes y te diré de lo que careces, porque si este hombre es un referente en la bioética, también lo es Pol Pot en el campo de la filantropía.
El P. Santiago González. Un sacerdote tradicional NO es tolerado en la Iglesia |
Más de uno se preguntará cómo es posible que un religioso que no sólo predica contra la fe y la moral de la Iglesia, sino que desobedece a sus superiores, puede seguir dentro de su Orden y seguir ejerciendo como sacerdote. Esto es precisamente lo que podríamos denominar el "fenómeno Masiá": una actitud de permisividad desde la jerarquía hacía todo tipo de herejes, que ha creado el clima idóneo para su proliferación, con el resultado predecible de una pérdida de fe en todos los ámbitos de la Iglesia.
Cada católico cuya fe ha sobrevivido la catastrofe post-conciliar podría ilustrar este "fenómeno Masiá" con experiencias personales desagradables, y yo no soy la excepción, en parte porque a los jesuitas los conozco mucho más de lo que quisiera. Recuerdo a uno en particular que me dio catequesis de confirmación. Este señor, siempre uniformado como buen jesuita moderno, con la pinta de un profesor universitario progre pero algo pasado de moda, me contaba cosas tan curiosas como que el Purgatorio era "un invento de la Edad Media", o que el dogma de la Inmaculada Concepción era "teológicamente imposible". Eso en clases de catequesis de confirmación. ¡Imagínense lo que diría tras un par de copas! Yo era un converso reciente, y las clases rápidamente se convirtieron en batallas apologéticas entre él y yo. Un día se hartó tanto de mi "intransigencia doctrinal" que me echó literalmente del aula. Tengo un recuerdo imborrable de bajar las escaleras del Centro Loyola mientras ese jesuita me gritaba a pleno pulmón: ¡Vete a Rouco Varela, a ver si necesita a algún fanático como tú! Entonces yo no tenía ni idea de quién era Monseñor Rouco, pero sí me daba cuenta de que algo serio fallaba. Por defender los dogmas que leía en el Catecismo, el sacerdote que se supone me tenía que enseñar dicho Catecismo me llamaba "fanático" y me echaba de su clase.
¡Si levantara cabeza! |
En los sitios por los que he ido dando tumbos, hasta encontrar el catolicismo auténtico, he comprobado en mis propias carnes este "fenómeno Masiá". Los herejes tenían campo libre para confundir a los fieles, mientras que los sacerdotes "antiguos" tenían todo tipo de dificultades para llevar adelante su apostolado. Cuanto más ortodoxo y tradicional era un grupo, más problemas tenía. Y no me refiero con el mundo, que sería lo natural, sino con las autoridades eclesiásticas. Otro sacerdote, mi antiguo párroco, me dio una charla un día sobre "la evolución de los dogmas", para persuadirme de que toda la doctrina católica no era más que una construcción académica del hombre, y que lo importante era la "experiencia religiosa". En aquel entonces sólo supe contestarle que en la fe lo que era verdad antes también lo es ahora, porque Dios no cambia.
Años más tarde, leí la magistral encíclica de San Pío X, Pascendi, y el Juramento Anti-Modernista de 1910, que reza así: rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los dogmas. También leí el libro del P. Dominique Bourmaud, Cien Años de Modernismo, y me enteré de que esa tontería de la "experiencia religiosa", por encima de cualquier verdad revelada, proviene de Schleiermacher y otros teólogos protestantes del siglo XIX. Al contagiarse con el veneno subjetivista y naturalista de los protestantes, los teólogos católicos de aquella época cayeron en lo que San Pío X llamó la síntetis de todas las herejías: el modernismo. Saber todo esto está muy bien, pero si yo, que nunca he estudiado (al menos de manera formal) la filosofía y la teología, soy plenamente consciente de que ese párroco es un hereje, ¿cómo es que no lo saben en la diócesis? Digo esto, porque este señor, lejos de ser un cura marginado en una aldea remota, donde se supone no puede hacer demasiado daño, está en una parroquia importante de la capital y da clases en el seminario diocesano. ¿Qué clase de fe tendrán los (pocos) hombres que se ordenan tras su paso por un seminario infectado por herejes? La pregunta es retórica, y todos sabemos la respuesta; a la vista está.
Para entender la terrible situación en la que nos encontramos, hay que hacer un poco de Historia. Al desenmascarar San Pío X a los modernistas a principios del siglo XX, la Iglesia se libró de un terrible peligro, y pudo disfrutar de un periodo de esplendor hasta el final del pontificado de Pío XII. Sin embargo, igual que un cáncer, que aparentemente se ha extirpado de un organismo, y luego resurge con mayor virulencia, en la Iglesia el modernismo reapareció y aprovechó el Concilio Vaticano II para extender su veneno por todo el Cuerpo Místico. Esta vez, en lugar de un Supremo Pontífice que combatía la herejía, Juan XXIII decidió aplicar la medicina de la misericordia. En lugar de condenar los errores contra la fe, lo que habían hecho todos sus predecesores, permitió (no sabemos si por ingenuidad o por algo peor) que la mentira cohabitara cómodamente con la Verdad, con el razonamiento de que la Verdad se impone por sí sola. No obstante, ya llevamos casi 60 años de la medicina de la misericordia, y miren a dónde nos ha conducido: la mayoría de católicos de Occidente han perdido la fe y continentes enteros han vuelto al paganismo. Si un árbol se juzga por su fruto, yo diría que esa supuesta "misericordia" en realidad no es más que complacencia y cobardía.
En estos tiempos difíciles nos toca luchar, no solamente contra el mundo y sus engaños, sino contra los que deberían estar de nuestro lado. Nuestros pastores, con poquísimas pero honrosas excepciones, han pactado una tregua con los lobos, pensando que así los apaciguarán. Esta debilidad de los pastores no ha hecho más que envalentonar al Enemigo, que devora al rebaño a un ritmo espantoso, mientras que los pastores se acuestan plácidamente a dormir la siesta. Ya sabemos lo que ocurrirá a los malos pastores, si no se arrepientan a tiempo. Los que ostentan cargos de responsabilidad en la jerarquía de la Iglesia serán juzgados con mayor severidad que los sacerdotes corrientes, y a su vez los sacerdotes y religiosos serán juzgados con mayor severidad que los laicos. Los que están arriba del todo, especialmente el Vicario de Cristo, deberían temblar con santo temor de Dios, porque su juicio particular será implacable. Los Papas que han presidido sobre el colapso de la fe, tolerando todo tipo de herejías y sacrilegios en el lugar santo, habrán tenido que dar cuenta a Dios por cada ofensa a Su Gloria. Y el que ahora ocupa la Cátedra de San Pedro debería meditar sobre las tremendas palabras de San Atanasio en el Concilio de Nicea: el suelo del Infierno está pavimentado con calaveras de obispos.